Palestina, el crimen del silencio

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Palestina, el crimen del silencio

Comité de Solidaridad con la Causa Árabe y Coordinadora Asturiana de ONGD

El tiempo y la falta de coraje de la comunidad internacional corren a favor de los hechos consumados de Israel. Pero, afortunadamente, se empieza a llamar por su nombre la situación que vive el pueblo palestino: Apartheid.

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Palestina no está sola…un año más, la ciudadanía asturiana sale a la calle el próximo martes 29 de noviembre, Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino, para solidarizarse con la larga lucha de sus gentes contra la ocupación israelí, y para reivindicar una Palestina libre. A las 19:00h., en el Paseo de Begoña, Gijón, la Coordinadora Asturiana de ONGD y el Comité de Solidaridad con la Causa Árabe celebran una jornada de música y lectura de poesía palestina.

Un año más, y van 64 desde que el 29 de noviembre de 1947 se aprobara en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) un estado judío y un estado árabe con Jerusalén como frontera. Poco después, en mayo de 1948 tuvo lugar la catástrofe (la Nakba), brutal colonización que dio origen al Estado de Israel arrasando completamente con las aldeas de la población autóctona, la comunidad árabe palestina. Más de 800 mil personas palestinas fueron despojadas de sus hogares, de sus raíces, y obligadas a salir de sus tierras ancestrales. Hoy se calcula que casi ocho millones de palestinos/as son refugiados que viven fuera de sus fronteras.

El pasado mes de septiembre fue aprobada la petición de adhesión de la Autoridad Nacional Palestina a la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). La admisión de Palestina como estado miembro de pleno derecho por parte de este organismo tuvo, sin embargo, un coste; desató la ira de Israel, que inmediatamente anunció un nuevo plan de construcción de 2.000 nuevas viviendas en los asentamientos coloniales que rodean la Jerusalén ocupada, así como su negativa a seguir aportando fondos a esta institución internacional.

Y así, todos los actores cumplen su papel a la perfección; la comunidad internacional permanece pasiva, fingiendo creer en un proceso de paz. Envía donativos al pueblo palestino, pero sin pedir indemnizaciones por la destrucción periódica ejecutada por Israel; reduce la ayuda a la población refugiada y refuerza día a día la normalización con Israel, obviando que se está llevando a cabo una auténtica limpieza étnica que incluye expoliación de recursos acuíferos, expropiaciones, leyes racistas, y que sigue vulnerando las resoluciones de la ONU o el Dictamen de la Corte Internacional de Justicia con respecto a la construcción del Muro en Cisjordania. El tiempo y la falta de coraje de la comunidad internacional corren a favor de los hechos consumados de Israel.

Pero, afortunadamente, se empieza a llamar por su nombre la situación que vive el pueblo palestino. El Tribunal Russell sobre Palestina presentaba recientemente la resolución de su Tercera Sesión en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, concluyendo que el trato recibido por todo el pueblo palestino responde a un sistema de Apartheid según se define en el Derecho Internacional. Tres elementos confirman la existencia de un sistema de Apartheid: dos grupos raciales, la comisión de actos inhumanos (asesinatos a gran escala, detenciones arbitrarias, tortura, violaciones sistemáticas de los derechos humanos), y un régimen sistemático e institucionalizado de dominación de un grupo sobre otro. Ante esta situación, terceras partes, tanto estados como organizaciones internacionales, tienen la obligación legal de imponer medidas para poner fin a las violaciones y al régimen de Apartheid. La sociedad civil dispone de herramientas como el BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones) para, juntos, aumentar la presión sobre el estado de Israel hasta que cumpla con el Derecho Internacional, y está llamada a revivir el espíritu de solidaridad que contribuyó al fin del apartheid en Sudáfrica.