A propósito de la flotilla

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A propósito de la flotilla

Cristina Ruiz Cortina Sierra

Lo único que se ha sacado en claro de la cuestión de esta segunda flotilla es que Europa entera y toda la Comunidad Internacional de grandes instituciones políticas, se han quitado definitivamente la careta.

Asociación Al-Quds Málaga
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Lo único que se ha sacado en claro de la cuestión de esta segunda flotilla es que Europa entera y toda la Comunidad Internacional de grandes instituciones políticas, se han quitado definitivamente la careta. Que sea el mismísimo Ban Ki Moon, suprema figura del derecho internacional y del amparo a los pueblos oprimidos – dicho sea esto con sorna, claro – el que exhorte a los gobiernos cuyas poblaciones han sido afectadas  por este virus solidario que se pongan las pilas para que, de todas, todas, sea imposible la salida de esta inmensa flotilla, es, cuando menos clarificador del mundo en el que nos ha tocado vivir.
Nos ha tocado vivir en este, pero no por ello debemos aceptarlo sin más, ni abnegarnos a esta brutal realidad, ni soportarla, ni transigir con ella.
Palestina está ocupada, el Sáhara está ocupado, una gran contrarrevolución acecha sobre los pueblos del mundo árabe que osaron levantarse. ¿Quién se atreve contra el orden internacional? La crisis se está cebando con Túnez y Egipto. La guerra con Libia, la sangre con Siria y en Bahrein, en silencio, se está encerrando y condenando a muerte y a penas de prisión a activistas y a personal sanitario que trató en los hospitales a los heridos. Las intervenciones de Occidente en todos estos países son contrarrevolucionarias y, en todo caso, solo admitirán cambios superficiales en algunos países, para que no se diga… pero no una revolución de verdad. Porque entonces, los talleres de ropa o zapatillas deportivas que ocupan a millones de seres humanos en todo el mundo – la mayoría de ellos niños y mujeres – en condiciones de esclavitud y que trabajan para las grandes firmas europeas y americanas, tendrían que cerrarse, o cambiar drásticamente sus condiciones de trabajo, porque la democracia exige derechos.
Pero las multinacionales no permitirán esto. No permitirán tampoco que los gobiernos de países con economías dependientes y precarias accedan a una democracia real y pidan administrar sus propios recursos energéticos, poder disponer de sus propias tierra, de su agua, o de su mano de obra para la riqueza del país.
En el caso de Palestina, el negocio colonizador es boyante y está en sus mejores tiempos. Cisjordania prácticamente no existe, está sumergida bajo los asentamientos ilegales de Israel que se cuentan por centenares y que ocupan las mejores tierras y espacios estratégicos para hacer imposible la creación de un estado Palestino viable. Y si ya hace años que Moratinos y otros dignatarios y diplomáticos europeos hablaban del Estado Palestino como cosa inmediata, no lo hacían más que como una maniobra de distracción. Algo para distraer a la opinión pública del tremendo desastre Palestino, la Nakba actual sobre Jerusalén y Cisjordania. En el caso de Palestina, la estrategia del ocupante es establecer dos crímenes de guerra simultáneos y paralelos en el tiempo y el espacio. El primero es el asedio a Gaza, el segundo es el “abordaje sionista” a Cisjordania y Jerusalén Este. Si bien el primero tiene consecuencias humanitarias brutales, el segundo tendrá consecuencias políticas para los palestinos dramáticas y definitivas. Israel utiliza Gaza como una cortina de humo para que se le deje actuar con una gran impunidad en Cisjordania, que es lo que realmente le interesa. Efectivamente, el dramatismo del coste humano en vidas, futuro, salud, escolaridad… etc., es tan grande en Gaza, que gran parte de la solidaridad más organizada se ha canalizado allí. Por ejemplo la Flotilla. Y mientras se cometen otras ilegalidades internacionales menores, como no dejar circular en aguas ajenas a los barcos solidarios y la gente se espanta con semejante impunidad, Israel ha aprobado, solo en esta semana la construcción de 400 nuevas viviendas en Cisjordania, y duplicar la ocupación de las tierras agrícolas en el Valle del Jordán. En este último caso, con la excusa de una “zona de protección militar” las fértiles tierras del valle, ricas en minerales, son ocupadas para su explotación económica en detrimento de sus auténticos propietarios, los Palestinos. Luego vendrán a nuestras tiendas de cosméticas  los famosos lodos y minerales del Valle del Jordan y nos dirán que son los mejores, pero no nos explicarán a cuantas familias palestinas expulsaron estos años de la zona, ni cuánta sed padecen los palestinos porque, también esta semana, se ha aprobado duplicar la cuota de agua para los colonos ilegales.
En Hebrón, la imposible convivencia debida a los colonos más violentos del mundo, está convirtiendo a esta ciudad en un crimen de guerra en sí mismo. Los colonos – hay múltiple información sobre ellos en los medios de comunicación – que se creen que poseen estas tierras por mandato divino, se creen que además dios les autoriza a apedrear las casas palestinas, a tirar las basuras a sus calles, a amenazar a sus niños. Todo esto no es más que un modelo que se repite en Jerusalén, donde la expulsión de las familias y la ocupación sin más de algunos inmuebles que – transitoriamente – se han quedado vacíos, es de una falta de legalidad terrible. Es como si, nosotros aquí, al llegar el verano, no pudiéramos salir toda la familia ni un solo día, pues, tan pronto como la vivienda se queda vacía, acuden los colonos, cambian la cerradura y ya está. Dentro se quedó el pasado de generaciones de palestinos que no volverán a ver la lluvia a través de sus ventanas. Es como un fatídico sino, porque una vez que los colonos están dentro, no hay forma de sacarlos de allí.
Todo esto ha quedado en segunda fila por la atención inmediata a la cuestión humanitaria de Gaza. La Flotilla ha despertado todos los demonios de Israel. ¿Cómo va a llegar una flotilla, como lo hizo aquel famoso barco, el éxodo, del cual han sacado tantas leyendas épicas? Pero también les ha dejado las manos libres para seguir expulsando a los Palestinos de Jerusalén y de Cisjordania. Porque no nos engañemos: aunque las agencias de Naciones Unidas sigan informando de la cuantía del expolio mensualmente, esa información no llegará a ningún sitio, ninguno. Eso lo ha dejado claro Ban Ki Moon, pues si tanto interés ha puesto en una cosa tan simple como una flotilla humanitaria, ¿cómo va a ser que él intervenga para poner freno a Israel sobre el terreno?.
Al principio citaba otros países árabes a los que están atornillando por su deseo de democratización. Túnez, Egipto – este último parece que finalmente es el responsable del e-coli – Bahrein, Libia, Siria, etc. Los que no luchan contra la ocupación extranjera de una forma u otra, luchan contra títeres y payasos que se han llevado la parte del león de la riqueza de estos países. La gente levantada y la Comunidad Internacional aplicando a rajatabla las leyes no escritas de la contrarrevolución: represión, crisis económicas inducidas, crisis agrarias o de subsistencia, y, para que no se les juzgue tan duramente, petición de cambios superficiales, que no nos despeinen demasiado. Este es el brutal mundo donde nos ha tocado vivir. Pero si queremos que la herencia a los que vienen no sea más de lo mismo no nos queda más remedio que seguir buscando soluciones y revueltas imaginativas y no violentas.
Una cosa, eso sí, ninguna acción que pretenda cambiar el estatus quo de la situación pasa por confiar que algún gobierno nos va a dar el espaldarazo que necesitamos, que nos va a amparar. Si no, véase la Flotilla II. El esfuerzo, el coste personal y organizativo de todo esto ha servido para desenmascarar definitivamente a un mundo que ya tiene sus clasificaciones de ciudadanos de primera, segunda, tercera… y que no permiten los cambios ni los repartos, nada que rompa su dinámica de acumulación de riqueza y poder en pocas manos. Por tanto la solidaridad, que durante un tiempo decíamos que era “la ternura de los pueblos” es, patrimonio de la gente libre, de la que se embarcó en la flotilla, de la que se organiza de otra forma, de la gente dispuesta a saltar las barreras para abrazar a los que están al otro lado. La solidaridad es nuestro patrimonio, no se puede ejercer por gobiernos corruptos, deslegitimados, atados con miles de compromisos, interesados en las ventas de armas, desinteresados por los derechos humanos, olvidados de los derechos de las mujeres. Por ello la tenemos que seguir ejerciendo con valentía y rotundidad, como siempre, en contacto directo con otros pueblos, ajenos a los gobiernos que nos quieren romper la médula ósea de nuestro compromiso.
No lo conseguirán. A los compañeros y compañeras que se embarcaron en este viaje, creo que sabéis que llegasteis a Gaza, porque ellos así lo sienten y cada acción de este tipo les ponen en contacto con nuevos activistas, con nuevas fuerzas y les recuerdan que no están solos que hay gente valiente, organizada y dispuesta a seguir luchando. Felicidades por todo ello.