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¿Hacia dónde va Siria?

Ignacio Álvarez Ossorio

El hecho de que sean los mujabarat (policía secreta) quienes están asumiendo el peso de la represión indica que el régimen sirio desconfía de su propio ejército, uno de los cimientos sobre los que se apoya el propio estado autoritario

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Grupos afines al régimen provocan el terror en las calles de las ciudades escenario de manifestaciones de protesta

La represión de las manifestaciones de la pasada semana en Siria ha provocado más de 150 víctimas. Deraa, Banias, Yible, Homs y Duma siguen siendo el principal foco de la revuelta, pero también se han registrado incidentes en otros puntos del país e. incluso, en algunos barrios de la capital como al-Midan (donde, por cierto, se inició el levantamiento contra la ocupación francesa). Parece que el régimen no ha extraído lecciones de lo ocurrido en Túnez, Egipto, Yemen o Libia y, en lugar de aceptar las demandas de la población, se empeña en negar la evidencia y apostar por la represión salvaje. ¿Ignora que a más represión, más movilización de la población?

El hecho de que sean los mujabarat (policía secreta) quienes están asumiendo el peso de la represión indica que el régimen sirio desconfía de su propio ejército, uno de los cimientos sobre los que se apoya el propio estado autoritario. En las últimas semanas hemos escuchado noticias sobre soldados y oficiales que se negaban a reprimir a la población y que eran disparados o asesinados por sus superiores. Quizás por esta razón, los mujabarat son los que están llevando el peso de la represión. Acuden a los lugares donde se registran incidentes en pick-up y en ropa civil para no ser identificados y abren fuego contra los manifestantes. La táctica es similar a la empleada por las fuerzas de seguridad iraníes para reprimir a quienes protestaban por el pucherazo electoral el pasado verano. El presidente Obama ha llegado a afirmar que asesores iraníes estarían orientando al régimen sirio sobre la mejor manera de sofocar la revolución siria.

Lo que cada vez parece más claro es que el régimen sirio ha apostado todas sus cartas a preservar el Estado autoritario sin introducir la menor reforma. La liberación de algunos centenares de presos políticos, la naturalización de 250.000 kurdos o la derogación de la ley de emergencia sólo pueden interpretarse como cambios cosméticos que llegan demasiado tarde (¡con once años de retraso!). Para los Asad se trata de una lucha a vida y muerte, puesto que la caída de Bashar iría acompañada de la caída del régimen. Debe descartarse, pues, una evolución a la egipcia en la que la caída de Mubarak no ha representado la caída de su régimen. De momento, ya han empezado a surgir las primeras fisuras con la dimisión de dos diputados y de una alta autoridad religiosa, todos ellos procedentes de Deraa.