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¿Una nueva “Conferencia de Algeciras”?

Carmen Ruiz Bravo-Villasante, arabista y excatedrática de la UAM

Coherentemente, la militarización de la política exterior española ha ido en aumento en estos años, a partir de la experiencia española en la desmembración de Yugoeslavia (…). Como si quisiéramos hacernos perdonar por EE.UU. el habernos retirado de Irak, se han dejado avanzar decisiones de implicación bélica cada vez más preocupantes, en distintos continentes

www.cuartopoder.es 27 marzo , 2011

guera mubarak

El malestar y angustia actuales de buena parte de la población española se acentúan. Entre la derecha, el centro y la izquierda. La crisis económica es una causa. A ella se añade la preocupación que produce el que se nos empuje a una responsabilidad internacional más, con actuaciones militares directas, en las que nuestro país no tiene apenas capacidad de decisión. Si a comienzos del 2011 nos hemos solidarizado y alegrado de manera generalizada con los pequeños, pero prometedores, triunfos obtenidos por algunas reivindicaciones democráticas árabes, ahora nos toca mantener el apoyo a los pueblos árabes de una manera más coherente y reflexiva, y más consistente, porque no van a ser pocos los sufrimientos que les esperan y las derrotas que nuevamente afronten.

Crece la irritación hasta la indignación porque se nos escamotean y se minimizan datos fundamentales en materia de política y economía internacionales, que deberíamos conocer. Percibimos que posiblemente existan nuevos acuerdos adoptados por nuestros gobiernos y sectores político-económicos, de carácter colonial global, que involucran a nuestro país. Lo más “escandaloso” para los ciudadanos españoles que no estuvieran atentos a la evolución de los hechos es que España se haya recolocado, nuevamente, como apéndice servil de los Estados Unidos, en lugar de haber buscado la activa posición mediadora e independiente que debería desarrollar en bien de sus intereses. Y no sólo de nuestros intereses propios, sino también del desarrollo, seguridad y hermandad de los pueblos, en particular dentro del marco social mediterráneo y de los países americanos.

¿Qué hacer, cómo ayudar a los pueblos árabes frente a sus tiranos en los varios sentidos y aspectos del término, en lo político, en lo social, en lo cultural y lo económico? Esta es la pregunta más repetida estos días. Muy probablemente la respuesta que suscribimos nos va a resultar más difícil de aceptar que el envío de unos aviones, barcos, submarino y medio millar de militares. Porque, como si nos encontráramos en un nuevo 98, va a ser necesario mucho regeneracionismo en el estado español. Hay que evitar el impulso colonialista en el que se cayó a comienzos del siglo XX, y no utilizar como argumento decir que intervenimos porque, si no, nuestra vecina Francia nos cercará desde el Magreb. Hay que reconocer nuestras limitaciones y no echar más leña al fuego.
De nuevo la pregunta: ¿hay una posición europea que sustentar, alternativa a la militar? Sí, nos cabe algo que hacer, aunque no es nada fácil, porque nos toca de cerca y en el día a día: nos cabe ayudar a los refugiados que huyen de las guerras y la represión, concederles rápidamente la nacionalidad española y de otros países europeos, paliar sus desgracias, denunciar con ellos, y por todos, los guantánamos y cárceles negras grandes y pequeñas allá donde se encuentren, en parajes occidentales u orientales, y llevar la denuncia a los torturadores hasta sus últimas consecuencias legales y legítimas, empezando por los más responsables en la cadena. Nos cabe volver a empezar por aquí mismo y condenar a los asesinos –especialmente a los militares y “paramilitares” que abusan de su supremacía- culpables de muertes de civiles, individuos y en grupo, acá y allá, empezando por los responsables de la muerte de Couso. Llevamos años esperándolo. Y nos cabe pedir de nuevo a nuestro ejército y a nuestros militares y fuerzas armadas que se opongan a intervenciones urgentes desordenadas e improvisadas (peor aún si sus errores fueran premeditados) que ridiculizan a nuestra patria y dañan en todos los órdenes los esfuerzos de mediación y paz que tendríamos que llevar a cabo, junto a otros pueblos, países y estados, decididamente. Esta sería una actitud consecuente por parte de España, que en principio resulta más bien testimonial, pero que es realista, y a la larga resultaría eficaz.

¿Sería necesario explicar a los sectores revolucionarios de las distintas poblaciones árabes cómo es nuestro país, a estas alturas? No va a hacer falta. La mayoría de los gobernantes y los intelectuales, y también de las clases populares árabes se han dado cuenta antes que nosotros mismos de que somos un país secundario –porque sólo secunda– en política exterior, al que se le lleva a actuar a manera de “neo-mercenario” de otros estados, en los momentos presentes. Conviene ser menos pretenciosos y recordar que, lamentablemente, nuestra democracia falla en cuestiones de política exterior. Aunque también podemos añadir que nos cabe la esperanza de que se muestren las discrepancias de fondo que vive nuestra sociedad, pues gran parte de “la calle”, “de la gente”, no acaba de encajar ni aceptar las decisiones de la mayoría de nuestros gobernantes y poderes, que actúan sobre hechos consumados y “por su cuenta”. En fin, debemos comunicar a los pueblos vecinos, con sentimiento y pesar, que reconocemos que nuestra transición aún está pendiente en aspectos fundamentales de política exterior y relaciones económicas internacionales, lo cual significa que la transición de fondo en lo interior está menos afianzada de lo que se creía. Nuestro modelo de transición, que tantas veces se ha esgrimido estos días como ejemplo a seguir, y que periodistas como el amigo hispano-tunecino Abdel Kefi ha explicado en árabe, está parcialmente en entredicho en varios aspectos de gran trascendencia para las relaciones internacionales.
Las actitudes que están tomando los distintos gobiernos, fuerzas militares y económicas en la “crisis de Libia” están sirviendo de curso acelerado e intensivo a nuestra ciudadanía. Los repartos y acuerdos sobre la responsabilidad militar y política de la OTAN y “la coalición internacional” en la intervención exterior en Libia, muestran con claridad que continúa el enfrentamiento en materia de política “colonial global” entre Estados Unidos y Francia, agudizando una pugna que dura ya cincuenta años, e involucrando a los demás. Los acontecimientos nos van enseñando a las claras y con impudicia las posiciones que cada uno de los estados-gobiernos y sectores ocupa en este enfrentamiento. La presencia de fuerzas militares, económicas y “misioneras” de los Estados Unidos en los países ribereños del Mediterráneo (especialmente Turquía e Israel) y en Asia (destaca en ello Arabia Saudí) data, sin duda, de hace mucho más tiempo, pero va cobrando fuerza a medida que se le traspasan las zonas de influencia colonial anglosajona, del Reino Unido. El comienzo del declive colonial de Francia está representado por la independencia de Argelia, en 1962, aunque nuestro vecino país –al menos su gobierno y acción exterior-, ha ganado mucho terreno en el África subsahariana y en otros lugares estratégicos, hasta llegar a establecer una base militar en Qatar.
¿Hay una posición europea alternativa y positiva que sustentar? ¿La representa Francia? Se demuestra una vez más que la unión europea en términos de política exterior democrática es inexistente, y que cada país toma unas decisiones propias para ocupar espacios en el mapa del “colonialismo global”. Parece que ahora nos encontramos con una reedición de la Conferencia de Algeciras, la celebrada en 1906, en la que el principal acuerdo adoptado por los gobiernos y compañías consistió en repartir entre determinados países occidentales las “esferas de influencia” sobre las tierras árabes. Ahora, de nuevo sobre territorio africano, se trazan los mapas de nuevas zonas de influencia y se buscan formas de penetración modernas.

Coherentemente, la militarización de la política exterior española ha ido en aumento en estos años, a partir de la experiencia española en la desmembración de Yugoeslavia (¿se acuerdan de que existió un país con ese nombre?). Como si quisiéramos hacernos perdonar por EE.UU. el habernos retirado de Irak, se han dejado avanzar decisiones de implicación bélica cada vez más preocupantes, en distintos continentes. La intervención española en Afganistán ha ido adquiriendo un sesgo claramente agresivo. Después se han ido añadiendo elementos turbios en la actuación militar –y de algunas GONG’s españolas– tanto en Afganistán como en el Líbano, Palestina, en Somalia, etc. La propia presencia de fuerzas de la ONU y españolas como tropas de interposición, sólo en territorio libanés y no en territorio israelí, es un ejemplo de la inconsistencia, debilidad o quizá unilateralidad de su posición. La preparación técnica de combatientes somalíes antiterroristas por parte de especialistas europeos, bajo coordinación española, también suscita dudas, así como el verdadero sentido del envío de buques de guerra patrulleros a aguas del Indico. La falta de decisión para condenar y romper el bloqueo y tortura de Israel a Gaza y otros territorios palestinos se insertaría, por omisión, en una línea favorable a Israel. Y los términos de los recientes acuerdos con Emiratos en materia de colaboración militar son apenas conocidos….

Gran parte de las nuevas generaciones árabes, como sus mayores, se enfrentan repetidamente a sus gobiernos y a gran parte de los poderes fácticos que rigen sus países, tan escasamente democráticos, algunos de ellos pensando que van a recibir un apoyo estructural de buena parte de la “comunidad internacional”, “del mundo”, de “Europa”, de “los países islámicos”, de “las fuerzas democráticas en los EE.UU”, etc. Pero con lo que se están encontrando, país por país, es con apoyos sectoriales, que sólo reproducen la relación de fuerzas internacionales. Lo verdaderamente grave de la situación es que los apoyos que reciben por parte de las distintas fuerzas y países se detienen y ralentizan cuando el avance de las descoordinadas (aunque coincidentes) acciones de protesta árabe tocan las estructuras internacionales y denuncian los abusos de los estados (incluido Israel, por descontado), gobiernos y sectores que ocupan un espacio vital que corresponde a estos pueblos árabes. ¡Ojalá que las movilizaciones árabes, y nuestras reacciones, consigan interrelacionarse y lleguen a evitar dependencias que “de pronto” llevan a terribles enfrentamientos civiles!

Fuente original:
http://www.cuartopoder.es/invitados/%c2%bfuna-nueva-%e2%80%9cconferencia-de-algeciras%e2%80%9d/1282