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La revolución egipcia

La distancia entre la democracia y la justicia social

Este artículo fue escrito el 1 de febrero, un día después del segundo discurso del Presidente Hosni Mubarak en el que dijo que no tenía intención de concurrir en las próximas elecciones (septiembre 2011). Poco tiempo después del discurso, el presidente de EE.UU. Barack Obama dijo claramente que Mubarak debe irse de inmediato. (..) Pero todavía no está claro cómo será el próximo régimen. Esta es la gran incógnita que se cierne sobre la revolución egipcia.

Yacov Ben Efrat 
Revista Challenge on line

Este artículo fue escrito el 1 de febrero, un día después del segundo discurso del Presidente Hosni
Mubarak en el que dijo que no tenía intención de concurrir en las próximas elecciones (septiembre
2011). Poco tiempo después del discurso, el presidente de EE.UU. Barack Obama dijo claramente
que Mubarak debe irse de inmediato. Puesto que el ejército egipcio también expresó un apoyo al menos parcial a los manifestantes en la Plaza Tahrir, parece que los días de Mubarak están contados. Pero todavía no está claro cómo será el próximo régimen. Esta es la gran incógnita que se cierne sobre la revolución egipcia.
 
Muchos de los que seguían los acontecimientos en Egipto han estado diciendo desde hace una década que el régimen de Mubarak estaba al borde del colapso. El aislamiento total del régimen y su sordera hacia el sufrimiento de la gente anunciaban los acontecimientos que presenciamos ahora. El hecho de que miles de personas de todos los sectores de la vida hayan perdido de pronto y espontáneamente el miedo no sólo muestra que su situación había llegado a su punto más bajo, sino que se dieron cuenta de que el régimen ya no funcionaba - y tenía que acabar. Los intentos de Mubarak de traspasar al régimen a su hijo Gamal y las espurias elecciones parlamentarias que eliminaron toda oposición fueron el colmo.
 
La persona elegida para "cocinar  los resultados de las elecciones" fue Ahmed Ezz, el secretario de
organización del partido gobernante. Junto a Gamal Mubarak simbolizaba el carácter del régimen actual. Este Ahmed Ezz es un oligarca egipcio que controla la fábrica estatal de acero en Alejandría y que, de la noche a la mañana, se convirtió en uno de los hombres más ricos de Egipto -al igual que otros socios del hijo del presidente. Desde el punto de vista de los egipcios de a pie, los intentos de Mubarak para preparar a su hijo como sucesor, eran una señal de que la marcha de Mubarak no traería el cambio. De hecho, sólo empeoraría las cosas para la mayoría de los ciudadanos de Egipto: los ricos se harían más ricos mientras los pobres seguían enfrentándose al hambre y la incertidumbre. La única manera de mantener el statu quo era a través de la violenta y despiadada opresión de todos los opositores del régimen.
 
La causa subyacente de la amargura que dio lugar a la revuelta es el cambio a una economía neoliberal y la aceptación del programa dictado por las instituciones financieras internacionales en los años 90. Los cambios impuestos por el programa se basaban en la privatización del sector público, que fue vendido a un pequeño número de familias conectadas con el régimen. El partido gobernante, el ejército y las fuerzas de seguridad internas defendieron el acuerdo para permitir a los capitalistas egipcios e internacionales hacer lo que quisieran con los recursos de Egipto. En este aspecto, Egipto es similar a la Rusia de Putin o la Argentina de Carlos Menem en los años 90: la corrupción se convirtió en el camino a la riqueza y el estímulo para hacer dinero sin restricciones. Al igual que Argentina, Egipto también fue elogiado por las instituciones financieras internacionales cuando se ofrecieron las estadísticas de crecimiento como prueba del éxito del sistema. Sin embargo, cuando sólo una centésima parte se beneficia del crecimiento, éste no puede
resolver los problemas de pobreza que sufre la mayoría de la nación. Para que el crecimiento alcance a las masas, es necesaria una división más equitativa de los beneficios.
 
El-Mahalla-el-Kubra: La chispa de ignición
 
El comienzo de la revuelta - que se convirtió en un levantamiento popular - se puede situar en la amplia huelga de trabajadores textiles en la ciudad industrial de El-Mahalla-el-Kubra en 2008. La huelga, que afectó a fábricas textiles que emplean a unas 30.000 personas, se convirtió rápidamente en una revuelta en toda la ciudad. Las demandas de los sindicatos se combinaron con la expresión de una clara oposición política al régimen. Carteles del "rais" (el gobernador) que hasta entonces había conservado su aura de veneración fueron hechos pedazos. Pero la huelga de trabajadores golpeados por la pobreza en demanda de mejores salarios fue reprimida brutalmente por la policía de seguridad. Incluso el sindicato oficial de Mubarak hizo todo lo posible para romper la huelga.
 
La huelga tuvo una repercusión tan grande que un grupo de jóvenes egipcios decidió crear un grupo en Facebook pidiendo a todos los trabajadores que se quedaran en casa el 6 de abril de 2008, en solidaridad con los trabajadores en huelga en El-Mahalla-el-Kubra. Mubarak se vio obligado a prometer un aumento del salario mínimo. Inspirados por esos valientes trabajadores, se fundó el Movimiento Juvenil 6 de abril, como continuación a la lucha de los sindicatos que pronto adquirió claro un carácter político. Cabe señalar que los partidos de oposición, desde Tagammu en la izquierda a los Hermanos Musulmanes en la derecha, no apoyaron a los huelguistas y se mantuvieron fuera del movimiento democrático que encabezó la lucha durante tres años - hasta el actual levantamiento.
 
Hay que señalar claramente una cosa: los trabajadores egipcios fueron la vanguardia de la lucha contra el régimen. Sus demandas de pan y de pequeños aumentos salariales expresaba las esperanzas de todos. Estas luchas estaban libres de cualquier incitación nacionalista o religiosa, y se centraban en torno a las demandas sindicales por un lado y a crecientes peticiones de un cambio de régimen por otro. La lucha de el-Mahalla el-Kubra no quedó aislada. Los maquinistas ferroviarios comenzaron también una huelga, seguida por trabajadores de las industrias textiles y del acero en otras ciudades. Algunas de las protestas fueron contra la privatización de otras fábricas.
 
Otra señal de la creciente fuerza del movimiento de los trabajadores egipcios fue el éxito de los trabajadores de aduanas al conseguir constituir un sindicato independiente del sindicato oficial controlado por el régimen. Todas estas luchas dieron experiencia a los trabajadores y fortalecieron su confianza en que se podrían lograr resultados. Por otro lado, también socavaron gravemente la fe en el régimen, que se vio obligado a retroceder una y otra vez ante el apoyo público a los trabajadores y sus demandas. Sin embargo, todos los intentos de coordinación entre las organizaciones de trabajadores fracasaron debido a la violenta represión y a la persecución incesante de los líderes huelguistas. Lo que no lograron los trabajadores se consiguió a través de las redes sociales por parte de los mismos jóvenes egipcios anónimos que llevaron la lucha de los
trabajadores un paso más allá y sacaron a millones de personas a las calles con una demanda común: derrocar al régimen.
 
¿Quién va a cosechar los beneficios?
 
El Movimiento 6 de abril refleja la actitud posmoderna que se ha apoderado de los jóvenes de todo el mundo: el deseo de evitar la política. Esta es también, por supuesto, su principal debilidad. Como la política se considera corrupta, muchos jóvenes tratan de evitar ensuciarse las manos. Tratan de actuar con la protesta, pero la protesta no es un programa político. La gestión de un Estado, el cambio de un régimen y la creación de una nueva Constitución son actos políticos de primer orden. Piden democracia, pero la democracia no es una libertad abstracta, sino la libertad de decidir qué forma adoptará la sociedad - ¿será religiosa o secular? ¿Capitalista al estilo neo-liberal o un Estado de bienestar? ¿Qué estatus tendrán las mujeres? ¿Qué estatus se concederá a los trabajadores, o a los capitalistas? No hay manera de expresar la voluntad democrática, excepto mediante elecciones y las elecciones sólo pueden llevarse a cabo a través de partidos políticos que presentan sus plataformas políticas a la gente. Su aversión a la política impide a las personas, en particular, a los jóvenes manifestantes, influir en el carácter del régimen.
 
Puesto que las fuerzas principales que lideran el levantamiento no están representadas por ningún partido, los frutos principales de ese levantamiento los disfrutarán las fuerzas políticas activas actualmente, para resentimiento de esos mismos jóvenes que han perdido la fe en los partidos existentes. En este momento, se está librando una lucha política sin tregua entre tres bloques principales: el ejército, representado por el sucesor de Mubarak y jefe de los Servicios Generales de Inteligencia, Omar Suleiman; los partidos de oposición secular liderados por el ex jefe de la Agencia Internacional de la Energía Atómica y Premio Nobel Mohamed El Baradei; y los Hermanos Musulmanes, que tienen un poder significativo y han jugado al ratón y al gato con el régimen desde hace muchos años. Cabe señalar que los EE.UU. están profundamente involucrados y apoyan al mismo tiempo a dos de los tres principales actores. Suleiman puede ser una opción para EE.UU. si el ejército tiene éxito en la represión de la revuelta, mientras que ElBaradei puede ser una opción si gana el apoyo popular. Los EE.UU. también considerarán hablar con los Hermanos Musulmanes para ganar su apoyo a un gobierno estable de base amplia. Tal como están las cosas en la actualidad, parece que Mubarak está tratando de transferir el poder al ejército con las menores complicaciones posibles, según lo exigido por Obama. Pero Obama, mientras
habla con orgullo sobre los jóvenes egipcios y su apoyo a la democracia, considera indispensable que Mubarak haga una salida rápida para que el ejército pueda constituir un anclaje para el nuevo régimen. Por otro lado, El Baradei y sus seguidores buscan un gobierno civil al estilo occidental, y quieren que el ejército vuelva a los cuarteles después de su fuerte participación en la política durante los últimos 60 años. Los Hermanos Musulmanes, por su parte, tratarán de mantener su influencia en la sociedad e incluso aumentar su autonomía religiosa y reforzar la ley islámica, sin hacer ningún reclamo inmediato sobre el régimen. Por supuesto, si el ejército sigue controlando Egipto, el levantamiento habrá sido inútil. Esto está claro para las masas que se agolpaban hoy en la plaza Tahrir y rechazaban cualquier negociación con Suleiman. Obama no se opondrá a los intentos del ejército para convencer a la gente de regresar pacíficamente a sus hogares, pero si esa persuasión no funciona, no habrá más remedio que formar un gobierno provisional y preparar elecciones democráticas.
 
¿Qué régimen económico tomará el control?
 
¿Qué régimen económico tomará el control después de la revolución? Esta es la pregunta importante que hasta el momento no se ha abordado en absoluto. ¿Qué pasará con todas esas elites ricas que son la base del régimen de Mubarak y a las que sirve ese régimen? Está claro que todas las fuerzas políticas que compiten actualmente para cosechar las recompensas de la sublevación apoyan el sistema económico en vigor hoy. Después de todo, en su opinión, el socialismo ha demostrado ser un fracaso y el estado de bienestar se ha derrumbado. La lucha, entonces, es el régimen político, mientras se hacen todos los esfuerzos para evitar que se socave la estructura económica. La democracia egipcia seguirá alimentando el capital privado y apoyará la privatización, mientras que el país se quedará con una elección entre el capitalismo islámico como en Irán o el capitalismo secular como en occidente, o más probablemente como en Turquía.
 
Está claro que un cambio de régimen aliviará la difícil situación de la mayoría de los 85 millones de ciudadanos de Egipto, pero todavía no ha aparecido en el horizonte una solución más profunda a los problemas del pueblo egipcio. La crisis del desempleo, la vivienda y el agua es tan grave, que tardará una generación o más en resolverse - y sólo si el Estado dirige todos sus recursos a resolverlo. Sin embargo, es más probable que haya un intento de impulsar la coexistencia entre una economía de mercado y un Estado de bienestar. Los ricos pueden seguir haciéndose ricos, pero estarán obligados a pagar impuestos para ayudar a la reconstrucción de una sociedad desgarrada. Si esto sucede, Egipto dejará de ser un paraíso para el capital extranjero, y quedarán en espera los programas de desarrollo e industrialización. Las luchas internas de poder continuarán mientras el régimen siga siendo incapaz de satisfacer las necesidades y expectativas de los trabajadores, de los jóvenes egipcios y de los desempleados que lideraron el levantamiento.
 
La falta de un partido con una clara orientación social y con el objetivo de servir a los intereses de los trabajadores deja la revolución egipcia en manos de los capitalistas. Sin embargo, este levantamiento crea las condiciones para el desarrollo de un movimiento obrero y de los jóvenes mientras la libertad de asociación, la libertad de expresión y el derecho a manifestarse estén asegurados. En otras palabras, el público", que permita a los movimientos de trabajadores actuar y crear sindicatos independientes - y también partidos que respondan a las necesidades de los trabajadores y avancen en su educación política y su empoderamiento. Este levantamiento no es la última palabra. Expresa la etapa democrática de la ruta hacia la justicia social, que fue sin lugar a dudas la chispa que desató la revuelta, y que seguirá espoleando a los trabajadores en su lucha.

La paz con Israel

A diferencia de la Revuelta de los Oficiales Libres de 1952, en la que la derrota de 1948 y la creación del Estado de Israel puso de relieve la debilidad de las naciones árabes, Israel no es el tema principal del actual levantamiento. No hay sensación de humillación histórica que incita a las masas egipcias, sin embargo, este levantamiento tendrá, no obstante, un efecto significativo sobre Israel y su lugar en la región.
 
Por primera vez, Israel se enfrenta a algo que encuentra difícil de tragar. De acuerdo con la visión del mundo que sostienen los comentaristas israelíes, el levantamiento anuncia la creación de un nuevo Irán en la frontera sur de Israel. A los ojos de Israel, el mundo árabe está dividido entre tres tipos de regímenes: los regímenes moderados y amigos como Arabia Saudita, Egipto y Jordania; los regímenes islámicos; y los regímenes nacionalistas hostiles como Siria y Libia. El concepto de un régimen árabe democrático no existe en el vocabulario de la seguridad israelí, y por lo tanto no hay información acerca de cómo defender a Israel contra ese régimen.
 
Mientras que los EE.UU., incluso durante el mandato de Bush, ya se estaban preparando para la caída de Mubarak, Israel enterraba la cabeza en la arena. Mientras EE.UU financiaba a organizaciones no gubernamentales y a movimientos que pedían la democracia, Israel daba su apoyo sin reservas a Mubarak. Egipto sin Mubarak se ha convertido en una pesadilla que Israel no se atreve a pronunciar: el régimen ha caído, la policía ha abandonado las calles, el parlamento se ha cerrado, el partido gobernante se ha derrumbado, pero el primer ministro Benjamin Netanyahu y el presidente Shimon Peres, siguen pidiendo a la comunidad internacional que apoye a Mubarak.
 
Para su pesar, Israel tendrá que hacer frente a un nuevo enemigo - uno mucho más peligroso de lo que ha conocido hasta ahora: la democracia y la justicia social.
 
El levantamiento de Egipto y el anterior levantamiento de Túnez renuevan el vínculo entre los ciudadanos árabes y el mundo exterior. Estas revueltas anuncian una nueva cultura, una nueva sociedad que tiene como objetivo el progreso y la libertad en el mundo desarrollado después de 30 años de lucha en la oscuridad. Las naciones árabes se unen a sus compañeros en América Latina y partes de Asia en el despido de las dictaduras - y así han ganado el apoyo y la solidaridad de los "amigos tradicionales" de Israel en todo el mundo. Ahora será más fácil pedir que Israel dé un pequeño paso para sus ciudadanos y un gran paso para la humanidad, y ponga fin a la ocupación.
 
Los egipcios son hostiles a Israel, no porque sea democrática y tenga una sociedad y una economía
desarrolladas, sino porque es una potencia ocupante. Por otra parte, Israel no sólo simboliza la ocupación, sino también los cambios que Egipto ha sufrido desde el acuerdo de paz cuando los oligarcas se hicieron cargo de la economía y la vida de los egipcios de a pie se hizo casi insoportable. Israel se convirtió en el principal apoyo del régimen que servía a los intereses de Israel, mientras que explotaba y oprimía a su propio pueblo.
 
Si el levantamiento tiene éxito, Israel dejará de tener el monopolio de la reivindicación de la democracia en la región, y quedará claro para todos que "la única democracia" en Oriente Medio es, de hecho, una potencia ocupante cuyos valores no encajan con los valores del mundo ilustrado. Israel y Egipto tienen mucho en común a pesar de sus enormes diferencias. También aquí el capitalismo ha creado un santo matrimonio entre el capital y el régimen; también aquí la corrupción se extiende por todo el sistema. Las brechas socioeconómicas son cada vez más amplias, mientras los oligarcas israelíes controlan la economía y los recursos de la nación. Israel no se caracteriza sólo por la ocupación, sino por la ausencia de justicia social y verdadera democracia. Pero no se preocupe – un levantamiento de Israel está aún muy lejos. Todos los aspectos negativos de la sociedad israelí palidecen al lado de los de Egipto. Sin embargo, los vientos de cambio que se iniciaron con la Revolución de los Jazmines en Túnez no pasarán por alto Israel, que necesita desesperadamente un cambio y una paz verdadera.