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Diálogo entre la guerra y la paz

Juan Dufflar Amel

Todos los anteriores intentos de lograr llegar a acuerdos definitivos para el establecimiento de una paz justa y duradera entre las partes en pugna, terminaron en un rotundo fracaso.
Entre estos fallidos procesos está la Primera Conferencia de Paz de Madrid en 1991, que lanzó la consigna de “Paz por Tierra”, a la cual le sucedieron las de Oslo I y II, Camp David, Sharm Al-Sheikh, Taba, Wye Plantation, la Hoja de Ruta y Annapolis.

www.fdlpalestina.org, 13 de septiembre del 2010

fotografiando el crimen

Bajo la tutela de Estados Unidos, rodeadas de un clima de incertidumbre, desconfianza, pesimismo y rechazo, israelíes y palestinos reiniciaron en Washington conversaciones de paz directas, en busca de una solución al cruento conflicto que los enfrenta desde hace 62 años.

El recién estrenado diálogo sucede a las negociaciones realizadas hace 20 meses entre el entonces primer ministro sionista, Ehud Olmert, y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, abandonadas en diciembre del 2008, tras la agresión del ejército israelí a la Franja de Gaza, denominada Operación Plomo Fundido, que causó la muerte de mil 400 civiles palestinos, miles de heridos y una enorme devastación material.

Todos los anteriores intentos de lograr llegar a acuerdos definitivos para el establecimiento de una paz justa y duradera entre las partes en pugna, terminaron en un rotundo fracaso.

Entre estos fallidos procesos está la Primera Conferencia de Paz de Madrid en 1991, que lanzó la consigna de “Paz por Tierra”, a la cual le sucedieron las de Oslo I y II, Camp David, Sharm Al-Sheikh, Taba, Wye Plantation, la Hoja de Ruta y Annapolis.

La negativa israelí a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en demanda de su retirada incondicional de los territorios árabes ocupados en 1967, su oposición a suspender la construcción y extensión de las colonias judías y a poner fin a la represión contra la población civil, han sido principales obstáculos a la constitución de un Estado palestino independiente, con Jerusalén oriental como capital.

Fuera de las declaraciones de optimismo, estrechones de manos y tomas de fotografías de los dialogantes junto al presidente Barack Obama y la secretaria de Estado, Hillary Clinton, los pronósticos acerca de los resultados del nuevo intento están más cercanos al escepticismo y la desesperanza, que al éxito.

En primer lugar, porque Israel cuenta con el apoyo incondicional del gobierno de Estados Unidos, sobre el que a la vez el lobby judío norteamericano ejerce una enorme influencia, factor determinante con vistas a las elecciones legislativas del próximo mes de noviembre, consideradas una prueba de fuego para el inquilino de la Casa Blanca.

Tel Aviv acude a la mesa de negociaciones con todas las ventajas a su favor; ocupa gran parte del territorio palestino en Cisjordania y Jerusalén Oriental, donde expande sus ilegales asentamientos, no se ha pronunciado nunca por volver a las fronteras de l967, reformadas tras la guerra de los Seis Días, mantiene encarcelados a más de 9 mil presos políticos palestinos, condiciona el retorno de los millones de refugiados de la diáspora y no ha levantado el inhumano bloqueo por aire, mar y tierra a la Franja de Gaza.

Insiste, además, en el reconocimiento por los palestinos de Israel como un Estado-nación judío y en las garantías a su seguridad, mientras preconiza un Estado palestino desmilitarizado, con presencia del ejército sionista en sus fronteras y reclama a Jerusalén como capital única, eterna e indivisible del país hebreo.

Si bien el primer ministro Benjamín Netanyahu, habla de hacer dolorosas concesiones por ambas partes, ni tan siquiera ha podido dar seguridades de la continuidad de la moratoria sobre la construcción de nuevas colonias judías, que vence el 26 de septiembre, lo que rechazan, al igual que las negociaciones, los partidos ultraderechistas de su coalición de gobierno, los colonos y su Canciller Avigdor Lieberman, para quien un acuerdo de poner fin al conflicto no será alcanzable ni en la próxima generación.

Aunque el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmoud Abbas, exige como única condición para continuar las negociaciones el cese de la colonización israelí en Cisjordania, quizás su mayor desventaja está en la división interna que mina la posibilidad de contar con un frente único ante Israel.

Trece organizaciones palestinas y diversas fuerzas populares rechazan este diálogo, que no ha nacido como un parto con forceps, debido a las presiones de Estados Unidos.

“No hay garantías del éxito de las conversaciones con los palestinos” acaba de señalar Netanyahu, en su mensaje a la nación con motivo de la llegada del Año Nuevo según el calendario hebreo.

Una declaración que sume más en las sombras un diálogo que se debate la guerra y la paz.