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La economía de la Ocupación

Antes de la ocupación israelí de la Franja de Gaza en 1967 esta zona fue famosa por su producción de cítricos, y la fruta producida aquí era conocida en toda Palestina como “oro amarillo”. Sin embargo, bajo el control de Israel que tiene una importante producción de cítricos, los agricultores de Beit Lahia y toda Gaza fueron obligados a abandonar esos cultivos – muchos naranjos fueron arrancados por el ejército israelí – y en su lugar se plantaron flores, fresas y otros cultivos que cumplían con los “criterios de seguridad” de Israel.

Centro Palestino de Derechos Humanos
Juan Pablo Crespo

campesino

Beit Lahia, Palestina – Situado al norte de la Franja de Gaza el área de Beit Lahia es famosa por su agricultura. La roja arena arcillosa y el aporte de agua fresca crean aquí un entorno ideal para el cultivo de fruta, cuya actividad ha sido un modo de vida tradicional para agricultores de Beit Lahia, como  Abdulfattah Al-Khateeb, que lleva cultivando fresas desde hace veinticinco años. Aunque la Franja de Gaza está entre los lugares más poblados de la tierra, en esta localidad se encuentran exuberantes campos verdes a lo largo de amplias extensiones.  Sin embargo, es evidente el gesto de preocupación en el rostro de Abdulfattah mientras recorre su tierra, y éste no se centra únicamente en la progresión de sus cultivos sino también en cómo hacer llegar el producto al mercado una vez recolectado con el fin de obtener una modesta ganancia. Abdulfattah debería vender sus fresas en Cisjordania, Israel y Europa, como ha hecho durante los últimos veinte años. Sin embargo, desde 2007 Israel ha impuesto un absoluto y continuado cierre de todos los pasos fronterizos dentro y fuera de la Franja de Gaza, aislando de facto todo este territorio costero del resto del mundo. Ahora, como las innumerables toneladas de fresas que mientras esperan en vano en la frontera israelí ya se han echado a perder, teme que su negocio y medio de subsistencia desaparezcan a causa del cierre.

Antes de la ocupación israelí de la Franja de Gaza en 1967 esta zona fue famosa por su producción de cítricos, y la fruta producida aquí era conocida en toda Palestina como “oro amarillo”. Sin embargo, bajo el control de Israel que tiene una importante producción de cítricos, los agricultores de Beit Lahia y toda Gaza fueron obligados a abandonar esos cultivos  – muchos naranjos fueron arrancados por el ejército israelí – y en su lugar se plantaron flores,  fresas y otros cultivos que cumplían con los “criterios de seguridad” de Israel. Los agricultores de Beit Lahia se adaptaron y pronto estaban produciendo fresas de tan alta calidad que eran exportadas a Israel, Cisjordania y tiendas en Europa; “son las mejores fresas del mundo”  según Abdulfattah, que también dirige la sociedad de agricultores de fresas de Beit Lahia.

Sin embargo, en la actualidad Abdulfattah y otros agricultores de Gaza están siendo obligados por Israel a abandonar de nuevo estos cultivos, pero esta vez sin la posibilidad de cambiar a otro tipo de producción “segura” de fruta u hortaliza. Debido al carácter del ilegal cierre impuesto por Israel, los agricultores en Gaza no pueden exportar su producto fuera de la Franja y están afrontando más restricciones sobre tipos y cantidades de productos que pueden cultivar. Los efectos han sido devastadores. Antes de imponerse el cierre total de la Franja el 14 de junio de 2007 – se podría decir una forma más estricta sobre una política de bloqueo de hecho impuesta desde comienzo de 1990 - Gaza producía anualmente casi 400.000 toneladas de productos agrícolas, un tercio de los cuales se destinaba a la exportación. El acuerdo de 2005 sobre Movimiento y Acceso entre Israel y la Autoridad Palestina establecía un objetivo para las exportaciones de Gaza de 400 camiones por día: sólo 259 han cruzado la Franja con mercancías en los últimos tres años. En consecuencia, desde 2007, los agricultores de Gaza han calculado en un 40% la caída de sus ingresos, y en 2008 estimaron unas pérdidas por valor de 6,5 millones de dólares.

Sin la posibilidad de exportar sus productos a los mercados de Cisjordania, Israel y Europa,  agricultores como Abdulfattah soportan un mercado interno caracterizado por un exceso artificial de oferta, que lleva los precios tan a la baja que hace que personas como Abdel no puedan soportarlo: “Antes de 2007, un kilogramo de fresas solía costar veinticuatro shekels en el mercado de Gaza; ahora sólo cuesta tres. Apenas puedo sobrevivir con precios tan bajos, tengo que vivir entre estación y estación con la esperanza de obtener mejores precios o exportar algo de mis productos y desde 2007 me veo obligado a depender de la caridad y la ayuda”, dice Abdulfattah.    

A la vez, Abdulfattah se enfrenta a mayores restricciones impuestas por el gobierno israelí en  sus cultivos de Beit Lahia, lo que supondrá un incremento en sus costes de producción. “Los israelíes nos dicen cómo y qué cultivar, qué usar para cultivar, y de dónde deben proceder las plantas que utilizamos”, comenta Abdulfattah. “Estamos obligados a utilizar las plantas de fresa israelíes, aún cuando estas sean más caras [quince shekels frente a los cuatro del tallo palestino] y no tan buenas [las famosas fresas de Gaza producidas de semilleros palestinos]. De cualquier modo, las utilizamos e incluso obtenemos el certificado que lo prueba, el cual sale caro. Aún cumpliendo todas estas especificaciones, los israelíes no permiten que nuestras fresas salgan por la frontera”. Recogiendo las dificultades que sufren todos los agricultores de Gaza a causa de la ocupación israelí, Abdulfattah añade enérgicamente: “Cuando hacemos lo que los israelíes quieren, ellos nos crean otro problema”.     

Las consecuencias del cierre para los agricultores como Abdulfattah superan las asociadas a situaciones económicas difíciles. El cierre amenaza su sustento y modo de vida. Aproximadamente 2.500 dunums (1 dunum=1000 m2) de tierra eran cultivados con fresas antes de 2007; este año se han dejado sin cultivar alrededor de 1.500, lo que supone que al menos 300 familias se quedaran sin ingresos este año. Será más que probable que estas familias se vean obligadas a dejar el cultivo de la fresa, al igual que ya lo han hecho la mitad del total de agricultores dedicados a dicho cultivo. Algunos de ellos encontraran otro trabajo pero, con el desempleo que tiene la Franja de Gaza cercano al 55%, otros seguramente no.  

Desde luego la política israelí sobre el cultivo de fresa en Gaza, y en concreto con sus exportaciones, es una demostración de la economía de la ocupación. La variedad de cultivo que se permite producir en Gaza está directamente ligado al de Israel. A causa de su calidad y la alta demanda de consumo que ello genera, Israel no permite que los productos agrícolas de la Franja de Gaza, como las fresas, compitan con los suyos tanto en los mercados Israelíes como en los del exterior. Por otro lado, parte del excedente de la producción agrícola en Israel es colocada en el mercado de Gaza haciendo caer los precios de la agricultura local.  

Las cosas han empeorado significativamente aún más para los agricultores de la Franja después de la última ofensiva militar israelí, que destruyó aproximadamente el 46% de las tierras agrícolas de Gaza, causando unos daños directos estimados en 269 millones de dólares aproximadamente y unos 84 millones en daños valorando la producción agrícola cesante. Los agricultores no sólo no han recibido compensación alguna de los causantes de este daño, sino que Israel impide la entrada de la maquinaria y los equipos necesarios para reacondicionar la tierra.

El 4 de Julio de 2010 el gobierno de Israel anunció formalmente “facilitar” la circulación fronteriza de la Franja en respuesta a la condena internacional que provocó el ataque a la Flotilla de la Libertad en dirección a Gaza. En tanto que se producirá un incremento en el tipo y cantidad de mercancías que se permitirán entrar a Gaza con el nuevo acuerdo, la cuestión de las exportaciones queda ignorada. Por tanto, para Abdulfattah las nuevas restricciones suponen solo un cambio marginal en las facetas de una ocupación que está arruinando su negocio y su medio de vida. “No espero nada nuevo [de la nueva política israelí]. Incluso si los israelíes deciden permitir la exportación, probablemente no sería capaz de cumplir las nuevas premisas que se inventarían para poder hacerlo”, comenta Abdulfattah, “pero, de cualquier forma no quieren abrir”.