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Gaza: del bloqueo al derramamiento de sangre

Nada ha hecho más por asentar el estatus de Israel como Estado paria entre sus vecinos que los actos de sus fuerzas armadas

The Guardian, editorial, 1 de junio de 2010
Traducción, Lucas Antón

protesta

Si un grupo de piratas somalíes hubiera abordado ayer seis navíos en alta mar, matando al menos a diez pasajeros e hiriendo a muchos más, una fuerza especial de la OTAN se dirigiría hoy hacia las costas de Somalia. Lo que sucedió ayer en aguas internacionales a la altura de la costa de Gaza fue obra de comandos israelíes, y no de piratas, y lo cierto es que no habrá barcos de la OTAN en ruta hacia Israel. Quizás debería haberlos.

Nada ha hecho más por asentar el estatus de Israel como estado paria entre sus vecinos que los actos de sus fuerzas armadas. La Marina israelí declaró haberse encontrado con una "violencia planeada de antemano" en el momento de abordar los barcos y abrir fuego en mitad de la noche. Su intención consistía en llevar a cabo detenciones en masa, pero la responsabilidad del derramamiento de sangre es enteramente suya. Habiéndose colocado en una situación en la que perdieron el control y provocaron un motín, la Marina israelí afirmó que se vieron obligados a abrir fuego para evitar ser linchados. ¿Qué esperaban los comandos que hicieran los activistas propalestinos una vez que abordasen los navíos, que les invitaran a tomar el té con el capitán en el puente? Entre los que resultaron gravemente heridos de bala está un capitán griego que se negó a recibir asistencia médica en Israel y exigió ser devuelto en avión a Grecia. También él, supuestamente, amenazaba las vidas de los comandos navales israelíes.

Nada había a bordo de estos barcos que constituyera una amenaza a la seguridad de Israel, de modo que el argumento de Binyamin Netanyahu de que sus tropas actuaban en legítima defensa no tiene validez. Para empezar no tenían por qué estar allí. El convoy transportaba materiales de construcción, sillas de ruedas eléctricas y depuradoras de agua para las gentes de Gaza. Así lo reconoció la propia Marina de Israel, que declaró en un comunicado haberse ofrecido a trasladar la ayuda por tierra hasta Gaza. Tras cuatro años ya de un bloqueo establecido ostensiblemente para impedir el contrabando de armas hacia el enclave, esta afirmación resulta también engañosa. Dos años de presión por parte de Washington no han conseguido que Washington persuada a Israel para que deje entrar estos materiales de construcción a fin de socorrer a las 5.000 familias que todavía viven en tiendas de campaña tras la ruina causada por la operación Plomo Fundido. Si Israel se ha mostrado tan obstinado a los ruegos de su aliado, ¿por que iba a ceder ahora a las demandas de sus enemigos? El hecho es que Israel ha utilizado su bloqueo no sólo para impedir el rearme de Hamás sino como forma de imponer un castigo colectivo, una bota que oprime el cuello de los palestinos. Esta presión sobre la yugular ha conseguido un efecto opuesto al pretendido. Lo que ha crecido en Gaza es su determinación, y el movimiento de resistencia islámico está cosechando los frutos de ello, como reconocerá cualquier miembro de Fatah.

Con una sola operación ha destruido Israel cualquier asidero que tuviera ante la comunidad internacional sobre Gaza. No se trata sólo del furor que ha provocado en Turquía, que no hará más que crecer conforme se proceda al entierro de los cuerpos de las víctimas. También es cómplice Egipto, pues su gobierno ha sellado la frontera sur de la franja de Gaza. Lo ha hecho en medio de una creciente oposición popular y cuando está a punto de producirse una nerviosa transferencia de poderes en el Cairo. El gobierno egipcio no recibirá con agrado el tremendo bochorno que le ha causado Israel. Hubo ayer muchas llamadas pidiendo el levantamiento del bloqueo, sobre todo del nuevo ministro de Exteriores británico, William Hague. Después de lo que su socio de coalición, Nick Clegg, escribió en este diario acerca de Gaza el año pasado, apenas si podría actuar de otro modo. Pero tal como dijo Clegg, son los actos, no las palabras, los que cuentan.

El bloqueo debería concluir, pero eso no sería más que el principio del giro en redondo que ahora se precisa. En estrecha relación con el aislamiento físico de Gaza figura el político. Se está derrumbando el consenso internacional en torno al aislamiento de Hamás que insiste en que reconozca a Israel antes de permitir que se sume a un gobierno de unidad nacional con Fatah. Rusia fue la primera en romper el tabú hace dos semanas cuando su presidente, Dimitri Medvedev, se reunió con Jaled Meshal, el dirigente de Hamás en Damasco, pero otros países europeos están pensando en seguir su ejemplo. Piedra a piedra, está política se viene abajo, y de una extraña manera, Israel contribuye a ello.