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El medio ambiente en Gaza es una de las víctimas fundamentales

Erin Cunningham, The Electronic Intifada

Incontables campos de frutales por toda la franja de Gaza han desaparecido, granjas enteras han sido destrozadas. Los restos de las miles de casas derruidas emiten amianto tóxico, mientras que las ruinosas infraestructuras vierten al mar Mediterráneo aguas residuales no tratadas. La última guerra ha agravado una ya profunda crisis medioambiental en la asediada Gaza

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Incontables campos de frutales por toda la franja de Gaza han desaparecido, granjas enteras han sido destrozadas. Los restos de las miles de casas derruidas emiten amianto tóxico, mientras que las ruinosas infraestructuras vierten al mar Mediterráneo aguas residuales no tratadas. La última guerra ha agravado una ya profunda crisis medioambiental en la asediada Gaza.

A lo largo de toda la Operación Plomo Fundido el ejército israelí atacó casi cada aspecto de las infraestructuras del territorio costero. En toda la franja de Gaza casas, negocios, fábricas, redes eléctricas, sistemas de alcantarillado y plantas de tratamiento de agua han quedado reducidos a montones de escombros.

Según una valoración del daño medioambiental y de las infraestructuras realizada por el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (UNDP, en sus siglas en inglés), el ataque de Israel no sólo ha agravado los peligros ya existentes en Gaza, sino que ha creado otros nuevos al contaminar el medio ambiente tanto urbano como rural y dejar unas cantidades sin precedentes de escombros a su paso.

El Programa Medioambiental de Naciones Unidas (UNEP, por sus siglas en inglés) anunció el mes pasado que enviaría a Gaza un equipo de expertos post-conflictos para estudiar los problemas que suponen las principales amenazas para la población de Gaza.

Antes de la guerra las infraestructuras de Gaza languidecían bajo tres años de sanciones y otros 18 meses de bloqueo conjunto israelo-egipcio que prohíbe la importación a Gaza de todo tipo de productos excepto los “esenciales”.

Muchas zonas de Gaza, particularmente los urbanísticamente incontrolados campos de refugiados, carecen de sistemas de alcantarillado adecuados. Cuando existían, solían funcionar con generadores o con electricidad racionada. La prohibición de importar los materiales necesarios para su mantenimiento, incluyendo cemento, acero y cañerías, los ha dejado en una situación desesperada.

Un informe de la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de los Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés), publicado diez días antes de que se emprendiera la Operación Plomo Fundido afirmaba que al menos el 80% del agua suministrada en Gaza “no cumplía los requisitos de potabilidad de la Organización Mundial de la Salud”.

“La falta de cañerías, piezas de repuesto y materiales de construcción impide la mayor parte de las obras de mantenimiento. La degradación del sistema que resulta de ello está suponiendo un grave peligro para la salud pública”, se leía en el informe.

Según la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), las restricciones de materiales y bienes deja al menos el 70% del terreno agrícola sin irrigación, mientras que las autoridades locales se han visto obligadas a verter cada día al mar unos 70 millones de litros de aguas residuales sin tratar. La falta de carburante hace que la recogida de basura sea, en el mejor de los casos, infrecuente.

Durante el ataque las bombas israelíes alcanzaron los ya frágiles sistemas de alcantarillado y tratamiento de agua, lo que provocó que el agua limpia y las aguas residuales se mezclaran en algunas de las zonas más pobladas de Gaza.

Los proyectiles de los tanques alcanzaron la mayor planta de tratamiento de agua en la zona de Sheikh Aljeen de la ciudad de Gaza, lo que hizo que el agua no tratada cayera a borbotones directamente a los barrios, granjas y al mar.

El 40% de los depósitos de agua en los tejados de Khan Younis resultaron dañados o destruidos y cuatro pozos de agua fueron completamente destruidos en la ciudad de Gaza, Beit Hanoun y Jabaliya, según el grupo Agua, Saneamientos e Higiene (WASH, en sus siglas en inglés) que trabaja para la OCHA.

“El mayor impacto después de la guerra se está sintiendo en las zonas del norte de Gaza, donde se destruyeron la mayor parte de las redes de agua”, afirma Najla Shawa, directora de información de WASH en Gaza. “También en Khan Younis sólo el 30% de la zona dispone de los servicios de una red de alcantarillado”.

Cada día se están vertiendo al mar Mediterráneo diez millones más que antes de la guerra de litros de aguas residuales no tratadas, afirma WASH, lo que supone una amenaza para la vida marina de la costa y para la pesca de Gaza.

Los misiles israelíes también destruyeron fábricas en zonas residenciales urbanas y en zona rurales, que dejaron productos químicos potencialmente tóxicos en el aire y en la tierra. Se afirma que las montañas de escombros que siguen caracterizando el paisaje de Gaza contienen grandes cantidades de amianto, una fibra mineral cancerígena usada comúnmente en la construcción.

“Los restos de las demoliciones causadas por las últimas hostilidades pueden contener sustancias peligrosas como el amianto”, dijo por teléfono desde Génova a IPS un representante de la sección de Gestión Post-conflicto y Desastre del UNEP. “Se ha relacionado el cáncer de pulmón y altos niveles de exposición al amianto”.

Según las autoridades locales, se destruyeron más de 20.000 edificios y 5.000 casas. A consecuencia del bloqueo todavía no se han podido limpiar unos 600.000 metros cúbicos de escombros, gran parte del cual fue esparcido por los taques israelíes.

La tierra de Gaza también se ha visto afectada a largo plazo por el uso de fósforo blanco por parte de Israel durante toda la guerra, afirma Sameera Rifai, representante de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en los Territorios Palestinos Ocupados. “La tierra agrícola ahora está contaminada por las armas que utilizaron los soldados israelíes, en especial el fósforo blanco”, dijo Rifai a IPS.

Según la Agencia Estadounidense para el Registro de Sustancias y Enfermedades Tóxicas, el fósforo blanco, un agente incendiario químico, puede permanecer inalterado en los sedimentos terrestres y en los cuerpos de los peces durante muchos años. Según estudios realizados en la universidad Técnica de Yildiz en Estambul, Turquía, las muestras de tierra de Gaza dieron positivo en el caso de fósforo blanco en febrero.

Según afirma el activista medioambiental e investigador de Amigos de la Tierra Oriente Medio, Basil Yasin, la guerra debilitó aún más la capacidad de los ayuntamientos para recoger la basura. Naciones Unidas informa de que los residuos y restos sólidos siguen amontonados en las calles de Gaza y que los tres basureros principales de la franja están completamente saturados.

Sin embargo, mientras dure el bloqueo y se prive a Gaza de los materiales que necesita para reconstruir, los ecologistas dudan mucho que se pueda hacer algo para tratar los cada vez mayores problemas medioambientales de Gaza.

“Se trata de una crisis continua, no sólo de una provocada por la guerra, que siempre impide a los palestinos desarrollar proyectos sostenibles”, declaró Shawa a IPS. “Fundamentalmente esto incluye la falta de materiales que impide que se construyan redes de agua y plantas de tratamiento de aguas residuales. En los dos últimos meses los israelíes sólo han permitido la entrada a Gaza de dos o tres contenedores con cañerías”, afirmó.

También afirmó que las llamadas “zonas parachoques” que Israel ha construido unilateralmente dentro de Gaza están dificultando la limpieza y valoración del medio ambiente en el periodo posterior a la guerra. “La gente no puede acceder a las zonas en el este y norte donde están situadas las plantas de tratamiento de aguas residuales”, afirmó. “Las autoridades municipales no pueden llegar a esas zonas para hacer pruebas del agua o de la tierra para ver los niveles de aguas residuales”.

El UNEP afirma que en cualquier conflicto la estabilidad medioambiental es fundamental para establecer una paz a largo plazo.

“No se pueden hacer progresos significativos en términos medioambientales mientras las fronteras permanezcan cerradas” , afirma Rifai. “Si queremos desarrollar Gaza y preservar sus recursos naturales, debería acabar este bloqueo y debería haber libertad de movimientos para las personas y los materiales”, afirma Rifai. “Si no, es imposible”.

Enlace con el original: http://electronicintifada.net/v2/article10506.shtml