Index | Palestina 2008 | Palestina 2009
Actualidad
PALESTINA

Palestina

 

 

 

 

 

 

 

No voy a callarme

Fran Sevilla, periodista y trabajador de Radio Nacional (RNE)

Hay determinados momentos en la vida en los que uno tiene que optar: se puede optar por callarse, y convertirse en cómplice, o se puede optar por hablar, por denunciar, por no renunciar a la capacidad de indignación

CSCA

niņos

Hay determinados momentos en la vida en los que uno tiene que optar: se puede optar por callarse, y convertirse en cómplice, o se puede optar por hablar, por denunciar, por no renunciar a la capacidad de indignación. Lo que ocurre estos días en Gaza nos coloca en uno de esos momentos. Y aunque haya quien pueda considerar que seguir escribiendo, seguir hablando sobre ello sea reiterativo, no deja de ser una opción que va más allá del periodismo: tiene que ver con la dignidad como ser humano.
La reiteración es la de las escuelas de la ONU bombardeadas por las fuerzas israelíes con absoluto desprecio por la vida y con la cobardía de quien se sabe amparado por la impunidad. He vivido momentos como estos en el pasado. Recuerdo cuando la artillería israelí bombardeó unas instalaciones de la ONU en Qana, en el sur de Líbano en el año 1996 masacrando a decenas de civiles que se habían refugiado allí. Nadie pagó por aquel crimen. Estuve en Jenin en 2002, cuando los israelíes arrasaron el campo de refugiados palestinos en esta ciudad en el norte de Cisjordania.
La ONU creó una comisión de investigación pero el gobierno israelí impidió su llegada a la zona y de nuevo se impuso la impunidad. Estuve en el sur de Líbano cuando en agosto de 2006 los israelíes volvieron a bombardear en Qana una casa donde se habían refugiado civiles libaneses. De nuevo hubo decenas de muertos y de nuevo el crimen quedó impune. Ahora han sido escuelas de la ONU en Gaza y tengo la trágica y desmoralizante certeza de que nada ocurrirá. Para Israel los palestinos son meros estorbos a los que se puede quitar de en medio a sangre y fuego.
Claro, el gobierno israelí no quiere testigos incómodos. Por eso, antes de penetrar en Gaza permitió, como si fuera una concesión, que se fueran los extranjeros. Y no deja entrar a los periodistas para que no puedan relatar el horror. Son maestros en la manipulación. El gobierno israelí invita a periodistas extranjeros a viajar a Israel y les enseña sólo lo que quiere que vean y que cuenten. Algunos caen en la trampa y lo hacen. Por el contrario, acosa a quienes describen la situación en toda su crudeza. No quieren que corresponsales como Paco Forjas o como Oscar Mijallo, de esta casa, de RTVE, puedan contar al mundo lo que ocurre. No quieren que lo haga Juan Miguel Muñoz, o Eugenio García Gascón, el gran maestro de todos nosotros en Jerusalén. Acosan a quienes no se doblegan a sus presiones, como hicieron durante años con Juan Cierco, entonces corresponsal de ABC en Jerusalén.
Hace unos días, cuando iba a comenzar la invasión de Gaza, llamaron de la embajada israelí en Madrid a la redacción de Radio Nacional, al área de Internacional, para preguntar los nombres de los redactores, de los periodistas, que esos días iban a estar trabajando. Quieren saber quiénse son los que cuentan las cosas y quienes las que las callan. Nadie exhibe una desfachatez semejante, pero no pasa nada.
Desde Brasil, donde se encontraba de visita, el relator de la ONU para los derechos humanos en los territorios palestinos, Richard Falk, afirmaba que las acciones de Israel en Gaza constituyen crímenes contra la humanidad, y que los responsables debería ser llevados ante un tribunal internacional como se ha hecho con el caso de Ruanda o se hizo en su día con la Antigua Yugoslavia. Pero el gobierno israelí sabe que so no va a ocurrir, como no ocurrió con Qana, con Jenin, con Shabra y Chatila, con Deir Yassim y con tantas masacres. Pero al menos nos queda un consuelo: el de no callarnos. Yo no voy a callarme.