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La lenta muerte de Gaza

El castigo colectivo de la población civil de Gaza es ilegal, pero el Derecho internacional hace tiempo que se dejó de lado

Desde hace dos semanas Israel ha impuesto la clausura absoluta de Gaza, después de meses en los que entrar y salir del lugar ha estado abierto solo a suministros humanitarios de lo más mínimo. Ahora es aún peor: dos semanas sin los camiones de alimentos de las Naciones Unidas para el 80% de la población enteramente dependiente de la ayuda alimentaria, y sin suministros medicos ni medicamentos para los achacosos hospitales de Gaza. Tampoco hay combustible (pagado por la UE) para la central eléctrica ni lo hay para los generadores durante los prolongados apagones.

Andrea Becker, responsible de la ONG Medical Aid for Palestinians. The Guardian, lunes, 24 de noviembre de 2008.
Traducción: Lucas Antón

Banderas

 Desde hace dos semanas Israel ha impuesto la clausura absoluta de Gaza, después de meses en los que entrar y salir del lugar ha estado abierto sólo a suministros humanitarios de lo más mínimo. Ahora es aún peor: dos semanas sin los camiones de alimentos de las Naciones Unidas para el 80% de la población enteramente dependiente de la ayuda alimentaria, y sin suministros médicos ni medicamentos para los achacosos hospitales de Gaza. Tampoco hay combustible (pagado por la UE) para la central eléctrica ni lo hay para los generadores durante los prolongados apagones.

 En la mañana del lunes pasado, se dejó entrar finalmente a 33 camiones con
alimentos distribuidos por las Naciones Unidas, unos cuantos días de víveres
para unos pocos, pero tal como preguntan las mismas Naciones Unidas: luego, ¿qué?

La explicación oficial de Israel para bloquear hasta la mínima ayuda humanitaria, de acuerdo con el portavoz de la Fuerza de Defensa Israelí
(FDI), el mayor Peter Lerner, se remite al "lanzamiento continuado de cohetes y la amenaza a la seguridad en los pasos fronterizos". El bloqueo de Israel, en vigor desde que Hamas tomó el control de Gaza a mediados de 2007, puede describirse como una intensificación de las acciones políticas destinadas a aislar a la población de Gaza, paralizar su economía e incentivar a la población en contra de Hamas con medidas severas e ilegales de castigo colectivo. Con todo, nada hay de nuevo en estas acciones: el bloqueo no es más que el extremo terminal de la política de clausura de Israel, en vigor desde 1991, que a su vez se suma a las medidas políticas de Israel como ocupante desde 1967.

 En la práctica, el bloqueo de Israel significa la negación de una amplia panoplia de artículos de alimentación, industriales, educativos, médicos considerados "prescindibles" para una población en gran medida incapaz de ser autosuficiente al cabo de décadas de ocupación. Significa que el combustible industrial, para cocinar y diesel, habitualmente escaso, es prácticamente inencontrable ahora mismo. No hay colas en las gasolineras: es sólo que están cerradas. La falta de combustible supone a su vez que el alcantarillado y las plantas de tratamiento de residuos no pueden funcionar adecuadamente, lo que ocasiona que disminuya el agua potable y decenas de millones de litros de aguas residuales sin tratar o parcialmente tratadas se viertan todos los días al mar. Los cortes de electricidad, anteriormente en torno a ocho horas al día, y ahora de hasta 16 horas diarias, afectan a todos los hogares y hospitales. Los que tienen la suerte de disponer de generadores luchan por conseguir combustible para que puedan funcionar, o piezas de repuesto para arreglarlos si se estropean. Empiezan a escasear hasta las velas.

 No se puede discutir que las medidas de castigo colectivo contra la población civil de Gaza son ilegales de acuerdo con el Derecho internacional. No se pueden blandir o negar el combustible y los alimentos a modo de recompensa o castigo. Pero hace tiempo que el Derecho internacional se dejó de lado. El bloqueo se ha presentado como castigo por haber elegido democráticamente a Hamas, como castigo por que haya tomado posteriormente el poder en Gaza, y como castigo por los ataques de activistas contra civiles israelíes. Los civiles de Gaza, desde el profesor de matemáticas de un campo de refugiados de las Naciones Unidas al bebé prematuro en una incubadora, adecuadamente castigados por actos sobre los que no tienen control, se alzarán, liberándose de Hamas. O eso se piensa. Así pues, ¿qué hay de los agentes civiles del cambio político? Pese a todas sus complejidades y tragedias, el efecto omniabarcador del bloqueo de Israel ha conseguido reducir a toda la población al estado de supervivencia. Los individuos se ven reducidos a las minucias diarias de la supervivencia y al agotamiento.

 Tomemos, por ejemplo, al personal sanitario de Gaza. En los hospitales, el bloqueo parece benévolo si hablamos del papel del que carecen los médicos a la hora de escribir los resultados de un diagnóstico o una receta, y siniestro como esos segundos que median entre el corte de la corriente y el arranque del generador cuando el niño con un respirador artificial no dispone de oxígeno en el ventilador mecánico. La enfermera del ala de neonatos se apresura entre los pacientes, luchando contra el azaroso programa de cortes de luz. Un operario del hospital trata de impedir que se descompongan las máquinas para diálisis del riñón, elaborando piezas de repuesto a partir de aquellas que tiene a mano. El cirujano opera a falta de la bombilla de la lámpara quirúrgica, junto a un anestesista que ya no puede impedir el dolor del paciente. El administrador del hospital pone al día las listas de medicamentos esenciales y suministros médicos agotados, y comprueba qué vacunas no pueden utilizarse al no haber podido mantenerlas a baja temperatura en los frigoríficos, y qué trámites hay que cancelar del todo. El conductor de una ambulancia decide si atender una llamada de socorro en función de la menguante reserva de gasolina que tiene en el depósito.

 Al reducir a la población al estado de supervivencia, el bloqueo le sustrae a la gente el tiempo y la energía para hacer otra cosa que no sea negociar los mínimos de lo que es y no es posible en su vida personal y profesional. Si habrá harina para hacer pan, dónde se podría conseguir, cuánto costará. Ricos o pobres, taxistas, defensores de los derechos humanos y profesores pasan horas por igual especulando dónde se podría conseguir una bombona de gas. El agotamiento comienza a hacer presa de todo el mundo en Gaza. Sobrevivir deja poco o ningún espacio al compromiso político y más allá del agotamiento no queda más que ira y frustración.