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Ahmed Maslamani : Vivirá en nuestra memoria eternamente

Dra. Omyha Alkhamash

Le conocimos a principio de la década del los ochenta, espléndido, radiante de ilusión, en una etapa de formación del espíritu colectivo palestino de lucha; enseguida se puso al frente  del un movimiento sanitario autogestionado. Movimiento que se proyectó como una dimensión más de la resistencia nacional frente a la represión política y social, la pobreza, las enfermedades, en suma contra la ocupación militar

Traducción del árabe: Jalil Sadaka

Ahmed Masalmani, no era sólo un médico, un líder social.  Era también un político revolucionario, luchador infatigable por los derechos nacionales palestinos. Cuando  centenares de participantes en su funeral llevaban su féretro por las callejuelas de la ciudad vieja de Jerusalén, eran conscientes que llevaban un símbolo de nuestra lucha, uno de los llamados Hombres del Sol, cuya presencia perdura eternamente, por que  sus raíces se hunden en los confines de la tierra, y sus ramas se llevan en cielo atraídos por el astro rey, igual que los olivos palestinos incrustados en lo mas profundo de nuestro ser. Nos transmiten nuestra ancestral historia, proyectada sobre lo mas reciente de nuestra identidad hasta la eternidad. Así fue Ahmed un olivo palestino.

Le conocimos a principio de la década del los ochenta, espléndido, radiante de ilusión, en una etapa de formación del espíritu colectivo palestino de lucha; enseguida se puso al frente  del un movimiento sanitario autogestionado. Movimiento que se proyectó como una dimensión más de la resistencia nacional frente a la represión política y social, la pobreza, las enfermedades, en suma contra la ocupación militar. Pronto Ahmed se convierte en uno de los dinamizadores de este movimiento social. Sus cualidades políticas y humanas, su arraigo social eran suficientes para que desempeñase esta misión. Comenzó por reunir a un grupo de sanitarios en una plataforma de gente honrada que estaban decididos a promocionar todo lo necesario para defender la identidad nacional palestina y consolidar la infraestructura necesaria para resistir. Su máxima era un pueblo sano es un pueblo resistente. En el centro de  su preocupación estaban  las clases sociales más deprimidas carentes de medios.
           
            Su lucha continuaba por otros derroteros, en todos ellos era el paradigma del luchar que no conoce la derrota. La sonrisa nunca abandonaba sus labios, su apariencia apacible ocultaba rebeldía ante primer signo que amenazaba sus sueños nacionales. Paralelamente a su incuestionable firmeza en la defensa de sus ideas, se mostraba un ser amable enamorado de la belleza natural, un corazón palpitante de amor hacia  los demás. Soñador por un futuro mejor para su pueblo. Su vida truncada en plena juventud es un testigo de éste espíritu de revolucionario enamorado de la  justicia social.