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PALESTINA

 

Yo ya no soy “de los vuestros”

Cristina Ruiz Cortina Sierra, Asociación Al-Quds Málaga

Durante seis horas estuvimos esperando un permiso que nunca llegó. Ahora ya Gaza está completamente cerrada. Ahora son mucho más patentes las intenciones genocidas del ejército israelí y la complicidad occidental. ¿Hasta cuándo tanto silencio?

www.alqudsmalaga.org, CSCA

Durante seis horas estuvimos esperando un permiso que nunca llegó. Ahora ya Gaza está completamente cerrada. Ahora son mucho más patentes las intenciones genocidas del ejército israelí y la complicidad occidental. ¿Hasta cuándo tanto silencio?

Esas seis horas dieron para mucho. Kapuscinski  dice que “cuando recorremos el mundo, sentimos que ocurren cosas importantes, que estamos inmersos en algo de lo que somos parte y testigos a la vez, que tenemos una obligación que cumplir y una responsabilidad que asumir” Nosotros sentimos que en ese momento, formábamos parte también de la historia del dolor y del genocidio del Pueblo Palestino. Estábamos allí, y a dos kilómetros nos esperó durante horas el taxi que debía llevarnos a la ciudad de Gaza. Pero fuimos víctimas del asedio porque la puerta se cerró y nos dejó fuera. Porque las barreras han quedado selladas.

Dice Kapuscinski: “El camino resulta tan importante porque cada paso que en él damos nos conduce al encuentro con el otro. Si no ¿por qué lo enfilaríamos? Si no fuera así ¿acaso nos expondríamos voluntariamente a dificultades y riesgos, a ese sinfín de incomodidades y peligros que asechan por todas partes?” En Gaza nos encontramos que no es “el otro” el “peligro ni el que nos cierra las puertas y opone resistencia, sino que son “los nuestros”; aquéllos que supuestamente defienden el orden mundial, que luchan por la democracia, que supuestamente son los depositarios de los valores universales.

“El otro” nos esperaba con los brazos abiertos. Esperaba nuestras palabras y solidaridad, esperaba que siguiera existiendo ese débil puente que tendemos los locos que pretendemos saltar los criterios del imperio para poder decir al mundo qué pasa al otro lado de la frontera.

“Los nuestros” ya no son nuestros, o  nosotros pertenecemos a ellos, pues no podemos ser cómplices de los crímenes, ni del silencio; del castigo colectivo; de la conversión de Gaza en un campo de concentración, así, sin más, donde “solo” entran los alimentos necesarios para que nadie muera de hambre y así y todo hay un 75% de niños menores de 6 meses que ya sufren desnutrición.

“Los nuestros” impiden que entre material escolar para los niños, según denuncia la UNRWA, como uno de los ejemplos de las cosas que no se deben hacer. No entra tabaco, ni ropa, ni zapatos, ni material de informática, ni libros, ni miel, ni chocolate para los niños. “Los nuestros”, aquéllos dirigidos por el gobierno fascista de Olmert  que dice representar la única democracia de oriente Medio, han decidido cortar la luz y el combustible. ¿Cómo es posible que eso se tolere? ¿Qué podrá hacer un padre o una madre que tiene un hijo enfermo y no tiene combustible para llevarlo al hospital? ¿Y qué ocurre si en el hospital ya no quedan medicinas o las que quedan están en mal estado porque no hay electricidad para mantener ciertos medicamentos sensibles a la temperatura adecuada? ; ¿Qué ocurrirá si una madre da a luz a un hijo prematuro y no hay electricidad para alimentar una incubadora o la incubadora no funciona porque no hay piezas?
Si no hay electricidad ¿cómo pueden conservarse algunos alimentos en la tórrida Gaza si no funcionan los frigoríficos?

Durante seis horas en la frontera no hubo razones para denegar la entrada Un militar nos dijo que esa semana había cambiado todo y que por tanto, los trámites que antes valían ya no eran válidos. La arbitrariedad y la confusión han sido siempre buenas aliadas de la ocupación.

Durante esas seis horas, el gobierno que representa a la única “democracia” de Oriente Próximo dejó sólo entrar a algunos enfermos, a los que les permitía el paso, siempre y cuando no se acercaran en vehículo, sino que lo hicieran andando. Las mujeres cargaban niños enfermos, algunos niños escasamente podían andar; algunos ancianos y minusválidos esperaban durante horas al sol a que les dieran la autorización para pasar. Recuerdo un niño con cáncer o leucemia. En su cuerpo se veían los estragos de la quimioterapia; apenas con fuerzas, empujaba la puerta de alambres de acero una y otra vez, bajo la mirada militar que le decía que empujara de nuevo. Siguen muriendo palestinos en las fronteras.

Recuerdo al miserable soldado que le quitó dos cartones de tabaco a un pobre hombre, aún sabiendo que ya no hay cigarrillos en Gaza, salvo el que se vende en el mercado negro a un precio desorbitado.

Recuerdo las llamadas desde la otra parte. Nuestra insistencia en volver a solicitar la entrada; las llamadas del Consulado español y de los periodistas. Recuerdo el vacío enorme de quien siente la impotencia ante la arbitrariedad criminal del ocupante. Hombres armados hacían la guardia en la frontera. Coches militares recorrían la zona constantemente. Se hacía de noche y el calor se tornó en brisa y luego en frío. En aquélla explanada al fin del mundo, no había refugio ni para el sol ni para la sombra; ni para la lluvia ni para el viento. Ni nada que comer o de beber, excepto las botellas de agua que se iban agotando. Allí no nos querían, allí no quieren a nadie, así que ¿por qué disponer de un espacio adecuado para nadie, sean éstos internacionales o palestinos? ¿No somos, a fin de cuentas, todos gentiles que no pertenecemos a esa casta de los elegidos?

No, ellos no son “los nuestros” porque nosotros nos hemos pasado al bando del “otro”. Ellos no son los nuestros porque defienden la ley de la jungla, la fuerza por encima de las razones, el castigo por encima del diálogo; la muerte antes que la vida; la venganza, la venganza, la venganza... Vuelvo de la frontera con la impresión de que mi alma se quedó allí y con la certeza de que seguiré sintiéndome extraña en un mundo cruel de obstinado silencio, cómplice de la barbarie, cínico ante sus valores, egoísta sobre los recursos y sobre todo criminal y mentiroso.

No, borradme, que no soy ya “de los vuestros”.

Yo he encontrado esta vez más que nunca, al “otro”, aún  en su ausencia. En la distancia de la frontera sus razones eran claramente audibles, perceptibles y asumibles. Eran las mías, las que siempre había tenido. No, yo ya no soy de “los vuestros”.

*De su libro “Encuentro con el Otro” de Crónicas Anagrama