La supuesta amenaza iraní
El punto de vista de un intelectual
judío
Israel Shamir*
Red
Voltaire: 7 de junio, 2006 / CSCAweb: 9 de junio, 2006
"En
este nuevo universo colectivamente imperialista, los Estados
Unidos son el brazo que instrumenta el nuevo colonialismo, mientras
que la cabeza, la ideología, la suministra un amplio sindicato
que unifica y coordina a la mayoría de periódicos
y redes de influencia tanto de derecha como de izquierda, desde
Madrid hasta Moscú y desde Texas hasta Tombuctú,
no obstante sus alardes de competición y rivalidades."
"Irán encarna la
mayor amenaza desde los nazis", dijo el ministro de defensa
israelí Shaul Mofaz, según The Guardian;
"el mundo no debe esperar": desde Hitler, nosotros
los judíos nunca hemos confrontado una amenaza tan grande
como la que reprensenta Mahmud Ajmadineyad, quien "una vez
más ha escandalizado al mundo entero al recomendar la
reinstalación de los judíos israelíes en
Europa"...
¡Qué difícil
complacer a esa gente! En los años 1930, Hitler preconizaba
la instalación de los judíos fuera de Europa. ¿Qué
hicieron entonces los judíos? Le declararon la guerra.
Hoy en día, Ajamdineyad invita a reinstalar a los judíos
en Europa. ¿Qué hacen los judíos? Una vez
más, replican con toques de guerra...
Pero bien puede ser que le
haya fallado la puntería a The Guardian en su reportaje,
y lo escandaloso sea, en realidad, el hecho de que los europeos
les encajasen a los palestinos la tarea de albergar, contra su
voluntad, a estos huéspedes complicados.
Como quiera que sea, me permito
una opinión divergente: el presidente [iraní] Ajmadineyad
es la mayor amenaza después de Gérard de Nerval,
aquél poeta francés llameante, que paseaba una
langosta atada con un lazo azul, como otros llevan su perro,
en los jardines del Palais Royal, con el propósito de
"épater le bourgeois" [impresionar a los burgueses].
¡Alma poética, en verdad, la de este "enfant
terrible" [niño terrible] como ninguno.
Ajmadineyad quiso despertarnos
de nuestra interminable siesta digestiva. ¿Qué
culpa tienen los iraníes si "judío" es
la única palabra mágica que nos saca de nuestra
modorra? Las picardías sexuales ya no lograrían
conmover a un niño recién egresado de su clase
de prevención del sida.
Un ataque contra el cristianismo
recibiría el aplauso de los innegables maestros del pensamiento
europeo, Señores Sauerkraut y Finkelkrot. En esta edad
post-moderna en que los Monólogos de la Vagina han entrado
al repertorio de las funciones de matinée en los teatros,
no es tan fácil epatar a una burguesía hastiada
de todo.
Si Ajmadineyad llamase a la
instalación de seis millones de musulmanes europeos fuera
de Europa, no suscitaría ni un pestañazo, salvo
la protesta de Oriana Fallaci y el Sr. Le Pen (extremista y racista
francés, político y candidato a la presidencia
de Francia para 2007), que tal vez lo calificarían de
plagio.
Si llamásemos a borrar
a Francia del mapa, los franceses ni siquiera se levantarían
del asiento, pues consideran que ya rigen, en Bruselas, las directivas
en este sentido.
Yo admiro a Ajmadineyad. No
en cuanto político, pues dejo a los iraníes evaluar
sus méritos; tampoco en cuanto predicador: se lo dejo
a los musulmanes. Pero sí como auténtico poeta
que desenmascara nuestra hipocresía, y degüella a
nuestra última vaca sagrada.
Esta es la única explicación
posible para sus hechos y dichos, pues los iraníes no
tienen el menor motivo para interesarse por el holocausto judío.
Nadie les acusa por ello, ni siquiera el Sr Yehuda Bauer del
Instituto del Memorial de Jerusalén, propenso a la acusación
del mundo entero por haber fallado en salvar a los judíos.
Los persas, desde Ciro hasta
Hosroes y el último Sha Resa Palavi, siempre han sido
benévolos con los judíos, e incluso en estos días
de locura hay una numerosa y próspera comunidad judía
en Irán. Ajmadineyad habló del Holocausto como
Hillary partió a la conquista del Everest: simplemente
porque lo ve como un desafío.
Los inocentes historiadores
revisionistas estaban tan excitados, cuando empezó a coquetear
con la idea de "destapar al fin la verdad". Prepararon
sus pesados libracos y diagramas sobre consunción por
el gas y temperatura de los cuerpos. Pero a Ajmadineyad le importa
la realidad de los sucesos de la segunda guerra mundial tanto
como a Nerval le importaba amaestrar a su langosta.
Aceptar el dogma del Holocausto
es un signo de sometimiento al eje Tel Aviv - New York, un signo
del nuevo colonialismo. Ajmadineyad lo rechaza de la misma manera
que san Pablo se negó a acatar los viejos mandamientos
rituales según Noé: no porqué San Pablo
quisiera compartir los sacrificios paganos, sino que no quería
recibir órdenes de los judíos.
Los dirigentes europeos, dóciles
para apoyar a criminales de guerra comprobados -como George W.
Bush, asesino de innumerables iraquíes, afganos y árabes
a tutiplén, o Shaul Mofaz, que se cargó a una niña
de ocho años (entre centenares de otras muertes) en Gaza
sitiada la semana pasada- dócilmente pues, expresaron
su indignación. No protestaron cuando Israel bombardeó
y masacró a Gaza indefensa. Cuando los políticos
israelíes amenazaron convertir a Irán en "desierto
radioactivo", no lo consideraron "incitación
al genocidio".
Por todo esto, el presidente
Ajmanideyad, con su desafío, ha salvado el honor de la
raza humana, como sólo un poeta puede hacerlo. Admiro
a Irán, por el carmín de sus rosedales y el azul
de sus viejas mezquitas, por la belleza arrobadora de sus mujeres,
de negras pestañas y negro chador que resaltan su tez
alba y luminosa.
Admiro a Irán por sus
pinturas maravillosas, que sobrevivieron los estragos iconoclastas.
Admiro a Irán por la sutileza espiritual de sus poetas,
que supieron vincular su amor por las mujeres con la adoración
de Dios en un mismo canto, lo mismo que se da en el Cantar de
los Cantares. Rumi y Jami, Sa'adi y Ferlusi, Hafiz y Omar Khayan
están entre los poetas más audaces y sinceros que
agraciaron este planeta nuestro.
Ajmadineyad es heredero de
su tradición, y es un atrevido burlador de nuestra hipocresía,
es el muchacho que supo ver lo que había detrás
del nuevo traje del emperador. Aun si el yanki pulverizase a
este endemoniado, e hiciera polvo los jardines de Shiraz como
lo hizo una vez con los capullos de Nagasaki, nos sentiremos
orgullosos de Ajmadineyad, aquél contemporáneo
nuestro que tuvo la osadía de pisarle el rabo al tigre.
La reacción de Estados
Unidos y Europa ante el programa nuclear iraní fue la
del dueño de esclavos Simon Legree en La Cabaña
del Tío Tom, cuando se entera de que un esclavo se fugó.
¿Cómo se atreve este moreno con los juguetes del
amo?
Sus frases huecas sobre la
"amenaza iraní" va dirigida a los ignorantes,
pues Irán jamás ha atacado a una nación
europea desde las guerras por el control de Anatolia, en el siglo
V antes de Cristo; mientras que los imperialistas europeos ocuparon
y dominaron a Irán, en fecha tan reciente como 1942, y
por testaferros en 1953, cuando derrocaron a Mosadek, elegido
democráticamente, y reanudaron su control sobre esta antigua
nación.
Es cierto, el colonialismo
al estilo antiguo ha muerto. Inglaterra no puede gobernar en
Irak, ni Francia en Argelia, pero el nuevo colonialismo colectivo,
el del núcleo imperialista de los países occidentales
altamente industrializados sobre el resto del mundo no es nada
mejor.
Los antiguos amos han decidido
unir sus recursos y poderes para administrar juntos a sus esclavos
de antaño. Se apartaron del modelo ateniense según
el cual el ciudadano tenía un esclavo, para adoptar el
modelo de Esparta, donde los esclavos les pertenecían
a todos los espartanos.
En este nuevo universo colectivamente
imperialista, los Estados Unidos son el brazo que instrumenta
el nuevo colonialismo, mientras que la cabeza, la ideología,
la suministra un amplio sindicato que unifica y coordina a la
mayoría de periódicos y redes de influencia tanto
de derecha como de izquierda, desde Madrid hasta Moscú
y desde Texas hasta Tombuctú, no obstante sus alardes
de competición y rivalidades.
Este sindicato es la base real
del poder de aquello que dos universitarios estadounidenses,
John Mearsheimer de Chicago, y Stephen Walt de Harvard (M&W
para acortar) han dado en llamar educadamente el "lobby
israelí en Estados Unidos", aunque en realidad persiguen
otra cosa más allá del Estado israelí. Sin
dejar de aprobar plenamente el desafío de M&W, diríamos
que han minimizado el problema, lejos de exagerarlo, pues se
trata de un fenómeno global, y no local, limitado a los
Estados Unidos.
La temible AIPAC no es más
que la punta visible del iceberg debajo del cual yacen kilómetros
de hielo sólido: los dueños de los medios masivos,
los jefes de redacción y sus mandarines, los maestros
del discurso, en total. Como por arte de magia, la crisis iraní
de golpe lo ha hecho saltar a la vista de todos: unánimemente
han puesto el grito en el cielo, como la legión de los
demonios en la sinagoga de Cafarnaún, en respuesta a las
palabras de Cristo.
En su estimulante discurso,
dijo Ajmadineyad: "la amplia red del sionismo lleva décadas
al servicio de los imperialistas". Aquí se podría
abrir un debate acerca de cuál de los dos sirve al otro,
los sionistas o los imperialistas. Es un caso típico de
revolución empresarial: los judíos son los managers
de los imperialistas, hasta el momento en que se apoderan del
show, dirían algunos.
Nada de esto, han seguido dóciles
al señorío imperialista mayor, argumentan otros.
Cualquiera sea nuestra opción, no cabe duda de que sionistas
e imperialistas están íntimamente integrados y
mezclados; en todo caso, si uno acepta la idea de amenaza iraní
contra Israel, uno está suscribiendo a este matrimonio
diabólico.
Las naciones que rechazan a
los Maestros del discurso se encuentran sojuzgadas por fuerza.
Un armamento nuclear vale como irrebatible igualador, como fungía
el Colt en el Oeste, cuando se decía que "la Declaración
de independencia proclama que todos fueron creados iguales, pero
el coronel Colt es el que concretó este presupuesto".
Con vistas a impedir los excesos en la igualdad, los pioneros
procuraban que los nativos no tuviesen manera de empuñar
el Colt. Es la misma política la que lleva a cabo Occidente
en su tentativa para mantener el poder nuclear fuera del alcance
de los iraníes.
Hace pocos días, me
invitaron a un debate en el Canal Uno de la televisión
rusa, donde el supuesto jefe del buró de la BBC en Moscú
preguntó para qué necesita Irán tener mísiles
balísticos, antes de listar el arsenal de los mísiles
iraníes. Pero no me pudo contestar la pregunta siguiente:
¿para qué necesitan los pacíficos ingleses
sus mísiles balísticos y sus armas nucleares?
Con razón, pues ¿para
qué le pueden servir estos trastos a nadie? Sin embargo,
si Inglaterra con su largo y sangriento historial de dominación
del Tercer mundo, desde Irlanda hasta Japón, puede tener
esos juguetes, entonces forma parte del deber de cualquier país
importante tratar de proteger a su pueblo de los caprichos de
los amos occidentales.
Pues sí, Irán
sigue trabajando para un programa de energía nuclear civil,
pero en el caso de que dicho país decida fabricar la bomba,
debemos respaldar esta decisión, pues esto traerá
paz. De hecho, pocas personas contribuyeron más a la causa
de la paz mundial que Julius y Ethel Rosenberg y sus asociados
Harry Gold y Klaus Fuchs. Estos gigantes comunicaron los secretos
de los artefactos nucleares americanos a Rusia, con lo cual salvaron
a Moscú y San Petersburgo del destino de Hiroshima.
Sin su gesta heroica, los amos
coloniales habrían convertido a Rusia en desierto radioactivo.
José Stalin le pasó los datos del manejo de dichas
armas a la China emergente, y fue otra excelente hazaña,
pues de lo contrario, se habrían abalanzado sobre Viet
Nam con el mismo estilo practicado con Japón.
El escudo nuclear ruso es lo
único que Gorbachev y Yeltsin no desmantelaron cuando
destruyeron la Unión Soviética, posiblemente porque
no se les ocurrió que las fuerzas patrióticas pudiesen
jamás volver al poder en Moscú. Esta protección
les permite a los rusos permanecer impávidos ante las
monsergas de Frau Merkel, y les da la libertad de elegir, entre
vender su petróleo y su gas a Europa, o invertir la corriente
hacia China.
Le permite a los bielorusos
tener el presidente al que han elegido por enorme mayoría;
de lo contrario, Lukashenko compartiría el destino de
Noriega y Milosevic por su terca negativa a vender las riquezas
de Bielorusia a George Soros. Dejad a los iraníes también
tener la libertad de sus elecciones, y restaurar el equilibrio
en la región.
La triste historia de Irak
es la mejor demostración de que el desarme y el acatamiento
no son ninguna opción. Saddam Hussein autorizó
a los buitres de la Agencia Internacional de la Energía
a registrarle los bolsillos, y terminó con sus huesos
en la cárcel, y con su país ardiendo en ruinas.
A Ajmadineyad le salió mejor, al contestar a la demanda
USA-Israelí de desarme con el soberbio estilo de aquél
capitán de la guardia francesa en el campo de batalla
de Waterloo. "¡A desarmar, valientes soldados!",
dijera el general inglés: a lo cual "¡mierda!"
contestó Cambronne sobriamente.
Y para los sinceros amantes
del bienestar israelí diré lo siguiente: Irán
no es el peligro, pues nadie quiere asesinarnos. La verdad es
que los judíos podrían vivir perfectamente bien
en Palestina.
Si hubiéramos hecho
las paces con los habitantes nativos de Palestina en 1948, habríamos
conservado nuestro hogar común, Palestina, como el deslumbrante
escaparate del Medio Oriente, con el petróleo iraquí
llegando a chorros a las refinerías de Haifa y los trenes
de Bagdad al Cairo transitando por Lydda y Jaffa, con los peregrinos
musulmanes haciendo una pausa en Jerusalén anualmente,
camino a la Meca, con los cristianos pisando las huellas de Cristo
de Belén hasta Nazaret, y con los judíos haciendo
su aliya (palabra que se refiere al peregrinaje anual a Jerusalén,
lo mismo que el haij, nada que ver con una inmigración
permanente a Palestina como pretenden los sionistas).
Bastaría con echar por
la borda la vieja y sucia costumbre del separatismo y la dominación.
Estamos a tiempo aún, después de sesenta años
y tantísimos muertos. Para lograrlo, debemos retomar la
advertencia de Ajmadijeyad: "dejad borrar del mapa regional
al Estado judío exclusivo. Sustituidlo por un solo Estado
para todos los ciudadanos del lugar, judíos o no. El derecho
a gobernar le pertenece al pueblo entero de Palestina, sean musulmanes,
cristianos o judíos", dijo Ajmadineyad, y vaya, pues:
sólo un supremacista judío podría poner
reparos a estas palabras.
Cuando dije esto en el debate
televisivo en Moscú, me atacó el presidente de
un tal Congreso judío ruso y director de un Instituto
sionista para el Medio Oriente, un tipo gordo, lleno de granos
y con panza colgante, una auténtica caricatura sacada
de Der Sturmmer, con el improbable nombre de Satanovsky.
"Aquí en Moscú no creemos en democracia, y
mis muchachos judíos te van a arrancar las pelotas, como
hicieron con unos cuantos tíos de tu calaña. Israel
seguirá siendo un Estado judío para siempre".
Este tipo de mafiosos son los
verdaderos dirigentes del lobby judío y los promotores
del Estado judío en el extranjero. Este tipo de gente
es el que dirige las organizaciones judías en Rusia, en
América y donde quiera. Necesitan un Estado judío
para salir huyendo de sus países en el día de la
ira, pero nosotros, los ciudadanos llanos de Israel, no lo necesitamos.
De todas formas, la mafia no
puede gobernar para siempre. Tomo fuerzas en las palabras de
Ahmadineyad: "El árbol joven de la resistencia en
Palestina está retoñando y hay retoños de
fe, y deseos de libertad floreciendo. El régimen sionista
es un árbol hueco que se está viniendo abajo, la
próxima tormenta acabará con él (recordad
la parábola del árbol estéril, I. Sh.).
Palestina es el punto de encuentro entre lo justo y lo erróneo.
El destino de la región se decidirá en la tierra
de Al-Quds y será un gran honor haber tomado parte en
la victoria de Palestina"".
La victoria de Palestina es
nuestra victoria, y nos sentiremos felices de compartirla. "Ahora
bien, ¿tendremos guerra?" se nos pregunta a menudo.
No soy de la confianza de George Bush, él no me comunica
sus planes. Pero mientras los guardianes de la izquierda dicen
que el petróleo sería el motivo para la guerra,
a mí se me ocurre que el petróleo podría
ser el motivo para la paz.
Ya que el precio del petróleo
anda por encima de los $70, el presidente Bush va a tener que
decidir si quiere sobrevivir a la próxima subida por encima
de los $120, a no ser que sus electores en los Estados más
afectados acepten con alegría el consejo de Eran Lerman,
el presidente del Congreso judío americano, y director
de su Oficina Israel-Oriente Medio (anteriormente miembro de
los servicios de inteligencia israelíes): dejar de utilizar
sus coches un día sí y otro no. Bush tiene el poder
de apartar a los Estados Unidos fuera de esta carrera peligrosa,
y decirle a los mandarines del Congreso judío basta ya.
Para mis paisanos israelíes:
os recordaré nuestra antigua tradición de amistad
con Irán. Hace dos mil años, un lienzo procedente
de la antigua capital iraní Susa fue presentado en la
puerta oriental del templo judío en Jerusalén.
La Mishna (Berakoth 9) recomendó que se tuviera mucho
cuidado con esto: "¡no demostréis jamás
falta de respeto a la puerta oriental!" Según Rambam,
esto se hizo para que guardasen temor al rey de Persia.
Vale la pena recordar esta
tradición, y preservarla.
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