No hay luz al final del túnel
y lo peor es que no hay túnel
Análisis
sobre la situación en Palestina
Santiago González
Vallejo*
CSCAweb:
17 de mayo, 2006
"Es
extraño que ante la percepción de que Fatah perdió
las elecciones principalmente por no poder mostrar que la vía
de los Acuerdos de Oslo había logrado mejorar la situación
del pueblo palestino, tanto del interior como en los campos de
refugiados, se publicite por parte de círculos de Fatah
y de algunos responsables internacionales de países europeos
que la recuperación del Gobierno palestino por ellos o
similares moderados variaría la estrategia israelí
de hechos consumados obviando la realidad".
La situación en Palestina
es mala. Lleva en ella 58 años. La división de
la Palestina histórica en dos territorios, uno para formar
un estado judío y otro árabe, allí donde
vivía el pueblo palestino, forja una tragedia de identidades
difícilmente solucionable. La dinámica de los acontecimientos
señala que se ha ido a peor y no hay expectativas de que
mejore. Todo lo contrario, es más probable que vaya a
peor.
La ocupación no ha parado,
se ha profundizado, y la colonización, ya en términos
medievales, está bastante consolidada. Y lo dramático
es que la radicalidad de estos últimos pasos ocurren tras
los Acuerdos de Oslo, en los que los dirigentes palestinos aceptaron
aplazar la resolución de los elementos nucleares de sus
vindicaciones: Jerusalén, refugiados, fronteras, etc.
y estaban confiados en que tenían un interlocutor al otro
lado que no haría movimientos que afectasen a un acuerdo
definitivo. La Conferencia de Madrid y los Acuerdos de Oslo se
desarrollaron bajo una correlación de fuerzas en la que
era evidente. Por un lado, la debilidad palestina, con un escaso
acopio de fuerzas internacionales que quisieran reforzar el contenido
de los Acuerdos y su ligazón con el derecho internacional
o las resoluciones de las Naciones Unidas. Por otro lado, la
parte israelí, poderosa militar, económica y mediáticamente
que quería expandirse a costa de la parte débil.
Esto ha provocado que se profundice la tragedia ante las relecturas
sionistas de los Acuerdos que ahondan la ocupación.
Efectivamente, para los sionistas,
los acuerdos de Oslo sustituyen a la legalidad internacional
y ya sólo hay territorios en disputa. No están
prohibidas nuevas colonias (en su lenguaje, asentamientos),
y los sucesivos gobiernos sionistas, ya sea bajo la égida
laborista, la del Likud o ahora la de Kadima, han incrementado
el número de colonos y asentamientos y con el control
aduanero o los puestos de control han destrozado la economía
palestina y la tienen sometida a una colonización completa.
La incomprensión es
notable. La población israelí, a pocos metros de
los palestinos, vive refractaria a los sufrimientos de éstos.
El no ponerse en lugar del otro permite afirmar que ahora no
hay visos de planes de negociación y de solución,
aunque sea parcial, del conflicto. Consideran lícitos
todos los desmanes, normas del apartheid, ante la falta de alma
por parte de los árabes (siguen sin haber interiorizado
que los 'otros', los palestinos, existen). Con la construcción
del Muro, diseñado por los laboristas Israelíes
de la II Internacional, que rodea a muchas ciudades palestinas,
con unas puertas de cierre medieval y pérdidas de los
campos de cultivo, Israel persigue las nuevas anexiones en Cisjordania
y la fijación de unas fronteras. Que éstas las
avale la comunidad internacional y los palestinos acepten ese
resultado dada su debilidad, su dependencia económica
y su frágil imagen impuesta por los medios de comunicación
apegada a fenómenos de estallidos de resistencia violenta
y desafecta al terrorismo de Estado israelí. Todo esto
a la luz del día, con los jefes de las delegaciones diplomáticas
haciendo informes estériles que los ministros y gobiernos
europeos y occidentales, orillan en su política. Antes
al contrario, renuevan su apoyo a la política de hechos
consumados.
Los palestinos todavía
no verbalizan ser derrotados, a pesar de encontrarse en medio
de una economía ahora ya dependiente de la ayuda internacional,
que revierte en el ocupante israelí dado que sólo
pueden comprar en dicho mercado ante el control fronterizo, la
inexistencia de movilidad entre una localidad y otra, sin posibilidad
de desarrollar una economía endógena, o vender
sus escasos excedentes agrícolas a través de comercializadoras
y aduanas israelíes, con la alineación occidental
a las posiciones israelíes de ocupación por activa
o por pasiva. Siguen levantando las banderas de las Resoluciones
de las Naciones Unidas, la sentencia de la Corte de La Haya sobre
el muro, reclaman la aplicación del derecho internacional
y la condena del terrorismo de Estado israelí.
La sociedad palestina y sus
organizaciones tienen un debate permanente sobre qué hacer.
Sobre cómo lograr resultados tangibles. Sobre cómo
hacer resistencia a los hechos consumados israelíes. No
sin tensiones. En estos momentos más, dado que están
bloqueadas por parte de los gobiernos europeos y de otros continentes
las ayudas internacionales y, en consecuencia, entre otras cosas,
los salarios de los funcionarios llevan sin ser abonados varios
meses. Una élite laboral relativa, en un mar que señala
que el 70 por ciento de la población está debajo
del umbral de la pobreza. En estas tesituras hay voces que reclaman
la necesidad de volver a un presidencialismo que sortee al gobierno
palestino, en contra de las propias leyes internas. Leyes que
fueron inducidas por Occidente para recortar en su día
las prerrogativas de Arafat y garantizar un cierto clientelismo
del aparato partidario de Fatah, para así recuperar las
vitales ayudas internacionales y, una vez más, afectar
y aceptar una nueva vuelta de tuerca del proceso colonizador
israelí.
Porque la competencia entre
Presidencia y Gobierno palestino sobre la necesaria ayuda de
sostenimiento vital y las acusaciones de inmadurez al gobierno
de Hamás se hacen con derivas de recuperar el control
del Gobierno, haciendo unas nuevas elecciones o logrando su dimisión,
por parte de círculos de Fatah, poniendo en segundo plano,
ante la urgencia de dar salidas vitales a la población
palestina, el combate común ante el diseño exterior
de forzar al pueblo palestino la asunción de ser derrotados,
realizado al alimón entre Israel, Estados Unidos y ya
no sorprendentemente por la Unión Europea. Es extraño
que ante la percepción de que Fatah perdió las
elecciones principalmente por no poder mostrar que la vía
de los Acuerdos de Oslo había logrado mejorar la situación
del pueblo palestino, tanto del interior como en los campos de
refugiados, se publicite por parte de círculos de Fatah
y de algunos responsables internacionales de países europeos
que la recuperación del Gobierno palestino por ellos o
similares moderados variaría la estrategia israelí
de hechos consumados obviando la realidad-, porque al fin
y al cabo sería un simple cambio de interlocutores palestinos
que no afecta a la estrategia israelí de ocupación
que se sirve de la estratagema, que los medios de comunicación
recogen sin crítica alguna, de que no hay interlocutores
palestinos que acepten el diseño israelí. Sería
más adecuada una unidad palestina de fondo y de forma
para no alimentar la propaganda sionista.
El problema no es el interlocutor
palestino, sino la estrategia israelí. No es el gobierno
de Hamás el culpable de la situación palestina,
sino que como consecuencia de la ocupación y la falta
de resultados prácticos con el Gobierno de Fatah, los
palestinos han elegido (bajo la ocupación militar) a Hamás
[1]. La pobreza palestina deriva de la ocupación, control
de sus recursos y del pillaje sionista, la falta de movilidad
y la dependencia sobre las fronteras aduaneras. Israel hace lo
que quiere porque Europa y Estados Unidos lo consienten y los
palestinos padecen a unos y reciben caridad de otros para que
no tengan voz para llamar a sus donantes cómplices. Pero,
ahora, Israel y sus cómplices, con los palestinos exhaustos
en su resistencia quieren que acepten (y dejen de resistir por
ello) un nuevo mapa y se reescriba el derecho y la historia.
Cuatro años para acabar el Muro, amurallar los bantustanes,
trazar carreteras de conexión entre los bantustanes o
entre las colonias, mantener el control de los recursos hídricos
y de la provisión de la ayuda económica internacional
y consolidar la normalización israelí entre los
países del entorno [2].
Y ante eso,
cómo variar la estrategia israelí
En esta falta de luz en el
camino, porque ni siquiera hay un túnel, reforzándose
entre los palestinos el sentimiento de zozobra y abandono, por
todos los occidentales, al ser tratados nuevamente con una doble
vara de medir, ante las continuos incumplimientos israelíes
de la legalidad internacional, es comprensible la mirada de algunos
hacia un liderazgo religioso que no debe reforzarse, poniendo
reparos y no siendo generosos en la solidaridad y la necesidad
de hacer política, algo más que la simple caridad
adormidera de nuestras responsabilidades. Si no, la otra opción
que dejamos a los palestinos es la de que se conviertan en mártires.
Que tampoco conduce a alguna parte.
La política que debemos
desarrollar desde fuera siempre pasa por saber cuáles
son las prioridades y fijarnos en las debilidades del sionismo.
El vocabulario es fundamental. Siempre hablar de la ocupación,
rechazar los eufemismos 'conflictos', asentamientos, asesinatos
selectivos, etc., y mantener ocupación, colonias, terrorismo
de estado, señalando que quién empezó primero
es el ocupante.
Atacar a nuestros cínicos
gobiernos y ganar a la opinión pública. Insistir
en hacer demandas privadas o incidir para que nuestros organismos
donantes realicen demandas por la destrucción de bienes
que el ocupante israelí haya hecho, desde instituciones
locales, autonómicas o estatales e incluso comunitarias.
No se puede consentir que la destrucción de esos bienes,
como fue la del aeropuerto de Gaza, esté impune con la
complacencia del Gobierno español y el consentimiento
de sus ciudadanos.
Fortalecer las campañas
de suspensión del Acuerdo de Asociación entre Israel
y la Unión Europea. Mantener las llamadas de boicot a
bienes y servicios israelíes dado el sostenimiento a un
régimen de explotación y colonización racista.
Implicar a más colectivos
e interpelar a asociaciones israelíes por su comportamiento
de apoyo más o menos implícito a la ocupación,
en todos los ámbitos: artísticos, deportivos, culturales,
sindicales, económicos, etc. Colaborar con las organizaciones
no sionistas israelíes tejiendo redes de solidaridad.
Y no consentir a nuestros gobernantes
y medios de comunicación la doble moral. Haciendo que
cada grupo territorial de solidaridad ejerza toda clase de seguimiento
y contestación e iniciativas que no dejen respuestas ante
cada error, manipulación y toma de partido cercano o que
refuerce a los ocupantes israelíes.
Mostrar nuestro compromiso
con una solución justa al conflicto de Palestina, sobre
el que pivotan otros conflictos estratégicos, pasa por
la existencia de un Estado palestino viable, en lo económico,
pero también en lo emocional y en la que los refugiados
y todos los niños, los miles de niños y niñas,
en esas calles agujereadas, rotas, con familiares angustiados,
presos o parados, vean que tienen futuro.

Notas:
1. Véase
en CSCAweb: Santiago
González Vallejo: La asimétrica postura occidental
ante la Palestina ocupada
2. Véase en CSCAweb: Santiago González Vallejo:
El resultado de las elecciones israelíes: 'Hacer que los
palestinos adelgacen pero sin que mueran'
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