El mayor de los colonos
Gideon Levy
Haaretz, 7 de enero de 2007
/ CSCAweb: 9-02-07 Traducción: Pablo Carbajosa
"Como
cualquier ciudad colonialista, hay un obscuro patio trasero para
los nativos. A día de hoy, la mayoría de los israelíes
siguen sin poner el pie en barrios palestinos y los palestinos
evitan los barrios judíos. La ciudad sigue estando dividida,
pese a las altisonantes palabras sobre su unificación
para toda la eternidad. Respecto a la igualdad, no hay, por supuesto,
nada que decir. Basta con viajar al campo de Shuafat o incluso
a Sheikh Jarrah para advertir una bochornosa disparidad entre
los servicios de la parte este y oeste de la ciudad."
Entre las numerosas necrológicas
publicadas por diversas fuentes tras la muerte de Teddy Kollek,
hubo una llamativa por omisión: la del Consejo Yesha de
Asentamientos Judíos. Resulta un tanto difícil
comprender esta ingratitud de los colonos hacia la persona que
llevó aproximadamente 200.000 judíos a los Territorios
Ocupados, quizás más que ninguna otra persona.
La empresa de los asentamientos tiene contraída una gran
deuda histórica con Kollek. Ni el rabino Moshe Levinger
ni Hanan Porat ni Aharon Domb ni Ze´ev "Zambish"
Hever son responsables de asentar tantos israelíes más
allá de la "Línea Verde" como Kollek,
ese ilustrado liberal vienés.
El hecho de que la mayoría
de los elogios fúnebres del antiguo alcalde de Jerusalén
pasaran por alto este detalle y que la "Yesha" no se
apegara a este megacolono no es ninguna coincidencia. La sociedad
israelí ha adoptado varios y extraños códigos
para blanquear la iniciativa de los asentamientos. Asentarse
en territorio ocupado de Jerusalén nunca ha sido considerado
"hitnahalut" (término utilizado para los asentamientos
judíos en los Territorios Ocupados). Y los colosales barrios
de la capital erigidos durante la alcaldía de Teddy y
que se extienden sobre amplio suelo palestino nunca se han considerado
asunto controvertido.
Que casi nadie en el mundo
reconozca esta empeño ni las nuevas fronteras que traza
no cambia nada: a nuestros ojos, pero sólo a nuestros
ojos, no todos los asentamientos son iguales y cada asentamiento
dispone de código moral propio. Pero éste es un
juego al que jugamos únicamente nosotros. Todas las viviendas
construidas más allá de la Línea Verde,
en Yitzhar o Itamar, dentro de Cisjordania, en Nov, que forma
parte del Golán, o en la French Hill de Jerusalén,
se levantan sobre tierra ocupada y toda construcción en
tierra ocupada es una violación del Derecho Internacional.
La Ocupación es la Ocupación. No todo resulta legal,
aunque esté anclado en la ley Israelí, como sucede
en el caso de los Altos del Golán y Jerusalén.
Los israelíes se inventan patentes para sí mismos,
pero esta sofísticada limpieza semántica no pasa
el examen. El barrio de Ramot es un asentamiento. No hay diferencia
entre el "barrio" de Pisgat Ze'ev y el "asentamiento"
de Givat Ze'ev. Esta distinción artificial no se acaba
en la región de Jerusalén. En Cisjordania, también
se hacen distinciones entre asentamientos y "puestos de
avanzada ilegales", otro virtuoso pero infundado ejercicio
semántico con respecto a un empeño que es por completo
ilegal. Tampoco hay asentamientos ("hitnahaluyot")
en el Valle del Jordán ocupado, sino antes bien "yishuvim",
un término genérico para asentamientos que no guardan
relación con las fronteras de 1967. A los habitantes de
estos asentamientos del Valle del Jordán no se les achaca
ninguna mácula ética. ¿Por qué? Porque
así lo determinaron en la época los gobiernos laboristas,
cuando establecieron "moshavim" y "kibbutzim"
en el Valle del Jordán, no "asentamientos."
¿Supone esto alguna
diferencia desde el punto de vista del Derecho internacional?
Desde luego que no. ¿No se construyeron los "moshavim"
del Valle del Jordán en la tierra de pobladores que fueron
desposeídos? ¿No han aplastado a los habitantes
de los alrededores?.
Con respecto a los Altos del
Golán, subimos otro escalón en el juego de palabras
al que jugamos con nosotros mismos. No hay allí "hitnahaluyot"
en absoluto. ¿Por qué? Porque así lo hemos
decidido? Hay ciudades, "kibbutzim" y "moshavim",
igual que en el Valle de Jezreel. Pero ningún juego lingüístico
ni legislación de la Knesset [Parlamento de Israel] puede
alterar el hecho de que los Altos del Golán es territorio
sirio ocupado y todos sus habitantes son colonos a los que el
Derecho internacional considera fuera de la Ley.
Este fenómeno culminó
en Jerusalén, que celebrará este año los
40 de su "unificación". Este acto de unificación
fue un acto de ocupación y el que lo presidiera una figura
encantadora y carismática como Kollek no hace variar nada.
Kollek demolió un barrio de la Ciudad Vieja y construyó
sobre tierra palestina nuevos vecindarios sólo para judíos
-apartheid, en el peor de los casos-, lo que también debería
recordarse en el balance de sus considerables logros.
El Jerusalén que Teddy
Kollek dejó tras de sí es una ciudad dividida y
herida, a pesar y a causa de su enorme desarrollo, repleto de
explosivos que nos estallarán en la cara. En realidad,
nunca fue unificado. Como cualquier ciudad colonialista, hay
un obscuro patio trasero para los nativos. A día de hoy,
la mayoría de los israelíes siguen sin poner el
pie en barrios palestinos y los palestinos evitan los barrios
judíos. La ciudad sigue estando dividida, pese a las altisonantes
palabras sobre su unificación para toda la eternidad.
Respecto a la igualdad, no hay, por supuesto, nada que decir.
Basta con viajar al campo de Shuafat o incluso a Sheikh Jarrah
para advertir una bochornosa disparidad entre los servicios de
la parte este y oeste de la ciudad.
Abandono social, pilas de basura,
falta de campos de juego o centros comunitarios, ni aceras ni
alumbrado público. Gaza en Jerusalén, todo sobre
la base de una abominable discriminación étnica.
Y esto no empezó con Ehud Olmert ni con Uri Lupolianski.
Esto comenzó con el astuto Kollek. Una ciudad cuyo dominio
sobre la parte palestina se lleva a cabo por la fuerza de las
armas, con puestos de control por sorpresa y cientos de agresivos
policías de fronteras patrullando las calles como rutina,
y cuyos residentes están sometidos a prohibiciones que
violan sus libertades fundamentales, no es una ciudad "unificada".
Y Teddy es responsable de ello.
La historia de la Ocupación,
cuya duración duplica ya el período de tiempo que
vivió el Estado de Israel sin ella, está llena
de "hombres de paz" de la "izquierda" que
son responsables de esta injusticia. ¿Qué habría
sido de la labor de los asentamientos sin Yigal Allon y Moshe
Dayan, Golda Meir y Yisrael Galili y, por supuesto, Simon Peres?
Kollek ha de añadirse hoy tardíamente a éstos.
Llevó a Jerusalén el ancho mundo, pero sólo
a su parte judía. Amaba intensamente su ciudad y la construyó
y expandió de modo impresionante, pero sobre las oprimidas
espaldas de la mitad de sus moradores. Mooshe Amirav escribía
en su artículo del jueves ("División, donde
falló la unificación") que Kollek le confió
en sus años de declive: "Fracasamos al unificar la
ciudad. Dile a Ehud Barak que respaldo que se divida". Más
vale tarde que nunca, pero ¿por qué no oímos
una palabra de esto entre tan elevados elogios?
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