Israel, tabú norteamericano
Adrian Kreye entrevista al historiador
británico Tony Judt*
Süddeutsche
Zeitung,
Munich
Courrier International, nº 844, del 4 al 10 de enero
2007
Traducción: Pablo Carbajosa - CSCAweb: 22-01-07
El historiador
Tony Judt, profesor en la Universidad de Nueva York, es conocido
por sus críticas a la actual política israelí.
De ahí sus dificultades para difundirlas públicamente
en los Estados Unidos. En octubre pasado, 154 universitarios
e intelectuales de renombre firmaron una carta abierta para protestar
contra la anulación de una conferencia del historiador
judío-británico Tony Judt sobre la política
en Oriente Próximo. (La carta de apoyo a Tony Judt se
difundió a iniciativa de Mark Lilla, de la Universidad
de Chicago, y Richard Sennett, de la 'London School of Economics'.
Sus autores la publicaron en The New York Review of Books
el 16 de noviembre de 2006. Puede consultarse en www.nybooks.com)
Profesor Judt, ¿qué
es lo que sucedió?
La organización 20/20
me había invitado desde hacía meses a intervenir
sobre el tema "El lobby pro-israelí y la política
exterior norteamericana". La conferencia debía tener
lugar el 3 de octubre en el consulado de Polonia en Nueva York.
Unas tres horas antes, el presidente de la entidad me comunicó
que la conferencia quedaba cancelada debido a que la Liga Antidifamación
[AntiDefamation League] y otras asociaciones habían presionado
al consulado polaco.
¿Qué entiende
usted por "lobby pro-israelí"?
Por un lado están los
grupos de presión oficiales como el 'American-Israeli
Public Affairs Committee' (AIPAC) o el 'Jewish Institute of Middle
East Studies' (JIMES), que tienen como objetivo impulsar al Congreso
y al gobierno norteamericano a adoptar una política exterior
pro-israelí. Por otro lado están los grupos de
presión informales, que persiguen los mismos objetivos,
pero que funcionan al mismo tiempo como observadores: si alguien
escribe algo crítico sobre Israel, reaccionan.
¿Había tenido
ya enfrentamientos con este tipo de grupos informales?
Sí, de dos maneras.
Están las campañas de cartas y declaraciones públicas
en los medios de comunicación a las que hay que acostumbrarse.
Lo que es más difícil de aceptar es la presión
que ejercen estas organizaciones sobre las universidades pequeñas,
o la de las comunidades judías y a veces también
no judías- en ciudades pequeñas y en la periferia
para que no se invite a aquellas personas que rechazan. Si las
instituciones y comunidades no siguen esas recomendaciones, hay
que esperar entonces acciones y manifestaciones. Es lo que nos
pasó a un colega y a mí en Riverdale [barrio residencial
del norte de Nueva York], donde tomábamos parte en un
seminario sobre Oriente Próximo.
¿En qué les
resulta usted molesto a estas organizaciones?
Vuelven constantemente sobre
dos puntos de mi artículo "Israel the Alternative",
que publiqué hace tres años en The New York
Review of Books. He calificado al Estado de Israel de anacrónico
por el hecho su estructura étnica y la preferencia asignadada
a un grupo de población. El segundo punto de controversia
gira en torno a mi tesis de que el futuro de Israel y los palestinos
reside verosímilmente en un Estado binacional y que resulta
por tanto absurdo seguir actuando sin cesar para establecer dos
estados, solución que no se concretará jamás.
Lo que les molesta a estos grupos es que yo no sea un extremista
como Noam Chomsky y Norman Finkelstein, bien conocidos por sus
posturas abierta y extremadamente antiisraelíes.
¿Dónde se
situarían sus argumento en el debate en el propio Israel?
En Israel soy parte activa
de un debate general y mis artículos se reproducen en
el gran diario de la izquierda, Ha´Aretz. En Israel
hay mucha gente que debate de forma más radical que yo.
Sólo en los Estados Unidos se me plantean problemas.
¿ Actúa lo
políticamente correcto como en los años 90 hasta
el punto de que ya no es posible llevar a cabo ciertos debates?
La mayor parte del tiempo cuando
se habla de lo políticamente correcto se piensa en la
izquierda política en las universidades. Pero si se habla
por contra de autocensura, del silencio colectivo que se cierne
sobre las cuestiones sensibles, todo eso está presente
en la mayor parte de las instituciones norteamericanas. En Gran
Bretaña, por ejemplo, hasta recientemente no se abordaba
la cuestión del Islam. Ahora el péndulo se va del
otro lado: de repente resulta de buen tono expresar posturas
antimusulmanas. Pues bien, precisamente por esta razón
es por lo que encuentro inquietantes estas manifestaciones de
silencio colectivo.
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