Iraq, tres años
de ocupación y de guerra
Manifiesto de la
Iniciativa Asturiana contra la Guerra, con motivo del III aniversario
de la invasión de Iraq
CSCAweb: 22 de marzo,
2006
Como muestra
de los manifiestos publicados en estos días en todo el
mundo, reproducimos seguidamente la declaración elaborada
por la Iniciativa Asturiana contra la Guerra, que fue leída
en la Concentración celebrada en Gijón el viernes
17 de marzo. Realizó su lectura, en nombre de la Iniciativa,
Paz de Andrés Sáenz de Santamaría, catedrática
de derecho internacional en la Universidad de Oviedo.
El 20 de marzo se cumplen tres
años de la invasión y ocupación de Iraq
por los ejércitos de EEUU y Reino Unido, un acto de agresión
ilegal que en su día se intentó justificar mediante
mentiras hoy suficientemente desenmascaradas y que causó
decenas de miles de víctimas inocentes.
Fuimos muchos los asturianos
y las asturianas que entonces salimos a la calle para mostrar
nuestra indignación por lo que constituía una clara
violación de los derechos humanos y de la legalidad internacional.
Una indignación y una repulsa que desde entonces no han
cesado de crecer ante la evolución de los acontecimientos
en ese tan injustamente castigado país.
Si destructiva fue la invasión
e incalculables las pérdidas que originó, tanto
en vidas humanas como en bienes materiales y culturales, los
años de ocupación militar han multiplicado las
penalidades de la población iraquí. A los innumerables
actos de violencia contra la población perpetrados por
los ejércitos estadounidense y británico, se suma
la agudización de los conflictos étnicos y religiosos
que amenazan la posibilidad de un proyecto integrador, social
y democrático para el futuro de Iraq. EEUU no ha dudado
en recurrir a armamento prohibido por los convenios internacionales,
arrasando ciudades enteras, de lo que Faluya es el más
trágico ejemplo. A fin de limitar sus bajas, el Pentágono
ha intensificado los bombardeos indiscriminados, lo que provoca
grandes destrucciones y un incremento de las víctimas
civiles: entre 120.000 y 500.000 iraquíes pueden haber
muerto en estos tres años como consecuencia del uso generalizado
de la fuerza por parte de los ocupantes; y medio millón
de personas se han convertido en refugiados interiores.
Para hacer frente a la resistencia,
EEUU recurre a detenciones masivas y a la práctica rutinaria
de la tortura y el asesinato. El gobierno estadounidense reconoce
mantener detenidos a 14.000 iraquíes, a los que habría
que sumar una cifra desconocida de secuestrados en cárceles
clandestinas. Los casos fehacientes de torturas en la prisión
de Abu Ghraib demuestran el desprecio que las autoridades estadounidenses
sienten hacia las convenciones internacionales. Hasta un cuarto
de millón de iraquíes han pasado por centros de
detención. Los escuadrones de la muerte asesinan
selectivamente a personalidades civiles, cuando no indiscriminadamente
a simples ciudadanos, en un intento de generalizar el terror
y descabezar a la sociedad civil.
La ocupación ha contribuido
decisivamente a empeorar las condiciones de vida del pueblo de
Iraq. La tasa de mortalidad, y muy especialmente la de mortalidad
infantil, ha aumentado de forma significativa. La desnutrición
aguda se ha extendido entre los niños y niñas.
Los servicios públicos están desmantelados. El
sistema sanitario es incapaz en este momento de dar asistencia
adecuada a la mayoría de la población. Buena parte
del territorio carece de agua potable, mientras que se generalizan
las restricciones en el suministro de energía eléctrica.
La mujer iraquí esta viendo cómo se esfuman los
logros por los que había trabajado durante décadas.
La tasa de paro supera el 60% de la población en edad
laboral. Un tercio de las familias iraquíes viven por
debajo del umbral de la pobreza.
Los beneficios materiales de
la ocupación se limitan a la ganancia rápida de
las empresas estadounidenses y al enriquecimiento de los colaboracionistas.
La corrupción es omnipresente y la reconstrucción
inexistente: nadie sabe a dónde va a parar el dinero obtenido
por la venta del petróleo y al menos 7.500 millones de
euros del Fondo para el Desarrollo de Iraq no han podido ser
justificados. Las mafias se afianzan amparadas por la inseguridad
y el desmantelamiento del Estado.
Iraq sigue siendo un país
ocupado; la ocupación es ilegal y todo lo que emana de
ella lo es igualmente. Reconocemos la legitimidad de la resistencia
iraquí contra la ocupación. Resistir no es terrorismo:
resistir es legítimo. El pueblo y la resistencia iraquí
condenan los atentados indiscriminados y sectarios que alientan
la confrontación interna y con los que se pretende justificar
la prolongación de la presencia militar extranjera.
La liberación de Iraq supone tanto el fin de la ocupación
como la derrota interna de los sectarismos confesionales. El
relanzamiento de la solidaridad internacional con el pueblo iraquí,
que hace tres años movilizó en todo el mundo a
millones de personas, debe comportar ambos aspectos: apoyar a
la resistencia iraquí equivale a apoyar un proyecto democrático,
integrador y social para Iraq.
En esta nueva jornada internacional
contra la ocupación de Iraq, a la que nuevamente nos sumamos
asturianos y asturianas, llamamos a apoyar resueltamente el heroico
esfuerzo emancipatorio que está realizando el pueblo iraquí,
cuyos sacrificios son determinantes para frustrar la lógica
militarista de EEUU e impedir nuevas agresiones en la región
y fuera de ella. La victoria de este pueblo será una victoria
universal sobre el expansionismo imperialista, una victoria de
la paz mundial sobre los señores de la guerra.
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