¿Puede Estados Unidos
ganar en Iraq?
Patrick Seale
Al-Hayat / CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 16 de
mayo de 2005
Traducción de Natalia Litvina para CSCAweb
"No
es una exageración afirmar que EEUU se enfrenta a un posible
desastre estratégico en Iraq. El ejército está
demasiado desplegado, los reclutamientos bajan en número.
Los 140.000 efectivos situados en Iraq son insuficientes para
proporcionar la seguridad necesaria, si bien son numerosos como
para reducir la capacidad de EEUU de librar una guerra en otra
parte, en caso de emergencia. Y por encima de todo ello está
la cuestión ambigua pero vital acerca de la reputación
y credibilidad de EEUU. En este aspecto, la destrucción
de Iraq -un país que no representaba ninguna amenaza para
EEUU- junto con los escándalos de Abu Ghraib y Guantánamo,
ha demostrado ser extremadamente dañino"
Una fuerza compuesta por 1.000
marines estadounidenses, apoyados por helicópteros y aviones
de combate, barrieron esta semana la provincia de Anbar, situada
en el Noroeste de Iraq, en la frontera con Siria; El objetivo
de esa operación militar, la más amplia de los
últimos meses, fue eliminar a los combatientes yihadistas
extranjeros y destruir sus zonas de seguridad.
El objetivo principal del ataque
parece haber sido la ciudad de Ubaydi y varios pueblos de la
orilla norte de Eufrates, que empiezan sufrir el tratamiento
de Faluya, es decir, ataques aéreos y fuego de tanques
contra barrios residenciales, para luego registrar las casas
una por una con el fin de sacar a los "rebeldes" de
la ruinas. Aún no existe ninguna estimación de
las víctimas entre la población civil.
La idea en la que se basa de
esa operación, es que los combatientes extranjeros, sus
armas, explosivos y medios continúan infiltrándose
a través de la porosa frontera con Siria; en otras palabras,
Siria constituye un "criadero" para la insurrección.
El problema que presenta esa
teoría es que hay pocas pruebas para comprobarlo. Temiendo
el ataque norteamericano, Siria hizo todo lo posible para sellar
su frontera con Iraq. Además, la insurgencia parece ser
un asunto exclusivamente iraquí, y es representada mayormente
por oficiales sunníes, hombres de las antiguas fuerzas
armadas y de la guardia pretoriana de Saddam Hussein, activistas
del Baaz y pequeños grupos de radicales islamistas, como
el dirigido por al-Zarqawi.
La participación de
los combatientes extranjeros, que se calculan en docenas antes
que en miles, parece ser mínima. De los rebeldes capturados
en la batalla de Faluya sólo el 6% eran extranjeros. Y
como en aquella batalla, los que lucharon en Ubaydi y sus alrededores,
parecen ser profesionales, bien entrenados y decididos, compuestos
claramente por antiguo personal militar, antes de ser aniquilados
en el desierto por el claramente superior fuego norteamericano.
La cuestión es que los
insurgentes podrían haber sido advertidos previamente
del ataque norteamericano, lanzando así la posibilidad
de que algunos de los miembros de las nuevas fuerzas iraquíes
entrenadas por EEUU pudieran también estar en contacto
con los rebeldes.
La conclusión a la que
llegan muchos expertos militares, americanos, europeos o israelíes,
es que no hay perspectiva de una rápida victoria militar
en Iraq. Según fuentes británicas, serán
necesarios cinco años al menos para entrenar un contingente
iraquí suficientemente fuerte como para controlar a los
insurgentes. Según el punto de vista del antiguo jefe
del Mossad, Efraim Halevy, los EEUU deberán mantener una
fuerte presencia militar en Iraq al menos durante una década.
¿Aceptará la
sociedad norteamericana cargar con este peso tan a largo plazo?
La guerra está mostrándose muy cara y cada vez
más impopular. Las bajas mortales de los militares estadounidenses
siguen su camino hacia la marca de 1.700, con quizás diez
veces más heridos, mientras que el Congreso aprobó
la semana pasada 82.000 millones de dólares más
para la guerra, situando los costes totales en 250.000 millones
de dólares.
La posibilidad
de un desastre estratégico
A pesar de este esfuerzo colosal,
no hay todavía ninguna vía clara para EEUU. Sea
cual sea la elección (permanecer en Iraq con la esperanza
de una victoria incierta, o terminar con las pérdidas
y salir de allí) conlleva enormes riesgos. Mientras tanto
la Coalición se disuelve poco a poco. Búlgaros
e italianos abandonarán el país en los próximos
meses, mientras que japoneses e italianos parece que se retirarán
el próximo año. En las elecciones generales de
este mes, el electorado británico le dijo bien claro a
Blair que no apoyaban la guerra y que querían a las tropas
de vuelta.
No es una exageración
afirmar que EEUU enfrenta un posible desastre estratégico
en Iraq. El ejército está demasiado desplegado,
los reclutamientos bajan en número, los almacenes de armas
se van quedando vacíos, incluyendo los proyectiles guiados
de precisión. Los 140.000 efectivos situados en Iraq son
insuficientes para proporcionar la seguridad necesaria, si bien
son numerosos como para reducir la capacidad de EEUU de librar
una guerra en otra parte, en caso de emergencia Y por encima
de todo ello está la cuestión ambigua pero vital
acerca de la reputación y credibilidad de EEUU. En este
aspecto, la destrucción de Iraq -un país que no
representaba ninguna amenaza para EEUU- junto con los escándalos
de Abu Ghraib y Guantánamo, ha demostrado ser extremadamente
dañino.
La única forma de que
los EEUU puedan reparar el daño y recuperar algo de credibilidad,
especialmente en el mundo árabe y musulmán, es
presionando a Israel para que permita el nacimiento de un Estado
palestino viable e independiente en Cisjordania y Gaza.
Esto pondría el mundo
árabe a sus pies. El presidente George W. Bush afirma
que está por la solución de los dos estados, aunque
hasta ahora se ha comportado más bien como el caniche
de Sharon antes que como su todopoderoso patrón.
La paradoja es tal que si Bush,
por algún tipo de milagro, ejerciera su autoridad sobre
Israel el resultado sería exactamente el opuesto al deseado
por los neoconservadores pro-Israelíes de Washington cuando
éstos planeaban y presionaban para lanzar la guerra contra
Iraq. Hostiles a la misma idea de un Estado palestino, su óptica
era la de Israel dominando un mundo árabe derrotado, imponiendo
sus condiciones sobre los desgraciados palestinos.
En el corazón de las
guerras de América se da otra contundente paradoja. Derrocando
a los talibanes en Afganistán y a Saddam Hussein en Iraq
-ambos enconados enemigos de Irán- los EEUU han hecho
un inmenso servicio al régimen de los Mullahs en Teherán.
De forma deliberada o no, los EEUU han instalado en Bagdad a
un gobierno dominado por los shíies. Aunque los EEUU y
la república islámica de Irán hayan intercambiado
amenazas e insultos. Así son las impredecibles consecuencias
de la guerra
Mientras tanto, la insurgencia
iraquí no muestra signos de fatiga. Parece ser capaz de
convocar un número casi infinito de luchadores bien armados
y de atacantes suicidas. Donde quiera que las fuerzas de EEUU
se expongan, son atacadas.
En muchos lugares del país,
una total inseguridad es la norma antes que la excepción,
para mayor crispación de la población. Tiroteos
y coches-bomba -varias veces por día- se toman su mortal
tributo. En las últimas dos semanas, 350 personas han
sido asesinadas. Los números son inciertos porque nadie
tiene tiempo para contar. Los oleoductos son saboteados de forma
regular, destruyendo las esperanzas del nuevo ministro del petróleo,
Ibrahim Bahr al-Ulum, acerca de recuperar los niveles productivos
de antes de la guerra.
La toma de rehenes de diferentes
nacionalidad continúa sin cesar. En la actualidad hay
franceses, rumanos, australianos y japoneses secuestrados, en
manos de misteriosos grupos, al igual que numerosos iraquíes
. incluyendo al parecer al gobernador de la provincia de Anbar,
quien fue capturado la semana pasada para forzar la retirada
americana de la provincia.
Un proceso
político surrealista
Detrás de las barricadas,
el alambre de espino y las formidables defensas de la Zona Verde
en el centro de Bagdad, el primer ministro Ibrahim al-Yafari
logró completar, por fin, la formación de su gobierno.
Después de más de tres meses de discusiones sobre
los puestos del gabinete, entre las diferentes facciones shiíes
y los kurdos. Los sunníes sub-representados permanecen
malhumorados y disgustados.
El nuevo gobierno ha jurado sus cargos, pero los EEUU permanecen
controlando todos los niveles del poder, incluyendo el lentamente
emergente ejército iraquí, las fuerzas de policía
y los servicios de inteligencia.
Se ha designado un comité
de 55 miembros para que redacten una nueva Constitución
para mediados de Agosto, un trabajo de gran complejidad en vista
de todas las diferencias sin resolver que quedan entre los distintos
grupos étnicos y religiosos. Se celebrarán nuevas
elecciones antes del final del año. ¿Se mantendrá
este calendario, o la situación de la seguridad será
tal que los ministros y diputados estarán más preocupados
por su propia seguridad que por el futuro del país?
Lo que está claro es
que la intervención armada de EEUU ha atizado antagonismos
grupales en Iraq, preparando el camino para la guerra civil
que algunos afirman ya ha comenzado- o para el desmembramiento
de facto del país. Un Iraq democrático, fuerte
y unido, capaz de jugar un papel pleno en la familia árabe
y servir como modelo para otros, sigue siendo un sueño.
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