Index | Dossier 'Iraq 2005'
Actualidad
IRAQ



La crisis kurda

Kirkuk como símbolo de la ambición política

Abbas Kadhim

Al-Ahram Weekly / CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 22 de marzo de 2005
Traducción para CSCAweb de Natalia Nitvina

"La reciente reconciliación ­meramente cosmética- entre los dos partidos kurdos no debe ser considerada el nacimiento de una nueva era. Es simplemente lo momentáneo de una causa común lo que les une, y esta alianza prontó desaparecerá, habida cuenta de que tanto Jalal Talabani como Masud Barzani creen que Kurdistán es demasiado pequeño para los dos. El premio por el que ambos se enfrentan al resto de Iraq ­Kirkuk- se convertirá en breve en su propio casus belli. La facción que controle Kirkuk tendrá muchos aliados, mientras que la otra tendrá a Turquía a las puertas"

Los políticos iraquíes que se encuentran en proceso de estructurar el futuro de su país parecen encontrar muy conveniente esconder la cabeza bajo tierra cuandollegue el momento en que la crisis kurda se desate. Ya va siendo hora de decirlo bien claro: los kurdos no tienen intención alguna de seguir siendo parte de Iraq. Cada movimiento que han realizado hasta la fecha es un paso hacia la independencia. Lo que hay entre este momento y la declaración completa de un estado en Kurdistán es un tiempo precioso para determinar los hechos consumados que maximicen la viabilidad de un Estado. La joya de la corona de esta apuesta será la anexión de Kirkuk. Cualquier fallo que condicione este planteamiento ­que ha permanecido en la incertidumbre desde el principio- irá en detrimento de un Iraq unificado.

El planteamiento kurdo sobre el problema de la rica ciudad petrolera iraquí de Kirkuk ha sido cuidadosamente estudiado. Los kurdos no escatiman esfuerzos para cambiar la demografía de la ciudad. Este proceso incluye el reasentamiento decenas de miles de kurdos, y al mismo tiempo, la expulsión de la población árabe a punta de pistola. Los funcionarios kurdos declaran abiertamente que no quieren ningún árabe en si territorio. Este plan garantizará la anexión de Kirkuk bajo un acuerdo federal que ofrecerá a la ciudad, por votación, la posibilidad de integrarse en la región que prefiera. Las elecciones del 30 de enero ofrecieron un claro ejemplo de este tipo de fraude, cometido en total impunidad.

El liderazgo kurdo está utilizando sus logros electorales para intimidar o comprar a sus rivales árabes, quienes necesitan su apoyo para formar el nuevo gobierno. Harán lo mismo cuando la nueva Constitución deba ser escrita, explotando su querida "cláusula de las tres provincias" para ejercer el veto, figura que aparece en la ley provisional administrativa. Vetarán cualquier constitución que reduzca sus posibilidades de independencia. Conscientes de la hostil atmósfera geopolítica, advierten que el petróleo de Kirkuk es la única garantía de sus sueños separatistas.

'Nuevo federalismo'

Por eso, el nuevo federalismo que tienen en mente no permitirá a ningún árabe iraquí instalarse en una ciudad kurda. Es una fórmuila de acuerdo federal único, que retira al gobierno nacional toda soberanía sobre territorio kurdo. En este momento, el gobierno nacional no tiene capacidad de ejecutar sus leyes, toques de queda o desplazar tropas en Kurdistán. Si este tipo de relación se enquista en la Constitución definitiva, la única función del gobierno nacional será transferir al gobierno kurdo paquetes de garantías, sin recibir responsabilidades a cambio. No existe en el mundo semejante forma de federalismo.

Cuando se materialicen las condiciones para una secesión kurda, Iraq pasará en breve a convertirse en tres Estados, pero no los que muchos analistas predicen (un estado kurdo al norte, un árabe sunní en el centro y uno shíi al sur). Las posibilidades de fragmentación del propio territorio kurdo son sin duda mucho mayores que otras en el resto de Iraq.

El solapamiento demográfico de la población shií y sunní hará que los territorios árabes permanezcan unidos, pero a ello también contribuirá la dinámica política. Los árabe sunníes tienen mucho que perder en caso de que establezcan su propio estado. Gobernar sobre los shíies es imposible ahora, así que deberán dejarles todo el petróleo y limitarse a reclamar el silicio del desierto occidental. Por otra parte, los shíies de Iraq poseen una fuerte identidad nacional en tanto iraquíes. No existe una identidad separatista en el sur de Iraq. La discusiones teológicas entre ambos sectores no son suficientemente fuertes para abocar a una costosa separación.

La situación es diferente en el norte. Los kurdos de Iraq están divididos en dos grupos distintos, que hablan lenguas diferentes y están divididos bajo la autoridad de dos grandes partidos rivales, que ya se han atacado entre sí de manera inimaginablemente brutal. A consecuencia del levantamiento kurdo del 91, el gobierno central les concedió autonomía sobre sus territorios. Y la primera tarea que cada bando acometió fue declarar la guerra al otro; una facción se alió con el régimen de Saddam Hussein para aplastar a su propia sangre, olvidando convenientemente todas las atrocidades del dictador.

La reciente reconciliación ­meramente cosmética- entre los dos partidos kurdos no debe ser considerada el nacimiento de una nueva era. Es simplemente lo momentáneo de una causa común lo que les une, y esta alianza prontó desaparecerá, habida cuenta de que tanto Jalal Talabani como Masud Barzani creen que Kurdistán es demasiado pequeño para los dos. El premio por el que ambos se enfrenta al resto de Iraq ­Kirkuk- se convertirá en breve en su propio casus belli. La facción que controle Kirkuk tendrá muchos aliados, mientras que la otra tendrá a Turquía a las puertas.