Informar desde Iraq:
Otro punto de vista del que se ve normalmente
Dahr Jamail*
TomDispatch.com
Tomado
de Rebelión.org del 11 de enero de 2005
Traducido para Rebelión por Germán Leyens
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 12 de enero de 2005
"He
estado repetidamente en Bagdad liberada y en sus alrededores
durante 12 meses, incluso dentro de Faluya durante el sitio de
abril y los soldados me dispararon varias veces en señal
de advertencia. He viajado por el sur, el norte, y extensivamente
por el centro de Iraq. Lo que vi en los primeros meses de 2004,
sin embargo, cuando el viaje por el país era más
fácil para un reportero extranjero, daba una poderosa
idea anticipada incluso predictiva de los horrores
futuros en el resto del año (e indudablemente también
en 2005). Vale la pena volver a la primera mitad del año,
ya olvidada, y recordar cuán terribles fueron los acontecimientos
para los iraquíes incluso en los primeros meses de nuestra
ocupación de su país. Entonces, como ahora, para
los iraquíes, nuestra invasión y ocupación
fueron un caso de liberación de los derechos humanos
(piensen en: las atrocidades cometidas en Abu Ghraib que siguen
ocurriendo allí y en otros sitios a diario); de liberación
de una infraestructura que funcionaba (piensen en: el mal funcionamiento
actual del sistema eléctrico, de las colas para comprar
gasolina de muchos kilómetros de longitud, de las aguas
servidas en las calles); de la liberación de la existencia
de una ciudad entera en la que vivían (piensen en: Faluya,
que ahora ha sido arrasada por bombardeos aéreos y otros
medios)".
Introducción de Tom
Engelhardt (TomDispatch.com)
Mídase Iraq como
se quiera, la suma es desastre. Se suministra menos electricidad
que en los años de Sadam Husein; la desnutrición
infantil, según un estudio noruego, se ha duplicado en
el mismo período ("Se encuentra al nivel de algunos
países africanos", dice el director adjunto del instituto
que realizó el estudio), los ataques contra la infraestructura
petrolera del país son ahora tan severos que ningún
petróleo abandona el país hacia el norte; hay más
insurgentes y simpatizantes de la resistencia (más de
200.000, y su número va creciendo), que tropas estadounidenses
en el país, según un cálculo reciente del
jefe nacional de inteligencia de Iraq; nuevos planes que suenan
más y más a Vietnam son elaborados para colocar
cantidades considerables de "consejeros" estadounidenses
con unidades militares iraquíes recién entrenadas
que se encuentran cercadas y se derrumban (para "estimular
la voluntad de combate iraquí") y eso, por
el momento, sólo toca la superficie.
Tal vez nada capta el instante
de modo más inquietante que lo siguiente mención
que encontré en el blog Undernews del periodista
Sam Smith. La "capital iraquí Bagdad ha degenerado
de ser una de las ciudades más atractivas y prósperas
de Medio Oriente en 1990 a ser 'la ciudad menos atractiva' del
mundo para vivir en ella" para los expatriados, según
Mercer Human Resource Consulting. El estudio de "calidad
de vida" de Mercer acaba de catalogar a la capital iraquí
en el último lugar, justo por sobre Bangui de la República
Centroafricana y Brazzaville de Congo, desgarrada por la guerra
civil. Y no es más que una instantánea ínfima
del devastador presente de Iraq. Pero nuestra memoria es corta.
Si no fuera así, los estadounidenses se mostrarían
menos sorprendidos todo el tiempo por nuestra aventura iraquí
cada vez más desastrosa. A continuación, el reportero
libre Dahr Jamail vuelve a los primeros meses de 2004 para recordarnos
de sus viajes por Iraq en qué medida las semillas
del presente se encuentran en lo que, para nosotros, ya es un
pasado medio borrado. Jamail es un extraordinario periodista
joven, en cierto modo, probablemente el único periodista
estadounidense no-empotrado que vive en el peligroso Iraq. Los
demás periodistas estadounidenses, incluso cuando no están
empotrados con los militares, están esencialmente empotrados
en sus propias grandes instituciones mediáticas con guardias,
amañadores, técnicos de apoyo y vehículos
protectores especiales, y están por lo tanto casi tan
limitados como cualquier funcionario estadounidense en la Zona
Verde de la capital. En Iraq, los propios medios tienen, por
lo menos en los informes que me han llegado, un aspecto casi
militar (y eso ha ocurrido desde el momento mismo en que nuestros
principales periódicos y canales de televisión
comenzaron a "movilizarse" hacia la guerra junto al
Pentágono).
Jamail, por otra parte,
actúa solo (con la excepción de un traductor),
y bastante indefenso, lo mejor que puede. Me escribe:
"Porque no creo en
un periodismo empotrado por la censura inherente al proceso,
viajo entre la gente de Iraq para obtener la historia desde la
calle. Me invitan regularmente a hogares y negocios y trato de
informar directamente sobre la experiencia de los iraquíes
y lo que sienten sobre la ocupación y los eventos que
ocurren en su país. Por mi estilo independiente, puedo
ir a sitios a los que la mayoría de los reporteros no
tiene acceso, e informo sobre historias que son generalmente
desdeñadas por la mayoría de los medios noticiosos
dominantes."
Como antiguo periodista
independiente de Alaska, está demostrando en persona que
es posible informar desde Iraq de otro modo que el que vemos
normalmente.

Iraq: La devastación
¿La devastación
de Iraq? ¿Por dónde comienzo? Después de
trabajar siete de los últimos 12 meses en Iraq, me sigo
sintiendo abrumado por la idea misma de tratar de describirla.
La guerra y la ocupación
ilegales de Iraq fueron realizadas por tres motivos, según
la administración Bush. Primero por las armas de destrucción,
masiva, que no encontraron. Segundo, porque el régimen
de Sadam Husein tenía vínculos con al-Qaeda, que
Mr. Bush en persona tuvo que admitir que nunca fueron demostrados.
El tercer motivo empotrado en el propio nombre de la invasión:
"Operación Libertad Iraquí" fue liberar
al pueblo iraquí. Por lo tanto, Iraq es ahora un país
liberado.
He estado repetidamente en
Bagdad liberada y en sus alrededores durante 12 meses, incluso
dentro de Faluya durante el sitio de abril y los soldados me
dispararon varias veces en señal de advertencia. He viajado
por el sur, el norte, y extensivamente por el centro de Iraq.
Lo que vi en los primeros meses de 2004, sin embargo, cuando
el viaje por el país era más fácil para
un reportero extranjero, daba una poderosa idea anticipada incluso
predictiva de los horrores futuros en el resto del año
(e indudablemente también en 2005). Vale la pena volver
a la primera mitad del año, ya olvidada, y recordar cuán
terribles fueron los acontecimientos para los iraquíes
incluso en los primeros meses de nuestra ocupación de
su país. Entonces, como ahora, para los iraquíes,
nuestra invasión y ocupación fueron un caso de
liberación de los derechos humanos (piensen en:
las atrocidades cometidas en Abu Ghraib que siguen ocurriendo
allí y en otros sitios a diario); de liberación
de una infraestructura que funcionaba (piensen en: el mal funcionamiento
actual del sistema eléctrico, de las colas para comprar
gasolina de muchos kilómetros de longitud, de las aguas
servidas en las calles); de la liberación de la existencia
de una ciudad entera en la que vivían (piensen en: Faluya,
que ahora ha sido arrasada por bombardeos aéreos y otros
medios).
En aquel entonces, los iraquíes
estaban amargados, confundidos, y existían en medio de
una desolación causada por la miríada de promesas
rotas de la administración Bush. Literalmente, cada iraquí
liberado que llegué a conocer desde mis primeros días
en el país tenía un miembro de su familia o a un
amigo que había sido muerto por soldados de EE.UU. o por
los efectos de la guerra y la ocupación. Estos últimos
incluyen hechos de la vida diaria como no tener suficiente dinero
para alimentos o combustibles debido al masivo desempleo y el
disparo de los precios de la energía, o cualquiera
de los innumerables horrores restantes causados por los factores
mencionados. Las promesas rotas, la infraestructura rota y las
ciudades rotas de Iraq eran algo claramente visible en esos primeros
meses de 2004 y lo triste es que la devastación
ha empeorado desde entonces. La vida de los iraquíes hace
un año, por horrenda que fuera, no fue más que
un preludio de lo que ocurriría bajo la ocupación
de EE.UU. Los signos premonitores eran obvios: desde la infraestructura
destruida, hasta todas las torturas, hasta una creciente y violenta
resistencia violenta.
Promesas
rotas
Quedó rápidamente
en evidencia, incluso para un periodista recién llegado,
incluso en esos primeros meses del año pasado, que la
verdadera naturaleza de la liberación que llevamos a Iraq
no era nada nuevo para los iraquíes. Mucho antes de que
los medios estadounidenses decidieran que ya era hora de informar
sobre las horrendas acciones que ocurrían dentro de la
prisión de Abu Ghraib, la mayoría de los iraquíes
ya sabía que los "liberadores" de su país
estaban torturando y humillando a sus conciudadanos. En diciembre
de 2003, por ejemplo, un hombre en Bagdad, hablando de las atrocidades
de Abu Ghraib, me dijo: "¿Por qué utilizan
acciones semejantes? ¡Ni Sadam Husein lo hizo! No es una
conducta correcta. ¡No vienen a liberar Iraq!" Con
el humor negro que estos días es tan popular en Bagdad,
un detenido recientemente liberado de Abu Ghraib que entrevisté
dijo: "¡Los estadounidenses me pusieron electricidad
en el trasero antes ponerla en mi casa!"
Sadiq Zoman es bastante típico
de lo que he visto. Lo sacaron de su hogar en Kirkuk en julio
de 2003. Lo mantuvieron en una instalación de detención
militar cerca de Tikrit antes de que las fuerzas de EE.UU. lo
entregaran en estado comatoso al Hospital General Salahadin un
mes más tarde. Aunque el informe médico que lo
acompañaba, firmado por el teniente coronel Michael Hodges,
señalaba que el Sr. Zoman se encontraba en ese estado
por un infarto causado por un ataque cardíaco, no mencionaba
que su cabeza había sido aporreada, ni señalaba
que había marcas de quemaduras eléctricas en su
pene y en las plantas de sus pies, o que había magulladuras
y marcas provenientes de latigazos sobre todo su cuerpo.
Visité a su mujer, Hashmiya,
y a sus ocho hijas en una casa casi vacía en Bagdad. Sus
pertenencias habían sido casi todas vendidas en el mercado
negro para mantenerse a flote. Un ventilador giraba lentamente
sobe la cama y Zoman tenía la mirada vacía fija
en el techo.. Un pequeño generador de emergencia zumbaba
afuera, ya que el vecindario, como casi toda Bagdad, recibía
sólo seis horas de electricidad por día. Su hija
Rheem, que va a la universidad, expresó los sentimientos
de toda la familia al decir: "¡Odio a los estadounidenses
por haber hecho esto! Cuando se llevaron a mi padre, se llevaron
mi vida. Rezo pidiendo venganza contra los estadounidenses por
destruir a mi padre, a mi país, y mi vida". En mayo
de 2004, cuando fui a su casa, ya había tenido lugar una
reciente corte marcial de uno de los soldados cómplices
en la tortura generalizada de iraquíes en Abu Ghraib.
Había sido sentenciado a una modesta pena de prisión,
pero a los iraquíes no los impresionó. Los habían
convencido una vez más no es que fuera necesario
de que las promesas de la administración Bush de
corregir las cosas en el tratamiento de los detenidos iraquíes
eran tan vacías como las que hicieron respecto a la ayuda
en la construcción de un Iraq seguro y próspero.
El año pasado, las promesas vacías de hacer pagar
sus culpas a los implicados en hechos tan atroces, junto con
las promesas de hacer que la prisión en Abu Ghraib fuera
más transparente y accesible, fueron recibidas con desconfianza
por miembros de las familias que esperaban cerca de las puertas
de la prisión para ver a sus seres queridos que estaban
en su interior. Bajo un sol de mayo abrasador fui a la polvorienta,
deprimente, fuertemente-vigilada 'área de espera' rodeada
de alambrada de púas, en las afueras de Abu Ghraib. Allí
escuché una historia de terror tras la otra relatadas
por melancólicos miembros de las familias que estaban
obstinadamente reunidos en ese trozo de tierra árida,
esperando, sin grandes esperanzas, que les concedieran una visita
a alguien que se encontraba dentro de ese terrible establecimiento.
Sentado solo, sobre la tierra
endurecida en su dishdasha blanco, con su pañuelo de cabeza
ondeando lánguidamente en el viento seco, cálido,
Lilu Hammed miraba impasible hacia los elevados muros de la cercana
prisión como si estuviera tratando de ver a su hijo Abbas,
de 32 años, a través de los muros de hormigón.
Cuando mi intérprete, Abu Talat, le preguntó si
estaba dispuesto a hablar con nosotros, pasaron varios segundos
antes de que Lilu volviera lentamente su cabeza y dijera simplemente:
"Estoy sentado aquí, en el suelo, esperando la ayuda
de Dios". Su hijo, que nunca fue acusado de alguna ofensa,
ya estaba en Abu Ghraib desde hace 6 meses después de
un allanamiento de su hogar en el que no se encontró ningún
arma. Lilu sujetaba una arrugada boleta de permiso de visita
que acababa de obtener, prometiendo una reunión con su
hijo para tres meses más tarde, el 18 de agosto.
Igual que todos los demás
que entrevisté en el lugar, el reciente consejo de guerra
no había llevado a Lila a sentirse reconfortado. Tampoco,
la liberación de algunos cientos de prisioneros. "Ese
consejo de guerra es ridículo. Dijeron que iraquíes
podrían asistir al juicio, pero no pudieron. Fue un falso
juicio".
En ese momento, un convoy de Humvees, repleto de soldados, con
fusiles apuntando por las pequeñas ventanas, pasó
estruendosamente por la puerta principal del complejo carcelario,
levantando una inmensa polvareda que rápidamente cubrió
a todos. La madre de otro prisionero, la Sra. Samir, apartando
de sí la polvareda dijo: "¡Esperamos que todo
el mundo pueda ver la situación en la que nos encontramos!"
y luego agregó lastimeramente: "¿Por qué
nos hacen esto?"
El verano pasado entrevisté
a una amable mujer de 55 años, que solía trabajar
como profesora de inglés. Había estado detenida
durante cuatro meses en el mismo número de prisiones en
Samarra, Tikrit, Bagdad y, por supuesto, en Abu Ghraib. Nunca,
me dijo, le permitieron que durmiera una noche entera. La interrogaron
muchas veces por día, no le dieron suficiente comida o
agua, o acceso a un abogado o a su familia. La maltrataron verbal
y psicológicamente.
Pero eso, afirmó, no fue lo peor. Para nada. Su esposo,
de 70 años de edad, también fue detenido y golpeado.
Después de siete meses de palizas e interrogatorios, murió
en la prisión militar de EE.UU.
Lloraba al hablarme. "Echo de menos a mi marido", sollozaba
y se alzó, hablando a toda la habitación, no a
nosotros: "Lo echo tanto de menos". Agitaba sus manos
como si quisiera arrojar agua luego las colocó sobre su
pecho y siguió llorando.
"¿Por qué
nos hacen esto?", preguntó. Simplemente no podía
comprender, dijo, lo que ocurría, porque dos de sus hijos
también fueron detenidos, y su familia había sido
totalmente destrozada. "No hicimos nada malo", sollozó.
Al terminar la entrevista,
íbamos caminando hacia nuestro coche cuando todos nos
dimos cuenta de que ya eran las 10 de la noche, demasiado tarde
para andar por la calle en la peligrosa Bagdad. Así que
la señora nos dijo que en vez de hacerlo nos quedáramos
a cenar, agradeciéndome todo el tiempo por haber escuchado
su horrenda historia, por mi tiempo, por escribir al respecto.
Me quedé sin palabras.
"No, muchas gracias, ahora tenemos que volver a casa",
dijo Abu Talat. En ese momento, ninguno de nosotros pudo retener
las lágrimas.
En el coche, mientras conducíamos
rápidamente por una carretera de Bagdad hacia una luna
llena, Abu Talat y yo mantuvimos silencio. Finalmente, preguntó:
"¿Puedes articular alguna palabra? ¿Te queda
alguna palabra?" No encontré ninguna. Ninguna.
Infraestructura
rota
Todo en Iraq vive ante un paisaje
de infraestructura hecha añicos y de una falta casi total
de reconstrucción. Resultó que lo que hacen mejor
los estadounidenses una vez más son promesas
y propaganda. Durante el período en el que la Autoridad
Provisional de la Coalición gobernó Iraq desde
la Zona Verde de Bagdad, sus panfletos tenían a menudo
un contenido como éste, publicado el 21 de mayo de 2004:
"La Autoridad Provisional de la Coalición ha entregado
recientemente cientos de pelotas de fútbol a niños
iraquíes en Ramadi, Kerbala, e Hilla. Mujeres iraquíes
de Hilla cosieron las pelotas de fútbol, que fueron estampadas
con la frase 'Participemos todos en un Nuevo Iraq'".
Y, no obstante, al buscar dónde
está la esencia de ese Nuevo Iraq, el desempleo era de
un 50% y aumentaba, las mejores áreas de Bagdad promediaban
6 horas de electricidad por día, y no había seguridad
en ninguna parte. Incluso antes, en enero de 2004, antes de que
la situación de la seguridad paralizara casi por completo
la mayor parte de los proyectos de reconstrucción, y 9
meses después de que declararan oficialmente el fin de
la guerra en Iraq, la situación ya llegaba a la catástrofe.
Por ejemplo, la falta de agua potable era la norma en casi todo
Iraq del centro y del sur.
En aquel entonces yo preparaba
un informe que trataba de documentar exactamente la reconstrucción
en el sector del agua un sector del que Bechtel era una
de las principales responsables. El 17 de abril de 2003, la gigantesca
corporación había recibido, tras puertas cerradas,
un contrato sin licitación de 680 millones de dólares,
que fue aumentado en septiembre a 1.030 millones de dólares;
luego Bechtel obtuvo un contrato adicional por 1.800 millones
de dólares para ampliar su programa hasta diciembre de
2005.
Entonces, cuando el viaje de
reporteros occidentales era mucho más fácil, me
detuve en varias aldeas, en viaje hacia el sur desde Bagdad,
pasando por lo que los estadounidenses ahora llaman "el
triángulo de la muerte", hacia Hilla, Nayaf, y Diwaniyah
para comprobar la situación del agua potable. Cerca de
Hilla, un anciano de cara ajada, me mostró su bomba de
agua, colocada inánime sobre un contenedor vacío
ya que no había electricidad. El agua disponible
en la aldea estaba cargada de sal filtraba al suministro de agua
porque Bechtel no había cumplido sus obligaciones contractuales
de rehabilitar un centro de tratamiento de aguas cercano. Otra
aldea cercana no tenía el problema de la sal, pero aumentaban
los casos de náuseas, diarrea, cálculos renales,
calambres, e incluso los casos de cólera. Resultó
ser una tendencia general en las aldeas que visité. El
resto del viaje incluyó un frenético trayecto por
aldeas, todas sin agua potable, cerca o dentro de los límites
urbanos de Hilla, Nayaf y Diwaniyah. Hilla, cercana a la antigua
Babilonia, tiene una planta de tratamiento y centro de distribución
de agua dirigido por el Ingeniero Jefe Salmam Hassan Kadel. El
Sr.. Kadel me informó que la mayoría de las aldeas
en su jurisdicción no tenían agua potable, ni las
tuberías necesarias para reparar sus sistemas de agua
rotos, ni tenía contacto alguno con Bechtel o algo de
sus subcontratistas.
Habló de mucha gente
que sufría la lista acostumbrada de enfermedades. "Bechtel",
me dijo, "gasta todo su dinero sin ningún estudio.
Bechtel pinta edificios, pero eso no provee agua pura para gente
que muere por beber agua contaminada. Les pedimos que en lugar
de pintar edificios, nos den una bomba de agua y la usaremos
para ofrecer servicio de agua a más gente. No ha habido
cambio alguno desde que los estadounidenses llegaron aquí.
Sabemos que Bechtel está derrochando dinero, pero no podemos
probarlo".
En otra pequeña aldea
entre Hilla y Nayaf, 1.500 personas bebían agua de un
arroyo sucio que se escurría lentamente por delante de
sus casas. Todos tenían disentería; muchos, cálculos
renales; un número sorprendente, cólera. Un aldeano,
que sujetaba a un niño enfermo, me dijo: "Era mucho
mejor antes de la invasión. Teníamos agua potable
corriente las veinticuatro horas del día. Ahora bebemos
esta porquería porque es todo lo que tenemos".
A la mañana siguiente
llegué a una aldea en los alrededores de Nayaf, que correspondía
a la responsabilidad del centro de agua de Nayaf. Habían
cavado un agujero inmenso en la tierra en el que los aldeanos
empalmaban las tuberías existentes para trasvasar agua.
El agujero de tierra se llenaba por la noche, cuando sacaban
agua. Esa mañana, había niños parados tranquilamente
alrededor del agujero mientras las mujeres sacaban los residuos
de agua sucia que estaban en el fondo. Todos, parecía,
sufrían de alguna enfermedad portada por el agua y varios
niños, me dijeron los aldeanos, habían muerto al
tratar de cruzar una carretera muy transitada hacia una fábrica
cercana en la que había agua pura.
En junio, seis meses después,
visité el Hospital Chuwader, que entonces atendía
un promedio de 3.000 pacientes al día en Sáder
City, el inmenso barrio pobre de Bagdad. El Dr. Qasim al-Nuwesri,
administrador jefe, comenzó pronto a describir las luchas
que su hospital enfrentó después de la ocupación.
"Nos faltaban todas las medicinas", dijo, y subrayó
que algo semejante ocurría raramente antes de la invasión.
"Está prohibido, pero algunas veces tenemos que volver
a utilizar las intravenosas, incluso las agujas. No nos queda
otra".
Y entonces, por supuesto, mencionó
como todos los demás doctores con los que hablé
el horrendo problema del agua, la ausencia de agua impoluta
en toda el área. "Desde luego, tenemos tifus, cólera,
cálculos renales", dijo con total naturalidad, "pero
ahora incluso tenemos la extremadamente rara Hepatitis Tipo-E
y se ha hecho común en nuestra área".
Saliendo por las calles repletas
de aguas servidas, de basura, de Sáder City pasamos un
muro con un graffiti "Calle Vietnam". Justo debajo
estaba la frase obviamente dirigida a los liberadores estadounidenses:
"Aquí cavaremos vuestras tumbas".
Actualmente, en cuanto a la
infraestructura que colapsa, otras áreas de Bagdad están
comenzando a sufrir como Sáder City lo hizo en aquel entonces,
y sigue sufriendo. Aunque los proyectos de reconstrucción
programados para Sáder City han percibido aumentos de
fondos, casi nunca hay alguna señal de que se realice
algún trabajo, como es el caso en la mayor parte de Bagdad.
Mientras la continua crisis
del combustible obliga a la gente a esperar hasta dos días
para llenar sus depósitos de carburante en las gasolineras,
toda la ciudad funciona con generadores la mayor parte del tiempo,
y áreas mucho menos favorecidas como Sáder City
tienen sólo cuatro horas de electricidad por día.
Ciudades
rotas
Las tácticas brutales
de las fuerzas de ocupación se han convertido en un lugar
común en la vida iraquí. He entrevistado a personas
que duermen regularmente con sus ropas puestas porque los allanamientos
de casas constituyen la norma. Muchas veces, cuando las patrullas
militares son atacadas por combatientes de la resistencia en
las ciudades de Iraq, los soldados simplemente abren fuego al
azar contra todo lo que se mueve. Más común aún
es que fuertes pérdidas civiles sean causadas por ataques
aéreos de las fuerzas de ocupación. Estas horribles
circunstancias han provocado más de 100.000 víctimas
civiles en menos de dos años de ocupación.
Y luego está Faluya,
una ciudad que ha sido bombardeada o cañoneada hasta quedar
en ruinas en un 75%, una ciudad en cuyos escombros los combates
continúan aunque todavía no se ha permitido que
la mayoría de sus residentes vuelvan a sus hogares (muchos
de los cuales ya no existen). Las atrocidades cometidas allí
en el último mes, son, en muchos sentidos, similares aproximadamente
a las observadas durante el fracasado sitio de la ciudad por
los Marines de EE.UU. en abril pasado, aunque en una escala mucho
mayor. Esta vez, además, informes de familias del interior
de la ciudad, junto con evidencia fotográfica, indican
que los militares de EE.UU. han utilizado armas químicas
y fósforo así como bombas de racimo. Los pocos
residentes a los que se ha permitido que vuelvan en la última
semana de 2004 recibieron panfletos producidos por los militares
instruyéndolos a que no coman ningún alimento del
interior de la ciudad, y que no beban el agua.
En mayo pasado, en el Hospital
General de Faluya, los doctores me hablaron del tipo de atrocidades
que ocurrieron durante el primer sitio de la ciudad de un mes
de duración. El Dr. Abdul Jabbar, un cirujano ortopeda,
dijo que era difícil mantener un control de la cantidad
de personas que atendían, así como de la cantidad
de muertos, por la falta de documentación. Fue causada
por el hecho de que el hospital principal, ubicado al lado opuesto
a la ciudad del río Éufrates, fue acordonado por
los Marines durante la mayor parte de abril, como volvió
a suceder en noviembre de 2004.
Calculó que por lo menos
700 personas fueron muertas en Faluya durante ese mes de abril.
"Trabajé en cinco de los centros [clínicas
de salud comunitarias], y si sumamos las cifras de esos sitios,
llegamos a esa cifra", dijo. "Y hay que considerar
que mucha gente fue enterrada antes de llegar a nuestros centros".
Cuando el viento sopló viniendo del cercano barrio Julan
de la ciudad, el hedor pútrido de cuerpos en descomposición
(un olor que evidentemente fue de nuevo típico de la ciudad)
sólo confirmó su declaración. El Dr. Jabbar
insistió en que aviones estadounidenses también
lanzaron bombas de racimo sobre la ciudad. "Mucha gente
fue herida y muerta por bombas de racimo. Por supuesto que utilizaron
bombas de racimo. ¡Las oímos y también tratamos
a personas que habían sido heridas por ellas!"
El Dr. Rashid, otro cirujano
ortopeda, dijo: "No menos de un sesenta por ciento de los
muertos eran mujeres y niños. Pueden ir a ver las tumbas
ustedes mismos". Ya había visitado el Cementerio
Martyr y por cierto había observado las numerosas tumbas
pequeñas que habían sido evidentemente cavadas
para niños. Estuvo de acuerdo con el Dr. Jabbar sobre
el uso de bombas de racimo, y agregó: "Vi las bombas
de racimo con mis propios ojos. No necesitamos ninguna evidencia.
La mayoría de esas bombas cayeron sobre las personas que
atendimos más adelante".
Hablando de la crisis médica
que su hospital había tenido que enfrentar, señaló
que durante los primeros 10 días de combate los militares
de EE.UU. no permitieron absolutamente ninguna evacuación
de Faluya a Bagdad. Dijo: "Incluso la transferencia de pacientes
dentro de la ciudad era imposible. Puede ver nuestras ambulancias
afuera. Sus francotiradores también dispararon a las puertas
principales de uno de nuestros centros". Por cierto, dos
de las ambulancias en el aparcamiento del hospital tenían
agujeros de balas en sus parabrisas.
Ambos doctores dijeron que
los militares de EE.UU. no habían establecido contacto
con ellos, y que no les habían dado ninguna ayuda. El
Dr. Rashid resumió la situación como sigue: "Sólo
nos mandan bombas, no medicinas."
Mientras salía hacia nuestro coche entre lo que ya era
la desolación de Faluya, un hombre me tiró del
brazo y gritó: "¡Los estadounidenses son cowboys!
¡Ésta es su historia! ¡Mire lo que hicieron
a los indios! ¡Vietnam! ¡Afganistán ! ¡Y
ahora Iraq! Esto no nos sorprende".
Y eso fue, por supuesto, antes
de que comenzara el sitio total de la ciudad en noviembre de
2004. La campaña de abril en Faluya, que resultó
en un incremento de la resistencia, demostró como
tantas otras cosas en esos primeros meses de 2004 que no
era sino un presagio de las cosas que ocurrirían en una
escala mucho mayor. Mientras el objetivo del sitio más
reciente fue asfixiar la resistencia y lograr mayor seguridad
para las elecciones programadas para el 30 de enero, el resultado,
como en abril, ha sido cualquier cosa menos seguridad.
Después de la destrucción
de Faluya los combates simplemente se extendieron a otros sitios
y se intensificaron. Las familias huyen ahora de Mosul, la tercera
ciudad de Iraq por su tamaño, porque se advierte contra
otra próxima campaña aérea contra los combatientes
de la resistencia. Por lo menos un coche bomba por día
es ahora la norma en la capital. Enfrentamientos estallan con
mortífera regularidad en toda Bagdad así como en
ciudades como Ramadi, Samarra, Baquba y Balad.
La intensificación tiene
dos aspectos. Con cada vuelta ascendiente en la violencia, las
tácticas de los militares estadounidenses sólo
se hacen más brutales y, al hacerlo, la resistencia sólo
sigue creciendo en tamaño y efectividad. Cualquier tipo
de "sitio" de Mosul sólo puede acelerar esta
dinámica.
A pesar del bloqueo informativo
después del reciente ataque contra Faluya, las informaciones
sobre perros devorando cadáveres en las calles de la ciudad
y de mezquitas destruidas se difundieron en todo Iraq como un
reguero de pólvora; e informes como estos sólo
subrayan lo que la mayoría de la gente en Iraq cree ahora
que los liberadores se han convertido en brutales ocupantes
imperialistas de su país. Y con ello la resistencia se
hace aún más fuerte.
Sin embargo, entre los iraquíes,
el crecimiento de la resistencia fue predicho hace tiempo. Viví
un momento significativo en junio pasado, entre ataques diarios
con coches bomba suicidas en Bagdad. Mientras las secuencias
de coches con cristales rotos y agujeros de balas en sus carrocerías
aparecían en las pantallas de televisión, mi traductor
Hamid, un hombre ya mayor, cansado de la violencia, dijo suavemente:
"Ya comenzó. Esto es sólo el comienzo, y ahora
no se detendrán. Tampoco después del 30 de junio".
Ésa, por supuesto, era la fecha de la transferencia de
la "soberanía" a un nuevo gobierno iraquí
prometida desde hace tanto tiempo, después de la cual
los funcionarios estadounidenses predijeron fervorosamente que
la violencia en el país comenzaría a disminuir.
El mismo conflicto entre la predicción y una realidad
contraria puede ser visto ahora en relación con las elecciones
venideras.
Hace tres semanas, un amigo
mío que es un jeque de Baquba, me visitó en Bagdad
y almorzamos con Abdulla, un profesor mayor que es amigo suyo.
Mientras comíamos, Abdulla expresó un sentimiento
que se escucha frecuentemente en la actualidad: "Los muyahidín",
dijo, "combaten por su país contra los estadounidenses.
Esta resistencia es aceptable para nosotros".
La administración Bush
ha aumentado recientemente sus tropas en Iraq de 138.000 a 150.000
para, dijeron los funcionarios, proveer más seguridad
para las próximas elecciones. Esos aumentos de tropas
también ocurrieron en Vietnam. Entonces, lo llamaron escalada.
Lo que me pregunto es: ¿Escribiré un artículo
en enero que siga siendo intitulado: "Iraq: La Devastación",
en el que estos terribles últimos meses de 2004 (de los
cuales la primera mitad del año sólo fue una premonición)
resultarán ser, por su parte, sólo un gusto anunciador
de horrores por venir? ¿Y qué sucederá luego
en 2006 y 2007?
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