Begoña Piñero Hevia. Tertulia Feminista Les Comadres

Me nacieron en un poblado minero (La Camocha) que era la profesión de mi padre y de todos los padres con quienes jugaban, las madres se dedicaban a las labores del hogar y ese era el destino destinado para todas: ser las reinas de la casa, marido (ojalá tengas suerte y sea tan bueno cómo tu padre) y ¡claro está! tengas hijos. Eso escuchaba que le decían a todas las jóvenes, incluida mi hermana, una y otra vez.

A pesar de ser pequeña el mundo de las huelgas, el miedo, la solidaridad y la lucha por los derechos laborales era el pan de cada día y, de verdad que aunque se sea pequeña, eso marca ¡vaya si marca!

Así que no podía ser de otra manera, primero tuve conciencia de clase, con la edad y saber ver, leer la vida y con sentido común me convertí en feminista de lo que me considero autodidacta.

En el Instituto y a pesar de no militar en ninguna organización (todavía clandestinas) la mayoría de mis amigas y amigos si militaban, así que era lógico empecé a implicarme en la lucha socio política.

A los diez y seis años me apunté a hacer teatro, (en Gesto ensayábamos) en el grupo Populus y cómo lo había hecho mi padre pues no lo vieron mal en casa, lo que no sabían era que nos dedicábamos a llevar la poesía de Bertolt Brecht por todas las asociaciones culturales, de vecinos y demás. Teníamos la firme convicción de que a través de la cultura podríamos cambiar el mundo.

Teatro social y reivindicativo.

Mis días pasaban entre los estudios, el teatro, el cine de arte y ensayo, la lectura de libros y la escucha de la canción protesta. Gijón era y es una ciudad llena de actividades y mi “pandilla” no se perdía una, fuera o no clandestina.

Y llegó la muerte del General….y la democracia y con ella la presencia de la izquierda se hizo más fuerte y más activa. ¡No parábamos!

Uno años más tarde, me enrolé en otro proyecto, esta vez pasaría a ser parte activa de una comuna, guardería de invierno y granja escuela de verano en Cenero, Malaceja.

Y a pesar de que económicamente fue inviable y tuvimos que cerrar después de unos años, nuestra ideología nos hizo soñar con un proyecto dónde las niñas y los niños se educaran en el desarrollo personal de la independencia, la libertad con límites, el respeto a la naturaleza y el desarrollo físico y moral. La palabra coeducación no existía pero era lo que hacíamos, en las clases, la cocina, la huerta o con el cuidado de los anímales.

En 1986, abrí mi floristería junto con la pareja de mi hermano, Víctor, y, aunque yo iba a ser la relaciones publicas su prematura muerte me hizo aprender a lo que ya sería mi profesión hasta ahora que ya estoy jubilada, florista o floristera. Mi lugar de trabajo y centro social de la Tertulia durante los años que estuvo abierta.

Y a la par me enrollé en el proyecto que dio sentido a mi vida, La Tertulia Feminista Les Comadres, en ello sigo y por eso estoy hoy aquí invitada por vosotras para contar la experiencia de compartir el feminismo con las distintas asociaciones y un buen puñado de mujeres sabias, con las que aprendo y de las que aprendo, día a día.

Gijón, a 9 de noviembre de 2022