2.- Un poco de memoria histórica

La revolución mexicana estalló en 1910 bajo la proclama de “sufragio efectivo, no reelección [4] ”. Durante más de 30 años de dictadura porfirista, el proletariado mexicano crecía numéricamente en industrias tales como: la textil, minera (la más antigua, desde la colonia), petrolera y de los ferrocarriles, además se contaba con un numeroso proletariado rural en forma de peonaje acasillado [5] . La agricultura era, por aquellos años, al igual que en los países del mundo con un grado de desarrollo capitalista parecido al de México, el sector económico más importante. De ahí que no tenga nada de extraño que la base social de la que se nutriera los ejércitos revolucionarios proviniera en mayor medida del peonaje acasillado, incorporándose este a la revolución para demandar “Tierra y Libertad”. Por otro lado, el proletariado urbano, minero y textil se organizó en sindicatos y mutualidades (de ayuda mutua) gracias a la gran influencia de anarquistas llegados de España e Italia desde finales del siglo XIX. Teniendo lugar en 1906 en Cananea (Sonora) y en Río Blanco (Estado de Veracruz), sendas huelgas por mejores condiciones de trabajo y reducción de la jornada laboral. Saldándose estas luchas con varias decenas de muertos por parte del proletariado al ser violentamente reprimidas por las fuerzas del orden burgués. 

Es necesario fijar la atención en que la fracción burguesa antiporfirista, apoyada masivamente por el peonaje acasillado, al año de deshacerse de la dictadura porfirista, se escindió en varias fracciones en una encarnizada lucha por el poder. Tantas fueron las intrigas que a Francisco I Madero, elegido Presidente en noviembre de 1911 después de que Porfirio Díaz se exiliara en Francia en Mayo de ese mismo año, cayó asesinado en febrero de 1913 por una asonada militar planeada en la embajada norteamericana.

La revolución mexicana transcurrió por tres fases a lo largo de un mismo proceso:

1910-1911, unidad de la burguesía  con los campesinos sin tierra para derrocar a la dictadura porfirista.

1911-1913, periodo intermedio, correspondiente al gobierno de Francisco I Madero. Apoyado por una fracción burguesa y terrateniente que preconizaba un “porfirismo” sin don Porfirio Díaz.

1913-1917, reinicio de la lucha armada. Victoria política y militar de la fracción burguesa liberal, que impuso su proyecto de una república burguesa moderna, concretada política y jurídicamente en la constitución de 1917. Esta fracción burguesa consiguió atraerse a las organizaciones de la clase obrera, desarmando políticamente e ideológicamente a los anarquistas mediante promesas de reformas y de leyes que favorecerían a los obreros. Las organizaciones sindicales firmaron un pacto con Venustiano Carranza, líder de esta fracción burguesa en 1915 para formar “los batallones rojos” y sumarse al ejercito constitucionalista, con el fin de acabar con los ejércitos campesinos de Francisco Villa  y Emiliano Zapata. En ese mismo año, el gobierno de Estados Unidos otorgaba su reconocimiento y apoyo a Venustiano Carranza. Un año después, expide la ley agraria del 6 de Enero, con la cual se da inicio al reparto de tierras a grupos campesinos solicitantes en una medida más de carácter propagandista que efectivo, pero que impactó en la moral de los combatientes campesinos de los ejércitos de Villa y Zapata.

Aunado a esto, en el campo de batalla se dieron las victorias estratégicas del ejercito constitucionalista sobre las fuerzas villistas en Celaya (Guanajuato) en 1915 y poco tiempo después sobre las fuerzas zapatistas en Jojutla (Morelos).

Con la promulgación de la constitución burguesa de febrero de 1917 se pone fin a la revolución, formalizándose así el andamiaje político-jurídico que imponía el desarrollo del capitalismo en el país. Aunque, no fue hasta 1934, con el cardenismo en el poder, que cuajara plenamente el proyecto burgués antiporfirista iniciado en 1910.

Efectivamente, transcurrieron 17 años (1917-1934) para que la revolución democrática burguesa que estalló en 1910 en contra de la dictadura porfirista, encarnación de una forma de gobierno burgués autocrático y represivo, pudiera consolidarse política e ideológicamente a través de su institucionalización. Si la gran revolución francesa de 1789 devoró a sus más destacados dirigentes políticos y militares (Dantón, Robespierre, etc.) la mexicana hizo lo propio devorando a Zapata, Villa, Carranza y Obregón.

El mérito político del general de división Lázaro Cárdenas del Río, al igual que el teniente coronel del cuerpo de paracaidistas Hugo Chávez 70 años después, fue haber conformado solidamente un grupo de oficiales de alto rango de probada lealtad institucional. Recompensándoles, a unos con gubernaturas en los Estados, por ejemplo: al General Pedro Rodríguez Triana la de Coahuila, al General Manuel Ávila Camacho la subsecretaría de Guerra y Marina; y a otros, con altos puestos dentro del gobierno federal, como es el caso del General Francisco Mújica con el ministerio de Economía, o al General Gabino Vázquez en Reforma Agraria, Heriberto Jara como inspector general del ejercito etc. etc. al mismo tiempo cooptó a algunos de los elementos más destacados de la intelectualidad de izquierda de la época, Narciso Bassols y Vicente Lombardo Toledano con altos cargos en el Gobierno. Con ese “gabinetazo”, como diría Vicente Fox refiriéndose al suyo en el año 2000, el general Lázaro Cárdenas, en un contexto internacional de grave crisis económica (la de 1929), de ascenso del fascismo en Europa, pero sobre todo, del referente económico político y cultural que significaba el supuesto comunismo en la URSS, puso en marcha una serie de reformas con las cuales se ganó el apoyo político de campesinos, obreros, burócratas, pequeños y medianos comerciantes y empresarios. Según algunos, a falta de encuestas, en aquella época, hasta el 80% de los mexicanos apoyaban y se sentían identificados con el cardenismo.

Sin hacer un panegírico del cardenismo queremos fijar la atención en que el Partido Comunista Mexicano fundado en 1919, se vio desarmado teórica y políticamente de cara al reformismo cardenista, al igual que los anarquistas lo habían sido frente al constitucionalismo carrancista. Incapaces, los comunistas mexicanos, de reproducir la realidad objetiva en la conciencia, para concretarla en una práctica política efectivamente revolucionaria, procedieron como invariablemente actúa todo reformista de izquierda:

1.- Caracterización puntual del fenómeno cardenista (en este caso)

2.- Análisis de coyuntura o interpretación de la realidad

Resultado: Se colgaron al cabús de la locomotora cardenista. Algo parecido a como hoy, los comunistas venezolanos y el resto de la izquierda en ese país se cuelgan en el vagón trasero de la “maquina de vapor” Chavista.

Pero Cárdenas, a diferencia de Chávez, no engañaba a nadie, salvo a los que deseaban engañarse a sí mismos. En sus discursos era explícito y reiterativo cuando afirmaba, con dedicatoria para los empresarios burgueses intranquilos por las reformas que llevaba a cabo:

<<Haremos prevalecer por encima de cualquier cosa el respeto a la ley (burguesa) y al estado de derecho (burgués también) (...) Estoy cierto que los obreros y campesinos de la republica no se están entregando a una labor de agitación política. Sus movimientos son de carácter social (solicitar al gobierno la resolución de problemas secundarios e inmediatos) y se desarrollan dentro de la ley (burguesa)>> “la política de masas del cardenismo” Arnaldo Córdoba, Serie Popular Era, novena edición 1987. Lo entre paréntesis es nuestro.

Declaraciones en el mismo sentido ha hecho Chávez las cuales veremos más adelante.

Con lo poco de memoria histórica visto hasta aquí en México, podemos afirmar que procesos con buena dosis de similitud se han dado, se dan y se darán en todo tiempo y lugar dentro de la formación social capitalista. Así, tenemos que el cardenismo, representante en México de la síntesis plena del proyecto burgués iniciado en 1910 con la revolución mexicana, y cuya instrumentación se llevo a cabo mediante la aplicación de la política y el discurso nacional populista, encontró a sus congéneres político-económicos tanto en el peronismo argentino, como en el nasserismo egipcio etc. Procesos similares que se han dado y, aún hoy,  continúan gestándose por la geografía planetaria, destacándose porque siguen siendo referentes obligados del nacionalismo populista. En México, los partidarios de esta corriente política se autodenominan neocardenistas. En el caso del nasserismo y del bolivarismo, al no estar circunscritos sus proyectos nacionalistas a un solo país, sus predecesores se confieren alcance pan arábigos o panamericanos, haciendo suya la frase, en el caso de Chávez, “Latinoamérica para los latinoamericanos”. Sólo que ese lema se utiliza para movilizar sentimentalmente a sus bases de apoyo o para dar sentido a la construcción de espacios y mercados más amplios controlados por una burguesía nacional antiimperialista. En suma, defendiendo un posicionamiento sumamente reaccionario.

 

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Notas:

[4] Se refiere a la no reelección del general Porfirio Díaz, Presidente de México desde 1876

[5] Que vivían en los alrededores de la hacienda del señor, en casas y tierras que pertenecían al hacendado.