El supuesto "salto" de Trotsky y
el papel que atribuyó al campesinado
En "La revolución de octubre y la táctica
de los comunistas" (1924), atribuyó a Trotsky la estrategia de pasar
sin solución de continuidad del feudalismo y la autocracia a la dictadura
del proletariado:
<< No nos extenderemos en la posición
del camarada Trotsky en 1905, cuando se "olvidó" sencillamente
de los campesinos como fuerza revolucionaria, preconizando la consigna
"abajo el zar y viva el gobierno obrero", esto es, la consigna de la
revolución sin los campesinos>> V.I. Stalin: (Op.cit.)
Esta consigna jamás ha sido propuesta por
Trotsky en parte alguna. Corresponde a Parvus, que la escribió y publicó
en el verano de 1905:
<< Es más. La casualidad
se mostró tan previsora que, al mismo tiempo que Parvus publicaba
en el extranjero aquella proclama titulada "abajo el zar y viva el gobierno
obrero", que yo desconocía en absoluto, aparecía en Petersburgo
una proclama ilegal, escrita por mí, con el título: "Ni
el zar ni los elementos de los zemstvos, sino el pueblo".
Este título, repetido varias veces en el texto en calidad de
consigna destinada a agrupar a los obreros y campesinos, parece concebida
ex profeso para refutar en forma popular las afirmaciones ulteriores
relativas al salto a través de la fase democrática de
la revolución. Este manifiesto está reproducido en mis
Obras (Tomo II parte I, pág. 256). Están
reproducidas asimismo en ellas, las proclamas del Comité Central
bolchevique, escritas por mí, dirigidas a esos mismos campesinos
que, según la genial expresión de Stalin, "sencillamente
olvidé">> (L.D. Trotsky: "La revolución permanente"
Cap. 4)
Trotsky nunca pudo escribir semejante infundio,
porque no solo niega toda la argumentación de su teoría de la
revolución permanente, sino que va en contra del más elemental
sentido común. Lo que pasa es que Stalin hablaba y escribía para
militantes de "pensamiento cansado", como nuestro señor Ben Garza, que
legitiman la división del trabajo al interior de los partidos obreros,
entre los que piensan y deciden y los que obedecen moviendo las extremidades,
llegando a fetichizar los altos cargos políticos y a sacralizan todo
lo que viene de popes consagrados. Y el caso es que, desde enero de 1924, una
vez resuelto el problema sucesorio en el partido gracias a la injustificable
aunque comprensible dejación de Trotsky, para millones de militantes
prácticos del movimiento Stalin pasó a ser el pensamiento redivivo
de Lenin. Y por lo que se ve, las cosas parecen estar hoy más o menos
como en 1930:
<<Pero, ¡cómo! -volverá
a exclamar algún lector de buena fe, educado en la literatura de estos
últimos años-. En centenares de miles de artículos se nos
ha enseñado que....
Sí, se os ha enseñado;
pero no tendréis más remedio, amigos míos, que rehacer
vuestra educación. Son los reveses del período reaccionario. Hay
que resignarse. La historia no sigue una línea recta. A veces se desliza
por las tortuosas callejuelas stalinistas.>> (Ibíd)
En esta obra, polemizando con Radek, Trotsky dedicó
un capítulo entero a demostrar que la revolución permanente en
los países atrasados bajo regímenes políticos
autocráticos o coloniales, no supone un salto del proletariado
por encima de la etapa democrática. Sencillamente porque es imposible
saltar ninguna etapa históricamente determinada. Y la etapa "democrático-burguesa
en Rusia estuvo históricamente determinada por la existencia o "realidad
actual" de la autocracia zarista. Lo que Trotsky negó para países
como Rusia, es la supuesta necesidad de que la etapa "democrático-burguesa"
deba prolongarse por años, como pensaba Lenin antes de febrero de 1917.
También negó que entre la democracia burguesa y la dictadura del
proletariado, la lucha de clases pueda estabilizarse "sine die" en una fórmula
de poder intermedia: la dictadura democrática de obreros y campesinos,
como intentó infructuosamente llevar a la práctica el centrista
Stalin cuando se opuso a la insurrección de octubre, experimento que
consiguió iniciar recién tras la muerte de Lenin, una realidad
a la que -como hemos visto- le llamó "socialismo". Lo que Trotsky afirmó,
en contra del centrismo pequeñoburgués de Stalin, es que la lucha
de clases no se puede congelar en una fórmula de poder que no es ni dictadura
burguesa ni dictadura del proletariado. Y menos aun pretender realizar el socialismo
con esta fórmula de poder en un país de atraso relativo, sin el
concurso de la revolución proletaria en uno o varios países altamente
desarrollados:
<<La afirmación, varias veces repetida
en El programa de la paz, de que la revolución proletaria no puede
terminar victoriosamente dentro de un marco nacional, parecerá quizá
a algunos lectores desmentida por la experiencia de casi cinco años de
vida de nuestra República Soviética. Pero semejante conclusión
sería infundada. El hecho de que el Estado obrero haya resistido contra
el mundo entero en un solo país, y además en un país atrasado,
atestigua la potencia colosal del proletariado, que en otros países más
adelantados y más civilizados será capaz de hacer verdaderos milagros.
Pero, habiendo logrado mantenernos como Estado en el sentido político
y militar, no hemos llegado todavía, ni siquiera nos hemos acercado a
la creación de la sociedad socialista (....) Mientras en los demás
Estados europeos se mantenga en el Poder la burguesía nos veremos obligados,
en la lucha contra el aislamiento económico, a buscar acuerdos con el
mundo capitalista; al mismo tiempo, puede afirmarse con toda certidumbre que
estos acuerdos pueden, en el mejor de los casos, ayudarnos a cicatrizar una
u otra herida económica, a dar uno u otro paso adelante, pero el verdadero
auge de la economía socialista en Rusia no será posible más
que después de la victoria del proletariado en los países
más importantes de Europa>> (L.D. Trotsky: "El programa
de la paz". Epílogo. 1922)
¿Qué respondió Stalin a esto?:
<< Resulta que, por más
vueltas que se le dé, no sólo "no hemos llegado", sino que "ni
siquiera nos hemos acercado" a la creación de la sociedad socialista.
Resulta que alguien abrigaba la esperanza de llegar a "acuerdos con el mundo
capitalista", pero resulta también que de estos acuerdos tampoco sale
nada, pues, por más vueltas que se le dé, "el verdadero auge de
la economía socialista" no se alcanzará mientras el proletariado
no haya vencido "en los países más importantes de Europa".
Efectivamente, por algo hablaba Trotsky del proceso
de burocratización. Esta degeneración del partido y del Estado
se había hecho evidente desde que, en abril de ese año, Stalin
anunció la teoría del socialismo en un solo país, cuyo
lógico corolario fue el abandono del concepto de "internacionalismo proletario"
consumado con la liquidación de la Comintern, que remplazó por
la táctica de los frentes populares oficializada en el sétimo
y último congreso de esa Internacional. En cuanto al hundimiento de la
URSS, es incontrovertible que este pronóstico de Trotsky tuvo el valor
de una profecía. Con la única diferencia de que, para él,
la revolución rusa no se estaba pudriendo "desde la raíz", sino
como el pescado: por la cabeza.
Sobre el mismo asunto del papel del campesinado
en la revolución socialista, Stalin centró la atención
de sus lectores sobre el Prefacio de Trotsky a su libro titulado "1905",
escrito en 1922. He aquí lo que Trotsky dice en este Prefacio:
<< Precisamente en el intervalo
entre el 9 de enero y la huelga de octubre de 1905 fue cuando llegó
el autor a las concepciones acerca del carácter del desarrollo
revolucionario de Rusia que han recibido el nombre de teoría
de la 'revolución permanente'. Esta denominación abstrusa
expresaba la idea de que la revolución rusa, ante la cual se
alzan de manera inmediata objetivos burgueses, no podrá, sin
embargo, detenerse en ellos. La revolución no podrá resolver
sus tareas burguesas más inmediatas sino colocando en el Poder
al proletariado. Y este último, al tomar el Poder en sus manos,
no podrá por menos de rebasar el marco burgués en la revolución.
Al contrario: precisamente para asegurar su victoria, la vanguardia
proletaria tendrá que hacer, desde los primeros pasos de su dominación,
las más profundas incursiones, no sólo en la propiedad
feudal, sino también en la propiedad burguesa. Este modo
de proceder le llevará a choques hostiles, no
sólo con todos los grupos burgueses que le apoyaron en los primeros
momentos de su lucha revolucionaria, sino también con
las vastas masas campesinas, con ayuda de las cuales ha llegado
al Poder. Las contradicciones en la situación del gobierno obrero
en un país atrasado, en el que la mayoría aplastante de
la población está compuesta de campesinos, podrán
ser solucionadas sólo en el plano internacional, en la palestra
de la revolución mundial del proletariado>> (Trotsky:
Op.cit. 1922)
Apoyándose en este pasaje, Stalin acusó
a Trotsky de no contar con el campesinado, de querer implantar la dictadura
del proletariado sobre la mayoría de la población, de romper con
el marxismo considerando a la pequeñoburguesía como "una masa
reaccionaria", de impedir la marcha hacia el socialismo y convertir esta ideología
en algo utópico, poniéndose de espaldas al POSDR(b) en su política
de evitar el enfrentamiento con el sector de clase más numeroso de Rusia
en aquellos tiempos. Y todo parece indicar que es así. Pero, acerquémonos
un poco más al contenido racional del párrafo en cuestión,
apelando al veredicto de la memoria histórica.
En efecto, el problema más difícil
que la revolución debía resolver a partir de octubre de 1917 consistió
en integrar pacíficamente a la población campesina media y pobre
en la revolución, emancipándola de la propiedad privada, transformándola
en población trabajadora libre asociada en el Estado proletario:
<< Abolir las clases no sólo
significa echar a los terratenientes y a los capitalistas, cosa que
nosotros hicimos con relativa facilidad; significa también abolir
a los pequeños productores de mercancías, y éstos
no pueden ser echados o aplastados; debemos aprender
a convivir con ellos. Se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos,
sólo mediante una labor de organización muy prolongada,
lenta y prudente. Ellos rodean al proletariado por todas partes, con
un ambiente pequeñoburgués, que penetra y corrompe al
proletariado y que provoca constantemente en el proletariado reincidencias
en la pusilanimidad pequeñoburguesa, la desunión, el individualismo
y estados de ánimo alternativos de exaltación y abatimiento.
Para contrarrestar esto, para permitir que el proletariado ejerza acertada,
eficaz y victoriosamente su papel de organizador (y ese
es su papel principal) son imprescindibles la centralización
y la disciplina más rigurosas en el partido político del
proletariado. La dictadura del proletariado es una lucha persistente
-cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica,
educacional y administrativa- contra las fuerzas y las viejas tradiciones
de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y decenas
de millones de seres humanos es una fuerza formidable. Sin un partido
de hierro, templado en la lucha, un partido que goce de la confianza
de todas las personas honestas de la clase de que se trata, un partido
capaz de observar el estado de ánimo de las masas e influir sobre
él, esa lucha no puede librarse con éxito. Es mil veces
más fácil vencer a la gran burguesía centralizada,
que "vencer" a los millones y millones de pequeños propietarios;
de cualquier modo, éstos, con su labor corruptora corriente,
cotidiana, imperceptible, inasible, producen los mismos
resultados que necesita la burguesía y que tienden al
restablecimiento de la burguesía. Quien debilita
en lo más mínimo la disciplina férrea del partido
del proletariado, (en especial durante su dictadura) en realidad ayuda
a la burguesía contra el proletariado.>> (V.I. Lenin:
"El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo Cap. V. 12/05/920.)
Pero en 1921, a raíz del desbarajuste
y la penuria económica derivada del cerco imperialista a la revolución
y la subsecuente guerra civil, convivir pacíficamente con los campesinos
en semejantes circunstancias se hizo prácticamente imposible y el Estado
obrero hubo de recurrir a la fuerza armada para conjurar numerosas rebeliones
en el campo ruso. Ésa fue una de las condiciones históricas que
fracturaron la necesaria alianza obrero campesina a los fines de completar la
revolución social en Rusia. Por lo tanto, cuando Trotsky decía
en 1922 que el proceso revolucionario estaría jalonado de inevitables
"choques hostiles con las más vastas masas campesinas", no estaba haciendo
una previsión basada en su presunta voluntad política de prescindir
del sector social más numeroso de la población, sino sobre lo
que acababa de suceder en Rusia.
¿Cuál era la base económica que
condicionaba la relación entre el proletariado y la masa campesina media
y pobre antes de 1917? La combinación del minifundio con el latifundio.
Para que el proletariado pudiera tomar el poder en febrero de 1917 expropiando
a los terratenientes, el POSDR(b) debió adoptar el programa agrario de
los socialistas revolucionarios que Lenin sintetizó en la consigna dirigida
a los campesinos desposeídos: "Id y tomad la tierra". De este modo, el
fraccionamiento de la agricultura heredado del pasado, paradójicamente
creció con la revolución de octubre, que así fortaleció
la pequeña propiedad y alejó el horizonte del comunismo. Pero
esa era la única manera de contar con la voluntad política de
los campesinos para comenzar el proceso revolucionario. Ahora bien, como es
de ley, cuanto mayor es el fraccionamiento de la agricultura, más fuerte
es la tendencia del campesino parcelario a la producción para la subsistencia,
ésta fue una de las causas de la penuria de productos agrícolas.
Fue en estas circunstancias que la revolución hubo de enfrentar el cerco
bélico imperialista y la guerra civil. Buena parte de la producción
de alimentos hubo de ser destinada a las tropas del frente que debieron ser
retiradas de fábricas y campos, lo cual agravó todavía
más la penuria. Para ello se organizaron las requisas de grano. A las
consecuencias de semejante situación se refirió Lenin durante
las sesiones del IV Congreso de la Internacional Comunista:
<< El descontento de un inmenso
sector del campesinado era en 1921 un hecho indudable. Luego sobrevino
el hambre. Esto fue para ellos la prueba más dura. Naturalmente,
todos nuestros enemigos en el extranjero gritaban "Ahí tienen
el resultado de la economía socialista". Es del todo natural,
desde luego, que no dijeran nada acerca de que el hambre era realmente
el resultado terrible de la guerra civil. Todos los terratenientes y
capitalistas que lanzaron su ofensiva contra nosotros en 1918, intentaron
presentar las cosas como si el hambre fuera el resultado de la economía
socialista. En verdad, el hambre fue una enorme y grave calamidad que
amenazó destruir el resultado de todos nuestros esfuerzos organizativo
y revolucionarios.>> (V.I. Lenin: "Cinco años de
revolución rusa y las perspectivas de la revolución mundial"
08/11/922)
Al acusar a Trotsky de no contar con el
campesinado, Stalin puso en la voluntad política de su adversario, lo
que estaba en las condiciones económicas y sociales de Rusia, en las
enormes dificultades para convertir a ese sector propietario de la población
activa en trabajadores puros. Esta completa deslealtad que Stalin exhibió
en el debate al interior del partido en 1923-24, fue la exacta medida de su
incompetencia teórica y de la irracionalidad de sus posiciones, una impotencia
que se tradujo en inescrupulosidad criminal a la hora de saldar estas diferencias
teóricas en el terreno político.
Sigamos el hilo de la lógica objetiva que
explica el comportamiento de unos y otros en este período de la revolución.
Todavía en 1927, el número de parcelas era de 16.000.000 y el
proletariado sólo representaba 1/5 de la población campesina,
de modo que si no crecía absorbiendo a esa mayoría de población
rural no asalariada, el futuro del proletariado como clase dominante estaría
seriamente comprometido.
Esta tendencia se agravó por la baja productividad
en la industria en general, y de maquinaria y aperos para el campo, cuyos productos
resultaban así más caros. Según cálculos de la Oposición
de Izquierdas, con la expropiación y reparto de las tierras pertenecientes
a la nobleza y al Estado autocrático zarista, la revolución de
febrero había aportado a los campesinos medios y pequeños más
de 500 millones de rublos al año, pero perdían esa suma y más
pagando los elevados precios de la industria estatizada. De este modo, el balance
de las dos revoluciones, la democraticoburguesa y la socialista en curso, saldaba
cada año en el bolsillo de los pequeños propietarios con una pérdida
de varias centenas de millones de rublos, y su alianza con el proletariado seguía
siendo un problema a resolver. En cuanto a la relación social al interior
del sector agrícola, también es de ley que la pequeña producción
de mercancías genere transferencia de ingresos hacia los grandes productores.
Firmada la paz que acabó con el cerco imperialista
y superada la etapa de las confiscaciones de grano durante el "comunismo de
guerra", a medida que la producción rural se recuperaba, el "kulak" o
campesino rico se enriquecía más rápidamente de lo que
progresaba la agricultura, naturalmente a expensas del campesino medio y pobre.
El impuesto agrícola resultaba mucho más pesado para los cultivadores
pobres que para los más acomodados, los cuales, además, se aprovechaban
del crédito barato del Estado. Los excedentes de trigo, propiedad de
los campesinos ricos, eran vendidos a la pequeñoburguesía de las
ciudades a precio de mercado. En esta masa de valor suplementario estaban contenidas
sus superganancias (diferencia entre el precio de mercado y el que obtenían
de los cupos que, a cambio, entregaban al Estado).
Frente a esta situación, lejos de pugnar
por pauperizar aun más al campesino pobre -como parece desprenderse de
las palabras de Stalin- la oposición de izquierdas propuso financiar
el desarrollo de las fuerzas productivas en la industria aumentando la presión
impositiva sobre los grandes productores agrícolas. Pero inducido por
sus intereses particulares al interior del aparato partidario y las instituciones
de Estado soviéticas, para dar la batalla exitosa contra la Oposición
de Izquierdas integrada por Trotsky, el centro stalinista se apoyó en
la fracción de derechas al interior del flamante PCURS presidida por
Bujarin, y así fue cómo el gobierno soviético siguió
la política dominante en el partido, que sintetizó en la consigna
"Hacia el campo", orientada en realidad a favorecer el enriquecimiento de los
kulaks. Esta política se profundizó en 1925, cuando el empleo
de mano de obra asalariada y el alquiler de tierras fueron legalizados en la
agricultura. Esta política permitió que los pequeños y
medianos explotadores de mano de obra asalariada en el campo, cocinaran sus
intereses políticos en una olla común con los "kulaks", desbaratando
toda la política bolchevique antes y después de febrero de 1917,
consistente en ganarse al pequeño productor agrario para la revolución.
Este es el contexto económico, social y político en el que Stalin
acusó malévolamente a Trotsky de querer "robar al campesino".
Después, ya se sabe, la política
de Stalin llevó al enriquecimiento arrogante de los kulaks. Desde la
primavera de 1926, cerca del 60% del trigo destinado al comercio estaba en manos
de un 6% de los cultivadores. Así, el Estado carecía de granos
suficientes para exportar y para las necesidades internas de los asalariados
urbanos. La insuficiencia de las exportaciones agrícolas restringía
las importaciones de capital fijo e insumos de difícil sustitución
en el mercado interno, impidiendo así la industrialización del
campo y el necesario cierre de las "tijeras" de precios entre el campo y la
ciudad, perjudicando a los pequeños campesinos en régimen de trabajo
por cuenta propia. Pero los "kulaks" y, por extensión -aunque menos-
los pequeños y medianos explotadores agrarios de trabajo ajeno, no dejaron
de enriquecerse, junto con la pequeñoburguesía industrial y comercial
urbana. Esta última aumentó su peso social respecto de los asalariados,
situación que le condujo a apoderarse de numerosos Soviets locales. El
poder creciente de los kulaks en las ciudades a instancias de los propietarios
medios, alarmó a los otros dos prominentes miembros del triuvirato que
se hizo cargo del poder en el partido y el Estado tras la muerte de Lenin. Es
que Kámenev y Zinóviev eran por entonces presidentes de los Soviets
en los dos centros industriales más importantes del país: Moscú
y Leningrado. Y parece que, habiendo tomado conciencia de la peligrosa deriva
que estaba teniendo esta política para el futuro de la revolución,
a principios de 1926, ambos decidieron abandonar el barco del stalinismo y seguidos
por sus partidarios se unieron a la Oposición de Izquierdas llamada trotskysta.
Al amparo de la política gubernamental
dirigida por el PCR en manos de Stalin y su camarilla, los Kulaks enriquecidos
se habían convertido en un poder político fáctico de cierta
importancia, arrastrando consigo a los campesinos medios. Con este poder económico
concentrado, llegaron a exigir el comercio libre de productos agrícolas
con el extranjero. Con ese propósito sitiaron a la industria y a las
ciudades para doblegarlas por el hambre, amenazando con derribar uno de los
tres pilares de la revolución de octubre: el monopolio estatal del comercio
exterior.
Ante esta situación, lo primero que hizo
Stalin y su camarilla burocrática para tener las manos libres, fue combinar
la difamación contra la Oposición de Izquierda con la persecución
policial a sus miembros, que así acabaron por ser diezmados a principios
de 1928, momento en el que los "kulaks" alcanzaron el apogeo de su fuerza contrarrevolucionaria.
En ese momento, las medidas que hasta entonces habían venido proponiendo
la Oposición para combatir las tendencias explotadoras de los kulaks
resultaron ya inútiles, porque la confrontación de clases, del
terreno económico-social había saltado al político y militar.
Tales fueron las condiciones que pusieron a Stalin ante la tesitura de abandonar
bruscamente la política de apoyo incondicional a los grandes capitalistas
agrarios y lanzar contra ellos toda la fuerza armada del aparato estatal, en
una acción de exterminio que acabó no sólo con la expropiación
sino con la muerte de decenas de miles de ellos y los trabajos forzados en Siberia
para el resto.
La síntesis de toda esta historia es que,
para instrumentar su política de apoyo incondicional a los grandes capitalistas
agrarios, Stalin acusó falazmente a Trotsky de ponerse contra la revolución
por "no contar con los campesinos". Pero a la postre fue él quien, tras
haber agudizado las condiciones de la contradicción social entre los
campesinos medios -arrastrados por el kulak- y el proletariado, acabó
resolviendo esa contradicción en falso por medio de la violencia. Stalin
demostró así haberse puesto al frente de la contrarrevolución
dentro de la revolución.
Se revela aquí quién no ha sabido
convivir con el campesinado sin abandonar el punto de vista revolucionario,
quién ha abonado el terreno de la hostilidad entre asalariados y propietarios
rurales, y quién ha hecho retroceder la revolución obrero-campesina
bajo la dictadura del proletariado. Fue Stalin, pues, y no Trotsky, quien despreció
y violó la política bochevique de "aprender a convivir con el
trabajador-propietario del campo", para llevarlo por medio de las fuerzas del
mercado y a instancias de la gran empresa agraria socializada, hacia una situación
en que le conviniera ser sólo un trabajador libre. En esto de descalificar
al adversario echando mano de la sofistería más banal y por completo
al margen de los correspondientes contextos históricos, el señor
Ben Garza ha demostrado una vez más ser un alumno aventajado de la escuela
stalinista.
GPM, diciembre de 2001