DE CÓMO TROTSKY SE PUSO CONTRA MARX Y CONTRA LA EVIDENCIA HISTÓRICA DEL CAPITALISMO TARDÍO

La ruptura de la IVª Internacional con la racionalidad revolucionaria le llevó al abandono del internacionalismo en 1941, y de la idea del proletariado como clase revolucionaria fundamental tras el III Congreso de 1951. Ambas inconsecuencias políticas con la teoría revolucionaria han tenido su fundamento y justificación en la visión de un capitalismo agónico y sin salida frente a unas clases subalternas (proletariado y pequeñoburguesía) cuyo espiritu de lucha crece según se agravan sus condiciones de vida. De aquí a llegar a aceptar que cualquier lucha contra el sistema, independientemente de su carácter de clase, tiende objetivamente a la revolución, sólo hay un solo paso táctico que la lógica de ese pensamiento induce a dar entre la estrategia comunista y la reforma de estructura capitalista. Y esto está previsto en el "Programa de Transición", donde de la supuesta inercia del proceso de acumulación de capital, se infiere lógicamente la creciente incapacidad del capitalismo tardío para satisfacer cualquier demanda efectiva de las clases subalternas, tanto del proletariado como de los pequeños patronos capitalistas, cuyo progreso social se vuelve así incompatible con el sistema de vida existente y sus instituciones políticas:

<<La Internacional Comunista ha tomado el camino de la socialdemocracia en la época del capitalismo en descomposición, cuando a éste ya no le es posible tratar de reformas sociales sistemáticas, ni de la elevación del nivel de vida de las masas (...); cuando cualquier reivindicación seria del proletariado y hasta cualquiier reivindicación progresiva de la pequeñoburguesía, conducen más allá de la propiedad capitalista y del Estado burgués.>> (Op. Cit.: El programa mínimo y el programa de transición)

He aquí la teorízación que legitima el frente popular. Esta previsión teórica no se ha visto confirmada por la evidencia empírica del período para el cual fue concebido el "Programa de Transición". Durante estos treinta años del proceso de acumulación, se acentuó y extendió por el mundo el dominio de la producción de capital basada en la plusvalía relativa, mediante el empleo de maquinas y herramientas de tecnología cada vez más avanzada, esto es, mediante el aumento incesante y acelerado de la composición técnica (MP/FT) y orgánica (Cc/Cv) del capital. Es éste uno de los aspectos de la ley del valor en que se verifica la ley dialéctica de la transformación de la cantidad en cualidad. Dado que la amplitud de la esfera de la circulación de riqueza está determinada por su producción, el desarrollo de la fuerza productiva social del trabajo, esto es, una mayor cantidad de valores de uso producidos por unidad de tiempo empleado, presiona en dirección a un amuento del consumo global. El nivel de vida de la sociedad en su conjunto mejora. Pero el desarrollo de la fuerza productiva no sólo aumenta la producción sino que, con la creación de nuevos productos, provoca un cambio en la composición de la riqueza creada y, por tanto, del consumo. La producción de nuevas mercancías suscita la necesidad de consumirlas y cambia la escala jerárquica entre ellas. Lo que Marx llama "salario histórico" se explica por este proceso de desarrollo, concepto que para Trotsky parece haber pasado completamente desapercibido cuando escribió el "Programa de Transición" :

<<...la producción de plusvalía relativa, es decir, la producción de plusvalía basada en el aumento y desarrollo de las fuerzas productivas, requiere la producción de nuevo consumo, exige, por lo tanto, que se amplíe el círculo del consumo dentro de la circulación, de la misma forma que previamente exige la ampliación del círculo productivo. Primero la ampliación cuantitativa del consumo existente; segundo la creación de nuevas necesidades mediante la propagación de las necesidades ya existentes en un círculo más amplio ; tercero: producción de nuevas necesidades y creación de nuevos valores de uso..>> (K. Marx: "Grundrisse": el proceso de circulación del capital)

El capital se basa en la producción de plusvalor. Pero esta producción tiene su fundamento absoluto en la circulación. Sin el previo acto de compra-venta de fuerza de trabajo, no puede haber plusvalía ni acumulación del capital. De esta premisa real se desprende, lógicamente, que el aumento de la plusvalía (en este caso absoluta) tiene por condición que se multipliquen los actos de compra-venta de fuerza de trabajo, de intercambio entre patronos capitalistas y asalariados, es decir, que se expansione constantemente la esfera de la circulación de mercancías. Cuanto más contratos de trabajo más valores de uso producidos, más salarios, más mercancías en circulación y más valores realizados en el mercado en tanto capital:

<<Una condición basada sobre el capital es, por tanto, la producción de un círculo de la producción contínuamente ampliado (...) Si la producción se presentaba al principio (en la sociedad precapitalista) como una magnitud dada (por la productividad del trabajo relativamente constante), aquí se presenta como una magnitud variable, y como una magnitud que se expande mediante la producción misma (...) Consiguientemente, la circulación se presenta como un momento de la producción. De la misma forma que el capital tiene por un lado la tendencia a crear contínuamente más plustrabajo, también tiene, por otro, la tendencia complementaria a crear más puntos de intercambio>> (Ibíd. Lo entre paréntesis es nuestro)

Esta es la base material sobre la que discurrió la historia de la lucha de clases desde la segunda postguerra mundial hasta los años ochenta. A partir de los años 50, los efectos económicos políticamente integradores de la onda larga expansiva capitalista y el consecuente Estado democrático del bienestar, provocaron un corrimiento hacia la derecha de todo el espectro político de composición social proletaria. Y esto no se explica sólo porque aumentó el nivel de vida de los asalariados en los países desarrollados y de desarrollo medio, sino también porque las reivindicaciones de sectores de la pequeña y mediana burguesía que pudieron escapar a la proletarización en estos mismos países, se han visto realizadas, pasando a ocupar un espacio político cada vez mayor al interior de las formaciones socialdemócratas y stalinistas. Esto ha negado de forma rotunda las previsiones de Trotsky.

Así, mientras la socialdemocracia se deslizaba hacia el liberalismo burgués y el stalinismo acabó por asimilarse completamente a la socialdemocracia tradicional, el trotskysmo oficial de la IVª dejó tanto más vacío el sitio que aspiró a ocupar fuera del sistema capitalista, cuanto más se dedicó a incursionar en la política oportunista del frentepopulismo. Si el maestro hubiera o no seguido con su propia lógica política hasta donde sus discípulos demostraron haber ido con ella, esto ya no se puede saber . Pero nosotros nos atrevemos a decir que, de haber vivido lo suficiente, ante la prueba de la práctica el "Programa de Transición" no hubiera resistido a su acendrada conciencia revolucionaria y a su insuperable honestidad personal.

mayo 2001

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