BIENESTAR
POR EL TRABAJO PARA TODOS, O SOLO PARA UNOS POCOS EXPLOTADORES Y CORRUPTOS
<<Nosotros
no decimos al mundo: “deja de luchar, toda tu lucha no vale nada”; nosotros le
damos la verdadera consigna de su lucha. Sólo mostramos al
mundo por qué lucha realmente: pero la conciencia es una cosa que el mundo debe
adquirir, quiéralo o no>> (K. Marx: “Carta a Arnold Ruge”. Setiembre de 1843)
Introducción
Sí. Hoy
día y por distintas causas inmediatas desencadenantes,
están ocurriendo, uno tras otro, trágicos
episodios preñados de violencia física, que afectan a masas enteras de la
población mundial y de los cuales se ocupa el periodismo desde los más diversos
medios de comunicación. Sucede como en la fugaz transmisión atropellada de los avisos
publicitarios, que con el siguiente se olvida el anterior, de modo que así,
cada árbol no deja ver el bosque de la realidad, impidiendo que pueda ser
comprendida su causa fundamental,
como es, por ejemplo, la fotosíntesis
en la botánica forestal.
En tal
sentido, la enseñanza obligatoria
bajo el capitalismo, siempre ha consistido en que la mayoría de los asalariados
sepamos no más de lo estrictamente
requerido para ser explotados, produciendo cada vez más por unidad de tiempo
empleado. Que con tal finalidad está el cronómetro
en cada fábrica.
Y en lo
que atañe a los estudios superiores, solo tres años después de que Marx publicara
el primer libro de “El Capital”, ha
venido sucediendo tres cuartos de lo mismo. De este asunto ya nos hemos ocupado
en: http://www.nodo50.org/gpm/MarxismoYmarginalismo/10.htm.
Pero los catedráticos al servicio incondicional de la burguesía, no solo han tergiversado
el objeto de estudio de la economía política; tras cosificar a esta ciencia desplazando el centro de atención
del pensamiento desde las relaciones
entre las clases sociales hacia la relación
entre los individuos y las cosas, no satisfechos con eso han dificultado
comprenderla según la falsificaban, complejizándola sin necesidad hasta el
extremo de vincular férreamente su análisis al cálculo infinitesimal.
Y no solo
esto. Sino que durante la carrera para obtener la titulación académica en
esta disciplina, interpusieron un obstáculo al modo de la "Línea
Maginot" durante la Segunda Guerra Mundial, erigido
en base a suspensos sistemáticos arbitrarios
en los exámenes, donde quedaban amontonados los supuestamente incapaces de
superar ese obstáculo, sirviendo así de macabro
estímulo a los alumnos de la siguiente promoción, forzados a pasar
por encima de los “cadáveres” intelectuales de sus compañeros caídos en el
intento. Tal como los comandantes fascistas alemanes forzaron a sus tropas
invasoras sobrevivientes, para poder atravesar aquella barrera levantada por
el ejército francés en su propio territorio.
Sabemos
que por “Línea Maginot” se hizo célebre la cátedra de “Dinero, crédito y
Bancos” durante la década de los años sesenta en Argentina, a cargo del por
entonces mítico y no menos místico Doctor Julio H. G. Olivera en la Facultad de
Ciencias Económicas, dependiente de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Un
obstáculo artificialmente interpuesto por la clase dominante, entre el esfuerzo
intelectual compulsivamente exigido
a los alumnos universitarios, para que proclamen como verdad lo que solo parece
serlo, a cambio de obtener su correspondiente titulación académica oficialmente
reconocida. Todo ello con la deliberada
intención político-institucional, de prostituir el pensamiento libre de los jóvenes, cambiando en
ellos la genuina búsqueda de la certeza
científica, por la persecución del éxito
social emparentado con enriquecimiento
personal. He aquí el secreto germen
de la corrupción, que contamina
todos los ámbitos de la vida en común
bajo el capitalismo.
Pues bien, las causas sistémicas que periódicamente hacen aflorar toda esa
podredumbre material y moral bajo la forma de distintos conflictos sociales
y cataclismos políticos de magnitud, son las crisis
económicas del capitalismo. Comprender la causa fundamental de las
crisis de superproducción de capital
es, pues, condición ineludible para eliminarlas históricamente, impidiendo
para siempre sus nefastos efectos. En esta tarea nos hemos venido empeñando
y sobre ella volveremos desde aquí, insistiendo en llamar
la atención, una vez más, sobre la causa
económica fundamental de las crisis, que es la propiedad privada sobre los medios de producción y de cambio,
contribuyendo a reforzar la idea
científica irrebatible, en torno a la cual ha venido gravitando el
Mundo desde la primera gran crisis económica de 1825. Esa idea es: la necesidad política objetiva —cada vez más imperiosa— de superar el capitalismo
arrojándolo al basurero de la historia.
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