04. Devaneos en torno a la destrucción de riqueza por catástrofes

 

            Respecto del ejemplo numérico expuesto en nuestro último trabajo publicado, sigue el señor Ramiro diciendo:

    <<Si el terremoto extingue a una parte de la clase obrera el burgués o no tendrá obreros que contratar y no podrá realizar la producción o tendrá menos obreros y estará en una situación desventajosa a la hora de negociar el precio de la fuerza de trabajo.

           

            Si un terremoto extermina la vida de una parte de los asalariados activos y simultáneamente destruye determinada masa de medios de producción —cualquiera sea la fase del ciclo en que dicho siniestro suceda—, en términos económicos tal destrucción y aniquilamiento actúan en la misma dirección y sentido que una guerra bélica o cualquier catástrofe. Desvalorizan por destrucción física de su valor de uso, el capital global hasta ese momento actuante en un país. Bien sea el valor o precio encarnado en la fuerza de trabajo de los asalariados que fallecen por tal causa, o de los despedidos durante una crisis. Y lo mismo cabe decir tratándose de una máquina o materia prima. Si tal desvalorización sucede en la fase expansiva del ciclo, la consecuente reducción del capital hasta ese momento en funciones, hace retroceder el proceso de acumulación del capital global a un determinado número de rotaciones anteriores, alejando así el horizonte de la próxima crisis. Esto es, exactamente, lo que sucedió durante la Primera Guerra Mundial.

 

            Pero si la guerra estalla bajo condiciones de crisis, dicha desvalorización acerca el horizonte de la recuperación. Esto es, precisamente, lo que el sistema en crisis de superproducción de capital exige que suceda como requisito para superarla. Y en esto, nada determinante tiene que hacer el mercado. Del mismo modo que nada determinante hace un coche llevando a su conductor hacia un sitio preciso y no a otro cualquiera. Pero ante esta evidencia, el señor Ramiro se empeña en seguir de espaldas a la Tasa General de Ganancia Media, intentando convencer, de que al desplomarse un edificio industrial con su maquinaria y asalariados dentro, eso no implica que la masa de ese valor-capital hasta ese momento en funciones al interior de un país disminuya, alejando así las condiciones de una crisis o acercando en el tiempo la recuperación.

 

            En condiciones de crisis —y si ese es el único patrimonio industrial del que dispone—, dadas las enormes dificultades para remontar una situación así con una ganancia en declive y el grifo del crédito para inversión productiva cerrado, lo que probablemente hará el burgués citado por el señor Ramiro tras un terremoto, será suicidarse.   

 

            Por el contrario, de haber sucedido el siniestro en condiciones de expansión, asumiría esa pérdida, pediría un crédito y, sobre ese mismo suelo que sigue siendo de su propiedad, levantaría otra fábrica con las más modernas técnicas arquitectónicas antisísmicas; compraría nuevas máquinas y contrataría la mano de obra que haga falta, tirando del ejército permanente de parados. Finalmente, pondría ese nuevo acervo de capital en movimiento, para los fines de la acumulación. Tan ventajosamente para él como para cualquier colega suyo en las mismas circunstancias.

 

            En cuanto a eso de que tras un terremoto de magnitud 9, por ejemplo, “el burgués no tendrá obreros que contratar” porque no existen las maquinarias (destruidas por el seísmo), es otro pronto arbitrario que Ramiro se ha imaginado. Bajo el capitalismo, la mayor parte del trabajo anual se gasta en la producción de capital constante para la producción de maquinaria y materias primas, mercancías cuyos consumidores no son obreros sino capitalistas industriales. Por tanto, es también mucho mayor el intercambio de mercancías entre los capitalistas que entre éstos y los obreros. Y es en el mercado nacional e internacional de maquinaria y materias primas, donde se manifiesta la superproducción de mercancías que da lugar a las crisis, es decir, en los intermediarios comerciales. Tal es el contexto en el que hay que ubicar lo aventurado al respecto por el señor Ramiro. Una cosa es el alcance y magnitud de la destrucción causada por un terremoto, y otra el de una guerra mundial.

 

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