05. ¿Terremotos inteligentes?

 

En todo caso si (tras un terremoto) se invierten $100 menos de capital variable es debido a que no existen las maquinarias que esos obreros iban a poner en movimiento que en vuestro caso tienen una relación de 20 a 1. Por lo tanto una mengua de $500 en capital constante se reflejaría en una mengua de $25 en capital variable. (Lo entre paréntesis nuestro)

            En esta observación que nos hace,  Ramiro ha “razonado” como si la fuerza destructiva de un terremoto respetara escrupulosamente la composición orgánica del capital existente antes del siniestro. En fin.   

 

            Además, no es el caso de que el conjunto de la burguesía en ese país llamado Ramiro invierta “$100 menos en “capital variable” global, como ha pensado erróneamente nuestro crítico, sino que se pierden. Al perecer en el siniestro perdiendo su condición de asalariados, los $100 en concepto de salarios que habían venido siendo contratados y cobraban esas víctimas, desaparecen también como costo salarial, para el conjunto de la patronal y la sociedad en ese país. Por tanto, tal como ya hemos dicho, dejan de contar como capital invertido, es decir como costo de producción empresarial.   

 

            Pero con ese importe, desaparecen también los $50 equivalentes al producto resultante del uso que la patronal de ese país venía haciendo de la fuerza de trabajo contratada para producir plusvalor. Por tanto, al perecer quienes personificaban esa fuerza de trabajo y, con ella, su salario en la cuenta de resultado de sus respectivos patronos, su trabajo excedente tampoco cuenta ya como creador de plusvalor y también desaparece, dejando de intervenir o contar en la formación de la cuota general de ganancia media. En síntesis, esos asalariados dejan de participar como costo social de producir plusvalor en el denominador de la Tasa General de Ganancia Media, del mismo modo que su correspondiente plusvalor por $50 deja de contar en el numerador como rendimiento ganancial de ese costo.

           

            Por tanto, la destrucción de esos $600 (y no $100) que se pierden, contribuye a que la relación entre los tres factores económicos que participan en la formación de la Tasa General de Ganancia Media (capital físico, salarios y plusvalor) tiende a recuperarse en el sentido de superar la interrupción periódica del proceso de acumulación como consecuencia de la crisis. Un resultado matemático al alza. No sería descabellado pensar, pues, que ésta haya sido una razón de peso por la cual Albert Einstein se hizo marxista, ni que por esto mismo en sus “Notas autobiográficas” de 1947, tuviera el valor de sentenciar que: “El Estado miente deliberadamente”. Y miente desde sus aparatos ideológicos, no solo a través de quienes pasan por ser “científicos sociales” en las universidades, también a instancias de políticos profesionales y periodistas venales con su masiva influencia en la opinión pública mundial a través de los llamados “mass media”. No hay duda, pues, de que el señor Ramiro sigue siendo tan víctima del engaño, como quienes no pudieron dejar de serlo hasta que consiguieron liberarse de tan odiosa servidumbre.    

 

            En el ya mencionado trabajo anterior —al que nuestro crítico nos ha obligado a volver— en referencia a las consecuencias de las catástrofes naturales provocadas, hemos dicho lo siguiente:  

     <<Hay que considerar aquí dos datos de la realidad: 1) que en términos de valor económico, estadísticamente las catástrofes naturales y las guerras siempre destruyen mucho más capital físico que humano (Ver Pp. 21 y 22 del "Informe ONU")>>

                 Esto al señor Ramiro le ha parecido que:

      <<….no se puede elevar a principio. Inglaterra en la Primera Guerra Mundial no sufrió destrucción en su territorio y si hubiese podido contrarrestar el accionar de los submarinos sobre su flota mercante no habría sufrido prácticamente ninguna destrucción de capital físico. También Chernobyl produjo más destrucción humana que física y habrá que ver qué pasa con Fukushima>>.

     

            Nuestra consideración en modo alguno fue propuesta como un principio teórico, tal como erróneamente nos imputa el señor Ramiro. Es una simple y directa verificación empírica de la realidad económica, es decir, una comprobación estadística:

     <<Según Wladimir S. Woytinsky, las pérdidas materiales de la Primera Guerra Mundial pueden estimarse en 260 mil millones de dólares en gastos directos y 90 mil millones de dólares en pérdidas indirectas, en total 350 mil millones de dólares. “En el transcurso de los cuatro años de guerra fue destruida y derrochada cerca del 35% de la riqueza de la humanidad”. Este tremendo déficit fue cubierto en parte por el excedente anual de la producción sobre el consumo. En los años 1914-1919 este excedente debería haber ascendido a 200-250 mil millones de dólares, de ahí que la suma de la disminución de la riqueza mundial  en el año 1919 en comparación con 1914 sea de 100 a 150 mil millones de dólares. Sin embargo la distribución de esta disminución en los diferentes países es muy irregular: Europa se empobreció mientras que los EE.UU. de Norteamérica y Japón se enriquecieron durante la guerra más rápidamente que en tiempo de paz. El patrimonio de Inglaterra disminuyó en el período 1914-1919 de 80 a 76,5 mil millones de dólares, el de Alemania de 95 a 60, Francia de 65 a 45, Italia de 25 a 20, Bélgica de 15 a 12,5 millones de dólares>>. (Citado por Henryk Grossmann en Ed. cit. Pp. 239)

 

                A esta cita en su obra, Grossmann seguidamente añadió:

<<Dado que durante el mismo período la población de estos Estados, a pesar de las pérdidas de la guerra, aumentó, así existe una más amplia base de valorización frente a un capital disminuido>>.

 

            Este último dato demográfico aparece discutido en algunas publicaciones, especialmente respecto de Francia. En cuanto a Gran Bretaña, no sufrió destrucción de su patrimonio humano ni material en su territorio, pero este último  disminuyó un 32% como consecuencia de los ataques aéreos enemigos a sus fábricas asentadas en los países europeos aliados.

 

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