03. ¿Una guerra
de magnitud mantiene constante la Composición Orgánica del Capital?
<<Si bien a la salida de la guerra no existe el acicate
de exceso de stock de maquinarias y obreros en paro que obliguen a una desvalorización,
al existir la misma composición orgánica se tendrá necesariamente que
retornar al punto de partida de preguerra formándose un gran ejército de reserva.
Pero esto no será efecto de la guerra y en tal caso la guerra demorara el proceso
alargando la crisis en el tiempo.
Luego hay decenas
de variables en una guerra que pueden influir sobre esa oferta y demanda de
fuerza de trabajo. Pero mi crítica es a vuestra posición de elevar la guerra
a principio a la hora de relanzar el ciclo>>. (El
subrayado nuestro)
Así las cosas, las pérdidas
en cualquier guerra o catástrofe medidas
en términos puramente económicos de capital constante y salarios, sin
duda contrarrestan la tendencia al
derrumbe económico del sistema capitalista, la debilitan prolongando la existencia del sistema,
tal como sucedió durante la Primera Guerra Mundial. Y si la confrontación bélica
estalla en medio de una crisis de superproducción de capital, contribuye a superarla,
como es evidente que ocurrió en el mundo a raíz de la Segunda Gran Guerra imperialista
de 1939.
Y teniendo en cuenta que contablemente
dichas pérdidas de guerra afectan más al capital físico que al propiamente humano,
también es evidente que la composición
orgánica del capital global no sigue siendo la misma,
sino que disminuye notoriamente. En la misma medida
que la destrucción física provocada por la guerra. La composición
técnica potencial —medida en términos de la cantidad relativa
de asalariados que antes del siniestro se necesitaban para poner en movimiento
los mismos medios de trabajo— se mantiene. Porque viene determinada
por el grado de eficiencia tecnológica incorporada
a dichos medios de trabajo. Pero la composición orgánica medida en
términos de valor, tras la guerra disminuye en la media
en que se destruyen más medios de producción Mp. (suelo cultivado,
edificios, maquinaria y materia prima) que fuerza de trabajo; al contrario de
lo que sostiene —sin haberlo demostrado, porque no puede— el señor Ramiro:
<<Para una economía
dada, la desvalorización (del patrimonio económico físico y humano de un país por causa
de una crisis y/o de una guerra) actúa
de tal forma como si la acumulación de capital se encontrara en un bajo grado
de desarrollo. Con ello se hace mayor el espacio de expansión (que la burguesía
consigue) para (el futuro inmediato
de) la acumulación de capital. Sólo a
partir de esta perspectiva teórica podemos comprender la verdadera función de
las destrucciones de guerra dentro del mecanismo capitalista. Lejos de ser un
impedimento para el desarrollo del capitalismo o una circunstancia que acelera
su derrumbe, como afirman y esperan Kautsky y muchos otros teóricos del marxismo,
esas destrucciones y desvalorizaciones de guerra son más bien un medio para
debilitar el inminente derrumbe, procurando nuevos aires a la acumulación del
capital. Así, por ejemplo, en Inglaterra, la represión de la insurrección India
de 1857-1858, causó un gasto de 23,5 millones de libras esterlinas, contra 77,6
millones de gastos de la guerra de Crimea, en total 101 millones de libras esterlinas,
o sea, más de dos mil millones de marcos. Cada una de estas pérdidas de capital
aligera la tirante situación e inaugura un espacio para una nueva expansión.
Así actuaron las colosales pérdidas de capital y desvalorizaciones acarreadas
por la guerra mundial>> (Henryk Grossmann: "La
ley de la acumulacion y del derrumbe del sistema capitalista"
Cap. 3. Aptdo. I. Cfr.: Ed. Siglo
XXI/1979 Pp. 238)
En cuanto a esa ocurrencia del señor Ramiro al decir que durante una guerra “hay decenas de variables que pueden influir sobre la oferta y demanda de la fuerza de trabajo”, lo cierto es que bajo tales circunstancias y aun más si es una guerra mundial, el tráfico de mercancías se interrumpe violentamente, no solo al interior de un mismo país —y todavía más si es beligerante— sino a escala internacional. Por tanto, bajo tales condiciones excepcionales, ni el “libre mercado” ni todos los Estados burgueses juntos pueden poner en acción las “decenas de variables” que el señor Ramiro se ha imaginado.
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