01. Introducción

          

           “El capitalismo vino al mundo chorreando sangre y lodo desde la cabeza a los pies”

 

            Con estas palabras dio término Marx al apartado 6 del capítulo XXIV en el primer Libro en su obra central. Y a esa conclusión seguidamente añadió lo dicho en el Quarterly Reviewer por un reportero de su tiempo llamado P.J. Dunning:

 <<El capital huye de los tumultos y las riñas y es tímido por naturaleza. Esto es verdad, pero no toda la verdad. El capital tiene horror a la ausencia de ganancia o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza tiene horror al vacío>>.

            Y así como ante la segura perspectiva de mayores ganancias se atreve y envalentona, el espacio sin ocupar que dejan las pérdidas en sus cuentas de resultados durante las crisis, le desespera tornándole capaz de cometer los mayores crímenes con tal de volver a colonizar esa nada con renovadas ganancias. Para eso, precisamente, están los servicios secretos y su producto específico: las guerras. Y en medio de semejante vorágine arrastran a quienes no forman parte de su misma clase, para que sirvan como “carne de cañón” apelando al ejército permanente de parados.

           

            Todo el mundo ha podido ver estos últimos días, la imagen de ese desgraciado joven musulmán fanático, justificar ante las cámaras el crimen que acababa de cometer en el nombre de Al-lah, degollando a machetazos en una calle de Londres a otro ser humano de su misma generación y clase social, porque vestía el uniforme de las FF.AA. británicas. Ambos son instrumentos de la misma propensión objetivamente determinada.

 

            Aunque de vez en cuando se sacrifica un chivo expiatorio propicio para purgar sus crímenes, a los servicios secretos del sistema en sus respectivos países no los toca ni Dios. Su estado mayor no habita en los cuarteles sino en los sótanos de los grandes conglomerados financieros, donde el capital industrial se fusiona con el capital bancario especulando en la Bolsa de valores. Allí es donde sus agentes activos tejen y destejen sus alianzas. Se espían entre ellos conspirando unos contra otros, cambiando si es preciso hasta su fisonomía e identidad, según lo exigen sus ocasionales conveniencias y compromisos de fracción, convirtiendo sus delitos de lesa humanidad —siempre impunes—, en el negocio más prolífico que uno se pueda imaginar en torno a las guerras. Para validar esto no hace falta más que hurgar un poco en la trayectoria de dos conocidas familias: los Bush y los Bin Laden, determinantes de segundo orden en el derrumbe deliberadamente provocado de las "Torres Gemelas" el 11 de setiembre de 2001, destrucción genocida que fue utilizada como pretexto, para comprometer a EE.UU., Gran Bretaña, Canadá, Australia y 45 países más, en la segunda guerra de Afganistán. Ni más ni menos que como el ataque a Pearl Harbor por el Imperio japonés en diciembre de 1941, fue deliberadamente permitido por los servicios secretos norteamericanos, sirviendo así de pretexto a ese país para intervenir en la Segunda Guerra Mundial. Ni más ni menos que como ellos mismos hundieron en febrero de 1898 al acorazado "Maine", para justificar su intervención en la guerra hispano-cubana de entonces. El determinante de primer orden de todas estas sucesivas maquinaciones y monstruosidades, sigue siendo el sistema.

 

             ¿Habrá leído y estudiado Ramiro lo legado por Marx en el capítulo de su obra citada más arriba, donde trata sobre la acumulación originaria del capital? ¿Sabe lo que la burguesía incipiente hizo en Europa durante todo el Siglo XVI, la barbarie que cometió con los campesinos hambrientos a quienes expropió sus tierras durante los reinados de Enrique VIII, Eduardo VI, Isabel I y Jacobo I, para crear las modernas figuras del terrateniente, del burgués industrial y del asalariado?

 

            Dicho esto, y en atención a las cuatro observaciones hechas por este señor el pasado día 22 de enero a lo publicado por nosotros en trabajos anteriores, el 27 de marzo a las 14:44 hs. le remitimos un correo —adjuntando nuestra respuesta— que publicamos en la página del GPM al día siguiente.

             El 04 de abril, a las 22:40 hs., fuimos informados por un compañero desde su tierra natal en México, sobre el error que cometimos en nuestro ejemplo al calcular la Tasa General De Ganancia. Ése mismo día efectuamos en el texto ya editado la corrección pertinente, agradeciéndole a M.H. su colaboración.

             El 11 de mayo a las 17:28 mientras dábamos término a la redacción del último trabajo que publicamos titulado: Si, se puede. ¡¡No sin acabar con el capitalismo!!, recibimos un nuevo mensaje del señor Ramiro, donde con inocultable molestia de su parte, supuestamente nos reprocha el haber omitido exponer sus puntos de vista, y donde además afirma que no tenemos claro “cuál es el eje” de este debate abierto por él. Lo expresó así:

 <<Lo primero en cualquier debate es tener en claro cual es el eje y en cualquier debate serio primero se publica la posición contraria para saber de que se está debatiendo cosa que ustedes no han hecho con mi carta. Espero esta vez publiquen esta respuesta mía mas no sea como adjunto al artículo principal>>.

                Aun cuando no con sus propias palabras, nosotros ya hemos dado fe de haber reproducido el significado exacto de las cuatro observaciones de Ramiro, a tenor de lo que allí dijo y nosotros conservamos. En lo que atañe a “tener claro cuál es el eje del debate”, lo cierto es que, cuando se discrepa, suele suceder que el debate gire en torno a tantos ejes como argumentos exponen quienes participan en él. Pero el problema a dilucidar, si bien pasa indudablemente por saber de qué va lo que se debate, consiste en conocer la VERDAD que a menudo se oculta en lo que dice.

 

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