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Agenda 2001 - Paremos la guerra

Colin Powell vincula la guerra en Afganistán con la expansión del 'libre comercio' y apoya las tesis de Israel frente a los palestinos

CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 21-11-2001

El lunes 19 de noviembre, Colin Powell, secretario de Estado norteamericano, compareció ante un auditorio de profesores y alumnos de la Universidad de Louisville (Kentucky, EEUU) para pronunciar un discurso centrado sobre el papel de EEUU en el mundo actual. El discurso de Powell, retransmitido en directo por el canal de televisión árabe Al-Jazeera, ha vuelto a poner de manifiesto que la Administración norteamericana ha optado por seguir una línea oficial que recoge en lo esencial las tesis israelíes. En su intento por conseguir apoyos en su particular cruzada contra el terrorismo, la Administración Bush ha optado por intentar una aproximación a las reivindicaciones palestinas que no puede ocultar las negativas implicaciones que la aplicación de su plan traería para la sociedad palestina

En primer lugar, el apartado dedicado a la intervención en Afganistán se saldó con una retahíla de consignas patrióticas que el secretario de Estado intentó articular en un discurso dirigido fundamentalmente a reivindicar el papel protagonista de EEUU en el mundo actual y la reivindicación de su poder pretendidamente hegemónico. Powell citó las palabras del presidente Bush para asegurar que la nueva guerra contra el terror "creará nuevas oportunidades para dar un uso al poderío y al liderazgo norteamericano que permita hacer del mundo un lugar más seguro, más libre, y más próspero". El discurso vinculó los resultados de la intervención militar en Afganistán con la expansión del "libre comercio" que, según Powell, ayudará a "otras economías", en referencia a Asia, África, y Sudamérica especialmente. Después de todo, como aseguró el Secretario de Estado, "el comercio es bueno para todos, tanto productores como consumidores", y no hay que olvidar que el Presidente Bush está "totalmente comprometido con la idea del libre comercio". Powell tampoco olvidó, evidentemente, el alborozo norteamericano ante la reciente adhesión de China y Taiwán a la Organización Mundial del Comercio (OMC) este mismo mes. La clave, según Powell, está en la capacidad norteamericana de "asumir el liderazgo" en el proceso de ampliación a escala global del libre comercio.

En referencia a Oriente Medio, Powell describió la zona como "una región en la que hemos luchado durante mucho tiempo por nuestros principios y valores más elementales". A continuación, definió la relación existente entre EEUU e Israel como una relación basada "en la concepción más amplia posible de los intereses nacionales estadounidenses, una base sobre la cual nuestros dos países permanecerán siempre unidos en virtud de nuestras tradiciones y valores democráticos comunes. Esto nunca cambiará"

Powell prosiguió argumentando que "EEUU tiene una visión positiva para la región, una visión que deseamos compartir con nuestros amigos en Israel y el mundo árabe". Retomando los términos clave del discurso norteamericano-israelí de los últimos diez años, y citando las palabras pronunciadas por George Bush ante la Asamblea General de NNUU hace una semana, el Secretario de Estado aseguró que "EEUU seguirá apoyando la expansión de oportunidades económicas en la región, la apertura política y la tolerancia, y apoyará todos los intentos para encontrar una solución regional a los retos actuales de seguridad (...)" Todo lo cual quedó rematado con una nueva referencia al papel "activo" que EEUU debe jugar en la región.

La Intifada palestina, 'versión Powell'

El discurso de Powell en referencia al conflicto palestino-israelí y su evaluación de la Intifada fue nuevamente un cúmulo de contradicciones que tuvieron como resultado más evidente la criminalización del conjunto de la población civil palestina y el desprestigio de su resistencia legítima ante la represión israelí. En primer lugar, quedó de manifiesto una vez más que para el establishment norteamericano, los palestinos son los "responsables" principales, si no únicos, de la violencia de la que son víctimas. Así, Powell afirmó que "los palestinos deben aceptar que, para que haya paz, los israelíes deben poder vivir libres de la guerra y el terror". Pero no para ahí la cosa: según Powell, una cosa es "hablar" y otra "actuar", de modo que "los palestinos deben cumplir sus promesas [relativas a la seguridad]"; de no hacerlo, "deberán asumir responsabilidades". Extraño sentido del deber el que parece tener el Secretario de Estado.

En un ejercicio de auténtico malabarismo dialéctico, Powell consiguió convertir el sufrimiento del pueblo palestino y su protesta expresada a través de la Intifada en una muestra de "violencia contraproducente" y de "terror dirigido contra Israel". Jugando con la ambigüedad propia de este tipo de discursos, Powell declaró que "ninguna aspiración nacional, ningún error que permanezca en la memoria, podrá justificar el asesinato de inocentes. El terror y la violencia han de parar, y han de parar ahora", todo ello haciendo referencia, claro está, a la Intifada palestina. En su discurso, Powell no solo criminaliza a la parte más débil, sino que intenta deslegitimar al movimiento nacional de resistencia palestino en su totalidad.

Dentro de la larga lista de deberes asignados a la parte palestina, los palestinos "deben aceptar" también que "la violencia ha tenido un terrible impacto sobre Israel". Después de todo, Powell recordó a su embelesado auditorio que "nadie puede definirse como defensor de la paz mientras sigue alimentando una cultura de odio que únicamente genera una cultura de la violencia". La única alternativa a esa cultura de la violencia que tanto preocupa a Powell es la vuelta a la mesa de negociaciones siguiendo los principios de Oslo y las propuestas de Tenet y Mitchell.

La lista se cerraba, sin embargo, con una referencia explícita (si bien tibia y nunca condenatoria de las prácticas israelíes) a las dificultades a las que se enfrenta la población palestina bajo la ocupación, y se reconoce el derecho de los palestinos a vivir "con seguridad", prerrogativa que hasta hace poco correspondía únicamente al lado israelí.

El edulcorado discurso de Powell no consiguió sin embargo ocultar la concepción que la nueva Administración norteamericana tiene del verdadero significado de la ocupación de territorios palestinos por parte israelí desde 1967. Literalmente, Powell afirmó que "a falta de paz, la ocupación israelí de Gaza y Cisjordania ha sido el factor que ha definido la realidad del día a día palestino durante más de tres décadas, más de lo que la mayoría de los palestinos residentes [en los Territorios] han vivido". Ciertamente, "los palestinos también necesitan seguridad", y son "demasiados" los palestinos inocentes los que han sido asesinados o heridos. Pero al mismo tiempo, y pese a que la postura oficial norteamericana reconoce (siguiendo las recomendaciones de [informe] Mitchell) que los asentamientos situados en Gaza y Cisjordania son uno de los principales obstáculos para la paz y que la construcción de asentamientos debe cesar, el plan norteamericano nada dice del desmantelamiento de los ya construidos ni se hace referencia alguna a la necesidad de garantizar la integridad territorial del futuro Estado palestino del que Bush y Powell tanto han hablado recientemente.

El ejercicio de juegos malabares no podía dejar las cosas tal cual, porque después de todo, el sufrimiento de unos y otros no es igual, como tampoco lo es la parte de responsabilidad que toca a cada una de las partes. "La ocupación", dijo Powell, "daña a los palestinos, pero también afecta a los israelíes". El misterioso sujeto agente responsable de que la ocupación se mantenga vigente (el Estado de Israel) no aparece por ninguna parte en el discurso oficial norteamericano: en esta ocasión los palestinos "también" son víctimas, pero no nos olvidemos que las víctimas principales del conflicto son, cómo no, los ciudadanos del Estado de Israel y muy especialmente quienes componen su ejército. Porque, nos recuerda el Coronel, "la triste realidad es que la gente joven que sirve en los frentes del conflicto es la que verdaderamente están en peligro". Sustituya el lector "gente joven" por "soldados israelíes" y tendrá una imagen mejor enfocada de lo que en realidad quiso decir el Secretario de Estado. Si al comienzo de la segunda Intifada su predecesora en el cargo (Madelaine Albright) había declarado antes las cámaras de televisión norteamericanas que los soldados israelíes se sentían "asediados" por jóvenes palestinos tirando piedras, en la actualidad son esos mismos "resentidos jóvenes palestinos" (en palabras de Powell) los que hacen que los soldados israelíes les miren como "enemigos" y "les teman".

Las negociaciones sobre el estatus final

La necesidad de reanudar el proceso negociador de Oslo marcó buena parte del discurso de Powell, quién aseguró que tanto árabes como israelíes han demostrado durante los últimos años que "las negociaciones pueden funcionar y conseguir resultados". La estrategia de la administración Bush consiste, desde junio del 2001, en presentar el Plan Tenet y el Informe Mitchell como las únicas opciones viables para la regeneración de un proceso negociador y político que permita solucionar el conflicto. Pero, pese a que en su discurso Powell hizo mención a la necesidad de congelar la construcción de asentamientos (que no desmantelar los existentes, tal y como exige la Resolución 242 del CS de NNUU) y a en su intervención se reconoce de manera indirecta la vinculación existente entre la imposición por parte israelí de cierres arbitrarios sobre las ciudades palestinas y el deterioro de la situación económica en los TTOO, el plan delineado por Powell es insustancial y constituye una claro apoyo a las tesis defendidas por el gobierno israelí durante los últimos diez años de proceso negociador y en particular durante el último año de Intifada.

Ideológicamente, el discurso de Powell reintroduce también elementos próximos a las tesis del sionismo radical y su abogacía por un Estado judío étnicamente "puro". Powell declaró, literalmente, que "los palestinos deben eliminar de una vez por todas cualquier duda sobre su aceptación de la legitimidad de Israel como Estado judío". El hecho más preocupante no es ya que Powell o la Administración Bush al completo defiendan la idea de dos Estados étnicamente puros, contraviniendo así los principios más elementales constitutivos de un Estado democrático y representativo de los ciudadanos que lo componen, sino que su discurso está siendo reproducido en la actualidad por ciertos sectores palestinos que ponen en entredicho incluso los derechos nacionales e individuales más elementales del pueblo palestino, tal y como ha quedado de manifiesto en las declaraciones realizadas por Sari Nusseibeh, representante de la OLP en Jerusalén, ante diversos medios de comunicación. El discurso etnicista, anti-democrático y esencialmente racista, tendrá sin lugar a dudas un protagonismo singular cuando se reanuden las negociaciones sobre el estatus final.

Requisito esencial para que las negociaciones puedan reanudarse es, cómo no, que "los líderes palestinos pongan fin a la violencia y a la incitación y preparen a su pueblo para las duras concesiones que les esperan". Para demostrar a su audiencia que la postura oficial norteamericana es "equitativa", Powell les recordó a los presentes que los israelíes también tendrán que hacer concesiones y aceptar un Estado palestino en el que los palestinos puedan vivir "en paz y seguridad". Pero nada se dice sobre la violencia generada por la ocupación israelí en los últimos treinta años porque, como se ha mencionado anteriormente, Powell insistió en que la ocupación israelí tuvo sus orígenes y se ha mantenido hasta hoy debido a la "ausencia de paz" en la región.

La propuesta, o mejor dicho la no-propuesta norteamericana para la región deja igualmente sin resolver las cuestiones esenciales del conflicto palestino-israelí. Las atribuciones y naturaleza del futuro Estado palestino independiente siguen estando envueltas en una nebulosa retórica que afecta también a los tres temas vinculados a lo anterior: Jerusalén, los refugiados, y los asentamientos en Gaza y Cisjordania. La propuesta es confusa porque se hace referencia a las resoluciones 242 y 338 de NNUU, pero únicamente en lo referido a la necesidad de que Israel ponga fin a la ocupación de los territorios palestinos. El problema sigue siendo la definición que tanto israelíes como norteamericanos dan a los conceptos de "territorios" y "ocupados". Porque en la versión israelí y por implicación, en la versión oficial norteamericana, las zonas ocupadas por los asentamientos judíos en Gaza y sobre todo en Cisjordania no son realmente "zonas ocupadas"; es más, dentro del marco negociador de Oslo que EEUU pretende revivir en la actualidad, los Territorios Ocupados dejaron de serlo para convertirse en "territorios en disputa".

No cabe duda que el proceso de Oslo constituyó el primer paso conducente a un reconocimiento de los hechos sobre el terreno creados por Israel desde 1967, tanto en lo referente a la ocupación y judaización de Jerusalén (ciudad ocupada en su totalidad según el derecho internacional), como en lo que respecta a la cuestión de los refugiados y los asentamientos. Oslo intentó marcar igualmente el fin de la aplicabilidad del derecho internacional como base para alcanzar una resolución justa del conflicto. La resolución 194 de NNUU de 1948, origen de todas las resoluciones y disposiciones posteriores que reconocen el derecho al retorno de los refugiados palestinos y a recibir compensaciones, ha desaparecido del contexto negociador y, no por casualidad, tampoco fue mencionada en el discurso de Powell. La solución a la cuestión de los refugiados ha de ser, en la versión oficial norteamericana, "justa y realista"; lo cual equivale, en la práctica, a hacer propio el discurso tradicional del sionismo israelí sobre la necesidad de mantener una "mayoría judía" dentro del Estado de Israel y la "imposibilidad" de acoger a los refugiados palestinos que deseen regresar a sus lugares de origen.

Nuevamente, la Administración norteamericana ha optado por seguir una línea oficial que recoge en lo esencial las tesis israelíes. En su intento por conseguir apoyos en su particular cruzada contra el terrorismo, la Administración Bush ha optado por intentar una aproximación a las reivindicaciones palestinas que no puede ocultar las negativas implicaciones que la aplicación de su plan traería para la sociedad palestina. Junto a la indefinición de la naturaleza del futuro Estado palestino independiente, EEUU no aporta ninguna contribución sustancial que permita pensar en una regeneración de la vida política y económica palestina tras la retirada del ejército israelí que la misma Administración parece exigir. Los derechos nacionales e individuales del pueblo palestino, que emanan del libre ejercicio del derecho a la autodeterminación y que están recogidos en el derecho internacional vigente, han sido nuevamente ignorados. Indudablemente, el discurso norteamericano contiene algunos elementos positivos, empezando por el reconocimiento del derecho del pueblo palestino a vivir en paz y seguridad. Pero si bien existe un gran número de obligaciones cuyo cumplimiento EEUU exige a la parte más débil en el conflicto, el lado israelí únicamente ha recibido una "reprimenda" por mantener una ocupación cuyos efectos tampoco son, al parecer, responsabilidad del ocupante, sino del agredido o culpable. Las buenas palabras dedicadas por Powell a la población civil palestina, reconociendo su sufrimiento bajo la ocupación, vienen a representar, en expresión castiza del otro lado del Atlántico, Too little, too late (Demasiado poco, demasido tarde).


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