El pasado 9 de junio, menos
de un millar de personas se manifestaban ante la embajada de
Israel en Madrid en apoyo del gobierno de Sharon y contra el
"terrorismo palestino". Lo relevante de esta convocatoria
es que, por primera vez, se movilizaban públicamente a
favor de Israel organizaciones evangelistas y judías españolas.
Esta asociación entre organizaciones sionistas y de extrema
derecha protestante ni es nueva ni debe sorprender. Este texto
de Phyllis Bennis y Jaled Masur explica la conexión política
y económica entre el tradicional lobby sionista
y sectores ultraconservadores estadounidenses vinculados al Partido
Republicano, una alianza que está trasladándose
a otros países occidentales. [CSCAweb, 22-07-02]
Dinero y votos: 'A Dios rogando y con el mazo dando'
La alianza entre Israel
y la extrema derecha estadounidense
Phyllis Bennis y Jaled Mansur*
Middle East Report, otoño de 1998
Nación Árabe núm. 39, verano de 1999
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 22 de julio de 2002
Los análisis sobre la relación EEUU-Israel se
centran habitualmente sobre el manido tema de 'la influencia':
¿tiene más poder el lobby pro-israelí o
el conjunto de expertos estrategas de Washington? En realidad,
esta cuestión ni siquiera es clave. Mas bien se podría
afirmar que los intereses israelíes y estadounidenses
coinciden en los mecanismos políticos y estratégicos
de la toma de decisiones de EEUU. La pasada década fue
testigo de la consolidación estratégicamente inamovible
de la hegemonía estadounidense postsoviética en
Oriente Medio. Durante este periodo de transición global,
la continuidad y el cambio han caracterizado las acciones políticas
y militares en la relación EEUU-Israel, particularmente
durante los primeros dos años de mandato de Benjamin Netanyahu.
Las relaciones de ambos países han sido complejas desde
el principio, abarcando intereses y prioridades internas y de
carácter internacional. Los asuntos internos, especialmente
el interés de la comunidad judía en la asistencia
a los supervivientes del holocausto mal recibidos en Europa o
EEUU, influenciaron inicialmente el tono de estas relaciones
bilaterales. Pero tras la victoria israelí de 1967, el
elemento clave en esta relación pasó a ser el abanico
de posibilidades que Israel podía ofrecer a los intereses
de EEUU en la región. Sin embargo, el apoyo político,
amplio y sostenido por republicanos y demócratas, se enraíza
desde siempre en el hecho de que los objetivos de las redes del
lobby confirmaban más que retaban los intereses
nacionales de EEUU (tal y como los define el Pentágono
y el Departamento de Estado). Israel ha jugado un papel decisivo
durante muchos años como suplente estratégico y
aliado en la Guerra Fría, tanto en el ámbito regional
como en escenarios globales: Asia, África, América
Latina.
El colapso de la URSS, y la victoria militar de EEUU en la
Guerra del Golfo, definieron un nuevo mapa político en
Oriente Medio. Los principales intereses estadounidenses (proteger
el suministro de petróleo y mantener la capacidad estratégica)
permanecieron, mientras que los regímenes locales adquirieron
una nueva importancia en tanto mantuvieran una disposición
de mercado abierta y estable. Aunque los objetivos estaban claros,
los medios de protección de dichos intereses durante el
periodo de transición estuvieron menos definidos. El papel
estratégico de Israel comenzó a ser analizado desde
otra perspectiva. Con el final de los conflictos inherentes a
la Guerra Fría en África, Asia y otras zonas en
tensión, el énfasis anteriormente depositado en
la fuerza militar se decanta en favor del realineamiento económico
y de mercado.
Durante la operación Tormenta del Desierto,
la presión de EEUU sobre la coalición árabe
contra Iraq -un componente clave para Washington en el Nuevo
Oriente Medio de la Postguerra Fría- requirió que
Israel permaneciese al margen del conflicto. La protección
de Israel devino pieza decisiva, y por ello la Administración
Bush puso a disposición de Tel Aviv sus sistemas antimisles
Patriot, junto con otros costosos sistemas tecnológicos
de defensa. Aunque sin duda el Pentágono y el Departamento
de Estado están definiendo los nuevos requisitos para
la defensa de los intereses de EEUU en Oriente Medio, es improbable
que se produzca ninguna modificación en sus relaciones
con Israel. Las realidades políticas, tanto tiempo acordes
con sus intereses estratégicos, tienden a tomar vida propia.
'La Alianza Profana'
La mayor de estas realidades es el nexo inamovible entre los
políticos estadounidenses y los círculos de apoyo
a Israel a la hora de financiar campañas y obtener votos.
La creciente inquietud y división entre los judíos
estadoundenses respecto a Israel ha comenzado, a pesar de todo,
a generar apoyos a dicho Estado fuera de la mayoritariamente
demócrata y a menudo liberal comunidad judía,
para hacerlo en la derecha cristiana y sionista, mayoritariamente
republicana.
Apenas unas horas antes de su cita en el despacho oval con
el presidente Bill Clinton, en Enero de 1998, Benjamin Netanyahu
estrechaba la mano del reverendo Jerry Falwell, uno de los críticos
mas feroces de Clinton entre el fundamentalismo cristiano. Netanyahu
se encontraba en Washington captando todos los apoyos posibles
para persuadir a la Administración Clinton acerca del
uso de la presión (definida como cualquier declaración
pública de los objetivos estadounidenses para la paz en
Oriente Medio) para forzar a Netanyahu a volver a las atascadas
conversaciones de paz. Después de su reunión con
el líder israelí, Fallwell señaló
que "hay alrededor de 200.000 pastores evangélicos
en América, y estamos solicitándoles a través
del correo electrónico, fax, carta y teléfono,
que vayan a sus púlpitos, y que usen su influencia apoyando
al Estado israelí y a su primer ministro". [1]
Este encuentro fue tan sólo el mas reciente episodio
de una vieja alianza que dura ya dos décadas, establecida
entre el derechista partido de Netanyahu , el Likud, y el no
menos derechista fundamentalismo cristiano estadounidense. Un
aspecto novedoso de esta alianza es la emergencia del fuertemente
organizado movimiento cristiano sionista como un poderoso componente
del apoyo al Estado israelí, que una vez se considerara
liberal y eminentemente judío. Fue el primer ministro
Menachem Begin la primera persona en reconocer el peso potencial
del fundamentalismo cristiano en los ámbitos políticos
estadounidenses. Begin condecoró a Falwell con la medalla
Jabotinsky al principio de la década de los 80, pocos
años después de que éste se hubiera introducido
en la escena política con el establecimiento de su organización
Moral Majority. [2]
Begin, cuya ascensión al poder en 1977 puso fin a un
largo periodo de gobiernos laboristas, buscó aliados naturales
en los círculos conservadores de EEUU. Durante su primer
año de mandato, desarrolló los conductos necesarios
para contactar con los fundamentalistas cristianos, "con
el objetivo de sondear sus motivaciones proisraelíes".
El resultado fue sorprendente: en 1977, comenzaron a aparecer
en los principales periódicos y revistas de EEUU anuncios
a toda página, declarando el apoyo de las organizaciones
cristianas a Israel y a algunas de sus políticas como
la inmigración de los judíos de la URSS. En 1981,
después de que Israel bombardeara el reactor nuclear iraquí,
Begin solicitó a Falwell algo de publicidad a favor de
Israel, cuya acción fue duramente criticada por la Administración
estadounidense. Falwell, en sus numerosas apariciones televisivas,
"habló a favor de la incursión sobre Bagdad"
[3] y Begin le volvió a recompensar con la medalla.
La alianza entre la derecha israelí y el fundamentalismo
cristiano ha tomado forma debido a la intervención de
diversos factores ideológicos, internacionales e internos.
Ideológicamente, los protestantes fundamentalistas siempre
han considerado las aspiraciones bíblicas de la segunda
venida de Cristo, un suceso anunciado por el retorno de
los judíos a Tierra Santa y la existencia de una entidad
judía preparada para recibir al Mesías.
En un plano interno, parece claro que la influencia de grupos
conservadores cristianos está creciendo rápidamente
en los círculos políticos de EEUU. Sara Diamond,
autora de Spiritual Warfare: The politics of the Christian
Right, percibió los primeros signos: "desde antes
de 1980, los expertos en planificación del Partido Republicano
estimaron que sólo el 55% de todos los fundamentalistas
cristianos estaban censados como votantes, comparando con el
72% de la población general. Esta situación cambió
en 1980, cuando los esfuerzos combinados de Christian Voice,
Moral Majority y los comités de acción política
de la nueva derecha obtuvieron al menos dos millones de nuevos
votantes en la esfera del fundamentalismo, una significativa
'minoría moral' que hizo que Ronald Reagan resultara elegido
con sólo el 26% del electorado. El experto en encuestas
Louis Harris estimó que los votantes fundamentalistas
blancos contribuyeron con dos tercios a los diez puntos que marcaron
el margen de la victoria sobre Jimmy Carter".
Mas recientemente, el columnista del Washington Post
Richard Cohen describe cómo "el Partido Republicano
ha ido mostrándose convenientemente devoto. Esto
se debe a la influencia impuesta de conservadores religiosos
de gran poder en la política, como Gary Bauer del Family
Research Council o el Dr. James Dobson del programa de radio
Focus on the family". [4] La limpieza
republicana de 1994 en la Cámara de Representantes, trajo
al poder a un número de cristianos conservadores, y ayudó
a convertir al Congreso en el mas importante sostén de
Israel, calificado como "amigo mas favorecido" en la
política exterior de EEUU.
Israel y el fundamentalismo cristiano
La implicación ideológica del fundamentalismo
cristiano en Tierra Santa se remonta al siglo XIX, cuando los
protestantes americanos fueron testigos del resurgir del movimiento.
Durante los últimos cien años, los evangélicos
americanos han mirado hacia Palestina no sólo en calidad
de misioneros y peregrinos, sino además como aliados de
las políticas sionistas. A lo largo de este siglo han
estado esperando y anticipando la segunda venida de Cristo. Muchos
fundamentalistas de EEUU todavía siguen adhiriéndose
a esta teología milenaria, que sostiene que el retorno
de los judíos a Palestina es una condición previa
necesaria para la aparición del Mesías. Con ello,
los judíos e Israel afianzan la realización de
esta visión escatológica de Oriente Medio.
Las presiones sobre el Congreso desde esta perspectiva bíblica
han venido sucediéndose desde finales del pasado siglo.
En 1891, William Blackstone, un metodista de Chicago y figura
prominente en el joven movimiento cristiano pro sionista, logró
reunir las firmas de 43 congresistas, gobernadores, alcaldes
y empresarios en una petición dirigida al entonces Presidente
Benjamin Harrison. Dicha petición solicitaba a Harrison
que encabezara un movimiento internacional de apoyo a un Estado
judío en Palestina.
Es difícil calibrar exactamente la influencia de la docena
de grandes organizaciones conservadoras cristianas (la de Falwell
entre ellas), las cuales apoyan de manera ciega y feroz todas
las líneas políticas emprendidas por el Likud.
Algunas estimaciones sitúan el número de seguidores
y activistas miembros de estas organizaciones alrededor de los
61 millones de estadounidenses durante los años 80. [5]
El incondicional apoyo cristiano a Israel no representa coste
político alguno a los líderes fundamentalistas:
"A pesar de lo que Israel haga, los creyentes cristianos
verán la mano de Dios en ello, ya se trate de la construcción
de un nuevo edificio o una autopista, ya del bombardeo de una
instalación nuclear árabe". [6]
A mediados de los 80, el Comité Americano Israelí
de Asuntos Públicos (AIPAC), el mayor lobby de
Israel en el Capitolio, comenzó a realinear sus posiciones
junto a las de la emergente nueva derecha estadounidense. El
AIPAC supuso correctamente que el compromiso de la extrema derecha
estadounidense con Israel difería considerablemente de
los apoyos convencionales prestados al Estado sionista por las
distintas Administraciones, apoyos históricamente enraizados
en la estrategia global antisoviética de EEUU. Mas aún,
la extrema derecha jamás había prestado atención
al deplorable récord israelí en materia de derechos
humanos. Un miembro de AIPAC incluso reconoció que "nos
estamos volviendo más 'neoconservadores'. Queremos ampliar
a la derecha el apoyo a Israel con gente que no le importa lo
que está sucediendo en Cisjordania, pero que sí
le preocupa la URSS".[7] La mayoría de estas
personas eran protestantes fundamentalistas de derecha que percibieron
el apoyo a Israel como una clave para la pervivencia política
y espiritual de EEUU.
El fundamentalismo cristiano ha estado dispuesto a prestar
su apoyo a Israel incluso después del hundimiento del
Imperio diabólico (la URSS), ya que su postura
estaba definida más por criterios teológicos que
estratégicos. De acuerdo con Robert Kuttner, de la revista
The New Republic, el beneficio ha sido mutuo. El AIPAC
y sus controvertidos lazos con sectores locales proisraelíes
fundamentalistas comenzaron "obteniendo apoyo financiero
judío para los candidatos de la extrema derecha que defendían
las posiciones que la mayoría de los judíos mantiene
en muchos temas. Los republicanos conservadores implicados en
este proceso han descubierto una cínica fórmula:
basta con demostrar la suficiente lealtad a Israel para lograr
un sustancial porcentaje de apoyo judío que puede incluso
dejar fuera del juego político a sus competidores demócratas".
[8] Viendo que los grupos derechistas cristianos han derribado
uno tras otro a los candidatos liberales proisraelíes
"debido a sus votos a favor del aborto, los derechos civiles
y los gastos sociales (...) el dinero proisraelí se ha
movido con agilidad hacia las posiciones derechistas de la mayoría
de los votantes judíos". [9]
Bienvenidos los evangelistas
Es la realización de las profecías bíblicas
respecto a la segunda venida de Cristo lo que motiva el apoyo
fuertemente enraizado en lo religioso del fundamentalismo estadounidense
a Israel. Tras el retorno de los judíos a Palestina,
se esperan con expectación otros sucesos que aceleren
el cumplimiento de la promesa bíblica. El punto clave
entre las profecías será la conversión de
los judíos. Este aspecto de la agenda sionista cristiana
se mantiene en segundo plano tanto para los fundamentalistas
como para los judíos. "Begin quiso a los evangelistas
de visita y no de prédica" [10] y ambas
partes parecen haber mantenido sus acuerdos en este aspecto.
Muchos judíos liberales americanos han manifestado
su desacuerdo con esta alianza entre los conservadores israelíes
y estadounidenses. Los judíos liberales, que están
a favor del aborto, la escuela laica y la separación de
la iglesia y el Estado, se alarmaron ante el regreso de un gobierno
de derechas en Israel y se sintieron conmocionados ante el apretón
de manos del AIPAC y el conservadurismo fundamentalista cristiano.
Según Robert Zimmerman, Presidente del Congreso Judío
Americano (AJC), el programa fundamentalista "amenaza
las mismas libertades que una vez protegieron a los judíos
en América" [11]. Sin embargo, el punto de
vista del AJC no es compartido por otras grandes organizaciones
judías en EEUU. Este desacuerdo se extiende incluso a
otros organismos. Nathan Pelmutter, director de la Liga Antidifamación
de B´nai B´rith (LAD), rechazó las
preocupaciones de los judíos liberales ante el apoyo fundamentalista
a Israel con la frase A Dios rogando y con el mazo dando
[12]. Pero Abraham Foxman, director ejecutivo de la LAD
y una de las voces más influyentes del judaísmo
estadounidense, expresó su rechazo ante el encuentro entre
Netanyahu y Falwell, que calificó como "comportamiento
tosco e insensible" [13]. Cuando Begin hizo
frente a las críticas surgidas en el entorno liberal judío
estadounidense a raíz de su reunión con Falwell
en los 80 y su activa búsqueda de apoyos en el fundamentalismo
cristiano, respondió: "Les digo que si los fundamentalistas
cristianos nos apoyan hoy en el Congreso, yo haré lo mismo
con ellos cuando el Mesías vuelva mañana".
[14] Lenny Davis (conocido ahora como Lenny Ben David), primer
jefe de investigación del AIPAC y actualmente segundo
en la jerarquía de la embajada israelí en Washington,
refleja mejor el peligroso cinismo subyacente en esta alianza
profana entre la derecha israelí, sus lobbies y
el fundamentalismo conservador cristiano: "hasta que yo
no vea a Jesús bajando de la colina, estoy a favor de
todos los amigos que Israel pueda obtener. Dejen que las organizaciones
de defensa (AJC y LAD) se preocupen sobre los asuntos internos
(oración en la escuela, aborto, antisemitismo) que pudieran
surgir entre ellos". [15]
Entre tanto, la Casa Blanca y el Departamento de Estado discutían
con Netanyahu en el vano intento de reanimar el proceso de paz
y evitar la censura del Congreso. Los fundamentos de la relación
EEUU-Israel se han trastocado con el fin de la Guerra Fría
y, con ello, ha disminuido la necesidad de un aliado estratégico
que ejecute trabajos sucios en el Tercer Mundo. Internacionalmente,
el significado estratégico de las fuertes relaciones israelo-estadounidenses
se ha situado en primer plano tras el colapso de la URSS, habida
cuenta del la importancia de Israel como puente hacia un Oriente
Medio rico en petróleo.
A pesar de todo, Washington no ha recibido este cambio de
planteamientos con una disminución de su alianza con Israel.
La relación entre política y el dinero de los apoyos
proisraelíes permanece como una constante indiscutida.
Es dudosa la posibilidad de desafiar el poder y la influencia
del conservadurismo cristiano. El día en que hasta Washington
se vea obligado a reconocer que el acuerdo de paz palestino-israelí
de Oslo está muerto, el nexo entre los asuntos internos
políticos y las exigencias globales determinará
eventualmente qué es lo que se puede cambiar y qué
debe permanecer en la alianza EEUU-Israel.
Notas:
1. Publicado en The New
York Times, 21 de enero de 1998.
2. Edward Tivnan: The lobby: Jewish Political Power and American
Foreign Policy, New York, Simon y Schuster, 1987, pág.
187.
3. Yossi Melman y Dan Raviv: Friends in Deed: Inside the US-Israel
Alliance , New York, Hyperion, 1994, pág. 354.
4. The Washington Post, 2 de julio de 1998
5. Tivnan, op. c. pág. 182
6. Melman y Raviv, op. c. pág. 356
7. Tivnan, op. c. pág. 181
8. Citado en Richard Curtiss, Stealth PACs: Lobbing Congress
for control of US Middle East Policy (Washington CD: The
American Educational Trust, 1996), pp. 81-82
9. Ibid., op.c. pág. 82
10. Melman y Raviv, op. c. pág. 361
11. Ibid.
12. Tivnan, op. c. pág. 182
13. Curtiss, op. c. pág. 82
14. Thomas Friedman, From Beirut to Jerusalem (New York:
Farrar Straus & Giroux, 1989), p. 486
15. Tivnan, pág. 182.
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