Intervención de Ignacio
Ramonet
CSCAweb (www.nodo50.org/csca), 28-02-03
"(...) En este mundo
tan desigual, donde tres mil millones de personas viven en la
pobreza, sólo la fuerza puede mantener a los pobres en
su posición de humillación y de ausencia de rebeldía
política. Esta situación es la que describe la
arquitectura en la que se sitúa esta guerra contra Iraq.
Una guerra que aparece como la voluntad de dar un escarmiento
a un país, pero también como la voluntad de dar
una lección a todos aquellos que podrían sublevarse
contra el 'Nuevo Orden Internacional'. Por eso creo que nuestro
deber cívico es el de protestar masivamente contra esta
intención de guerra para que, al menos, nuestros gobiernos
europeos tengan bien clara la idea de que las opiniones públicas
[europeas] no soportan el vasallaje de nuestros gobiernos".
Buenas tardes, quiero agradecer a los organizadores el haber
organizado este Encuentro que, evidentemente, se suma al movimiento
contra la guerra que ya empieza a tener importancia en toda Europa
y que, en particular, viene a añadirse a la inmensa manifestación
contra la guerra celebrada en Florencia y a la que se sumaron
un millón de personas. Yo creo que, en definitiva, como
ya ha dicho Sami Nair [1], y con anterioridad Paco [Francisco
Fernández Buey [2], estamos asistiendo al despertar
de la opinión pública contra esta tentativa.
También quiero felicitar a mi amigo Sami [Nair] por
su intervención, absolutamente magistral, que deja tan
claras las nuevas reglas del juego internacional que, en realidad,
no sé si no suprime en cierta medida mi propia intervención.
Por ello, voy a tratar de adornar, desde esa misma perspectiva,
el edificio que nos ha propuesto Sami [Nair]
El panorama tras el 11 de septiembre
de 2001
Como consecuencia del 11 de septiembre (11-S), nos encontramos
en un momento en el que, indiscutiblemente, la situación
internacional se ha radicalizado. Como ha dicho Sami [Nair],
hace un instante, es verdad que la gran fase en la que nos encontramos
es la que surge después de la caída del muro de
Berlín, del derrumbe de la Unión Soviética
y de la Guerra del Golfo.
Esos tres acontecimientos son los que constituyen el umbral
de la era en la que vivimos, pero, indiscutiblemente, el 11-S
produce también un cambio cualitativo que se manifiesta
en una aceleración del fenómeno de unilateralización
en el comportamiento de Estados Unidos (EEUU) ¿En qué
medida? Pues, curiosamente, en la misma medida en que el 11-S
produce un cambio en el seno de la administración estadounidense
ya que, el 11-S, otorga a la administración Bush el argumento
que necesitaba para este cambio.
Desde la caída del muro de Berlín, EEUU no tenía
adversarios; era, por tanto un imperio un tanto inútil.
Tenía una fuerza excesiva para los eventuales adversarios
que se podían presentar. Y, por consiguiente, era casi
inmoral seguir ejerciendo una hegemonía en un momento
de la historia en que EEUU era, en realidad, una hiperpotencia
única. El 11-S, procura lo que, con toda evidencia, la
administración Bush quería: Establecer esta relación
de rivalidad, de duelo y reiniciar una situación de guerra
fría con un contra-modelo, quizás con China.
La administración estadounidense había teorizado
sobre la idea de que, durante el siglo XXI, China sería
el enemigo emergente, el adversario posible,. Sin embargo, los
atentados del 11-S le procuran un adversario mucho más
creíble, menos abstracto y menos a largo plazo.
El 11-S hace posible que el imperio exprese su capacidad y
manifieste su voluntad de usar la fuerza, sin que a nadie se
le ocurra considerar que es una manifestación de fuerza
exagerada. Y, efectivamente, basta con ver el comportamiento
que tuvieron las Naciones Unidas (NNUU) al día siguiente
del atentado que, sin que EEUU lo reclamara, otorgó unánimemente
a EEUU el derecho al uso de la fuerza. Basta con ver el comportamiento
de la OTAN, que sin que EEUU lo reclamara, lo que no se subraya
bastante, [la OTAN] votó, por el principio del artículo
5, solidaridad activa con los EEUU. A pesar de la asistencia
de Vernon Walters a la Conferencia de Bruselas, EEUU no reclamó
ayuda de nadie. Sami [Nair] lo ha mencionado antes, EEUU hizo
la guerra sólo, sin ninguna ayuda de la OTAN, a pesar
de que la mayoría de los Estados pertenecientes a la OTAN
se precipitaron en ofrecerle su ayuda, entre otros España,
desgraciadamente. EEUU apenas utilizó algunos comandos
especiales británicos en la segunda etapa de la guerra.
Lucharon solos y demostraron que pueden ganar una guerra en una
localización imposible- no hay país peor enclavado
en el mundo que Afganistán- sin sufrir una sola baja,
exactamente hubo una única víctima estadounidense.
Fue en ese momento cuando obtuvieron la solidaridad y el apoyo
del resto. Esta potencia que "no se atrevía a utilizar
su fuerza", que sólo la utilizaba en materia
de derecho para auto protegerse; esta potencia que en Kosovo
intervino, al amparo de la OTAN, empujada por algunas potencias
europeas que encontraron así una posibilidad de lograr
sus objetivos en Yugoslavia.
Sin embargo, gracias al 11-S EEUU encuentra el pretexto -esta
vez de sí- de exhibir su poderío. Y ello porque
el 11-S también le proporciona, no sólo un enemigo,
que es lo que le faltaba, sino que le confiere el carácter
de víctima, lo que supone la paradoja suprema de la situación
en la que nos encontramos: la hiperpotencia mundial es una víctima,
una pobre víctima, objeto de la compasión universal
en los días que siguieron al 11-S gracias a ese ceremonial
de los tres minutos de silencio aunque todos pensábamos
que con un minuto era ya suficiente, y el resultado es que EEUU
va a utilizar esta victimización para desarrollar una
especie de hiperactividad. Consecuencia de esta victimización
es que EEUU posee un cheque en blanco que le permite hacer cualquier
cosa, con el argumento de "hemos sido víctimas directas
de una agresión". Víctimas de "una agresión"
puesto el Sr. Bush hablará de "un ataque" que
comparará con Pearl Harbor, instilando la idea
de que los sucesos del 11-S son semejantes a los acontecimientos
que se produjeron con la agresión del militarismo japonés
contra una base naval estadounidense en el Pacífico y,
por consiguiente, existe el derecho a la guerra, primero contra
Afganistán. Una guerra (contra la que prácticamente
nadie protesta) contra un régimen que prácticamente
había sido creado por EEUU. Afganistán era un protectorado
de Pakistán y el régimen de los Talibán
no es sino una creación de Pakistán, el principal
aliado de EEUU en la región desde finales de los años
40.
EEUU, tras la coartada del 11-S ha tomado medidas liberticidas,
y no sólo contra su propia población, ya que ha
exigido a la mayoría de sus aliados, cada vez más
convertidos en vasallos, que tomen las mismas medidas liberticidas
en nombre de la lucha contra el terrorismo internacional: mayor
control de los ciudadanos, aumento de la sospecha generalizada
contra toda actividad crítica, tentativa de criminalización
del movimiento anti-globalización y creación de
este horror penal que es la base de Guantánamo y que,
evidentemente, no se corresponde con ningún tipo de legislación
existente, pero que, sin embargo, el mundo entero acepta.
Esta hiperactividad que EEUU está llevando a cabo desde
hace catorce meses, también nos lleva a una redefinición
del mundo. Antes estaban los rock States, o "Estados
gamberros y maleantes". Ahora se trata, esencialmente, de
un mundo dividido por un eje que separa el bien del mal. El mal
lo forma un triángulo constituido por tres países,
a partir de ahora los adversarios, que son: Corea del Norte,
Irán e Iraq. Todo esto hace que los EEUU no duden en querer
modificar el orden internacional surgido como consecuencia de
la Segunda Guerra Mundial. Es posible que los acontecimientos
a los que estamos asistiendo signifiquen la muerte de NNUU. De
hecho, como ha dicho Sami [Nair] con anterioridad, NNUU tienen
hoy dos posibilidades. Una opción es transformarse, sencillamente,
en una cámara de aceptación de las decisiones de
EEUU, que es lo que acaban de hacer, para seguir sobreviviendo.
Estuve hace tres semanas en NNUU, y ambiente general que se respira
entre la mayoría de delegados es el de una atmósfera
de terror ante la prepotencia y la arrogancia estadounidense.
Terror de que, tal y como constantemente dice el presidente Bush,
o NNUU se alinea con EEUU o EEUU actúan sin tener en cuenta
a NNUU, lo que significa, evidentemente, el final de NNUU. La
otra opción es que la NNUU resista. El problema es que
cada vez hay menos países en posición de resistir,
y esto lo hemos visto en el seno de la UE, cuando ante la situación
de pre-guerra contra Iraq la UE no ha sabido adoptar una posición
digna, y se ha producido la ruptura respecto a NNUU, ya que una
mayoría de países han aceptado la guerra contra
Iraq, desde un primer momento y con anterioridad a cualquier
resolución de NNUU. Sólo tenemos que recordar la
declaración del presidente del gobierno español,
quien ha venido a decir que la decisión de NNUU sobre
este conflicto es necesaria, pero no indispensable. Este argumento
implica en sí mismo la condena de NNUU, la condena de
la legislación internacional que tenemos desde 1945. Evidentemente,
si NNUU no puede decir dónde se encuentra la legalidad
y la justicia en materia del uso de la fuerza, NNUU no sirve
puesto que fue creada, precisamente, para organizar y reglamentar
el uso de la violencia en el mundo.
De ahí, que EEUU haya conseguido integrar el proyecto
de atacar Iraq en el marco de la guerra contra el terrorismo
internacional, cuando son asuntos que no tienen nada que ver
entre sí. Nadie, hasta el momento, ha demostrado, ni el
Sr. Blair -con sus informes antiquísimos, ni la propia
Administración estadounidense, que haya una relación
entre los autores de los atentados del 11-S y el régimen
iraquí, por muy criticable que sea éste. No hay
ni una sola una prueba pero, a pesar de ello, la opinión
pública internacional se encuentra ante tal confusión
que globalmente se acepta la idea de que en el marco de las represalias
contra el 11-S, cabe la intervención contra Iraq.
Las acusaciones contra Iraq
A Iraq se le acusa, esencialmente, de tres cuestiones:
1. De no respetar las resoluciones de NNUU.
2. De poseer armas de destrucción masiva.
3. De representar un peligro para sus vecinos.
Curiosamente se acusa de estas tres cosas a Iraq, un país
que actualmente es el más vigilado del mundo, un país
que, desde 1998 está siendo bombardeado cotidianamente,
un país sobrevolado por toda clase de ingenios volantes
que verifican y analizan todo lo que está ocurriendo,
y un país en el que podemos imaginar que haya decenas
de miembros de la Inteligencia que están declarando lo
que ocurre en Iraq desde hace más de 10 años. Sin
embargo, estas tres acusaciones se mantienen.
En realidad, estas tres acusaciones se podrían dirigir
a otros países contra los cuales nadie reclama la intervención
militar de la comunidad internacional. Por ejemplo, contra Pakistán,
uno de los países aliados de EEUU en la región,
ya que cumple todos los requisitos. Pakistán es un país
que no ha respetado todas aquellas resoluciones de NNUU que prohíben
los experimentos nucleares y la posesión de armas nucleares.
Pakistán tiene armas de destrucción masiva por
definición, puesto que posee un arma atómica de
manera pública. Pakistán representa un peligro
para sus vecinos, primero porque creó el régimen
de los Talibán en su vecino Afganistán, que ha
representado un peligro bien conocido y, segundo, porque alienta
y sostiene a los grupos violentos que intervienen en la Cachemira
ocupada. Pakistán es, además, la demostración
de la falacia sobre la que se sostiene la idea de establecer
un nuevo orden internacional apoyando sólo a las democracias
y a los regímenes que respetan los derechos humanos: Pakistán
está dirigido por un general golpista que derrocó
a la democracia en su país y se transformó en el
principal aliado de EEUU en la intervención contra Afganistán.
El otro país que también responde a las tres
grandes acusaciones, que formulan los EEUU es, evidentemente,
Israel. Israel es un país que no respeta las resoluciones
de NNUU. Como saben ustedes, se ha calculado que Iraq incumplido
veintiocho resoluciones de NNUU, pero Israel ha incumplido treinta
y seis resoluciones de NNUU -treinta y seis resoluciones desde
1967. Iraq sólo lo ha hecho desde 1991. Israel posee armas
de destrucción masiva nucleares, químicas y biológicas.
Israel es una amenaza para sus vecinos porque ocupa un territorio
extranjero denunciado por NNUU: Cisjordania y Gaza. Por consiguiente,
Israel también responde a estas tres acusaciones y nadie
está reclamando la intervención militar de la comunidad
internacional contra Israel. Todos pensamos que el problema debe
resolverse mediante la negociación. Entonces, si tenemos
esos dos ejemplos tan evidentes, tan cerca de Iraq, ¿por
qué sólo se mira a Iraq?
Desde el 11-S vivimos en un mundo que, poco a poco, y con
la complicidad del aparato de información internacional,
se nos está haciendo sentir terriblemente violento. Quieren
mostrarnos que vivimos en un mundo a sangre y fuego. Con el nacimiento
del "terrorismo internacional" lo que tienen que
hacer los Estados es armase militar y jurídicamente
para proteger a su población, y muchas son las personas
que piensan que esto es precisamente lo que hay que hacer. Cada
día vemos en los medios de comunicación atentados:
atentados en Bali; atentados y continuos enfrentamientos en Oriente
Próximo; la trágica toma de rehenes en Moscú,
atentados en Karachi, en Yemen; recientemente, atentados en Kwait.
Luego, la idea es que, efectivamente, el mundo está a
sangre y fuego y que, por tanto, hay que dotarse de argumentos
militares. Hemos visto cómo el presupuesto estadounidense
ha aumentado ya que todos estamos amenazados por el terrorismo
internacional, motivo por el que se ha desencadenado una
guerra de la que Rumsfeld ha dicho que es una guerra que puede
durar cincuenta años.
Yo digo que se trata de una falsa impresión. El mundo
no está a sangre y fuego. Yo sostengo que, contrariamente
a lo que se nos afirma, el mundo no ha estado tan pacificado
como actualmente. Nunca, en los últimos treinta años,
ha habido tan pocas guerras y tan poca violencia política
como actualmente. Lo de hacernos creer que estamos en un mundo
a sangre y fuego, un mundo en el que hay una guerra entre terroristas
y naciones, es una idea que permite hacer pasar la guerra contra
Iraq como una peripecia de esta inmensa guerra mundial contra
el terrorismo. En realidad, si ustedes quieren tomarse la molestia
de comparar lo que era el mundo a principios de los años
70, con el actual, verán que no hay comparación.
A principios de los años 70, había conflictos
en todo el continente americano. En América del Norte
había grupos que utilizaban la violencia política,
el asesinato y el atentado. En EEUU había grupos violentos;
en Canadá, el Frente de Liberación de Québec
practicaba la violencia. Había guerras en El Salvador,
Nicaragua, Guatemala. Había guerrillas en toda América
Latina. En el 66 acababan de matar a Camilo Torres; en el 67
acababan de matar a Che Guevara. Había guerrillas urbanas
en Brasil, Argentina y Uruguay. La guerra de Colombia había
empezado, como saben ustedes, en 1948. Hoy día, en ese
continente, por ejemplo, sólo queda un conflicto: el de
Colombia. Lo demás está pacificado, los países
están pacificados. Hasta Sendero Luminoso desapareció.
Y lo mismo podríamos decir de Europa, donde estaban las
Brigadas Rojas en Italia, la Banda Baader Meinhof
en Alemania, Acción Directa en Francia y, evidentemente
ya existía ETA en nuestro país y el IRA en Irlanda.
Y, podríamos seguir así, y hablar de la guerra
de Vietnam o la guerra de Laos, o de Camboya, el genocidio en
Indonesia, etc. Por tanto, la situación, hoy día,
no es comparable a la de hace treinta años. Hoy, en el
mundo hay, si ustedes cuentan meticulosamente, unos diez focos
de violencia política, contando a ETA, contando al IRA
y contando los focos de violencia que puede haber en Asia, y
en otros puntos del planeta.
¿Qué es lo que ha ocurrido entonces? ¿Por
qué nos han hecho creer que estamos inmersos en una guerra
contra el terrorismo internacional y que esta es la peor guerra
de todas? El problema es que ha surgido un actor nuevo. Este
actor es el islamismo radical que, efectivamente, no existía
hace treinta años, y que ha surgido en el contexto de
los problemas no solucionados del mundo árabe, en general,
y del mundo musulmán, en particular. Un actor de cuya
existencia tiene EEUU la responsabilidad gracias a su alianza
histórica con Arabia Saudí, con Pakistán,
gracias la guerra en Afganistán contra el régimen
apoyado y sostenido por la Unión Soviética. Todos
estos factores han creado el islamismo radical, pero no hay que
olvidar que el islamismo radical era el aliado de occidente hasta
hace poco tiempo. Sami [Nair] citaba antes la guerra de Kosovo.
¿Con quién hizo Occidente la guerra de Kosovo?
Y ¿para quién la hizo? Para ayudar a los kosovares,
pero ¿quién hizo la guerra sobre el terreno? La
UCK[3]. ¿Qué era la UCK? La UCK es una organización
islamista radical, en la que muchos miembros de Al Qaeda se estuvieron
luchando. Los islamistas radicales eran muy útiles en
ese momento. ¿Cómo se creó el islamismo
radical? Esencialmente, en Afganistán donde se creó
al Sr. Ben Laden. Por consiguiente, este aliado que se
ha sublevado contra su creador, plantea hoy día un problema
importante, y porque ha aparecido este problema nos hacen creer
que estamos todos embarcados en una guerra contra el terrorismo
internacional. Pero, en realidad, la responsabilidad de EEUU
es muy superior a la de otros países. Lo que es dramático
es que, precisamente en nombre del 11-S, los demás países,
los aliados de EEUU, que cada vez más se comportan como
vasallos, hayan hecho frente común con EEUU en esta situación.
Otra de las consideraciones que podemos hacer es que, si hay
menos violencia política hoy, ya que, probablemente, el
marxismo ya no alimenta la voluntad de rebeldía política
a través del mundo, no es porque haya más justicia
en el mundo, porque nunca ha habido menos justicia y menos igualdad
en el mundo, pero curiosamente, en el mundo lo que hay es una
inmensa violencia social. Yo decía antes que en el continente
americano sólo hay un foco de violencia política
que está en Colombia, pero todo el continente, en realidad,
conoce lo que es la violencia aunque ésta se interpreta
en términos policíacos contra la delincuencia,
la criminalidad, o la inseguridad, pero en realidad, como algún
estudioso ha dicho, la mayoría de las veces esta inseguridad,
esta criminalidad, no es más que la expresión arcaica,
primitiva, de una rebeldía social que no encuentra una
teoría que le permita canalizar de otra manera esta voluntad
de protesta y, por consiguiente, se mantiene en el ámbito
de lo que llamamos la inseguridad o la criminalidad, pero la
violencia social es inmensa. Pensemos que en Argentina, por ejemplo,
desde el derrumbe provocado por la globalización, en diciembre
de 2001, un 60% de la población son pobres, y el índice
de criminalidad se ha multiplicado por cuatro. En el mundo hay
una inmensa violencia social, pero EEUU con la guerra contra
Iraq lo que quiere demostrar es que hoy los problemas políticos
y sociales tienen soluciones militares. Esto es lo que nos explicaba
Sami [Nair] cuando decía que nos encontramos en una fase
de militarización consecuencia directa del unilateralismo
desplegado por EEUU.
La globalización tenía, hasta ahora, dos frentes:
un frente económico, y un frente ideológico. Desde
el 11-S, EEUU se considera el brazo armado de la globalización.
Desde el punto de vista de todos los ideólogos de extrema
derecha que rodean al presidente Bush, el mundo es tan desigual
que ya que no tiene solución y, por tanto, no existe un
proyecto de creación de un mundo más igualitario
(ni siquiera el que prometían algunos teóricos
del neoliberalismo). La idea es que en este mundo tan desigual,
donde tres mil millones de personas viven en la pobreza, sólo
la fuerza puede mantener a los pobres en su posición de
humillación y de ausencia de rebeldía política.
Esta situación es la que describe la arquitectura en la
que se sitúa esta guerra contra Iraq. Una guerra que aparece
como la voluntad de dar un escarmiento a un país, pero
también como la voluntad de dar una lección a todos
aquellos que podrían sublevarse contra el nuevo orden
internacional. Por eso creo que nuestro deber cívico es
el de protestar masivamente contra esta intención de guerra
para que, al menos, nuestros gobiernos europeos tengan bien clara
la idea de que las opiniones públicas [europeas] no soportan
el vasallaje de nuestros gobiernos.
Muchas gracias.
Notas:
1. Sami Nair,
que intervino como ponente en esta misma mesa de debate que llevaba
por título "Un mundo a la deriva: las nuevas reglas
del juego internacional y las guerras del siglo XXI", es
eurodiputado, profesor de Ciencias Política en la Universidad
de París en Francia, 2.
2. Francisco Fernández Buey, que actuó como moderador
en esta misma sesión, es Catedrático de Historia
de las Ideas de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, 3.
Ejército de Liberación de Kosovo, en sus siglas
albanesas.
|