Domingo 1ro de septiembre de 2024
Los datos escasean y no se le presta la atención “debida” porque “se supone que afecta a un grupo minoritario”, pero la violencia en parejas del mismo sexo es el segundo motivo de consulta en el teléfono arcoíris.
Deva Mar Escobedo 31 ago 2024 El Salto
El maltrato por parte una pareja del mismo género es el segundo motivo más frecuente para llamar al teléfono contra la LGTBIfobia. Concretamente, el 13 % de las personas que marcan el 028 lo hacen para denunciar esta violencia, difícil de identificar para ellos por vergüenza y para ellas por el mito de que las mujeres no pueden ser violentas.
La socióloga Inmaculada Mujika define la violencia intragénero como “aquella que se produce en el seno de las relaciones afectivas y sexuales entre personas del mismo sexo constituyendo un ejercicio de poder siendo el objetivo de la persona que abusa dominar y controlar a su víctima”. A diferencia de la violencia de género, en la intragénero no se da una subordinación de un género a otro mediada por el machismo, pero otras jerarquías pueden llevar a que una persona ejerza violencia sobre la otra. La diferencia en la situación económica, edad o estado administrativo o seropositivo pueden aprovecharse por parte de una de las personas integrantes de la pareja para maltratar a la otra, explica Charo Alises, abogada integrante del equipo jurídico de la Federación Estatal LGTBI+.
Personas que han vivido maltrato en parejas del mismo género relatan incomprensión por parte del entorno o dificultad para entenderlo como violencia por ser un tema invisibilizado a nivel social.
El marco legal
A pesar de los intentos del equipo de Irene Montero en la pasada legislatura, la violencia intragénero no está definida en la normativa de ámbito estatal. Este tipo de maltrato se enmarca en la violencia doméstica y, como tal, queda regulada por los artículos 153.2 y 173.2 del Código Penal, además de aplicársele el agravante de parentesco incluido en el artículo 23, indica el Ministerio de Igualdad. Preguntada la cartera que hoy dirige Ana Redondo sobre si emprenderán acciones legislativas en materia de violencia intragénero, rechazaran precisar y dicen que el ministerio “seguirá defendiendo los derechos de las personas LGTBI+, como ha hecho desde el inicio” del mandato.
En el ámbito autonómico, al menos siete comunidades recogen medidas específicas para luchar contra la violencia intragénero en sus leyes trans y LGBTI+, aunque Charo Alises advierte que muchas de ellas no se han “implementado lo suficiente” y “se han quedado en el papel”. Además, cualquier víctima tiene los recursos que se contemplan en los casos de de violencia doméstica. La ley trans estatal recoge algunos específicos para las víctimas de violencia intragénero, aunque las menciones más específicas no vieron la luz por las enmiendas presentadas por el PSOE durante la tramitación.
Con todo, “las víctimas de violencia intragénero tienen los mismos derechos que las de violencia machista, aunque no los mismos recursos”, resume Charo Alises. Es decir, pueden acceder a órdenes de alejamiento o peticiones de no comunicación, por ejemplo, pero no a casas de acogidas o los centros de crisis 24 horas que establece la ley del solo sí es sí.
Una violencia ausente en el imaginario
La escritora Elisa Coll, autora de la novela Nosotras vinimos tarde (Amor de madre, 2023) y del ensayo Resistencia bisexual (Melusina, 2021), había tenido por pareja a un hombre que la maltrató y, al comenzar su primera relación con una mujer, pensó que había llegado a un lugar donde no podía existir la violencia: “Tenía una idea de que en las relaciones cuir todo era equitativo, sobre todo si las dos personas se consideran feministas, sentí euforia porque pensé que las barreras que tenía con hombres no serían necesarias con una mujer”.
Esa idea “edulcorada” de las relaciones entre mujeres feministas hizo que, en un primer momento, Coll negara la violencia que sufría: “No es un hombre, no me puede estar maltratando”, pensaba. “Piensas que estás loca, que estás proyectando o que te están haciendo la víctima”, relata Coll, que cree que si se hablara más de violencia intragénero o si el relato de relaciones cuir “no estuviera tan romantizado” habría identificado antes los patrones de maltrato.
La violencia intragénero no solo está ausente en el ideario social, sino también en las estadísticas. Las únicas disponibles sobre qué proporción de personas cuir la sufren son de un informe de COGAM de 2017, que subrayaba unos porcentajes de violencia “elevadísimos”: un 27% de hombres y 34% de mujeres reportaban haber sufrido maltrato en su pareja del mismo género. La escasez de estudios sobre el tema se debe a la “falta de atención debida” porque “es un tema que se supone que afecta a un grupo minoritario”, explica Alises. La abogada, autora de varias guías sobre violencia intragénero, considera “fundamental” investigar sobre el fenómeno para “saber cómo está la cuestión y dónde falla la protección para ponerle remedio”.
Violencia y armario
El 14 de abril de 2009 tuvo lugar en la localidad almeriense de Adra (Almería) el primer asesinato conocido en el seno de un matrimonio igualitario. Quince años después en esa misma fecha, ya instaurada como Día Nacional contra la Violencia Intragénero, Víctor Aristimuño publicó un vídeo en redes sociales contando su experiencia: había sufrido maltrato por parte de su pareja masculina entre los 19 y los 24 años, aunque el acoso se prolongó varios más. “Quería aportar mi testimonio porque creo que no hay mucha información ni concienciación sobre la violencia intragénero”, cuenta Aristimuño a El Salto.
Como ocurre en muchas relaciones de maltrato, la del riojano comenzó por la vertiente psicológica: “Invalidaba mis inquietudes y me manipulaba para crearme una sensación de inutilidad. No me dejaba hacer vida aparte de él y siempre me hacía ver que él sabía más que yo”, cuenta Aristimuño. Estas conductas por parte de su entonces pareja desembocaron en una falta de autonomía y una ansiedad social exacerbada.
El chico, ahora con 31 años, relata que también sufrió alguna agresión física. “Se piensa que en parejas de hombres no puede haber violencia física porque tienen la misma fuerza, cuando una víctima con la autoestima mermada tiene muy difícil defenderse”, apunta Charo Alises. La abogada cuenta que, en un caso que conoció, el hombre que recibía violencia era más fuerte que su pareja y aseguraba poder devolver el golpe si así lo quisiera, “pero era tal el sometimiento psicológico en el que estaba que no se defendía”.
Aristimuño normalizaba el maltrato en su relación porque no tenía otros referentes y pensaba que todas las parejas eran como la suya. Tampoco podía contar con su entorno para abrirle los ojos: estaba en el armario con su familia y, sus amigos, que formaban parte del círculo de su entonces pareja también, percibían solo la parte pública de la relación. “Todo el mundo veía el carisma de mi ex y yo sentía que no había nadie en quien pudiera confiar”, cuenta el chico.
Superando el maltrato
En el último año de relación, Aristimuño desesperaba por pensar que toda su vida iba a ser un continuum de discusiones. Fue entonces cuando hizo un amigo, hoy su novio, que le trataba “como un ser humano”. “Hice la comparación de lo bien que me sentía con él versus mi pareja de entonces y ahí es cuando me di cuenta de que podía aspirar a más”, dice el chico, que tuvo que renunciar a los amigos que compartía con su ex para dejarle atrás y, aun así, el maltratador le acosaba en redes o se creaba perfiles falsos para tratar de sonsacarle detalles íntimos.
Tras la ruptura, el chico empezó a hablar de la situación que había vivido. Sus amistades le respondieron quitándole peso y diciendo “eso son solo discusiones”, reporta, aunque con el tiempo la reacción de su entorno ha mejorado. “Aún queda mucho para que la gente pueda entender la violencia intragénero”, añade. Él mismo no lo consideraba maltrato en el momento de cortar con su expareja y se sentía culpable de haber entrado en la relación, pero tras años de terapia psicológica y apoyo de su novio, es capaz de hablar el tema y denunciar esa violencia.
Elisa Coll, que explora el tema de la violencia intragénero en su novela, se dio cuenta del maltrato que sufría por la ayuda de sus amigas, que lo señalaban, y porque empezó a ver en su pareja conductas parecidas a las que había tenido su anterior maltratador. “Es muy útil escuchar a las bisexuales que hemos sufrido ambos tipos de maltrato para aplicar lo que sabemos de la violencia de género a la intragénero” aunque haya “diferencias claras” entre una y otra, dice Coll.
Tabú en los feminismos y movimientos cuir
En diciembre de 2022, la Comisión de Igualdad del Congreso aprobó varias enmiendas a la ley trans y LGTBI+, aún en tramitación, para eliminar las menciones a la violencia intragénero en el proyecto de ley. El grupo parlamentario socialista, impulsor de las modificaciones, argumentaba que “la actual regulación de la violencia doméstica y violencia de género da cobertura a todos los supuestos” y que regular la violencia intragénero generaría “un plano de protección superpuesto” que induciría “a la confusión”.
“Había miedo a que la violencia de género perdiera importancia frente a la violencia intragénero”, explica Charo Alises, la abogada, que cree que esas reticencias no eran fundadas: “Que las víctimas de violencia intragénero tengan derechos no quita ninguno a las mujeres víctimas de violencia de género, siempre dejando claro que esta última es una violencia estructural y la primera no lo es”, asegura. “La idea de que hablar de una opresión resta visibilidad a otra me parece simplista y un poco reaccionaria. Los recursos sobre violencia de género pueden ser muy útiles para entender la violencia intragénero y viceversa”, apostilla Coll.
Cuando estaba superando su relación de maltrato, a la escritora le preocupaba que apuntar a las similitudes entre su experiencia de violencia con una mujer y la previa con un hombre se interpretara “como sinónimo de que la violencia no tiene género, como dicen los fascistas”. “Hemos interiorizado la perversa idea de que hablar de violencia intragénero significa traicionar al feminismo”, afirma la escritora en una columna en Pikara Magazine.
El rechazo a poner el foco en las violencias intragénero no solo viene por parte de los feminismos, sino que también puede existir en espacios cuir. En su artículo de Pikara, Coll asegura que, cuando un colectivo está estigmatizado, el impulso es “cerrar filas”, pero no hablar de lo que pasa “puertas adentro” tiene una “consecuencia clara”: “Que cueste mucho más reconocer, nombrar y pedir ayuda cuando ocurre lo que, en el fondo, todas sabemos que ocurre”, concluye.