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Victoria Woodhull, la sufragista que quiso llegar a la Casa Blanca

Lunes 15 de octubre de 2018

Corría el año 1872 cuando formalizó su candidatura para la presidencia de Estados Unidos por el partido Equal Rights, que abogaba por el sufragio femenino y la igualdad de derechos.

R. Latorre 06-10-2018 La Marea

Mucho antes de que Hillary Clinton (Partido Demócrata) y Jill Stein (Partido Verde) se presentaran como candidatas a la Casa Blanca, hubo una mujer que intentó el salto al Despacho Oval. Corría el año 1872 cuando Victoria Woodhull (1838-1927) formalizó su candidatura para la presidencia de Estados Unidos por el partido Equal Rights, que abogaba por el sufragio femenino y la igualdad de derechos. Una osadía que tuvo graves consecuencias personales.

Pocos días antes de las elecciones, fue acusada de “obscenidad” por publicar un artículo en el que denunciaba el supuesto romance adúltero de un político y reverendo protestante de Nueva York. El arresto llevó a Woodhull a la cárcel, donde permaneció seis meses. Aquello fue un tiempo suficiente para acabar con las aspiraciones de esta pionera, que dedicó buena parte de su vida a la causa feminista y a la defensa de la igualdad en una época en la que el papel de las mujeres se reducía al ámbito del hogar y a la sumisión al marido.

Desde muy joven, Woodhull rompió moldes. Encarnó un espíritu rebelde que reivindicó el amor libre –se casó en tres ocasiones–, se atrevió a publicar en inglés El manifiesto comunista, hizo fortuna como corredora de bolsa en Wall Street (junto a su hermana, fue la primera brokerde la historia) y fundó Woodhull & Claflin’s Weekly, un semanario en el que defendió cuestiones tan polémicas como la educación sexual, el voto femenino, el uso de faldas cortas, el espiritualismo –ejercía cómo médium–, el vegetarianismo e incluso la prostitución legal.

En una sociedad puritana, recatada y machista como aquella, escuchar proclamas y discursos a favor, por ejemplo, del amor libre causaban perplejidad. “Tengo un derecho inalienable, constitucional y natural a amar a quien yo quiera, por el tiempo que pueda; a cambiar ese amor todos los días si así lo deseo, y ninguna persona ni ley está autorizada a interferir en ese derecho”, admitió públicamente Woodhull en 1871.

Sus mensajes, provocadores, se hicieron visibles, y ella se ganó un hueco en aquel mundo de hombres y testosterona. Los continuos ataques y reproches que sufrió no le hicieron mella. Todo lo contrario: hizo una petición formal ante el Congreso para que las mujeres tuvieran derecho a voto en las elecciones y, en mayo de 1872, presentó su candidatura para ser presidenta de Estados Unidos. En su programa, proponía la redacción de una nueva constitución que asegurara los derechos de las mujeres y la creación de un nuevo gobierno más equitativo.

Solo tres días antes de los comicios, la policía arrestó a las hermanas Woodhull acusadas de enviar publicaciones obscenas. En la portada de su última revista se podía leer el titular “¡Progreso! ¡Pensamiento libre! ¡Vidas sin límites!”. Para los agentes, aquello fue un prueba irrefutable de sus acusaciones y suficiente motivo para que las dos mujeres acabaran entre rejas. Lejos de achantarse, volvió de nuevo a presentarse a las elecciones de 1884 y 1892, pero sin éxito.

Cansada y deprimida, finalmente abandonó EEUU y fijó su residencia en Inglaterra, donde falleció a los 88 años. Precisamente el pasado junio se cumplió el 90 aniversario de su muerte. Desde entonces, muchas de las reformas propuestas en su día por esta pionera se han implantado, y algunas de sus ideas y sugerencias aún están en pleno debate.

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