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Una primera dama catalana, bruja y rumana

Viernes 5 de febrero de 2016

Pikara 01-02-2016

La periodista, filóloga y actriz Marcela Topor ha sido noticia por ser “la mujer de Carles Puigdemont”. Las informaciones sobre ella han estado plagadas de prejuicios y estereotipos sexistas y xenófobos.

En los medios de comunicación los hombres hacen, actúan, cambian, evolucionan, proyectan, construyen… en un continuo movimiento que impela a dar oportunidades diversas, porque el hacer es un camino sin descanso que tiene muchas conjugaciones, como los verbos. Las mujeres son, parecen, están, permanecen, instaladas en un estatismo imperecedero que remite a una esencia eterna. De ellas se dice que son algo: bellas, reinas, princesas, brujas, sirenas, niñas, muñecas, vírgenes, viudas negras o alegres, damas de hierro, seductoras, frívolas, víctimas o pérfidas… siempre el atributo que le corresponda a una cualidad permanente… la de ser.’

(Juana Gallego, en el artículo ‘Una mirada a las redacciones. La prensa por dentro: acceso y participación de las mujeres en El País, La Vanguardia y El Periódico de Catalunya’)

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Marcela Topor presentando los informativos.

Las reinas magas, “las flequis feas de la CUP y de Bildu” y su vestimenta o la de Inés Arrimadas, Carolina Bescansa y su bebé en el Congreso, el abuso sexual y las violaciones que sufrieron un importante número de mujeres en Colonia y que han quedado en un segundo plano mientras el foco ha recaído sobre la procedencia de los agresores más que en las agresiones machistas que estos han llevado a cabo, “advertencias a señoritas” que justifican las violaciones y culpabilizan a las víctimas, las pancartas machistas contra Shakira que mostró la afición del Espanyol y que algunos medios las han interpretado como “una falta de respeto” hacia Piqué y no hacia ella… y así se podría seguir con unos cuantos ejemplos más. El año mediático ha empezado repleto de machismo, como siempre.

Pero la violencia simbólica que los medios han reproducido en las últimas dos semanas contra la periodista, filóloga y actriz Marcela Topor, quien ha sido noticia por ser “la mujer de Carles Puigdemont”, el nuevo presidente de Catalunya, ha pasado bastante desapercibida. Los medios de comunicación la han convertido en “la primera dama catalana”, ese término tan machista y tan normalizado. De hecho, la RAE ni siquiera recoge la palabra “damo”, pues parece que esa posición de mero “acompañamiento” está reservada a las mujeres y el poder, a los hombres. Y es que destacar la relación que una mujer tiene con un hombre, sobre todo cuando se trata de una relación sexo-afectiva, es uno de los recursos sexistas por excelencia que utilizan los medios. De esta manera Topor aparece identificada como “Mars, la primera dama”, “la hembra rumana del president catalán”, “la pitonisa de Puigdemont”, “la ‘bruja’ de Puigdemont”, “la musa independentista de Puigdemont”, o “la mística mujer de Puigdemont”, entre otras lindezas por el estilo; como si careciera de identidad propia y fuera dependiente o propiedad de su marido. Se trata de un uso invisibilizador que además insiste en asociar a las mujeres con lo doméstico, como si sus únicos objetivos en la vida fueran los de ser de/para ciertas personas y cuidarles.

Asimismo, algunos medios también han dejado ver su machismo al insinuar que tiene trabajo gracias a su marido, a quien “sigue los pasos” y “ha acompañado en todos sus proyectos periodísticos” y no por méritos propios. “Con el apoyo de su marido, Topor empezó a trabajar como periodista en el Catalonia Today, una revista hecha en inglés, y también colabora en la televisión de El Punt Avui realizando entrevistas a extranjeros residentes en Cataluña”, explican desde el Abc y, en otro texto también señalan que: “Mars tampoco puede quejarse de su trayectoria laboral. Al aterrizar en Gerona trabajó como traductora y al poco tiempo su marido impulsó el «Catalonia Today», un diario hecho en inglés y pensado para los extranjeros residentes en Cataluña en el que ella empezó a redactar y del que actualmente es editora”.

En esta línea, en El País dicen que: “A los 39 años, esta mujer de cabellera negra y ojos oscuros sigue los pasos periodísticos de su marido, 14 años más mayor que ella, y ejerce de periodista en el Catalonia Today, una revista en inglés vinculada desde sus inicios al Grup El Punt, ahora El Punt Avui, que ideó Puigdemont en 2004”. Que sea filóloga y periodista, y sepa siete idiomas parece que no ha tenido nada que ver en su vida laboral. Del mismo modo, en El Periódico se puede leer que “Puigdemont es un hombre de grandes ideas, emprendedor, visionario, y a su lado, durante los últimos años, ha tenido a Marcela Topor para la concreción y la ejecución de algunas de sus ideas”. Al parecer, los hombres son siempre los que tienen ‘las grandes ideas’, mientras que las mujeres están de apoyo.

También el amor romántico destaca en las informaciones y se reitera que la periodista se instaló en Catalunya “por amor”, que es “devota de su marido”, la “más fiel seguidora” de Puigdemont y que “lo dejó todo por venir a España” con él, además de que está “dispuesta a apoyarle en todo”. ¿Es esa es la “función” de una “primera dama”? En El Periódico recuerdan que “antes de ser primera dama de Catalunya, Marcela, Mars, ejercía de primera dama del hasta este lunes alcalde de la ciudad”. Algunos medios, incluso se atreven a afirmar que “ahora abandonará su profesión para ejercer como mujer del presidente”, otros explican que “mientras Puigdemont ha cambiado la alcaldía de Girona per la presidencia de la Generalitat, ella compagina la faena con la atención a las dos hijas del matrimonio, de 8 años y 6 años”, parece que eso de conciliar y trabajar tanto fuera como dentro de casa sólo es cosa de mujeres.

Algunos y algunas periodistas también se han tomado la confianza de llamarla “Mars”, como si fueran colegas suyos de toda la vida, pues no podía faltar ese tono familiar y poco respetuoso que reciben las mujeres. Del mismo modo, en la cobertura mediática que Topor ha recibido tampoco podían faltar las opiniones sobre su aspecto físico y su forma de ser, y se insiste en que es una mujer “tímida y discreta”, una “atractiva rumana”, aunque en El Mundo se cuestionan su timidez: “Ni rastro de esa timidez de la que hablan sus colegas. Se acercó al presidente y le estampó un beso en los morros digno de cualquier comedia romántica”. Y en el Ara la describen de la siguiente manera: “Morena y elegante, de cabellos y ojos oscuros, es fácil encontrársela de compras por el centre de Girona, yendo a buscar a las niñas a la escuela o paseando con su marido (…) Dulce, alegre, positiva, educada, decidida, trabajadora… La lista de adjetivos laudatorios que le dedican amigos y conocidos es casi tan larga como su paciencia”.

Una ‘bruja’ independentista rumana

Pero esto no es todo, en el caso de Topor el sexismo ha interseccionado con la xenofobia, ya que los medios han hecho especial hincapié en su origen rumano; una rumana que “quiere romper España”. En ‘La Razón’ la definen como “una mujer con dos principios importantes: la independencia del pueblo catalán, fervor que comparte con su marido, y los ritos ancestrales rumanos basados en sus costumbres mítico-mágico-religiosas”. Han encontrado, sin duda, la mejor manera de presentar las costumbres de otro país del modo más extraño posible y, así, ridiculizarlas. Pero el “periodismo de investigación” va más allá: “El día de la toma de posesión de su marido le regaló una réplica de El gallo de Horezu, una negra y mítica cerámica de la región de Bucovina que augura buen suerte. Puede que los espíritus iluminen a Carles Puigdemont en su nueva tarea, pero a buen seguro Marcela Topor les invocará por ello. Como una sibila eslava en Cataluña, ojalá que sus predicciones vayan por buen camino”.

Es, cuando menos curioso, que los medios hayan calificado a Topor como “bruja”, “pitonisa”, “maga”, “sibila”, “mística”, etc., y hayan afirmado que Puigdemont también comparte el interés por la magia, pero no se hayan atrevido a utilizar tales adjetivos para referirse a él. Llenar titulares con “brujos”, “magos”, “místicos”, “sibilos” o “pitonisos” (no, las dos últimas palabras no aparecen en el diccionario) parece que no queda tan guay como en femenino.

También hay quienes no entienden que una rumana pueda apoyar la independencia de Catalunya y, según el Abc, es “algo que parece que le ha inculcado su marido”, como si ella no tuviera suficiente autonomía y capacidad de agencia, y no pudiera pensar por sí misma. Y tampoco podían faltar los comentarios en los que el sexismo y la xenofobia se mezclan con el clasismo, como el siguiente: “Quién se lo iba a decir a Marcela, cuando nació hace cuatro décadas en la Rumanía del dictador Ceaucescu, un infierno en el que pasaba horas perdidas en las colas para conseguir comida, que iba a ocupar un lugar privilegiado en la investidura del nuevo president”.

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