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Una opositora a psicóloga militar, descartada por tener un tatuaje en el tobillo

Miércoles 4 de julio de 2018

Una opositora a psicóloga militar es retirada de las pruebas por un tatuaje en el pie, que solo sería visible si ella usara falda. Aunque el ordenamiento deja la uniformidad a elección personal, el presidente del tribunal advierte que las mujeres pueden ser obligadas a vestir con esta prenda.

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Estela Martín, opositora a psicóloga militar.

madrid 01/07/2018 ANA BERNAL-TRIVIÑO Público

Madrugones, carreras bajo frío o lluvia, horas encerrada estudiando, decir no a las salidas con amigas… Así ha sido la vida de Estela Martín estos últimos años para prepararse una oposición como psicóloga militar. No lo ha conseguido, pero no por falta de méritos, sino por ser mujer, querer opositar en el ejército y tener un tatuaje: el dibujo de una flor en el empeine, que lleva desde hace doce años.

“Trabajaba en un hospital, en atención al paciente, y quería trabajar en psicología, que era lo mío. Mi padre es militar y me comentó esta oposición. Persona con la que hablaba de este tema, persona que me motivaba. Sabía que era complicado pero si me dedicaba a pleno, podría conseguirlo”, comenta Estela. Y así lo hizo.

Pidió un año de excedencia. Todo el dinero ahorrado era para vivir y prepararse unas oposiciones que constan de un exámen práctico, uno teórico y revisión médica, entre otras pruebas. “Desde que dejé la universidad no tocaba aquel temario y como todo fue con poco tiempo de margen, no aprobé. Pero me interesaba sobre todo ir, ver cómo era y esperar a la siguiente”.

De aquella primera convocatoria sacó dos cosas en claro. Una, que el tatuaje en su empeine no era mayor problema, porque hizo las pruebas físicas sin que nadie le llamara la atención. Y dos, aunque no llegó a hacerse la revisión médica por suspender, sí que consultó con un conocido sobre el tatuaje y “su respuesta me dió tranquilidad. Me dijo que con un pantalón no se vería y que, además, la elección de uniforme es opcional”.

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Detalle del tatuaje

Con este tema resuelto, Estela se dedica en cuerpo y alma a la preparación. Va a por todas para aprobar. Eso pasa por vivir ocho horas dedicadas al estudio de lunes a domingo, y dos horas más al día de entrenamiento para las pruebas físicas. Pruebas a las que la acompaña cuando puede su padre, que le servía de empuje y aliento. “Este año he quitado tiempo a muchas personas de mi entorno y he renunciado a muchas cosas. No he vivido, en resumen. Mi pareja ha estado volcada en la casa para que yo me dedicara por completo a estudiar. No nos hemos ido de viaje ni a una escapada. Era vivir para estas oposiciones y a ellas he destinado todos mis ahorros para pagar también gimnasio, materiales y demás”, lamenta.

Llegó el día definitivo. Fue el pasado 19 de junio y todo comenzó con las pruebas físicas. Estela llegó a las siete de la mañana, se vistió de deporte, se mentalizó y así fue superando todas las pruebas. Hasta que llega la evaluación de natación. “Y ya en la piscina, cuando me toca en la siguiente tanda, se acercan a una compañera que lleva unas tiras de fisioterapia pegadas en las piernas. Así nos empiezan a revisar a todos. Llegan al tatuaje de mi pie y el presidente ordena que abandone las pruebas”.

Estela no se lo puede creer y exige una explicación. El presidente le indica que no puede continuar porque ese tatuaje resulta visible con el uniforme. “Yo le recuerdo que la elección de uniforme es personal, o pantalón o falda. Y él me responde que mi jefe de unidad me puede obligar a llevar falda. Le respondo que eso sería discriminatorio y ya no me contesta”, explica.

"Él me respondió que mi jefe de unidad me puede obligar a llevar falda, aunque la normativa dice que es una elección personal"

Observa que no hay opción y asume que debe abandonar. Estela sale destrozada: “Imagina... Dos años de mi vida perdidos. No me lo podía creer. Le pregunté cuatro veces al presidente si la expulsión era real. Entre mis compañeros incluso les comentan que me lo puedo tapar. Yo le digo que me lo puedo borrar si es preciso… Allí había hombres haciendo las pruebas con el gemelo o los pies tatuados, y a ellos sí se les deja porque van siempre con pantalón”.

La joven recoge sus cosas como puede y a la salida se encuentra con su padre, que la acompañó a las pruebas. Nada más saber la noticia, él, como militar en reserva que conoce el reglamento, intenta hablar con el tribunal y el presidente. La respuesta fue la misma. Así que su padre propone hacer un recurso, una especie de reclamación para intentar que fuera readmitida.

Tres días después, suena el teléfono de Estela. Es el presidente. Le indica que acuda a una revisión para valorar el caso. Ella guarda esperanzas porque entiende que es una oportunidad para hablar y, sobre todo, “volverme a readmitir, porque para decirme lo mismo pensaba que no me harían perder el tiempo”, comenta.

El viernes su padre la acompaña a la Escuela Militar de Sanidad. Allí le espera un tribunal con cuatro hombres, una mujer… y el mismo presidente que la expulsó. “Nada más entrar él recuerda la normativa de que no se permiten tatuajes visibles. Me sacan un zapato de un tallaje menor que mi pie para ver si, al probármelo, se vería el tatuaje. Yo le digo que no puedo porque es pequeño y estoy segura de que se ve el dibujo, porque era un zapato de tacón, de salón. Entonces, yo menciono que la convocatoria indica que el órgano de selección debe velar por el ‘estricto cumplimiento de la igualdad de oportunidades entre los aspirantes de ambos sexos’”.

Estela, en su argumentación, recuerda y revisa la normativa de uniformidad, donde no existe la obligatoriedad de la falda, salvo en el uniforme de “gran etiqueta, pero ahí me puedo poner la falda con medias negras. Es decir, que tampoco sería visible el tatuaje”, explica. Comprueba que uno de los miembros del tribunal asiente con la cabeza ante la afirmación de Estela, pero el presidente regresa al punto de inicio: la normativa del tatuaje. Y hace oídos sordos a la discriminación por sexo que apunta la opositora.

El presidente me dijo que ’la superficie de piel libre de tatuajes exigible a una mujer es muy superior a la de un hombre’

Estela pide un documento por escrito de aquella reunión. Tarda casi una hora en tenerlo. Su padre espera con ella en el pasillo, donde ven una foto de Franco. “Entre la foto y lo que me estaba pasando parece que vivía en otra época”, comenta Estela. Y cuando ya sale el presidente del tribunal para entregar el informe, este se siente con más libertad para expresarse. “El presidente me dice que ‘la superficie de piel libre de tatuajes exigible a una mujer es muy superior a la de un hombre’, o ‘un hombre puede tener tatuajes en el pie, tobillo o incluso en las pantorrillas y no pasa nada, pero una mujer no puede’, o ‘da igual que en la normativa ponga que el uniforme es opcional, pantalón o falda, tu superior te puede obligar a llevar falda aunque tú no quieras’. Yo intenté defenderme porque me sentía humillada, pero mi padre me hizo entender que no merecía la pena seguir allí”.

Asumida la realidad, ahora Estela prepara un recurso de alzada para que el caso llegue al Ministerio de Defensa. “No tengo dinero para abogados y esto es gratuito. Lo tengo que presentar en el plazo de un mes y, luego, esperar”. Un tiempo que se puede extender demasiado, pero tiene la esperanza de que antes de la fecha de ingreso de los nuevos aprobados le permitan hacer las pruebas en igualdad de oportunidades. O que le dejen presentarse a la próxima convocatoria, a pesar de la edad.

Mientras, busca trabajo de lo que salga porque sus ahorros no estiran más, quiere localizar a otra compañera que aquel día le pasó lo mismo con su tatuaje, y empieza a recibir algunas amenazas por dar a conocer su caso en las redes sociales. “Que esto ocurra ahora, cuando parece que la sociedad está más concienciada sobre la igualdad de género me ha sorprendido muchísimo, sobre todo cuando siempre se dice que quieren más mujeres en el ejército. Pero este contexto y el movimiento feminista me ha dado fuerzas para empezar esta pequeña lucha e intentar hacer justicia de alguna manera o, al menos, hacer saber que la discriminación continúa ocurriendo”.

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