Xarxa Feminista PV

Un monedero propio

Jueves 5 de enero de 2023

ANA BERNAL TRIVIÑO 04/01/2023 Público

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magen de Hans en Pixabay

Estos días de Reyes Magos pienso en los esfuerzos de mis padres para que tuviera mis regalos la mañana del 6 de enero. Pero, sobre todo, cuando creces y tienes conversaciones cómplices con tu madre, descubres cómo esta etapa terminaba removiéndola por dentro porque tomaba conciencia de cómo, más allá de ser madre, era una mujer "no realizada". En cada Navidad, echaba de menos tener un empleo, con su paga y su cotización para cuando se jubilara. Trabajar cada día en casa, no contaba. Tener su propio monedero con el que comprar alguno de esos regalos que ya no se podían, era un sueño. O su propio monedero para regalarse ella misma lo que quisiera (y que eran cosas muy básicas o de salud). Creo que uno de sus días más felices fue cuando gestioné su paga de Suiza, donde emigró y trabajó por unos pocos años. Es muy poco dinero pero es SU dinero. Y cuando vio aquel ingreso, de golpe, se sintió válida y orgullosa de sí.

Pienso estos días, cuando el desempleo en España sigue siendo mayor entre las mujeres, en cuántas verán que los Reyes Magos no pueden con todo. Que con un monedero propio, o con uno que realmente recogiera todo su esfuerzo, podrían no sentirse fracasadas ante el resto. En aquella crisis de 2008, que nos engulló a tantas personas, pasé por esa etapa de rebelión interna, rabia y pena de no poder regalar en Reyes a mi familia. Y los Reyes no eran todo. Cada día estrujaba lo que había para pagar facturas y cosas necesarias, y dejaba pasar de largo otras frente a un monedero cada vez más vacío. Aquella situación me hacía sentir poca cosa, menor, y me minaba poco a poco por dentro.

Por eso, luego, cuando tuve mi primer sueldo fijo, fue uno de los días más felices de mi vida. Recuerdo que fui a ver una peli al cine (que la cultura, cuando estás mal económicamente, pasa a ser algo que casi no te permites). La peli me gustó tanto que quería volver a verla. Y a la semana siguiente, mientras bajaba la cuesta de Tibidabo donde estaba aquel cine, tenía mi conciencia de pobre diciendo: "no gastes más". Hasta que me dije que aquella Ana sin monedero era cosa del pasado y me fui a comprar mi entrada. Entiendo que la taquillera me mirara extraña, porque en mis ojos había retenidas unas cuantas lágrima de emoción. Ese día estaba orgullosa de mí misma. Lo mismo me pasó cuando firmé mi tratamiento de ortodoncia. Tuve que esperar a los 40 años para ello, sí, pero qué paz y qué felicidad de ser yo quien lo consiguiera después de tanto tiempo, por pensar a veces más en los demás y poco en mí.

Hace algo más de un año escribí un artículo que se llamaba Una habitación propia, en honor a su autora, Virginia Woolf. Con su permiso, amplío aquel primer artículo y modifico ese título por uno que considero la base de todo en una mujer: Tener un monedero propio. Porque es urgente que todas las mujeres tengan su propio monedero para que sean libres, porque no todas lo son. Porque no tener monedero propio nos pone a todas en riesgo, porque nos hace dependientes y eso es como si te ataran de pies y manos.

No es casual que muchos maltratadores, conscientes de esta desigualdad, ejerzan su violencia a través de la economía. Cerca de un 12% de las mujeres la sufren y no se limita solo al impago de las pensiones, sino también a dejar de pagar cuotas hipotecarias hasta provocar que la desahucien con los críos, a no permitirles trabajar o a controlar sus cuentas bancarias... o bien justo eso las ata para que no puedan ni separarse. Y esa violencia no es solo económica, es también psicológica y afecta a la realización personal de esas mujeres.

Decía Woolf que "una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas". Yo digo que necesita un monedero no para escribir solo, sino para vivir. Y por eso termino este artículo como hice en aquel otro de hace algo más de un año. Porque si el texto de Woolf sigue siendo vigente es que hemos hecho una revolución a medias. Y hasta que todas no seamos libres e independientes, nunca lo seremos al cien por cien el resto.

PD: Y una cosa más. Que no se angustien ni carguen con culpa las madres que no pudieron regalarnos nada cuando ellas querían, por no trabajar fuera de casa y no tener dinero. Cuando nos decían una y otra vez "estudia, estudia, y no dependas de nadie", ya nos hicieron el mejor regalo que pudieron: ser más libres. Gracias, mamá.

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