Jueves 7 de marzo de 2019
Carmen Castro, Doctora en Economía 05-03-2019 Público
Un año más, este 8M reafirmaremos que el objeto de la movilización feminista es la transformación social; en esta travesía podemos ganar todas, reconociéndonos en nuestras múltiples diversidades y tejiendo redes y alianzas feministas. La sororidad es una estrategia poderosa que remite a la alianza entre mujeres creando relaciones positivas y pactos para conseguir la transformación social feminista.
El #HermanaYoSiTeCreo recoge la denuncia pública y la indignación colectiva que provoca la impunidad ante las violencias sexuales perpetradas contra las mujeres. Se trata de un grito colectivo que interpela directamente al sistema de privilegios que se otorgan quienes exhiben una masculinidad rancia, pretendiendo repartirse la propiedad y acceso al cuerpo y la sexualidad de las mujeres. Es un Basta ya plural, con el que empatizan cada vez más plataformas y/o movimientos sociales en alerta continua por la precarización de la vida, la desigualdad enquistada y la creciente vulnerabilidad social.
Este despertar colectivo no pasa desapercibido a los guardianes del estatus quo; de hecho, cuanto mayor músculo y apoyo social tiene el movimiento feminista, más explícita se muestran las expresiones de intolerancia y misoginia. Es la reacción patriarcal que se desvela sin sutilezas contra los derechos humanos alentada por el peligroso auge fascista del neoliberalismo y el ultracatolicismo. Hay que hacer frente a esa nueva táctica de represión con la que se pretende justificar la desigualdad; estemos en alerta, porque nos va la vida en ello.
La nueva ola feminista se va conformando por múltiples estrategias de resistencia y aún más por la evidencia de que las feministas ya no estamos a la ‘defensiva’ si no que hemos tomado una posición más explícita y nada complaciente con la opresión y no hay vuelta atrás. Se trata de una apuesta clara por la dignidad humana y la eliminación de los procesos de deshumanización que sustentan los mecanismos actuales de explotación laboral y sexual.
Exigimos ser consideradas como un fin en nosotras mismas, y no como meros instrumentos o satisfactores de las necesidades y el bienestar de otras personas. Y denunciamos las trampas patriarcales y los ‘grandes relatos’ paternalistas con los que pretenden desactivar la movilización feminista.
Exigimos la articulación de un pacto constituyente del paradigma feminista, que amplíe el marco de los derechos fundamentales, otorgando máxima relevancia al derecho de toda persona a tener una vida plena, en equidad de género y libre de violencias. Y determinando los ‘cuidados’ como una necesidad social, un derecho básico para la vida. Necesitamos un pacto radicalmente democrático que identifique a las personas en su fragilidad e interdependencias de vida, en su autonomía relacional y ecodependencia, en vez de hacerlo desde la ficción patriarcal de un homo económicus individualista, independiente y falto de empatía social.
Un año más, este 8M hay convocada una huelga feminista y son muchos los motivos para apoyarla. La huelga feminista desborda la dimensión puramente laboral, ya que la parte de huelga de cuidados, de consumo y la estudiantil tienen identidad propia y resultan aún de mayor relevancia para las vindicaciones feministas; algo que hemos aportado desde el movimiento feminista es que ninguna huelga se podrá considerar general si no tiene en cuenta el trabajo reproductivo además del productivo.
A través de la huelga laboral de 24 horas denunciamos las desigualdades en el empleo, la feminización de la pobreza y la precariedad de las condiciones de vida, los suelos pegajosos que atrapan a tantas mujeres, la brecha salarial y los techos de cristal; exigimos también la derogación de la ley de extranjería y el cierre de los CIE.
A través de la huelga de cuidados denunciamos la necesidad de repensar la economía para ponerla al servicio de las personas, de la reproducción social y visibilizamos el papel de las mujeres en la sostenibilidad de la vida, a través de los trabajos de cuidados, que producen y reproducen condiciones y bienestar imprescindibles para la vida, que ni se cuentan, ni se valoran, ni se reparten.
Con la huelga de consumo denunciamos las múltiples formas con las que el neoliberalismo se cuela en la cotidianidad de nuestras vidas, mercantilizando cada vez más ámbitos de la vida y de las relaciones, y articulamos propuestas para un consumo consciente y ético. Con la huelga estudiantil y educativa exigimos una educación pública, laica y feminista.
Son muchos más los motivos para la huelga feminista, tantos como realidades que nos atraviesan colocándonos en posiciones de desigualdad a las mujeres del norte y del sur global, a las racializadas, a las transgresoras y disidentes del género, a todas. Vamos todas a la huelga, tomemos las calles y articulemos un Plan para la Justicia de Género ¡ya! y un programa económico feminista basado en la equivalencia humana y la justicia redistributiva (social, de género y ecológica) desde la certeza de que no todo vale.
Avancemos en la radicalidad democrática de la sociedad incluyendo un reparto equitativo de trabajos, rentas y tiempos de vida. Sigamos tejiendo sororidad feminista, sumando y construyendo colectivamente vidas vivibles y avanzando en la despatriarcalización de todos los ámbitos de la vida y en las estructuras organizativas e instituciones. Interpelemos desde la calle, la academia y las instituciones la urgencia de cambios profundos en la subjetividad masculina y la manera en que construimos la sexualidad; y cambios radicales en la economía, propiciando que la economía feminista entre en la agenda política y económica.