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Susana Guerrero se niega a entregar a su hija a un agresor sexual

Miércoles 20 de abril de 2016

BERTA CAO 18/4/2016 cuartopoder

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Susana Guerrero y su hija Nayara, simulando el “Arriba las manos” ante el atraco que están viviendo por parte de la justicia. / Facebook de Susana Guerrero

Hay historias que no se deberían vivir, pero si están ahí, hay que conocerlas, combatirlas para que no vuelvan a suceder. La historia de Susana Guerrero es de esas, de las que obligan a mirar a la verdad de frente, cueste el dolor que cueste, y comprobar que, como dice el dicho popular, lo que no mata hace más fuerte.

Susana tiene 28 años. Hija de una familia desestructurada, conoció el dolor físico y la soledad afectiva desde muy pequeña, cuando ella y sus hermanos eran víctimas de las palizas diarias de su madre. La salida que le dieron los servicios sociales, los centros de protección, no mejoraron su situación. “Un día hablaré de ellos”, dice en conversación telefónica con cuartopoder.es. Tiene que ser necesariamente por teléfono. Susana está escondida junto a su hija Nayara, de 10 años, porque se niega a entregarla al padre de ésta, según le obliga una sentencia judicial. No juzguemos aún, veamos las razones de su negativa recorriendo la vida de Susana.

A los 13 años le encontraron un matrimonio que quería adoptarla, aunque al final no pudo ser. Él, el marido, empezó a abusar sexualmente de Susana, entrando incluso en prisión por este delito. Cuando supo que Susana, con 17 años, estaba embarazada y aunque en un principio le exigió abortar “al bastardo que le iba a arruinar la vida”, se separó de su esposa y se llevó a Susana a vivir con él, momento en el que a la violencia sexual y psicológica se le sumó la violencia física.

Nayara tenía 2 años cuando Susana tuvo el valor de denunciar a su maltratador, confeso y condenado por violencia de género en el juzgado de Talavera de la Reina. Cuatro años después, en 2012, ambas se van lo más lejos posible, a Canarias. El violador buscó hasta encontrarlas y pidió la custodia de la niña. La jueza de Talavera determina un régimen de visitas, con viajes a la ciudad toledana que Susana tiene que pagar.

El calvario de Susana empieza cuando detecta que la niña está siendo abusada sexualmente en esas visitas. Lo denuncia y la jueza talaverana lo desestima porque el psiquiatra que realiza el peritaje no cree a la niña y se arroga considerar que Susana la manipula. Cartel-Susana-Guerrero

Convocatoria de concentración el próximo lunes 18 de abril, ante los juzgados de toda España, en solidaridad con Susana Guerrero.

En 2014, la pediatra que atiende a Nayara decide denunciar los abusos y el juzgado canario se inhibe a favor del de Talavera. A partir de aquí, Susana entra en un demencial proceso que la lleva a una condena por mala fe y dilación del proceso, por recusar a la jueza, quien entrega la custodia al padre en una sentencia que tiene el S.A.P (Síndrome de Alienación Parental) como motivo. La sentencia “incluso menciona a Richard Gardner” nos cuenta indignada Susana. Y no es para menos, Richard Gardner fue un pederasta que se inventó este supuesto síndrome, que no tiene ninguna base ni está reconocido y, es más, en España el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) desaconseja su aplicación en casos de violencia. Literalmente, el CGPJ señala que “no se debe aceptar que se utilice el S.A.P. para deslegitimar denuncias por violencia de género o por abuso sexual.” pag. 168, Guía de criterios de actuación judicial frente a la violencia de género del CGP

Estas son las razones que han llevado a Susana a tener oculta a su hija, desprotegidas ambas de la justicia, perseguidas y nuevamente maltratadas por un sistema que no las ha defendido mientras ha victimizado al delincuente. “Ese señor, el que ahora está callado, me ha destrozado la vida y se la está destrozando a mi hija”, nos dice Susana, que se enfrenta el lunes 18 a un juicio por una acusación de la actual esposa de su violador, por presunta denuncia falsa -porque se archivó la denuncia por abusos-. “Voy a ir con la cabeza alta, no como ellos, que sientan a una mujer inocente en el banquillo. Pero no les tengo miedo. Les he perdido el miedo y no me van a callar, porque los que están delinquiendo son ellos”, cuenta con la voz cansada.

“Si algo bueno he sacado de esto es la fortaleza que me ha dado”, afirma y continúa: “Estoy consiguiendo que a mi niña no se le borre la sonrisa”, mientras escuchamos a Nayara, contenta, reclamar a su madre que vaya a jugar. “Nayara está escolarizada”, se apresura Susana. “Como estos días no está acudiendo a la escuela, tiene cuatro horas de clase en casa, con profesorado privado y el asentimiento del centro educativo.”

Antes de dejarnos, Susana vuelve a su tono serio para decir que su historia “tiene que servir para que el resto de madres tengan un camino. La sociedad no está concienciada, hasta yo pensaba antes que si a una madre le quitan la custodia, por algo será. Ahora sé por qué es y no tiene que ver con la madre”.

Recuerdo otras historias de víctimas de violencia que han pasado por el juzgado de Talavera. A María, que hace años tuvo que soportar que la jueza le preguntara si era seguro que su pareja le había roto la nariz, porque se la habían dejado muy bien, a pesar de ser la policía la que había acudido a su casa, durante una de las palizas que le dio su expareja y que las denuncias procedían del equipo médico que la atendió… “A mí, la jueza me ha llamado cerda y promiscua. Y llegó a decir que ¡a saber con cuántos hombres había estado!”, explica Susana cuando entra en la conversación la historia de María.

La gran diferencia entre María y Susana es la concienciación de la sociedad y, sobre todo, la movilización de las mujeres. María se sintió muchas veces sola, a Susana no le da tiempo a estar sola. Nayara sabe que todo el mundo está apoyándolas, lo ve en la campaña de change.org. y no paran de demostrarlo muchas organizaciones locales, autonómicas y estatales, que están convocando movilizaciones ante los juzgados de toda España, el lunes a las 10:30, coincidiendo con el inicio de la vista contra Susana, a la que el Ministerio Fiscal pide 24 meses, una cuota subsidiaria de 12 euros y una indemnización a su violador de 3.000 euros.

A veces, las personas encargadas de administrar la justicia tienen que dar el do de pecho. El lunes es una de esas situaciones. Tendremos que estar ahí para darle las gracias a Susana por su dignidad. Hacer todo lo que esté en nuestra mano para que ella y su hija puedan seguir sonriendo y alcancen vivir una vida al margen de esta locura, y de todas las violencias

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