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Sin consentimiento no hay BDSMK, solo agresión

Viernes 8 de noviembre de 2024

No nos sentimos representadas ni en los enfoques kinkyfóbicos sobre “sexo duro” en torno al caso Errejón ni en las respuestas que cuestionan a las agredidas, como si no supieran diferenciar entre abuso y mala experiencia.

Texto: Pikara Magazine 06/11/2024

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Performance de shibari, el arte japonés en el que se basa el bondage./ amidnightpoem para Flickr

Kink Ladies

Somos un grupo de mujeres y otras identidades no heteronormativas (no binarias, en cuestionamiento, etcétera),de toda orientación sexual, que practicamos el BDSMK (Bondage/ Dominación-Disciplina/Sumisión-Sadomasoquismo y Kink) en multitud de sus variantes desde hace muchos años. Nos unimos para compartir saberes, prácticas, consejos y herramientas, precisamente para disfrutar más, explorar nuestro deseo, minimizar riesgos, sostenernos y, también, avisarnos de depredadores y abusadores. En resumen, un grupo de bedesemeras para apoyarnos y disfrutar lo más posible.

A raíz del tema Errejón, hemos visto varios artículos en prensa con un enfoque centrado en el morbo del “sexo duro” practicado por Errejón y con un enfoque claramente kinkyfóbico, pero nos ha preocupado también la respuesta a esta kinkyfobia con enfoques que dejan a las agredidas cuestionadas de nuevo y como mujeres que parecen no saber diferenciar entre abuso y mala experiencia. Como no nos sentimos representadas en las posturas vertidas, y creemos que tenemos bastante que decir, hemos decidido escribir lo nuestro. Ahí vamos.

¿Qué es BDSMK?

Por decirlo sencillo, aparte del significado de las siglas que cualquiera encuentra en Wikipedia, es un conjunto de prácticas, sexuales y no sexuales, cuya clave es que hay un intercambio de poder de forma explícita y consensuada. Dentro de esto, existe también el BDSM mainstream, y el imaginario prototípico es el de un hombre dominando a mujeres sumisas. También sabemos que esto es lo que más problematizan algunas posturas feministas (no la nuestra), al vincularse mujer con sumisión y masoquismo y a hombre con dominación y sadismo.

Hay un montón de otras prácticas en el BDSMK y de posibles juegos y roles que escapan a ese imaginario, pero lo resumiremos en que el BDSMK no nos habla de sexo duro, de hecho algunas prácticas no son sexuales ni que tienen que ver con dolor ni humillación, sino que se trata de un conjunto de prácticas que son consensuadas y en las que hay intercambio de poder explícito.

Pero como sabemos que lo que nos trae a hablar aquí es esa parte del llamado sexo duro (bofetones, juegos de humillación, etcétera) vamos al lío: somos firmes partidarias de que no hay nada de malo en estos juegos mientras sean, efectivamente, juegos pactados. En el momento en el que se dan por sentado, no se consulta, se impone, se realiza por sorpresa o se rompe un límite, se trata de agresión sexual.

Y nos vemos en la obligación de decirlo: esto es así, aunque te gusten esas prácticas habitualmente. Sabemos muy bien la doble condena, cuestionamiento y culpa que recae sobre las practicantes de BDSMK que hemos sido agredidas. Por eso sabemos que nos puede encantar recibir una bofetada, pero no siempre, ni de cualquiera, ni de cualquier manera o intensidad, etcétera. Y sabemos diferenciar muy bien cuándo es mal sexo de cuándo es agresión.

También sabemos bien que hay algunas situaciones o estados mentales en los que es complicado decir la palabra o gesto de seguridad, que a veces suceden accidentes. Pero esto no es un tratado de BDSMK, hay mucha info para quien quiera jugar a esto y se preocupe por conjugarlo con respeto y cuidados de sus compis de juego, así que simplemente dejaremos claro que tenemos constancia de toda la complejidad y grises que pueden suceder.

Las víctimas de agresión

De entrada, no vemos nada negativo en el término víctima, no implica juicio moral sobre la persona, ni dice nada acerca de su capacidad de agencia o sobre su pasividad. Ser víctima de explotación laboral, de víctima de violencia estatal o de violencia racista no dice absolutamente nada sobre las personas que han sido agredidas, y hemos visto en muchas ocasiones cómo convierten ese hecho en motor de denuncia y cambio social.

Las víctimas suelen utilizar los canales que encuentran disponibles, y las denuncias anónimas en la cuenta de Cristina Fallarás ha sido la vía que muchas mujeres han encontrado para contar sus experiencias. No han sido ni las vías institucionales, y no nos sorprende, pero tampoco han acudido a nuestras asambleas feministas de barrio, aunque nos joda, y tendremos que poner de nuestra parte si queremos que eso cambie. Pero nunca, nunca, deberíamos cuestionar la vía por la que las agredidas cuentan su experiencia y denuncian. Tampoco los términos en los que lo hacen. No queremos generar una nueva versión de “la correcta agredida bdsmk-friendly”.

Varias de estas mujeres han denunciado prácticas humillantes y violentas por parte de Errejón y las han descrito con detalles. Muchas personas han visto en esa descripción una especie de condena a las prácticas que realizan consensuadamente. La parte clave aquí es que, claramente, Errejón no estableció, como interesado en ese tipo de prácticas, ninguna forma en que las víctimas pudieran consensuar ni manifestar si estaban interesadas o no en las mismas. La gran diferencia entre muchas prácticas del BDSMK y la agresión y violencia machista es, precisamente, que son prácticas consensuadas. Es Errejón quien se aprovechó del imaginario mainstream del BDSM y lo impuso. Y nos negamos a debatir acerca de si “las forzó” o no, porque consideramos que es un marco machista y sabemos que hay multitud de maneras de ejercer poder e imponer.

En resumen: creemos a las víctimas, sabemos lo humillante que es cualquiera de estas prácticas realizada contra nuestra voluntad, consenso previo, etcétcera. Y lo sabemos, insistimos, por experiencia propia y queremos decirlo bien alto: que disfrutes del sometimiento, golpes, asfixia, humillación o los hayas disfrutado no significa que siempre te apetezcan, que se abra un metaconsenso en el que, si una vez has dicho que sí, ya es “sí para siempre”, que ya nunca puedas decir que no, que tu oposición a realizarlas tenga menos valor o que te lo busques. No tenemos ninguna gana de convencerlas de que el BDSMK mola un montón y que lo que les ha pasado es que si no les gustaba pues que lo hubieran dicho.

Preguntas inocentes

Debatir es sano, pero sabemos también que las preguntas sobre las que se enmarca un debate no son nunca inocentes. Si vemos en un periódico de tirada nacional “¿Debemos subir la edad de jubilación a los 75 años?”, la respuesta que queremos clara es “No, maldita sea, ¿cómo se te ocurre siquiera plantearlo?”.

Por eso nos extrañan algunas preguntas como “¿Es lo mismo ‘comportamientos machistas’ que ‘violencia machista’?”. Sabemos que no, pero también sabemos que los segundos se sustentan en los primeros. Una pregunta nos ha parecido alarmante: “¿Encontrarte con un tipo que practica un sexo que no te gusta es agresión o una gran putada?”. Y vamos a contestarla: encontrarme con que un tipo practica un sexo que no me gusta, si me lo impone, es una agresión. Y no entendemos la puerta abierta a esta duda. Una gran putada es que a la persona que te gusta le vaya el medical y tú no quieras ni ver un bisturí y veáis las incompatibilidades. Pero la duda acerca de si deberíamos definir los encuentros abusivos de Errejón como “mal sexo” en lugar de agresión nos resulta tendenciosa.

No es nuestra idea repartir culpas, pero desde luego, nuestra capacidad para preguntarnos se alinea con no generar más culpa y cuestionamiento en las agredidas. Será que enmarcamos distinto las preguntas.

Sobre el consabido “¿Las mujeres pueden responder, o son siempre víctimas pasivas sin agencia?” en sus distintas variantes, vemos el planteamiento absurdo por simple y binario. Podemos comprobar cómo las víctimas pueden ser activas y tener agencia y capacidad de respuesta denunciando a sus agresores. También consideramos que las mujeres saben diferenciar agresión de mal sexo o de desplante amoroso, sin necesidad de agentes externos que se lo tengan que dilucidar, las vemos muy capaces.

Pero también sabemos que a veces sabemos responder y en otras ocasiones, no. Y en cuanto sufrimos una agresión, somos las primeras a las que nos tortura la culpa sobre cómo respondimos, si no respondimos, la contundencia, etcétera. Precisamente tras la agresión es frecuente que aparezca, además de las voces patriarcales, la figura mítica de la perfecta feminista, que siempre sabe responder y siempre tiene agencia. Y en esas situaciones nos preguntarnos: “¿Por qué no lo paraste? ¿Por qué no respondiste y dejaste claro que no querías?” Pues porque a veces no podemos, por multitud de factores y contextos, que maravillosas psicólogas y sexólogas feministas nos ayudan luego a desgranar en terapia. Un brindis por ellas.

Parece mentira tener que contar esto, pero el contexto patriarcal adoctrina a las mujeres en una serie de mecanismos que favorecen las agresiones y violencias machistas, entre otros, la indefensión aprendida. También crea un contexto muy favorable para los abusadores y educa a los hombres en la dominación y en normalizar conductas machistas, no todas agresivas y violentas, pero que sustentan las que sí lo son. Hay que aportar herramientas para poder construir la sexualidad desde un lugar de placer y disfrute, pero cuestionar a las víctimas nunca formará parte de nuestra caja de herramientas.

Una de las cosas en que nos centramos como grupo es que, si alguna es agredida, sepa que cuenta con un espacio de apoyo seguro y sin cuestionamiento. Por encima de multitud de debates, que los tenemos, y de planteamientos teóricos o preguntas abiertas, entendemos que está por encima el respeto y la protección de las agredidas. Queremos que nuestra práctica feminista genere entre nosotras una idea: “Si me agreden, os lo contaría a vosotras”.

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