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Ser lesbiana en Sudáfrica sigue siendo peligroso. Amnistía I

Martes 13 de noviembre de 2012

Bontle Khalo trabaja por los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) de KwaThema, un suburbio de la ciudad sudafricana de Ekurhuleni, próxima a Johanesburgo, conocido en un tiempo como un paraíso para la comunidad LGBTI. La convivencia en el área se ha visto recientemente enturbiada por varios crímenes de odio. Khalo es voluntaria a tiempo completo del Comité Organizador del Orgullo de Ekurhuleni (EPOC), organización con la que Amnistía Internacional colabora en la lucha por los derechos de las personas LGTBI sudafricanas.

Los asesinatos se cometieron con unos meses de diferencia. El de Girly Nkosi fue en 2009; el de Eudy Simelane, en 2008. Antes de eso, yo no era precisamente una activista, tampoco sabía mucho sobre cuestiones LGBTI. Sólo sabía que era lesbiana.

Mi primera reacción fue tener miedo. Y conmoción. No sabía que podían pasar estas cosas aquí, en una comunidad tan unida, una comunidad muy pequeña donde las personas LGBTI nos sentíamos libres para ser francas y abiertas. Tampoco conocíamos la expresión “crimen de odio”. Nunca fue algo que experimentásemos realmente.

Bontle Khalo activista lesbiana de Sudáfrica, septiembre de 2012. © AI

Ese miedo se convirtió enseguida en ira. Y estábamos decididas a hacer algo. No sabíamos exactamente el qué, pero sabíamos lo que sentíamos, miedo e ira; y no queríamos volver a sentirnos así nunca más.

Hablamos de hacer la marcha del Orgullo en Ekurhuleni, básicamente para entregar un documento en la comisaría de KwaThema, pidiendo que hicieran algo sobre estos asesinatos. Pero poco después se creó el Comité Organizador del Orgullo de Ekurhuleni y la marcha se convirtió en un acto anual.

Participamos en un montón de diálogos en la comunidad. Salimos a la calle, fuimos a las escuelas, a los consultorios médicos, y creo que después de eso teníamos la sensación de que las cosas iban mejor. Sentíamos que la gente estaba mucho más concienciada sobre las cuestiones LGBTI. Y entonces mataron a Noxolo.

Fue algo desgarrador. Me acuerdo de tener la sensación de que el trabajo que estábamos haciendo no era suficiente en ese momento. Creo que quienes formábamos parte del Comité también tenían, ya sabe, esa sensación… esperábamos que las cosas hubieran cambiado. Saber que esto ha ocurrido otra vez. Fue una sensación terrible.

La gente estaba indignada. Venían a la oficina diciendo que querían hacer algo. Un montón de gente quería justicia, quería respuestas, quería que se hiciera algo. Recibimos apoyo de personas que no formaban parte de la comunidad LGBTI.

Creo que cuando la gente piensa en Sudáfrica se dice: “¡Sí, Sudáfrica es un sitio maravilloso para ser lesbiana o gay”, pero esa no es la realidad. Sigue habiendo mucha discriminación e intolerancia a las que no se ha hecho frente y mucho trabajo aún por hacer, sobre todo en los suburbios.

Incluso en los de Ciudad del Cabo se están produciendo muchos crímenes, muchos asesinatos y hay muchas violaciones. Las estadísticas allí son espeluznantes.

Si eres una persona negra lesbiana, gay o transgénero y vives en un suburbio, todavía es peligroso; todavía tienes que estar preparada, porque los negros todavía tienen muchos prejuicios.

Sobre todo los hombres sienten aún mucho odio e ira hacia las cuestiones LGBTI relacionadas con las lesbianas.

Personalmente creo que muchos hombres se sienten castrados, pienso que no están de acuerdo con la idea de que las mujeres tengan relaciones entre ellas y hablen tan abiertamente de esas relaciones.

Creo que a principios de la década de 1970, las organizaciones como GLOW (Organización Gay y Lesbiana del Witwatersrand) estaban lideradas por hombres gays. Creo que la gente no tenía problemas con los gays porque eran muy abiertos y llamativos. Todo era diversión y juego para la gente y se sentían cómodos con eso.

Supongo que cuando las lesbianas empezaron a hacerse cada vez más visibles, los hombres se sintieron incómodos. No era como con los gays. A ellos podían gastarles bromas, ignorarlos y cosas así.

Creo que después del asesinato de Noxolo mucha gente tenía mucho miedo. Es cuando la gente dijo que no se sentía a gusto saliendo por la noche, no se sentía a gusto yendo a ciertos sitios. Los asesinos de Noxolo siguen estando allí, en alguna parte. Lo que le pasó a Noxolo puede repetirse porque no sabemos quiénes son.

Pero nosotras vamos a seguir luchando para vivir en el tipo de sociedad en el que creemos. Vamos a trabajar mucho, muchísimo para conseguirlo.

Fte.eldiario.es

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