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Roles de género de la prehistoria: el pasado tampoco fue como creemos

Sábado 20 de marzo de 2021

Varias expertas analizan hallazgos y descubrimientos que rompen esquemas tradicionales, como el de las mujeres cazadoras.

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Ilustración de una mujer cazadora hace 9.000 años. Matthew Verdolivo/UC Davis IET Academic Technology Services

Alba Mareca 19 marzo 2021 La Marea

«Durante más de siglo y medio, las interpretaciones que se han hecho de los restos arqueológicos han contribuido en gran medida a invisibilizar a las mujeres prehistóricas, sobre todo al reducir su importancia en la economía». Es una de las conclusiones a las que llega la investigadora Marylène Patou-Mathis en su libro L’homme préhistorique est aussi une femme –El hombre prehistórico también es una mujer– (Allary Éditions, 2020). Pero, tal y como añade la autora, hay descubrimientos recientes que han virado esa mirada androcéntrica.

Uno de los últimos lo publicó la revista científica Science Advances a principios del pasado noviembre: el hallazgo de una chica de entre 17 y 19 años enterrada hace unos 9.000 años junto a sus armas y la posterior revisión de un centenar de enterramientos ha llevado a un grupo de arqueólogos a afirmar que más de un tercio de quienes cazaban eran mujeres. Si la noticia sorprende es porque “contradice la explicación tradicional y cuestiona la llamada teoría del hombre cazador”, dice Marta Cintas Peña, doctora en Historia y miembro del grupo de investigación Atlas de la Universidad de Sevilla. Por eso es relevante: “Para que el público general se dé cuenta de la cantidad de ideas preconcebidas que hay sobre las mujeres en las sociedad prehistóricas”, explica Margarita Sánchez Romero, arqueóloga experta en género y profesora de Prehistoria en la Universidad de Granada.

Las implicaciones que tiene este descubrimiento en términos de género son, por tanto, fundamentales para enfocar el discurso histórico de una manera más amplia y rigurosa de lo que se viene haciendo hasta ahora. “Afirmaciones como la de que las mujeres no cazaban o no pintaban cuevas no se pueden seguir manteniendo”, señala Sánchez Romero. Sobre todo, por el hecho de “que una actividad tan diversa como la caza –caza mayor, caza menor, uso de arcos, lanzas, trampas, hondas, etc– con un desarrollo tan dilatado en el tiempo –miles de años– y realizada prácticamente en todos los lugares del mundo pueda ser tratada de una forma tan simple”.

Frente a las escasas evidencias arqueológicas, ambas expertas apelan a la etnografía para desmontar muchas de las afirmaciones que a menudo se hacen sobre los roles de mujeres y hombres en las sociedades. “Por ejemplo, las mujeres de los grupos Chipewyan en Canadá cazan y lo hacen también en otros lugares del mundo en la actualidad. Tampoco es nueva la aparición de armamento para la caza, como puntas de flecha o puntas de lanzas en los ajuares funerarios de las mujeres durante la Prehistoria”, argumenta Sánchez Romero. Pero lo cierto es que, tal y como explica Marta Cintas, “la organización social de las sociedades que habitaron durante lo que conocemos como Paleolítico Superior y Mesolítico a menudo se explica a partir de una división de tareas bastante rígida que distingue dos grupos: los hombres cazadores y las mujeres recolectoras; otorgando, además, un mayor peso a la caza frente a la recolección”.

El porqué de esto último reside, como en tantas otras ocasiones, en esa forma hegemónica de contar el mundo que otorga un mayor valor a aquello que está tradicionalmente vinculado a lo masculino frente a las actividades llevadas a cabo por mujeres. Así, otra de las cuestiones que constata el nuevo hallazgo es lo siguiente: “Nos resulta más llamativo lo que contradice nuestros estándares actuales y nuestras propias asociaciones de género que aquello que simplemente supone una continuidad o una repetición de lo que ya sabíamos”, apunta Cintas. Y añade: “Nada más publicarse el artículo de Science me preguntaron en clase sobre él. Sin embargo, nadie me ha preguntado nunca con el mismo interés acerca de si las mujeres eran las encargadas de la fabricación textil o de las tareas de molienda del grano”.

Pero ese relato no se ha sostenido por casualidad: la idea de que la caza fue una ocupación eminentemente masculina se vio reforzada durante la segunda mitad del siglo XX con publicaciones como el libro Man The Hunter, resultado de un simposio organizado por los antropólogos Richard Lee e Irven DeVore en 1966. El texto aborda la caza como “fundamental para el ser humano desde el principio de sus tiempos” y su práctica como “el motor principal de lo que nos convirtió en seres humanos”, resume Sánchez Romero. Esa concepción se ha alargado en el tiempo de manera que, como cuenta esta profesora, “es imposible encontrar una recreación en museos, revistas, libros de divulgación o cuentos en la que no sean los hombres quienes estén cazando”.

Tras la nueva evidencia publicada en Science, “pudiera parecer que es la aparición de mujeres cazadoras lo que nos sitúa, por fin, a las mujeres en el discurso histórico”, señala Sánchez Romero. Pero esto es un error. “Las mujeres cazaban en las sociedades de la Prehistoria, o al menos en algunas, y participaban, al igual que niños y niñas, en partidas de caza para grandes animales. Estoy convencida de que manejaban trampas y hordas y de que, como en el caso de la mujer analizada, utilizarían lanzas, arcos y flechas. Pero lo cierto es que las mujeres deberían estar en el discurso histórico por el desarrollo mayoritario, aunque no exclusivo, de otro tipo de trabajos que no se han considerado importantes porque precisamente estaban vinculados a ellas”.

Cuidar, alimentar, sanar, socializar o mantener los espacios de hábitat son labores imprescindibles en cualquier sociedad. En palabras de Sánchez Romero: “Son las únicas actividades estructurales”. De hecho, según recuerda, “durante la pandemia, el mundo se ha parado para, precisamente, cuidar, curar y procurar el bienestar”. “Lo que queremos –añade– es poner estas tareas en primer plano de la explicación histórica, independientemente de quien las realizara en el pasado”.

¿Y cómo relacionamos pasado y presente al hablar de roles de género? Para Cintas, “tradicionalmente, las sociedades prehistóricas han sido vistas como un reflejo de nosotros y nosotras mismas en el pasado”. Pero, ¿acaso han existido teorías empíricas que corroboran que la organización social en la Prehistoria responda a los mismos esquemas que la nuestra? Según esta doctora en Historia, lo que ha existido es, más bien, “una pescadilla que se muerde la cola”: “Puesto que en la actualidad la caza se asocia con los hombres y la recolección con las mujeres, en el pasado debió suceder lo mismo, y porque en el pasado eran los hombres quienes cazaban y las mujeres quienes recolectaban, en nuestra sociedad actual es así. El artículo de Science viene a deshacer ese círculo y a cuestionar, con datos arqueológicos –y esto es lo importante–, que el pasado no fue necesariamente así”.

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