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«Rogar para que nos hagan un contrato», la verdad de las mujeres internas

Viernes 4 de junio de 2021

Dora González Álvarez 27/05/2021 Pikara

Maitelan es una cooperativa de trabajadoras del hogar migrantes que busca asegurar los derechos laborales y colectivizar la responsabilidad social de los cuidados. Entrevistamos a María Elisa Peredo Quiroz, una de las impulsoras.

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Elisa Peredo. / Foto: Dora González Álvarez

Dignificar las condiciones laborales de las trabajadoras del hogar es la apuesta de la cooperativa de servicios de cuidados Maitelan, la cual desarrolla el modelo de colectivización en la responsabilidad social de los cuidados.

Esa chispa de crear cambios positivos para el sector de cuidados se encendió en las mujeres migrantes que participaban en las charlas de Amher-SOS Racismo. En 2012 identificaron a través de testimonios que la precariedad laboral como trabajadoras internas es una realidad generalizada, por ello, se plantearon una alternativa para cambiar ese rumbo. En 2017 contactaron con el personal técnico de empleo de la comarca de Beterri Buruntzaldea (Gipuzkoa) y de Amher y así avanzaron en el proyecto. En abril de 2019, se hizo la primera convocatoria donde participaron 20 mujeres migrantes. Al final quedaron siete, que son las fundadoras, de las cuales cuatro son socias trabajadoras y las otras tres están en proceso de regularización. A futuro esperan que se integren más mujeres.

La cooperativa empieza a funcionar en 2020 con mujeres que se han estudiado euskera, cursos de profesionalización que demanda el sector y temas de cooperativismo. Uno de sus principales logros hasta ahora ha sido los contratos laborales que las ubica en el régimen general de la Seguridad Social. Por fin gozan del derecho al paro y a bajas, algo que no es posible estando en el régimen especial.

A través de Maitelan, que significa cuidado con amor, buscan concienciar de que los trabajos de cuidados merecen ser visibilizados. Actualmente la cooperativa funciona en los municipios de Iturola y Hernani, en Gipuzkoa. Por el momento los servicios que ofrecen son de limpieza y cuidados, pero a mediano plazo pretenden ampliarlos y ser autosuficiente en manejar directamente ellas el proyecto, por lo que están en permanente capacitación para lograrlo. Las mujeres pretenden que los frutos de esta semilla que empieza a germinar pueda ser realidad en otras zonas de este país. De hecho, en la actualidad cuentan con una bolsa de trabajo.

María Elisa Peredo Quiroz es una de las socias trabajadoras de esta cooperativa. Nació en Bolivia y tiene más de 10 años de vivir en Euskal Herria. Su experiencia y la de otras mujeres le permite hacer una radiografía del día a día de las migrantes que luchan por un contrato laboral que por ley les corresponde, pero que no siempre le es posible acceder. Entrevistamos a una de las impulsoras para conocer más detalles sobre este proyecto.

¿Qué es Maitelan?

Maitelan Kooperativa Elkartea es una cooperativa integral sin fines de lucro y con iniciativa social, constituida por tres tipos de socias: usuarias, colaboradoras y trabajadoras. Con este formato buscamos la optimización de los servicios, dignificación del trabajo que hacemos y unos recursos económicos suficientes que nos permitan, en algunos casos, la regularización de nuestras compañeras que llevan largo tiempo en el país, trabajando en servicios domésticos y sin poder regularizarse.

¿Qué puede aportar esta figura jurídica a las trabajadoras?

La figura de cooperativa es la única alternativa para que nuestro colectivo sea dueño de su propio trabajo. Es decir, las socias deciden qué quieren en la cooperativa. Somos las dueñas de la empresa. Por otro lado, permite regularizar a las personas que no tienen papeles, que quizá en otro tipo de organización no se puede hacer.

¿Cómo llevan el proceso de regularización?

Las socias usuarias y las socias colaboradoras son las que aportan un monto económico específico a la cooperativa, esto para tener un capital suficiente y poder regularizar a algunas compañeras. Porque la ley de extranjería nos pide tener un capital de 10.000 euros para poder hacer un contrato a la trabajadora, entonces necesitamos tener un capital y esa función la cumplen las socias colaboradoras.

¿Cómo ha cambiado la vida laboral de las mujeres que han sido parte de Maitelan?

En Maitelan las trabajadoras cotizamos en el régimen general de la Seguridad Social, con el cual tenemos más derechos como el paro. Personalmente, coger una baja legal ha sido un lujo que en los últimos años no tuve. Por ejemplo, cuando enfermé de la Covid-19 en marzo y aún no trabajaba en Maitelan se me terminó el contrato y estuve durante el confinamiento enferma, sin trabajo, sin paro y sin cobrar nada. Y como yo llevé la enfermedad también enfermaron mis hijos.

Un contrato te regulariza, pero ¿qué te limita y qué situaciones continúan soportando?

Aunque tengamos un contrato de trabajo, hacemos parte de un régimen especial en el cual no tenemos derecho al paro. En el trabajo de interna, además de las de 10 horas que trabajamos diariamente, escuchamos frases como: “¡Comes mucho!, ¡te duchas mucho!, ¿echamos un polvo?”, frases carentes de empatía, llenas de humillación y prejuicios. Cuando ya estamos regularizadas, tenemos certificados de profesional nivel dos en atención sociosanitaria a personas dependientes en domicilios, que nos exigen en los trabajos de cuidados; seguimos siendo el sector más desvalorizado y más desprotegido.

¿A estas alturas los empleadores pueden alegar desconocimiento de la ley?

Es cuestión de conciencia, ahora mismo una compañera de la cooperativa se ha llevado un disgusto porque ella misma no ha sido capaz de reclamar sus derechos, y eso que es parte de la cooperativa, pero ese miedo porque no tienes papeles; no le han dado su finiquito, no le han dado nada, está ahí…

¿Qué realidades enfrentan las mujeres migrantes y trabajadoras del hogar?

Al llegar aquí nos encontramos solas y vulnerables; hemos dejado la mayor parte de nuestras vidas en nuestros países de origen, incluso muchas dejamos a nuestros hijos y económicamente dejamos una deuda que debemos pagar cuanto antes para que los intereses no se incrementen. La opción laboral que tenemos es trabajar en el servicio doméstico y en muchas ocasiones en malas condiciones. Aunque algunas tengamos formación en nuestros países, el proceso de homologación de los títulos es muy complicado y lento. A ello añadimos que tenemos que trabajar sin contrato, porque para ello necesitamos tener el permiso de residencia legal y eso nos lleva conseguirlo como mínimo tres años. La ley de extranjería nos obliga a estar ocultas durante tres años y luego tenemos que demostrar que hemos estado empadronadas y rogar a alguien que nos haga el contrato de trabajo con el cual podremos acceder, por lo menos, al derecho al salario mínimo.

¿Con qué limitaciones se encuentran las mujeres en los hogares para realizar su trabajo?

Por ejemplo, en los hogares al no tener ayudas técnicas de transferencias como las grúas y al no estar los domicilios adaptados para la atención de las personas con gran dependencia, tenemos que hacer el trabajo forzando nuestros cuerpos, provocando lesiones y desgaste en nuestra salud. Y por otro lado el deterioro de salud, por las demencias de las personas que cuidamos, va en aumento y algunas compañeras tiene que trabajar en las noches también y al día siguiente tiene que levantarse y seguir trabajando. Claro, la persona mientras ella está limpiando la casa tiene esa posibilidad de descansar, pero la trabajadora no. A muchas no se les reconoce esas horas extras que van trabajando en las noches e incluso son agredidas por la misma persona que cuidan. Estamos inmersas en sus vidas casi a todo nivel y sin darnos cuenta de las consecuencias de ello.

¿Qué pasa si te enfermás?

La baja de las que trabajamos en servicios doméstico es mínima, porque si te enfermas, en el régimen especial de servicios existe el despido por desistimiento y de esto se aprovechan los empleadores. Si se te agrava tu salud te echan a la calle, porque ya no les sirves, ¡piensan que somos de hierro! En comparación con las residencias que son elevadas, que incluso teniendo ayudas técnicas y sus centros están acondicionados para la atención de personas dependientes y también con el sistema de ayuda a domicilio las bajas son elevadas, claro, porque ellas tienen sindicatos, ellas tienen derechos, pero las trabajadoras cuidadoras siguen en los hogares trabajando con dolores para no perder su trabajo.

¿Con la pandemia el trabajo de cuidados se ha visibilizado?

Las mujeres hemos sido invisibilizadas, se les aplaudía a los médicos pero, ¿quién estaba cuidando a las personas en sus casas?, éramos nosotras, arriesgándonos. Yo misma me enfermé de la Covid-19 porque estuve yendo atender a personas que están solas, sus familias tampoco iban para no arriesgar y nosotras teníamos que arriesgar en coger tren o autobús para ir atender a las personas.

¿Hasta qué punto las mujeres tienen claro que sus derechos son oprimidos?

rabajamos con las compañeras de Ahmner y SOS Racimo y cuesta convencer a las mujeres que denuncien porque es casi seguro que ganan, en esas denuncias más del 90 por ciento que ganan. Los empleadores se aprovechan del hecho de que no tengas papeles, y sienten tanto poder y hacen lo que les da gana.

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