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Río 2016: Rafaela Silva, la excepción de una larga lista de discriminaciones

Viernes 19 de agosto de 2016

La judoca se ha convertido en un símbolo de lucha contra los estereotipos de mujer brasileña, al mismo tiempo que ha abierto la puerta de la esperanza a muchas y muchos deportistas de contextos más desfavorecidos

Laura Gámez La Marea

RÍO DE JANEIRO // A pesar de su intento de ser un evento plural e integrador, la historia de los Juegos Olímpicos cuenta con una larga lista de exclusiones por estereotipos raciales, sexuales o religiosos, un camino tortuoso para aquellos deportistas que se alejen un poco del patrón estándar occidental y androcéntrico. En un país con una extrema desigualdad social como Brasil, las discriminaciones se hacen más que evidentes. La victoria de Rafaela Silva, mujer negra, lesbiana y originaria de una favela, ha representado todo un símbolo político para aquellos sectores de la población más excluidos, cuyas oportunidades de llegar a competir en unos Juegos Olímpicos son muy limitadas y el legado social que obtienen de dichos megaeventos es reducido.

El contraste entre ciertos estereotipos físicos, raciales o sexuales se encuentra totalmente polarizado de un barrio a otro de la “ciudad maravillosa”, donde los Juegos Olímpicos están teniendo lugar. Tanto Copacabana como la favela de la Maré -próxima al aeropuerto y recientemente vallada para que los extranjeros no vean la miseria desde la autovía- están repletas de militares. La diferencia es que los tanques militares de Copacabana procuran velar por la seguridad de los vecinos, mientras que en la favela los habitantes sienten ser ellos los enemigos contra los que se instalan los dispositivos militares. La desigualdad económica, los prejuicios sociales y la falta de servicios públicos -como educación o seguridad- presentan un camino bastante más tortuoso para aquellos deportistas de barrios más desfavorecidos que sueñan con competir en unos Juegos.

Rafaela Silva, el oro de una mujer negra, ‘favelada’ y lesbiana

La atleta brasileña de judo Rafaela Silva hizo temblar al país tropical al conquistar la primera medalla de oro para Brasil de estos JJOO. Una victoria que se convirtió en símbolo de lucha contra el racismo y la discriminación social. Pero quien más vibró con el oro fueron los morros de la ciudad maravillosa, es decir las favelas que desde sus alturas vislumbran unos Juegos en los que, de primeras, no son bienvenidos.

Rafaela, mujer negra originaria de la conocida favela Ciudad de Dios (Río de Janeiro), estuvo a punto de abandonar el deporte tras los duros comentarios racistas y sexistas que recibió después de ser eliminada de Londres 2012. “Se lo dedico a los que en Londres me dijeron que el lugar de un mono no eran los Juegos Olímpicos sino la jaula. Ahora, el mono ha salido de la jaula y ha ganado un oro olímpico”, declaró la atleta en la rueda de prensa posterior a su victoria.

La medalla de la joven judoca ha sido internacionalmente reconocida como una victoria olímpica y social, como lo fueron las cuatro medallas de oro conquistadas por Jesse Owens -negro estadounidense originario de contexto humilde- durante los Juegos Olímpicos de 1936 bajo el régimen de Hitler. La conquista de Owens representó una fuerte quiebra del elitismo olímpico y una esperanza para aquellos atletas que no encajaban en el patrón estándar. Pero 80 años después de aquellos Olímpicos de la Alemania nazi, cuando se suponía haber superado ciertos estigmas sociales, Rafaela aún enfrenta los cuestionamientos de una sociedad estratificada en la cual ella, además de ser negra y favelada, es mujer y lesbiana.

La victoria de Silva es un logro comunitario para mucha gente de la favela, tal y como explica a La Marea Marielle Franco, mujer negra, socióloga, habitante de la Maré y candidata a concejala para las elecciones municipales de Rio de Janeiro de octubre. “En mi favela hubo lágrimas y hubo gritos de alegría y creo que necesitamos aprender de eso y reconocer la valorización social que eso trae, principalmente en la lucha contra el racismo, el machismo y la homofobia”, explica Marielle. “El debate del deporte es fundamental para la sociedad y también para la política, porque en un país como Brasil donde el deporte es tan importante debemos pensar cómo hacer política con eso”, añade.

La oportunidad política de los Juegos Olímpicos

La regla 50 de la Carta Olímpica elaborada por el Comité Olímpico Internacional (COI) recoge que las Olimpiadas “tienen como objetivo separar el deporte de la política, honrar el contexto de los Juegos Olímpicos y garantizar la reunión pacífica de atletas, dirigentes y espectadores de diferentes culturas, creencias y orígenes”. Sin embargo, los brasileños no han querido desaprovechar el contexto internacional para denunciar las desigualdades de su país y para manifestarse contra un gobierno que muchos consideran golpista.

Temer, presidente en funciones, fue abucheado en el discurso de apertura y acabó prohibiendo las recurrentes pancartas o gritos de “Fuera Temer” dentro de las competiciones olímpicas. A pesar de que el juez João Augusto Carneiro Araújo decretó el pasado 8 de agosto que tal acto de censura y represión era ilegal, más de una treintena de espectadores han sido expulsados de competiciones ya que el COI insiste en que quiere “pistas limpias”. Ante la indignación del pueblo y por las dudas de otro posible abucheo, Temer ha decidido no asistir a la clausura de Rio 2016.

La indignación política se sale de la arena olímpica en un momento de grave crisis política y económica para Brasil. Marielle Franco considera que los habitantes de las favelas son los más vulnerables a la presencia de estos mega eventos, así como a la inestabilidad política y económica. “Nuestra población ni siquiera tiene condiciones de ir a una competición a manifestarse”. Para esta socióloga, ahora más que nunca, cada acto social es político, principalmente para aquellos que llevan días despertando con el ruido de los helicópteros y de las operaciones policiales que toman las calles de las favelas bajo supuestos proyectos de seguridad. “Parece que el enemigo somos nosotros, ¿qué obtenemos de los Juegos más allá de un legado violento con el ejército instalado en las favelas?”, afirma la candidata a las municipales, quien reconoce que, gracias a la victoria de Rafaela, algunas favelas pudieron parar de pensar en la militarización, al menos por unos segundos, para sentir que ellas también estaban representadas en esa medalla olímpica.

La judoca se ha convertido en un símbolo de lucha contra los estereotipos de mujer brasileña, al mismo tiempo que ha abierto la puerta de la esperanza a muchas y muchos deportistas de contextos más desfavorecidos que también sueñan con ganar una medalla de oro olímpica. Silva consiguió desarrollar su sueño gracias a la inversión privada y, una vez destacada, el ejército se interesó en ella ofreciéndole una carrera militar en calidad de atleta de judo.

Franco lamenta que no exista desde el primer momento una inversión pública del Estado para aumentar esas posibilidades a gente más desfavorecida, ya que estos sueños solo serán realizables con implicación política e inversión pública. “Que Rafaela esté ahí es un gran legado y una inspiración para mujeres negras y faveladas, pero no puede ser sólo ella. Hay que abrir posibilidades a las nuevas generaciones comenzando por invertir en las escuelas de los barrios más desfavorecidos para realmente tener atletas de diferentes culturas, creencias y orígenes”, afirma Marielle.

Todavía existen muchas escuelas en Brasil que no tienen ni pista de deportes, por lo que a escala de las favelas, los Juegos no dejarán más legado que las ganas de luchar por mayores oportunidades para las personas más desfavorecidas, así como combatir los estereotipos de discriminación social que les marginan.

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