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Recuperar la voz: diez propuestas de rap feminista latinoamericano

Miércoles 9 de marzo de 2016

Género con Clase 05-03-2016

“Por medio de la rima hacemos que muchas mujeres griten, hablen, que sean escuchadas. Que con cada canción sientan que no están solas, que estamos vivas y que somos libres de pensamiento. Que su lucha es nuestra lucha, y que no es en vano”. Estas palabras de la rapera caraqueña Anarkía Ruiz capturan la conciencia del rap feminista en Latinoamérica. Una corriente en continuo crecimiento que trata de restablecer los conceptos de diversidad, respeto e igualdad en la cultura hip hop.

Por Carlos Bouza / FUENTE: NuevaMujer.com

En 1979, Sylvia Robinson, una mujer negra de aguda visión empresarial, ayudó a colocar los cimientos de Sugarhill Records, discográfica pionera en la comercialización y expansión de la primera música rap. La cultura hip hop se encontraba por entonces en pleno proceso de construcción, buscando su forma definitiva en distritos neoyorquinos que, como el Bronx, habían sido azotados por una larga cadena de políticas sociales, económicas y urbanísticas devastadoras. En esos territorios, convertidos en fértiles laboratorios de ideas, los jóvenes negros y latinos se aventuraban en la búsqueda de un lenguaje común, que ayudase a transformar la violencia latente en una oportunidad creativa para el juego subversivo, al margen del sistema dominante.

Tras un largo proceso de experimentación conjunta, el hip hop se convirtió finalmente en una forma cultural sólida, exportable y multiforme, articulada en torno a cuatro elementos básicos: el rap (la poesía), el turntablism (su armazón musical), el breakdance (el baile) y el grafiti (la pintura).

Diez años después, la poesía y la música habían evolucionado hasta atomizarse en decenas de nuevas direcciones, dominando la industria musical norteamericana y extendiéndose rápidamente al resto del mundo. Sin embargo, algo se había perdido por el camino: el espíritu colaborativo que había unido a chicas y chicos en un esfuerzo común no tardó en diluirse, contaminado por la lógica androcéntrica de ese poder al que el rap debería estar combatiendo. Un dato revelador: en ’Generación Hip Hop" (Caja Negra, 2014), el ambicioso ensayo de Jeff Chang que recorre la historia del género, la presencia femenina en el abultado apéndice a modo de "discografía básica" es prácticamente residual.

El hip hop llegó a Latinoamérica en los años ochenta, bajo la forma de una promesa, y se asentó en las dos décadas siguientes como una realidad estable y en continua efervescencia. Al igual que en EEUU, el rap latino funcionaba como un amplificador de realidades sociales concretas, por lo que no es extraño que fuese permeable a las heridas históricas (regímenes militares, feminicidio, profundas brechas económicas) que el mapa latinoamericano arrastraba durante un largo tiempo. De esta forma, junto a las expresiones más lúdicas del género, se desarrolló un foco de resistencia desde el que se devolvía al rap su condición de herramienta de combate. Es en estos márgenes donde se gesta lo que hoy identificamos como un boom de las rimas feministas, en el que cientos de femcees descubren su poder y deciden pasar a la acción, reclamando su papel de sujetos activos dentro de una cultura que las había desplazado durante años.

El rap feminista restauró el valor de la lucha en común y forjó nuevas redes. De este espíritu cooperativo surgieron iniciativas como el disco recopilatorio ’Femcees, Flow Feminista’ (2014), financiado a través de crowdfunding y concebido como un impulso hacia un reto mayor: apoyar a "grupos y redes de mujeres feministas y defensoras de los Derechos Humanos del Estado español, Latinoamérica y el Caribe", destinando a estas plataformas los beneficios íntegros de la obra. O, el pasado mes de octubre, el festival La Rima en Barcelona, cuyo cartel incluyó a latinoamericanas como Krudas Cubensi. La siguiente panorámica no tiene una pretensión exhaustiva, pues eso sería imposible. En nuestro breve itinerario buscamos pistas acerca del trabajo de diez mujeres, establecidas en nueve países: algunas formaron parte de la citada recopilación; otras, trabajan desde distintos ámbitos para construir un espacio de creación inclusivo, plural y libre de machismo:

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