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Rabia feminista contra las violaciones en Ciudad de México

Sábado 17 de agosto de 2019

Cientos de personas participan en una protesta que termina con el ataque a una comisaría y destrozos en marquesinas y vehículos policiales. El lema de la marcha, “No nos cuidan, nos violan”, denuncia tres violaciones perpetradas por agentes en el último mes.

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Las mujeres se manifiestan en la protesta "No me protegen, me violan" | Reuters

Ciudad de México 17/08/2019 Alberto Pradilla Público

Las llamas iluminan el segundo piso de la estación de policía “Florencia”, ubicada en el centro de la Ciudad de México, a escasos metros del Ángel de la Independencia. Desde fuera, a través de la ventana, se observa la silueta de una mujer encapuchada. En el exterior, decenas más gritan “violadores” contra los policías mientras apedrean las ventanas. Todos los cristales están agrietados. Toda la fachada está pintada. “Violadores”. “Violadores”. “Violadores”. Son las 20.58 horas. La protesta “no nos cuidan, nos violan” acaba de asaltar una comisaría. Las mujeres quieren darle fuego.

Esta es la semana del hartazgo femenino en México. El detonante: tres violaciones a manos de policías en el último mes. Tres. En un mes. Dos de ellas eran menores. “Es necesario que el Estado garantice los derechos de las mujeres. Se ha tergiversado el movimiento, pero siempre ha sido necesario y seguirá siéndolo hasta que no haya equidad”. Jacqueline, de 22 años, se manifiesta junto a su amiga Montserrat, de 18. Llevan un cartel que dice que las están matando, que si hay que quebrar algo, que se quiebre.

El detonante de la marcha: tres violaciones a manos de policías en el último mes

A su alrededor, cientos de personas, en su mayoría mujeres, muchas de ellas muy jóvenes. Mientras hablan, a unos pocos metros, un grupo ya ha comenzado a destrozar una de las marquesinas de Metrobús de la rotonda de Insurgentes. Según la secretaría de Seguridad Ciudadana, al final de la marcha el balance es: dos marquesinas de metro arrasadas y la comisaría “Florencia” casi chamuscada. También 25 vehículos dañados dentro de un parking de la policía y 17 heridos, de ellos 14 agentes. No hay reportes sobre detenciones, aunque habrá que esperar a que el movimiento feminista haga recuento.

Para entender la rabia hay que contextualizar. México es un país en el que cada día mueren de forma violenta nueve mujeres. En 2018 se registraron 682 denuncias por violación solo en la capital. Casi dos por día. Y eso, las que se denuncian. Porque México es el país de la impunidad, en el que el 90% de los delitos queda sin castigo, lo que hace que muchas personas opten por no recurrir a la justicia. Este es el contexto que explica la explosión de enfado.

La chispa que encendió la ira fueron las tres violaciones. En la primera, dos policías abusaron de una indigente en un hotel del centro. En la segunda, una menor denunció haber sido violada por cuatro agentes cuando llegaba a su casa. Sus datos fueron filtrados desde las propias autoridades, lo que hizo que la víctima no ratificase la denuncia. Los uniformados siguieron en su puesto durante un mes, hasta que se les apartó a pesar de que todavía no hay expediente en su contra.

La tercera ocurrió en el Museo de la Fotografía y el policía agredió sexualmente a otra menor que realizaba trabajos sociales. Aseguró que las relaciones habían sido “consentidas. Este es el contexto en el que se produce el intento de quema de una estación de policía.

Para entender el enfado, hay que regresar también al lunes, 12 de agosto. Aquel día se celebró una marcha feminista. Lanzaron brillantina morada a Jesús Orta, secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México. También quebraron algunos vidrios en la sede de la Procuraduría. Y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, calificó la protesta de “provocación” y anunció una investigación contra las manifestantes. Días después bajó el tono y empezó a hablar de “infiltrados”.

“Parece que les preocupe más un cristal roto que todo lo que está ocurriendo”, denuncia una de las manifestantes

“Parece que les preocupe más un cristal roto que todo lo que está ocurriendo”, razona Jacqueline, la manifestante con el cartel en el que pide “quebrar todo”. Ahí está el origen de una protesta que, previsiblemente, marcará un antes y un después. En primer lugar, en relación al propio movimiento feminista. En segundo, en relación a las autoridades. Las instituciones están en manos de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, el primer presidente izquierdista en la historia de México. En principio parecería lógica una alianza entre despachos y movimientos sociales. No parece tan claro que esté ocurriendo.

La marcha comenzaba a las 18.30 horas. En ese momento, decenas de mujeres tomaban la rotonda con consignas contra el machismo, las agresiones sexuales y la impunidad. También contra la policía. Se trataba de un acto “separatista”. En la cabecera, mujeres. Los hombres, a última fila.

Las demandas eran claras: decretar la Alerta por Violencia de Género en todo México (hace un mes, las autoridades rechazaron poner en marcha este mecanismo en la capital), poner medidas para evitar las filtraciones, garantizar que se perseguirá a los responsables de violaciones, que los policías acusados de abuso sexual no sigan en sus puestos.

En un primer momento, la marcha avanza en círculos en la glorieta. Allí se encuentra, por ejemplo, la sede de Seguridad Ciudadana, donde estaban adscritos los policías acusados de violación. Frente a las oficinas, un cordón de uniformadas. Todas mujeres. Esto no evita que algunas manifestantes lancen globos con agua y pintura. De repente, un señor se pone en medio y comienza a soltar el sermón: que ellas también son trabajadoras, que le lancen los globos a él. “Cállate, pendejo”, le responde una. Al ignorarle, el hombre se convierte en invisible. Ni siquiera le lanzan nada.

Para las 19.30 horas ya se había organizado el desmadre. Primero, una marquesina. Vidrios rotos, pintadas, destrucción total. Después, la segunda. En este momento hubo algún conato de enfrentamiento con fotógrafos que cubrían la protesta. En principio la idea era que los hombres que grababan eran rociados con brillantina y spray. Sin embargo, también mujeres que estaban fotografiando fueron agredidas.

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Sobre las 20.00 horas la marcha abandonó Insurgentes. Por el camino, un parking que utiliza la policía y sus vehículos destrozados y con pintadas de “violadores”. Siguiente parada: comisaría.

Se trata de un acto muy simbólico. Atacar una estación policial en una marcha que denuncia las violaciones a manos de policías. Durante más de una hora, las manifestantes cercaron la estación. Hasta que un grupo logró entrar y prendió una hoguera en el interior. No fue hasta media hora después que hicieron acto de presencia los bomberos y otra dotación de policías que retomaron el control de la comisaría sobre las 21.30 horas.

“Respetamos a la mayoría que se manifestó de forma pacífica. Para ellas, las puertas de la Ciudad de México siempre estarán abiertas para el diálogo franco. Sin embargo, no se puede justificar la violencia de unas y unos cuantos que solo empañan la defensa de los derechos de las mujeres”, dijo el gobierno de la megalópolis en un comunicado. Condenó las agresiones a periodistas (hubo al menos dos denuncias) y aseguró que iniciará investigaciones por los destrozos.

Tras la explosión de ira, el sábado será jornada para la reflexión y el balance. Según los datos oficiales, otras nueve mujeres serán asesinadas y se interpondrán dos denuncias más por violación. Es muy probable que los feminicidios y las agresiones sexuales queden impunes.

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