Jueves 8 de mayo de 2025
Ana Bernal-Triviño, Periodista 07/05/2025 Público
¿Se imaginan quitar el voto a las mujeres? Quizás piensen que esto es de países no occidentales pero, ¿y si les dijera que una idea algo retorcida sobre este tema ronda en Estados Unidos? ¿Y si les añado que el mismo país está estudiando un plan para persuadir a las mujeres a tener hijos y dedicarse a la familia? Donald Trump se comprometió a ser el “presidente de la fertilización”. Tal cual. Literal. No es broma. Es una noticia de abril del New York Times.
Cuento esto porque ya saben que todo lo de allí, acaba más pronto que tarde, aquí. Se ha hablado de los 100 primeros días de Gobierno de Donald Trump, mucho de aranceles, pero bastante menos sobre las políticas a las mujeres. Y empecemos por el derecho al voto. Es cierto que el presidente no ha dicho nada de forma directa, pero sí muchos de sus votantes. Algunos influencers y multimillonarios de los que crean escuela. Y ya saben que la primera victoria siempre es la de ganar el relato.
Les hablo de Andrew Tate, el referente juvenil de las redes misóginas, la manosfera. Les sonará porque se menciona en la serie Adolescencia. El protagonista, que mató a su compañera de clase, refiere algunos vídeos de este tipo. Hace unos días, empezó su juicio por delitos de violación, trata de seres humanos y grupo criminal organizado. Es un cromo. Antes, ya había dejado en redes perlas machistas como “[Si una mujer te acusa de haberle puesto los cuernos] sácale el machete, dale en la cara y agárrala del cuello. Cállate, zorra”, o “no importa lo que una mujer quiera ser, si no tiene a un hombre dirigiéndola, la va a cagar. No están hechas para ser criaturas completamente independientes”. Con estos antecedentes, no sorprende su opinión ante el sufragio. Dijo: "Las mujeres no deberían votar. No pueden ver el panorama general por el bien de la sociedad y, luego, jamás se sacrificarán por él". Dicho esto por él, ya está replicado por otros youtubers. Y si buscan algo más, ya encontrarán a algunos españoles sugiriendo lo mismo.
Pero no fue el primero. En 2016 encontramos páginas en Internet, con grupos de hombres contrarios al voto de las mujeres. No hace tanto la Asociación Americana Crítica al Sufragio Femenino indicaba en su web que para gobernar hace falta una fuerza que las mujeres no tienen y que las desvía de su función maternal.
Quitar el voto de golpe sería muy descarado. Así que quizás no es tan grave algún recorte por “accidente”. Me refiero al proyecto republicano en la Cámara de Representantes, que exige una prueba de ciudadanía estadounidense para poder votar. El tema está en lo que Hillary Clinton alertaba en un tuit: la medida amenaza el acceso al voto de 69 millones de mujeres, cuyos apellidos que adquieren cuando se casan no coinciden con sus certificados de nacimiento. Y como no coinciden, una menos. Entre las redes de ultraderecha se propone que el voto debe reducirse a uno por núcleo familiar, y por supuesto, recaería en el cabeza de familia, el padre.
Junto a esto, como les decía, Trump se comprometió a ser el “presidente de la fertilización”. El Cuento de la Criada no tiene mucho de ficción. Sus sectores más radicales impulsan campañas para que las mujeres vuelvan al hogar de forma exclusiva. Recuerden que su mano derecha, el vicepresidente DJ Vance, lamentaba a las mujeres que no aportaban descendencia a la patria y que solo vivían con “gatos”. Y, a la vez, señaló de forma sutil a las mujeres trabajadoras, acusándolas de enviar a sus hijos o hijas a guarderías de “mala muerte” a cambio de la libertad de trabajar. Lo mejor, cuidar en la casa.
Todo esto empieza, como siempre, a llegar aquí. Lo dejo por si en nuestras próximas elecciones ven a algún youtuber o tertuliano dejando caer la idea. ¿Y por qué este interés en cuestionar nuestro derecho al voto? Porque el voto femenino frena a la ultraderecha en la mayoría de los países. Somos un estorbo para sus objetivos y nos quieren mandar a casa con la pata quebrá y si puede ser, sin votar. En esto consisten los primeros 100 días de Donald Trump para nosotras. Veremos qué hacen con las mujeres de aquí a cuatro años.