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¿Qué pasa entre C. Tangana, El Madrileño y el feminismo?

Jueves 8 de abril de 2021

El último disco de C. Tangana está plagado de dicotomía entre machismo y neomachismo. Entre las masculinidades hegemónicas y representaciones patriarcales de las mujeres y una búsqueda de nuevas formas de expresarse desde la masculinidad alternativa

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C.Tangana se podría caer del cartel de la fiestas de Bilbao por sus letras

Leonor Canals Botas 8 Abril 2021 elDiario.es

El Madrileño, Pucho, Puchito, Antón, C. Tangana, "molabas más cuando eras crema". Hace diez meses C. Tangana volvía a resonar en los móviles y portátiles con Nunca estoy. Canción que, a día de hoy, tiene 20 millones de visualizaciones en YouTube, un tercio de las cuales serán mías. Meses después volvía a conseguir grandes cifras con Demasiadas Mujeres y tan solo un mes más tarde batía récords con Tú me dejaste de querer. El 26 de febrero, tras tres meses, salía a la luz su nuevo disco para volver a posicionarse en el número uno. Y un día después Párteme la cara era su canción más escuchada en YouTube con más de un millón de visitas.

Pero, ¿qué tiene que ver C. Tangana o El Madrileño con la lucha feminista?

Negar que la música forma parte de la cultura y que en la cultura se plasman discursos más o menos aceptados y extendidos socialmente sería absurdo. Igual que sería absurdo no tener en el punto de mira que la extensión del feminismo también significa que el movimiento llegue a las dinámicas y sistemas capitalistas y neoliberales. La despolitización y la asunción por parte de los poderes hegemónicos del feminismo para la obtención de beneficios —ya sea en términos de poder económico, político, estructural…— es algo a lo que no se puede dejar de prestar atención.

Por eso resulta clave no solo atender a los discursos que se generan en las esferas musicales por la importancia que tienen en tanto que reproducen la realidad social y, consecuentemente, sus estructuras de dominación y resistencia. Sino también porque los discursos generan saberes y estos saberes producen o reproducen relaciones de poder. ¿Es lo mismo que Puchito diga en una canción "Crecí pensando que solo el billete me daría mi respeto, que un hombre que no tiene pa’ gastar no es un hombre, solo un muñeco" a que nos suelte entre ritmos "Cuando yo haya terminao’ te la puedes coger, de momento esta es mi puta y me la voy a joder"? Atender e identificar no solo qué saberes se están configurando en la música, sino también qué poderes van vinculados a los mismos, es un punto de partida clave para conocer qué nuevos elementos de desigualdad y/o violencia se están configurando y desde qué perspectivas.

C. Tangana venía de posicionarse casi como una suerte de alter ego del fuckboy con canciones como No te debí besar, que tiene más de 33 millones de reproducciones en Youtube, o Pa’ llamar tu atención, con 39 millones de reproducciones en la misma plataforma. En estas canciones dominan las representaciones de las mujeres propias de la cultura patriarcal, en las que no se reconoce a las mujeres como sujetos, sino como objetos de consumo. Se reproducen los mitos que ponen en las mujeres la responsabilidad sobre la causalidad de los comportamientos de los hombres, estableciéndose en las "causas femeninas" elementos de responsabilidad relativos a las violencias de género y otras desigualdades ("No debiste acercarte, no. No debiste rozarme, no. No debiste enamorarte, no"). Así, se las representa como personas que "provocan" a los hombres ("No debí dejarme hipnotizar, no debí acercarme sin pensar"); una suerte de femme fatale que a través de sus atributos femeninos ("Cuanto te vi pasando, espectacular. Andabas rebotando, espectacular") manipula al hombre y le utiliza ("Te tengo preso en mis garras, papi no has vuelto atrás, no pue’ salir de la trampa, pidiendo más y más") para su propio beneficio.

En las canciones de C. Tangana abundaba esta representación de las mujeres como malas, peligrosas y astutas. Hasta le dedicó una canción a la mala mujer —porque la mujer siempre es una, unívoca, igual, con los atributos y características de la feminidad hegemónica—: "Una ladrona. Que me has llevado a la ruina. Te has llevado mi corazón, mi orgullo, mi pasta, mi paz, mi vida". Sin embargo, con Nunca Estoy da un giro y se posiciona en el relato femenino. Un relato femenino, no obstante, en el que la mujer le expresa su malestar a la pareja desde una posición de sumisión y aguante. No existe agencia en esa mujer que quiere querer a esa pareja de la que no recibe el feedback que desea ("Y otra vez vas a perder el avión. Y otra vez soy una imbécil esperando a su hombre") y que cae en la culpa por estar en esa posición de paciencia y espera en la que se encierra a lo femenino. Introduce así un nuevo posicionamiento en el que se comienza a reconocer a la mujer como sujeto más allá de objeto de consumo, aunque se mantienen los códigos patriarcales de sociabilidad y conductas femeninas.

Es a través de Demasiadas mujeres donde el relato entre las dos versiones de C. Tangana que veníamos escuchando comienza a mezclarse. Se encuentran por un lado esas representaciones patriarcales y machistas que venía construyendo en las que la mujer es un objeto de consumo y que va enumerando a lo largo de la canción y, por otro lado, esta nueva cara que expresó en Guille asesino, en la que comienza a reconocer interacciones entre géneros más allá del componente sexual que venía predominando, y se inicia su crítica hacia los roles de género.

En Tu me dejaste de querer es cuando vemos la hasta ahora visión más clara de softboy de C. Tangana. Aquí la maldad que caracteriza a las mujeres en estas representaciones está más clara, sin embargo, ahora no se identifica con la provocación o con su sexualidad, si no con la falta de reciprocidad en la relación ("Tú me dejaste de querer cuando menos lo esperaba. Cuando más te quería, se te fueron las ganas"). En esta canción parece que se está incluso expresando una masculinidad alternativa, que reconoce la vulnerabilidad y la expresa ("Yo me creía que еra el más cabrón, pero me еstoy notando el corazón"). Sin embargo, continúa presente esa relación entre géneros basada en la competición y la culpabilización, donde él, si bien reconoce sus malestares, también culpabiliza a la mujer de estos.

Esta "nueva masculinidad" de El Madrileño vuelve a encontrarse en Párteme la cara, donde acepta de nuevo estos sentimientos ("Duermo con el cadenón bien puesto, porque pienso en las noches que soñé su peso y porque el resto de cosas que importan se fueron contigo") y esta dicotomía entre la masculinidad hegemónica que el sistema patriarcal impone y el bienestar individual, continúa estando presente esta recriminación y culpabilización hacia la mujer de haber cambiado de opinión ("Guccis en el closet, cien mil en una noche. La vida que querías: los lambos y los porches y todo para que al final te hayas marchao").

Su último disco está plagado de esta dicotomía entre machismo y neomachismo. Entre las masculinidades hegemónicas y representaciones patriarcales de las mujeres y esta búsqueda de nuevas formas de expresarse desde la masculinidad alternativa. Así, en Cuándo olvidaré vemos una vez más esa representación tradicional de las mujeres como peligrosas y manipuladoras ("Hermano, esta mujer va a matarme. Se ha propuesto de humillarme. Es feliz con mi sufrir"), y en Ingobernable el sufrimiento de él al no poder tener a la mujer ("No le valе con partirme el pecho y gritar ‘te quiero’ cada vez que pasa. Que sé que tú no tienes precio. Reina dentro y fuera ’e casa") al tiempo que continúa con su caracterización como malas por hacer sufrir a los hombres. En Te Olvidaste vuelve a recuperar esa masculinidad caracterizada por la agresividad y el consumo de sustancias ("Vivo invitando a los compas. Vivo sin mirar las cuentas. Siempre listo pa’ la gresca. Siempre en farra, siempre en fiesta") y que se ve contrapuesta en Cambia!, donde expone las críticas que le hacen precisamente por sostener estos comportamientos ("Me hicieron pensar que si cada noche no salía envuelto en Gucci, yo no era más que un don nadie. Y ahora que sobran ceros en el banco me piden que cambie").

Puchito, Antón, El Madrileño, C. Tangana, Pucho, está claro que no son lo mismo. Se puede ver un cambio en el contenido de sus letras en lo referido a los comportamientos machistas y las representaciones patriarcales, pero ¿qué cambio? La industria musical es un negocio y, como hemos mencionado antes, el capitalismo y el neoliberalismo no están al margen de la lucha feminista. ¿Son los nuevos huecos de masculinidad alternativa que abre El Madrileño algo más allá de un acercamiento a posturas más feministas de la mano del purplewashing o realmente se siente presionado por llevar a cabo un proceso de deconstrucción? ¿Sus discursos, independientemente de sus objetivos, servirán algo más que para bailar o limpiar la casa con ritmazos? ¿Tendrá más reproducciones Cambia! que Párteme la cara?

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