Xarxa Feminista PV

Que los bastardos no te jodan

Viernes 11 de mayo de 2018

Anita Botwin 10-05-2018 CTXT

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La actriz Elisabeth Moss, en una imagen de la serie El cuento de la criada caracterizada como June Osborne/Offred.

Desde un tiempo a esta parte me he dado cuenta de que todo mi imaginario lo habían construido hombres. No es que sea una Sherlock Holmes de la vida –una vez más un hombre–, pero no había indagado mucho más allá de “esto es lo que hay”, es lo que echan en la tele o es lo que está en cartelera. Las mujeres hemos crecido sin referentes y hemos sobrevivido, pero ¿cómo puede ser?

Desde que entré a estudiar Comunicación Audiovisual, me empecé a interesar por la ficción en cine y televisión hasta puntos casi obsesivos. Lo disfrutaba, aprendía con cada plano, con cada secuencia, con cada diálogo. Me hice fan de El Padrino, Annie Hall, Uno de los Nuestros, Old Boy, y películas de serie B que ya ni recuerdo.

Sin embargo, y sin darme cuenta, echaba en falta historias de mujeres contadas por mujeres. Hemos estado casi toda una vida sin referentes femeninos reales, más allá de mujeres rescatadas o secuestradas, o prostitutas que se hacen ricas Richard Gere mediante. Ahora, por suerte, tenemos a grandes escritoras por las que se apuesta cada vez más, aunque aún nos quede un gran camino por recorrer. Las estanterías de las librerías se llenan de pronto de libros de feminismo y mujeres escritoras, porque por una vez en la vida somos tendencia y lo que contamos lo es.

Cada vez producen más y mejores series protagonizadas por mujeres empoderadas

La ficción de HBO y Netflix se ha puesto las botas. Cada vez producen más y mejores series protagonizadas por mujeres empoderadas, guerreras, que toman el control de la situación, que pasan de ser víctimas y rescatadas a luchadoras y salvadoras. Ese es el caso de The handmaid’s tale, que, aunque fue escrito en 1984, ahora podemos disfrutar de la serie con una ampliación de la trama y con una protagonista espectacular. Y así tenemos decenas de casos interesantes: Big Little Lies, Liar, Rita, Bron, The Killing, Better Things, Godless, Feud, Alias Grace, SMILF…

Es natural que si la cultura ha sido y es también patriarcal, si sólo se han contado historias desde una única perspectiva heteropatriarcal, hayamos crecido también con el mito del amor romántico y nos lo hayamos comido con patatas, en este caso con palomitas. Llevamos desde pequeñas viendo Disney. Crecimos con Titanic, Romeo y Julieta... Y hasta con Sexo en Nueva York (por más que las mujeres sean protagonistas, pero también ricas y privilegiadas). Años y años de cultura heteronormativa.

Ya en la adolescencia y madurez, me interesé por los más grandes del cine, y todos ellos, claro está, eran varones. Coppola, Scorsese, Tarantino, Woody Allen… todos magníficos cineastas, que dejaban de lado los papeles protagonizados por mujeres –unos más, unos menos–. Cuando Tarantino hizo Kill Bill fue como un chute de adrenalina cinematográfica. Por fin,una mujer protagonizaba una cinta con sangre a diestro y siniestro. Fue un soplo de aire fresco, tal y como recuerdo. Después de ello, llegó la hija de Coppola, Sofía, que, después de haberse desplomado por las escaleras en la tercera edición de El Padrino, había tomado la batuta para dirigir su propia filmografía. Con un estilo más o menos naif, más o menos brillante, aparecieron historias de mujeres dirigidas por una mujer. Fue así como Las Vírgenes Suicidas o Maria Antonieta suplieron las carencias cinematográficas que existían en mi vida. Hasta ahora la droga era buena y dura, pero no suficiente.

Ahora, al fin, vivimos momentos álgidos del movimiento feminista que también se ven reflejados en la gran pantalla o en las páginas de los libros. Nolite te bastardes Carborundorumes –Que los bastardos no te jodan– de The handmaid’s tale es el nuevo “le haré una oferta que jamás podrá rechazar” de nuestros tiempos en general y de las mujeres en particular.

También en la ficción española, y como hemos podido ver en la última edición de los Goya, la cineasta Carla Simón y su Verano 1993, ganadora de la mejor dirección novel, es un gran ejemplo de una película realizada por una mujer, y que nada tiene que envidiar a ninguno de los nominados hombres. La manera en la que Simón dirige esta película es de una ternura, sensibilidad, un realismo y una naturalidad que te dejan la piel de gallina. Y es precisamente esta sensibilidad creativa lo que he echado de menos durante muchos años de ver películas de todo tipo –a excepción de lo oriental, que es otro tema–. La también galardonada Isabel Coixet ya lleva tiempo en la gran pantalla y no deja de sorprendernos con cada nueva película. Mi vida sin mí fue también una gran dosis de droga dura. Por fin nos vemos reflejadas en la gran pantalla y tenemos referentes más realistas, más francos, menos dañinos y más molones en general. Gracias, chicas, por todo eso.

Es de esta manera como la cultura transforma lo social y lo social inspira a la cultura. Y es ese equilibrio mágico el que estamos viviendo al fin, después de tantos años de Disney, agentes 007 por doquier y señoros haciendo cine hablando de nosotras sin contar con nosotras. Nolite te bastardes Carborundorumes. Pues eso.

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